Razón 9. Por tu caballerosidad
Me enamoré de ti por tu caballerosidad.
Me enamoré de la ocasión en la que saliste despedido de tu asiento para abrirme la puerta del auto. Porque claro, te habías ofrecido a llevarme a mi casa después de que se me hiciera tarde en la biblioteca. No ibas a permitir que caminara sola en la noche.
Siempre te comportaste demasiado educado con todas las personas. Me enamoré de observarte levantar los objetos que la descuidada maestra de química siempre dejaba caer. Sigo sin comprender cómo podían dejarla a cargo del laboratorio.
Luego nos enteramos de que Abby había cometido varios errores, y tú te echaste la culpa. Me cautivó la manera en la que hubieras podido defenderte de los rumores y atrocidades que decían de ti, pero no lo hiciste, porque sabías que eso significaba herir a Abby, y eso nunca iba a suceder bajo tu guardia. Eso sí, casi le rompes la mandíbula a Dylan.
Nunca se me va a olvidar aquella mañana cuando llegaron nuestras cartas de Stanford. Sabías que habías entrado, pero no dijiste nada hasta asegurarte de que yo también lo había hecho, porque no querías arriesgarte a meter la pata y hacerme sentir mal. Pero sorpresa, yo también había quedado.
Lo habíamos logrado. Lo habíamos conseguido. Podríamos perseguir nuestros sueños juntos, podríamos seguir siendo amigos...
Pero entonces noté cómo se nubló tu mirada cuando Abby dijo que había quedado en lista de espera. Y dejaste de abrazarme y de festejar, y te fuiste a consolarla. La querías mucho, ¿verdad?
No había de otra, yo siempre sería como una hermana para ti, una sombra más... Y el dolor atenazó en mi pecho ese día, y yo no quería reconocer que...
Me enamoré de ti por tu caballerosidad.
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