CAPÍTULO 2
Ella gemía bajo él. Gritaba con emoción su nombre<<Max.>> exclamaba entre sus labios, mientras él la penetraba. Lo hacía fuerte, rápido, como si la necesitara insistentemente. Se lo hacía como jamás me lo había hecho a mí.
Daniela estaba desnuda y me miraba con una sonrisa, ella sabía que estaba ahí, viéndolos haciendo el amor en su casa. Se suponía que solo vendría a recoger unas cosas para la boda que había dejado aquí, pero esto encontraba.
—Phoebe.—susurró Max al escuchar como de mis manos caí un vaso. Se bajo de ella y lo vi completamente desnudo frente a mí, igual que a su acompañante—. Cariño, yo...
—Se supone que llegarías a las cuatro.—Daniela se había sentado en la cama, ocultando su cuerpo desnudo entre las sábanas, parecía nerviosa.
—Quería darte una sorpresa.—estaba atónita. Mi voz me temblaba, pero quería sonar irónica—¿Por qué me hicieron esto?—pregunté. No lloraba, aunque el nudo en mi garganta estaba advirtiéndome de que pronto lo haría.
—Déjame explicártelo, esto solo fue...
—¿Qué? ¿Esto qué es? —exigió saber Daniela. Él la miraba suplicando como pidiéndole que se callara, mientras yo me derrumbaba por dentro y el nudo se apretara más y más en mi garganta.
—Yo... debo salir de aquí. —me retiré dando trompadas de camino a la salida. Me sentía perdida.
—Espera, Phoebe. —insistió Max tomándome por el codo. Se había puesto un pantalón gris. Le resaltaba su pecho bronceado y sus ojos negros.
Me detuve a escucharlo, más porque quería que me mintiera, pero no sabía que lo que diría me rompería por completo.
—Intenté amarte, lo juro. —sus ojos parecían sinceros.
¿Pero a mí? ¿Era una miserable que se había interpuesto en su felicidad? Me sentía agobiada. Y era él, el que siempre me ayudaba cuando me derrumbaba.
—No te quiero más, Phoebe. No me quiero casar, tú y yo sabemos que jamás seremos felices juntos. Yo quiero una familia y tú no me la darás, Daniela sí. Ella si puede.
<<tú no>><<Tú no>><<Tú no>>...
El piso se tambaleó, como si estuviera a punto de partirse, literalmente. Quería sostenerme de él, pero Max corría hacia Daniela, para salvarla a ella, mientras yo me caía en un inmenso hueco negro.
Entonces desperté. Tenía una de mis manos en el muslo de mi acompañante de vuelo. El avión daba movimientos bruscos. Empezaba a acelerarse mi corazón. Levanté mi mano para llevarla al brazo del chico pálido, intentando de alguna forma, como si fuera posible, sostener el avión con ese acto.
—Solo es una turbulencia. —me tranquilizó—Está bien, es normal. A veces pasa.
Solté rápidamente su mano y quité mis auriculares de mis orejas. Me levanté y fui al baño. En verdad deseaba que fuera por la turbulencia que me sintiera así, mareada, pero era más por ese sueño. Mojé mi rostro y el espejo se empañó por la humedad, intenté limpiarlo aunque me daba miedo verme en él. Ahí estaba yo. Con mis labios rojos y gruesos, con mis cejas finas y ojos negros, mi cabello enmarañado en una trenza.
Una cara común. Pues no soy alta, ni tengo la sonrisa más bonita, a veces mi mamá molestaba con que hiciera dietas.
¿Era por eso que Max me engañó? Daniela tiene una belleza que destaca y es extrovertida y le gusta hablar con la gente, es todo eso que cualquiera desearía ser...
Boom.Boom.Boom. Sonó la puerta.
—¿Está bien? —la voz... era gruesa, nueva.
—Salgo en un momento. —grité exasperada.
Di un respiro antes de abrir la puerta.
—Creía que... ¿Está llorando? —se había quitado la chaqueta y podía ver sus brazos desnudos llenos de tatuajes pequeños. —¿Seguro Estás bien?
—Sí, estaré bien. —contesté secamente, viéndolo directamente a los ojos y limpiándolos mientras veía su dudosa preocupación por mí.
¿Por qué? Si apenas nos conocemos. Este chico es realmente hermoso, sin duda, no como para mí, ni tampoco creo que yo sea para él. Y creo que lo que estoy pensando hacer no cambiará esa verdad en lo mínimo, pero algo intentaba impulsarlo. El decía cosas sobre la tristeza mientras yo analizaba sus perfectos pómulos moviéndose al gesticular alguna que otra palabra, sentía el absurdo deseo de lanzarme a por su cuello.
¿Por qué rayos? Estaba claro que me arrepentiría. Pero tengo tan pocas cosas de qué arrepentirme, como conocer a Max y ser amiga de Daniela, y agregarle algo más no la convertía en una extensa lista... Pero al final, como todo lo que siento está fuera de lugar, no sucedió. Más bien todo quedó en mi imaginación. Aquel ardiente deseo de besar sus delicados labios rojos se disiparon con el empujón que le di al moverlo de mi camino.
—Decir permiso hubiera bastado. —susurró.
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