17. Chocolate.
—¡Chocolate! —grita emocionado el castaño al entrar a la algo amplia pastelería.
—¿Qué? —pregunta el azabache que esta detrás de el chico.
—Huele a chocolate. Pero huele muy bien —inhala. El sargento lo imita y asiente satisfecho.
—De chocolate será —concluye el mayor mirando al castaño, quién voltea a mirarlo también, dedicándole una tierna sonrisa.
—¡Bienvenidos! —habla con entusiasmo una chica frente a Eren—. ¿Vienen a comprar o a hornear?
—Hornear —responde Rivaille acercándose hacia los dos jóvenes.
—¡Entonces están en el lugar indicado! —continúa la señorita—. Síganme, por favor.
Comienza a caminar y los soldados la siguen, entrando a una pequeña cocina con muchos estantes en donde se encuentran varias cajas de todos colores y tamaños; un refrigerador y una pequeña mesa rectangular al medio.
—No sabemos hacer pasteles —advierte el castaño.
—¡Ah! En ese caso... Pueden usar una de las recetas —dice acercándose a la mesa, agachandose, tomando un libro y poniéndolo sobre ésta—. Pueden escoger la que gusten. Aquí están todos los ingredientes —se acerca a la salida—. Los dejaré solos. ¡Diviértanse!
Rivaille se queda mirando la puerta aún después de que la muchacha saliera y la cerrara detrás de ella. Pero Eren ya se había adelantado a ojear el libro de recetas, pasando las hojas para encontrarse con alguna imagen que llamara su atención. Estaba decidido desde que entraron que el pastel sería de sabor chocolate, así que el castaño no buscó de más sabores.
—No sabía que le gustaba lo dulce, sargento —dice sin despegar los ojos del recetario. Y el otro, al escucharlo hablar, voltea y comienza a acercársele.
—No todo. Sólo cosas muy específicas —le responde el azabache ahora de pie al lado del cadete, mirando también las hojas del libro sobre la mesa.
—¡Entonces tendremos que hacer nuestra propia receta! —dice emocionado el menor cerrando de pronto el recetario—. Inventaremos un pastel delicioso que le guste —camina hacia los estantes con montones de cajas.
—Eren, no es necesario. Seguro habrá algo aquí que me guste —insiste el mayor abriendo el libro de nuevo. Pero se acerca el castaño con un montón de cosas en los brazos, depositándolas todas en la mesita.
—¡Ya le dije que no, sargento! Yo más que nadie sé que la boca del sargento es insaciable —justo después de decir eso da un pequeño salto de arrepentimiento y le comienzan a sudar las manos. Voltea a verlo y no se sorprende que esté con una expresión anormal en su rostro—. Ehh... Yo... no quise...
—Debes tener razón... —vuelve la mirada al libro y lo cierra para dejarlo en donde la señorita lo había sacado. Después toma varias de las cajas que Eren llevó a la mesa y las mira—. Hagamos nuestra propia receta entonces, terco.
—Eh... S-sí. —suelta un suspiro de alivio silencioso y mira la montaña de cajas sobre la mesa que él había dejado.
—¿Pero como se supone que haremos nuestro propio pastel si ni siquiera sabemos como hacer uno con receta, Eren? —pregunta el mayor recargándose en la mesa con lo ojos fijos en el castaño, esperando su respuesta.
—En la caja de la harina dice todo eso, ¿no? —dice tomando la caja más cercana a él, leyendo lo que hay que hacer.
—Si es así ¿para qué el libro? —pregunta parándose al lado del cadete intentando leer lo mismo que él. Mientras el castaño voltea, mirándole de cerca, desde arriba gracias a la corta estatura de Rivaille. Tomandose su tiempo para observar hasta los más minúsculos rasgos de su sargento. Su cabello azabache con un corte estilo militar que le cae por la mitad de arriba de su cabeza, la parte de abajo rapada al dos. Su tez blanca perfectamente limpia hace creer a los ojos que si lo tocas sentirás una suave piel—. ¿Eren? —pregunta el mayor y al no recibir respuesta rápidamente, viéndole también a los ojos.
Y el cadete, al darse cuenta de todo lo que esta pasando por su mente se sonroja al instante. Volviendo la vista rápidamente a la caja de harina.
—¿Eh-Ehh? C-creo que sólo dice como de-decorarlo —apenas responde, apretando la quijada y casi sin respirar para "calmar" los nervios.
El mayor le mira confundido. Se dio cuenta de la forma en la que lo miraba el cadete, lo cual lo hace feliz y sonríe internamente.
—Comencemos con esto —dice tomando la caja de harina y un recipiente para echar ésta dentro de el. Después Eren toma unos huevos, los rompe y los vierte también en el recipiente, luego se acerca al refrigerador, lo abre y saca la mantequilla.
—Sargento, ¿Cuanto debe ponerse de esto? —pregunta el menor llevando en sus manos el bote con mantequilla.
—Sólo toma una cuchara y echa lo que consideres suficiente —responde llevando el recipiente a la barra para ponerle también agua.
El cadete obedece y saca una cuchara de un cajón, se acerca a la barra y comienza a echar mantequilla. Mientras el mayor busca el recipiente donde que el pastel se horneará y calienta el horno antes de meter el pastel.
—¿Ahora qué hago? —pregunta caminando hacia la mesita sosteniendo el recipiente.
—Revuelve. Cuando esté listo me dices y lo metemos al horno —se aleja del horno, toma el mezclador del mismo cajón y se lo da a Eren—. Ten, hazlo con esto.
—¡Bien! —dice emocionado y le sonríe grande al sargento, luego se concentra en revolver todo y el azabache toma todo el betún para pastel y lo pone en la mesa. Espera a que el castaño termine y que el horno esté listo para meter el pastel.
—¿Cual de estos le pondremos, Eren? —pregunta Rivaille. Eren se detiene y deja la mezcla en la mesa para ver al sargento y responder lo que le había preguntado.
—De vainilla y de muchos colores —responde tomando los sabores que había escogido y mostrándolos con una gran sonrisa al mayor—. ¡Ah! Y creo que termine de mezclar —va al otro lado de la mesa y toma el recipiente, ahora va y se lo muestra al azabache.
—Esta bien. Ponlo ahí —da el visto bueno y señala el recipiente en donde el pastel se hornearía. El cadete obedece y entonces vierte la mezcla ahí.
—Listo. Lo pondré en el horno —Dice el cadete, cargándolo con ambas manos hacia el horno y cerrándolo.
El azabache también se acerca al horno y se agacha un poco para encenderlo con la temperatura que indicaba la caja de harina.
Se levanta de nuevo y mira a Eren, quién voltea a verle también. Se observan por cortos segundos hasta que el mayor le toma de la cintura con una mano, mientras que la otra, la lleva a su mejilla y la desliza hasta su cuello. El menor sólo se sonroja y cierra fuertemente los ojos. El azabache lo nota y sin decir nada se estira para plantarle un apacible beso en los labios al castaño.
—Eren, ¿podrías darme un regalo de San Valentín? —le pregunta mientras lo empuja hasta chocar con la mesa, haciendo que el menor tenga que recostarse en ella.
—S-sargento... Hoy es sábado. Hoy no podemos tener sexo —dice esforzándose por no gemir ante las caricias en su pecho y los besos en su cuello por parte del azabache.
—Tampoco podíamos tener en Navidad, ni en el día, no lo hacemos para crear un bebé, tampoco se puede en los días en que se festeja un santo, y para acabar, ambos somos hombres. Hemos violado todas la reglas de la iglesia. Bien sabes que no nos importa. ¿Qué pasa hoy? —explica Rivaille deteniendo las caricias y prestando atención a Eren.
—Estamos en una pastelería... —responde el castaño sin mirar al sargento y con las mejillas completamente coloradas—. ¿Q-Qué pasa si viene alguien?
—Si alguien nos descubre seguro nos mandaran a la horca —asegura Rivaille, alterando al sonrojado Eren.
—¡¿Lo ve!? ¡Es peligroso!
—Claro que no. Cerré la puerta con seguro por si las dudas. Confía en mi, Eren —desliza su mano hasta llegar a la de Eren y apretarla entrelazando sus dedos.
El castaño no dice nada más, sólo cierra suavemente sus ojos y Rivaille interpreta eso como un "hágalo, sargento".
Entonces continúa besando su cuello y pasando sus manos debajo de la camisa del menor, pellizcando suavemente sus pezones y causándole pequeños jadeos que hacen encender tanto al cadete como al azabache.
Pero el mayor, con una idea en mente, se detiene y quita de encima del chico. Eren voltea a ver que pasa y al no encontrar al sargento frente a él, le busca en toda la cocina. Viéndolo en una esquina de ésta sacando una silla de rincón.
—S-sargento... ¿Qué hace? —Pregunta el chico ahora sentado en la mesa, con los pies colgando, la camisa levantada y la chaqueta desacomodada.
—Ven —ordena el mayor al haber acomodado la silla. El menor obedece y se acerca lentamente. Al llegar frente al azabache éste le toma de un brazo y lo voltea, dándole la espalda a el sargento—. Súbete a la silla —el cadete vuelve a hacer lo que dice, llevando sus rodillas encima de la silla sin entender el porqué aún—. Quítate esto —ordena de nuevo jalando su chaqueta medio caída, mientras él se quita la propia.
Eren voltea y ve al sargento desabrochandose los pantalones y dejando salir su erección, al mismo tiempo que exhala aliviado. El mayor desliza sus manos por el pantalón de Eren, buscando su cinturón para desabrocharlo y bajarle también los blancos pantalones.
El azabache acerca su mano derecha a la boca de Eren separando el pulgar y el meñique para introducir los otros tres en su cavidad bucal y el menor pasa su lengua por entre ellos. Mientras la mano desocupada del sargento masajea suavemente la erección del castaño y frota el miembro del azabache con el trasero de Eren.
—¡Ngh...! —gime Eren sintiendo el roce de el sargento en su parte trasera y como masajean su erección. Si pudiera habría gritado de placer, pero los dedos de Rivaille en su boca lo impiden.
—Suficiente —determina el mayor sacando sus dedos del castaño y llevándolos hacia su entrada, introduciendo dos de una.
—¡Ahh! —grita el menor sintiendo los ambos dedos dentro de él y como se abrían y cerraban repetidas veces- ¡S-sa... sargento! Ngh...
—Lo siento. Quiero hacerlo rápido. Sólo... aguanta un poco más... —cuando siente dilatado su agujero introduce el tercer dedo y los gira todos juntos. A los pocos segundos Eren esta abierto completamente. Entonces el sargento pasea la punta de su erección alrededor de la entrada del menor antes de meterla, disfrutando de la humedad que se siente y la facilidad de como se resbala hacia el centro de su trasero. Sin aguantarlo más, lo introduce lenta y suavemente sintiendo el calor que va abrazando su miembro.
—¡Ahh, ngh...! ¡Sargento...! —Grita Eren sosteniendose fuerte del respaldo de la silla. Aunque vaya lento el azabache ya había tocado su próstata, y hasta aplastarla con lo que esté detrás de ésta.
Pero sin ser suficiente para el mayor, comienza a moverse más rápido ya dentro del castaño, su glande roza deliciosamente con el interior del chico.
—Hmm. Eren... lo ha-haré más... más rápido... —exhala varias veces por el placer que su quinceañero le brinda esa tarde de San Valentín. Y como dijo, aumenta la velocidad de las embestidas, haciendo que la silla se menee hasta casi caerse.
—¡Ohh! ¡Sa... sargento! ¡Ngh! —gime el castaño justo antes de correrse sobre la silla y dentro de él, también el mayor.
—Hahh... Ahh... —suspira el sargento y después abraza a Eren desde atrás, acariciando su abdomen y pecho, sintiendo como sus pulmones se inflan y desinflan y pegando su cabeza a su espalda para escuchar su aún acelerado corazón.
Después de un minuto que Eren logra calmar su respiración, se sienta en la silla donde lo habían hecho y el mayor se pone de pie frente a él para luego sentarse y acariciar sus desnudas piernas y besarlas cuando se le da la gana mientras mira atentamente su rostro.
—Sargento... —le llama el chico—. ¿Cree que nos maten si se enteran?
—Claro que no. No dejaré que pase algo así.
—¿No dejará que se enteren o que nos maten?
—Las dos cosas —mira al castaño, decidido. Haciéndole sentir seguro con la respuesta. Pero las miradas no duran mucho porque el azabache toma ráfagas de aire continuas, como si quisiera captar un aroma—. ¿No huele a quemado? —le pregunta al menor, quien al procesar la pregunta se exalta.
—¡Mierda! ¡El pastel! —grita y corre medio desnudo hacia el horno. Lo abre y sale un poco de humo, toma el guante de tela y saca el quemado pastel para ponerlo en la mesa y que se enfríe un poco.
—Se quemó tu hermoso pastel —dice Rivaille mientras abrocha de nuevo sus cintos negros y poniéndose la chaqueta.
—¡Fue su culpa, sargento! ¡Si no hubiera pedido su "regalo de San Valentín" no habría pasado! —le regaña mientras le echa aire al pobre pan.
—Míralo del lado bueno, aún podemos decorarlo —el positivo Rivaille ayuda a Eren a echar aire al humo que no deja de salir del pastel.
—Bueno, es cierto.
~
Eren esparció todo el betún de vainilla en el quemado pastel, pero se manchó los brazos, las manos y Rivaille le puso un poco en la cara.
—Sargento, usted puede poner el betún de colores mientras voy a lavarme.
—Espera, ¿de qué manera lo pongo?
—Como usted desee, sargento —le sonríe y después toma su camino hacia el baño.
Cuando entra se encuentra con un lavabo blanco perfectamente limpio. Abre la llave del agua calientita y se lava la cara, las manos y los brazos. Antes de salir se seca bien con la toalla colgada de ahí y sale.
El sargento esta recargado en el marco de la puerta mirando hacia afuera. Entonces Eren voltea a ver como quedo el pastel.
Y se sonroja al leer las letras escritas con el betún de colores.
"TE AMO, EREN. ❤️"
El chico no puede moverse, tampoco parpadear. Se queda ahí parado, mirando la horrible letra de Rivaille pero admirando tan linda frase que su sargento le dedica, ahora escrita en el intento de pastel que ambos hornearon.
—¿Qué pasa? —pregunta el azabache acercándose al castaño.
Eren lo abraza de pronto, con una gran sonrisa y los ojos llorosos.
—¡Gracias, sargento! ¡Gracias por traerme!
Rivaille le abraza también.
—De nada...
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