¿Me gusta?
Ha pasado casi un mes desde esa conversación.
No hemos hablado, parte de mí quería hacer cosas impensables en su contra, pero no podía. Mi orgullo lo impedía.
Estoy entrando en locura.
—¿Qué pasa?—Amelia es muy atenta a las cosas.
—No he hablado de él desde que volvimos de vacaciones y estoy intentando seguir el consejo de un escritor, pero se me complica bastante.
—¿Qué consejo?
—En una de sus historias dice que recuerdes absolutamente todos los detalles de esa persona y que los repitas cada segundo hasta sentir asco.
Negó con la cabeza.
—Ese consejo no sirve para gente que quiere olvidar algo que no pudo ser. Solo sirve para relaciones rotas sin un mañana, lo sé por experiencia.—Amelia arregló su cabello—Mira, tienes que recordar todo lo malo de él y ahogar el amor.
—¿Cómo qué? Es...tan.
—Busca...Hazel, míralo—apuntó con la cabeza en su dirección—. Lo pusiste en un altar, lo pintas como un puto narciso y no es más que un simple mundano.
—Porque es muy distinto a otros chicos.
—Todas pensamos eso...descríbelo, todo lo que lo hace diferente—hizo comillas con las manos al pronunciar la última palabra.
—Juega basquetbol, le gusta leer libros y comics, es arquero, es noble amm—estoy en blanco—. Yo, ya no—sentí un pequeño hueco, como si se tratase de algo pasajero.
Recuerdo haberme pasado todo un año repasando cada aspecto suyo, haciendo que encajara conmigo. Y ahora no puedo siquiera recordar todo lo que me gustaba de él.
—Hazel, hay muchos chicos así.
—¿En dónde?
—¿Cuántos chicos conociste en estas dos semanas de vacaciones?
—Ninguno. Solo perdí el tiempo con Beto.
—¡Exacto! Hay un mundo lleno de personas, algunas iguales a ti y otras no. Nadie es único, solo sal y encuéntrate con ellos.
—No puedo, apenas y logré hacer amigos aquí. Solo tengo a Beto después de la escuela.
Se quedó pensando un segundo. Uno muy largo.
—Admito que yo tampoco soy buena en eso, —chocamos los puños—pero no es muy difícil o eso dicen.
Hicimos planes, que nunca llevaremos a cabo lo más seguro, de inscribirnos a un gimnasio para buscar jugadores o salir a actividades en grupo para conocer gente nueva. Incluso de hacer un equipo de...bueno, no es relevante.
En ese instante mi cerebro conectó con algo.
—Es muy celoso con sus amigos, es una lata trabajar en equipo con él, es miles de veces más distraído que yo, tiene el ego tan alto que te tuerces el cuello para ver a donde llega, se pone raro por cosas muy simples y ni loca volvería a...verlo, como sonríe por cosas simples y su preocupación por la escuela, la dedicación a las cosas que realmente le importan—suspiro idiota.
Amelia enterró sus garritas en mis brazos agitándome de un lado a otro. Es gracioso porque es un tanto más pequeña que yo.
—Basta, tienes que pensar en cosas malas. Para eso necesitaremos ayuda.
Mientras hacíamos una lista negativa bajando por las escaleras mi radar se encendió con alguien a mi derecha; un chico, lo reconozco porque una amiga mía estaba enamorada de uno de sus amigos.
Pensándolo bien ya nos habíamos topado antes.
Sí, así fue.
¡Voz del subconsciente! ¿A dónde fuiste?
A ninguna parte, solo aparezco antes del caos. Y por la reacción de tu radar creo que el caos está ante tus ojos.
No, no, no, nope, nunca. De verdad ¡No quiero volver a enamorarme! Es horrendo y fatídico.
Vale, por ahora relájate. Hagamos un trato; si se acerca o surge algo entre ustedes no lo rechaces por miedo, a ninguno. Los libros dicen que amar y ser amado es una experiencia...
—Junto a ti, junto a ti ¡Todo! ¡Todo el día!—canté con la voz un poco apagada, pero sirvió—Amándote, peleándote. Zona de guerra en nuestro paraíso.
—¿Me acompañas al baño?—A Amelia no le parece extraño nada.
—Vamos. No tenemos más que hacer.
Janet y Gabriel nos encontraron antes de entrar. Ellos esperaron afuera, estaba todo tranquilo, pero las puertas de todas las aulas empezaron a abrirse y hundieron la escuela de personas, especialmente el baño de mujeres.
—¿Y Amelia?—pregunté apenas salí.
—Se atoró.
Gabriel me dijo un par de bromas, yo hice mis caras; esas vergonzosas y fuera de lugar. No son especiales, me salen natural, las hago todo el tiempo. Lamentablemente.
Recuerdo hacer una cara estúpida con una mueca de espanto mientras Janet me explicaba una historia de Yaoi sobre dos niños embarazados por un Dios...trauma.
Solo dirigí la mirada al salón al final de las escaleras, Arnold riéndose mirando en mi dirección. Se pegó el celular a la oreja de inmediato y miró a cualquier parte.
¿Te miró?
No, hay mucha gente aquí. En especial chicas.
¿Segura?
Muchísimo. Te lo aseguro, no empieces con tus teorías.
Cómo digas, Hazel.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top