13. Marco.
Narra Eren.
"Por favor, hazlo conmigo"
—¿Hacer... qué? —le preguntó de inmediato justo después de que separa su boca de la mía. Sé perfectamente que es a lo que se refiere, ¿pero acaso él espera hacerlo...?
—Lo mismo que has estado haciendo con el sargento —responde mientras bajamos al suelo, él entre mis piernas, una de sus manos en mi hombro y la otra tomando mi rodilla.
—¿De qué hablas? —vuelvo a preguntar mirándole sorprendido. Él mantiene su mirada seria. Aparto la cabeza dejando de mirarlo—. Estás loco. Apártate.
—No —me agarra la chaqueta para evitar que me mueva y después lleva su cabeza a mi pecho—. Por favor. Quisiera sentirte mío, Eren.
—No, Jean. No se puede —repito, levanta de inmediato la mirada y pone una expresión de preocupación.
—¡¿Por qué!? ¿¡Qué tiene el sargento que tanto te gusta como para hacer esto con él y no conmigo?!
¿Qué? No... ¿Qué tiene el sargento que me gusta?... Lo siento, Jean. Pero la verdad tampoco lo sé.
—¡Basta con eso, Jean! ¡No lo sé! ¡¿Escuchas, entiendes?!
—No... No te entiendo. Para nada, Eren.
Toma mis muñecas inmovilizándome, después me besa el cuello. Rayos, Jean. ¿No podrías ser más estúpido?
—¡Basta, Jean! Dije que te apartaras.
—¡¿Qué hay de malo?! —dice levantando la cabeza rápidamente.
—¿Qué harás si llega el sargento?
—¿Eso es lo que te preocupa? Tranquilo, seguramente se quedará esperándote frente al comedor —se acerca de nuevo a mi cuello y comienza a besarlo otra vez.
¡Mierda! ¡Es cierto! Si no voy con él se enojará. Además, ¿qué le voy a decir que estaba haciendo? Debo apartar a Jean. ¡Ahora!
—¡Jean! ¡Por favor, por favor! ¡Déjame ir con el sargento!
—¡No pasará nada malo, Eren! ¿¡Por qué tanta prisa y preocupación por estar con él!?
No creo que sea preocupación... Más bien, siento como si fuera mi deber estar cerca de él. ¿Pero eso no sería un deber sin ser obligación? Entonces no es lo que creo que es.
—¡No tengo porque responderte, Jean! —le grito ya harto de que sólo esté insistiendo a lo que ya dije que no. Pero después... él parece estar triste, jamás lo había visto así. Tal vez jamás habría querido que nadie le viera así. Pero ahora...—. Sólo... Tengo que ir con él.
—¿Por qué no sólo estas aquí? Ya... no te haré nada. Ni te forzaré a nada. Sólo quiero estar un tiempo sentado junto a ti —me suelta, se aparta sentándose frente mío, cabizbajo—. ¿Está bien?
No puedo creer que Jean me haya casi rogado algo, jamás habría pensado que Jean actuaría de esta manera tan...
—Está bien... —levanta rápidamente y me mira a los ojos, sorprendido—. Mientras el sargento no se enoje todo estará bien ¿cierto?
—¡Cierto! Y si nos descubre... —se calma de nuevo—. Diré que todo fue mi culpa.
—Eso espero, maldito cara de caballo.
Pasa creo que un minuto, más o menos. Ninguno ha dicho nada. Él no me ha mirada a los ojos desde que tomó mi mano y comenzó a jugar con ella, moviendo mis dedos y entrelazandolos con los suyos repetidas veces.
—Eren... —me habla después de ese largo minuto. Sin mirarme a los ojos aún.
—¿Qué quieres? —le respondo volteando a ver sus ojos los cuales siguen entretenido en mi mano.
—Tú... ¿quieres al sargento?
—No —la verdad. No tengo porque mentir ante esa pregunta, es la verdad, el sargento Rivaille es una persona respetable y totalmente admirable pero lo único que siento por él es eso. Respeto y admiración.
Voltea a verme incrédulo, con los ojos abiertos y hace que esa expresión suya me sorprenda también.
—¿No? ¿De verdad? —aprieta mi mano.
—¡Jean! ¡Suelta! ¡Me lastimas! —me suelta de inmediato.
—Lo siento. Pero...
—¿Por qué tal sorpresa? —pregunto mientras sobo mi mano.
—Ehh... No, sólo que... Pensé que él te atraía. Al menos físicamente.
¡Ah, bueno! Si de eso se trata...
—Bueno, el sargento es sexy. Si a eso te referías.
—Espera... ¿Qué? ¿S-sexy?
—¡Claro! ¿Acaso no haz visto su cabello? Ese corte me encanta en él... Y es tan sedoso y brillante y, y, y... ¡Ahh!
—¡Eren! ¡Basta, estúpido!
—¿Ehh? Ah, sí. Perdona. Pero... ¿acaso me vas a decir que no hay nadie a quién calificarías con esa palabra? —hago una cara de picardía... ¡Espera, Eren! ¿Eres estúpido? Qué pasa si dice "Sí, Eren. Eren es súper sexy, y la persona más genial del planeta. Además será quién extermine a todos los titanes y se convertirá en el héroe del mundo"... Bueno, no me molestaría que me reconociera diciendo eso...
—La hubo —¿Qué? Ah, entonces no dirá que yo—. ¿Recuerdas a Marco?
—¿Que si lo recuerdo? ¡Marco era genial!
—Jeje. Pues si tuviera que calificar a una persona con tal palabra... Diría que Marco.
¿Marco? ¿A Jean le gustaba Marco?
—Jaja. No sabía que te gustan los pecosos.
—Bueno, no todos. Sólo él.
—¡Jean! ¡Cuéntame tu historia con Marco! ¿Sí?
Bueno ¿qué esperaban? Soy un metiche profesional.
Narra Jean.
Yo... No se qué responder. Bueno, él quiere que le cuente. Pero en realidad no hay mucha historia.
—Eh... No sé. Te aburriré.
—No es cierto. Quiero, no, debo saberlo. Jean, cuéntale todo a Eren —me toma el hombro e imita una cara de amigo. Maldito, sólo es un entrometido.
—Bueno. Pero sólo tu y yo lo sabremos. Nadie más. ¿Esta bien? —asintió—... El primer día del entrenamiento escuché a Marco decir que quería unirse a la policía militar. Entonces como yo también quería unirme me acerque para al menos hacernos amigos y no estar sólo en la capital. Resultó ser un chico muy tierno y alegre, hasta con su sonrisa me hacia el día... Me encantaba pasar las horas con él, limpiar con él, estudiar con él, hacer todo con él. Y fue cuando me di cuenta de que me enamoré de él. El día antes de la graduación me decidí a declararmele ya que estuviéramos los dos en la capital. Pero sucedió lo de la invasión... No me preocupé demasiado por él. Sabía que era fuerte, que no podía morir ese día. Aún así quería ir a buscarlo pero me llamaron para una tarea de reconocer y acarrear cadáveres. Entonces ahí estaba él... recostado en el piso. A la mitad.
—Jean... —aprieta mi hombro y se acerca a mi, tratando de consolarme—. No llores.
¿Qué? Si no estoy... llorando. Está bien, se me escaparon algunas lágrimas ahora me desahogaré un poco.
—Ni si quiera pude confesarle mi amor, Eren —me abraza por encima de los hombros y yo le rodeo con mis brazos también—. Yo lo quería... Lo quiero tanto. Maldito pecoso. Ni siquiera supe la razón de su muerte.
Y sin darme cuenta de cuando, ya había empapado el hombro de Eren con sólo mis lágrimas. Pero siempre pasa cuando recuerdo a Marco.
—Jean, no te preocupes. No hay porque sentirse mal. Todos queremos a Marco. Estará contigo siempre que lo recuerdes.
Ojalá así fuera, Eren. No lo comprendes... No has amado tanto como yo.
Escucho el azote de la puerta. Volteo rápidamente. Rivaille.
—¡Ustedes dos! ¡Separense ahora!
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