Epílogo
Me quedé de ver con Beto para comprar ropa nueva y tomar malteadas en un centro comercial muy grande y colorido, exageradamente brillante.
Apenas llegue al lugar fui al baño cerca de la zona de comida.
Cuando volví miré a Beto no muy lejos...estaba sujetando a Yael del cuello de la camisa, Yael lo sujetaba del brazo poniendo una expresión retadora.
La gente se les quedó mirando, murmuraban.
Llegué hasta ellos, si llegaba algún policía se arruinaba el día. Si me interponía parecería que peleaban por mí y tampoco quería golpearlos para no armar una escena, porque entonces yo también armaría una escena.
—Hola, señoritos—saludé, voltearon a verme como si nada pasara.
—Hola, Hazel—saludaron al unísono.
—¿Los interrumpo?—Se soltaron de inmediato.
—Solo estábamos...parlando—dijo Beto alzando los hombros, Yael volteó los ojos.
Miré a Yael con interés, tardó un poco en captar mi expresión, habló:
—Yo solo vine a ver una película, pero faltan como dos o tres horas.
Beto hizo una mueca vacilante.
—¿Quieren ir al segundo piso? Hay una tienda de comics nueva y quiero preguntar por...—me di cuenta que grité toda la oración, ambos rieron.
Estuvimos comprando y probándonos ropa en todas las tiendas, hablando sobre termas sin importancia, comiendo porquerías, jugamos en una sala de videojuegos viéndonos como unos infantiles. El tiempo se fue volando y terminamos haciendo fila para ver una película.
—No te perdono.
—Le hice daño a ella, no a ti.
En un descuido terminamos hablando sobre mi vida amorosa, detonaron.
—Yo soy su amigo. Es como un golpe bajo para mí también.
—Y yo...no lo soy—suspiró, apartó la mirada.
No podía dejarlo así. No a él.
—Sí lo eres—golpee su brazo—. Tomo más en cuenta al tipo que me defendió y enseñó a defenderme. Aparte de ser el tonto que me lastimó, eres mi amigo...quiero que seas mi amigo porque te extraño más de esa forma.
Yael no es solo una página en mi vida, es mi compañero en buena parte de varios capítulos lúgubres y largos, fue mi mano derecha. Y el dolor que me hizo sentir no vale la pena comparado con todo ese pasado, pero fui capaz de verlo hasta ahora.
—¿En serio, Hazel?—Beto no puede creer mis palabras—¿Así? ¿Ya lo perdonaste?
—Él fue mi único apoyo durante la primera peor época de mi vida. Y además yo ya sabía que era un pendejo con las mujeres—Yael asintió dándome la razón—. Como tú con Alexa, la de los pechos grandes, Miguel, Esteban, Brenda, la tipa rara del cabello morado y el muchacho del convertible rojo.
Beto ocultó su rostro con la mano. Yael lo miró con una ceja alzada.
—No debí dejarte hablar con mi hermana—respiró profundo, miró a su adversario—¿Y tú no vas a decir nada?
Se rascó la nuca, relamió sus labios sin dejar de verme.
—Te extraño. Todo el tiempo.
—¡Cursi!—dije colocando mis manos delante de mi boca para que se oyera más fuerte.
Existen personas que duran años juntas y se conocieron sin buscarse. El primer amor no será el verdadero, tu crush no tendrá ese lugar toda la vida, al menos no en todas las historias.
Y digamos que Arnold no será un capítulo más en mi historia, solo un párrafo. Ese lugar le terminaré dando cuando pase toda esta locura.
Los tres nos dimos un abrazo, muy discreto.
—¿Vamos a otro lado? No quiero ver piratas del caribe desde la tres.
—Veamos otra película y ya.
—Mejor vamos a mi casa, pedimos pizza y vemos algo en Netflix—la propuesta de Beto nos terminó convenciendo.
No planeaba que esto pasara. Me refiero a confesarle mis sentimientos a Arnold de una manera tan...mía. Parte de mí se arrepiente por completo, pero es aplastada por otra mucho más grande que me pide seguir con mi vida.
Y eso haré.
Okay, señoritas...y si hay algún hombre aquí que se manifieste.
Esto es todo.
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