Una estrella llamada Max+

Max

Miraba a través del vidrio de la ventana del taxi, como las gotas de lluvia caían. Una por una, lentamente, era cómo ver a las estrellas alinearse en el cielo, tan tranquilo y profundo. Estaba tan metido en mis pensamientos que no me di cuenta cuándo llegamos a mí nuevo lugar de trabajo. Me fijé la hora en mí reloj y eran las 8:00am en punto. Baje del auto, entregándole el dinero previamente.

Entré haciendo sonar las campanas del lugar, me recibió la linda sonrisa de Eloísa, quién estaba con una maseta de rosas rojas.

—Buen día—. Salude cortes, no era mí intención dar un mal aspecto en mí segundo día.

—Buen día, pasa. Tenemos trabajo que hacer.

Deje mis cosas a un lado y me coloque el delantal siguiendo las indicaciones de Eloísa, de vez en cuando me explicaba un poco el tema de las flores. Cuándo me dijo que me enseñaría el idioma de las flores, mí expresión fue de total sorpresa, es decir, nunca había escuchado tal cosa. Soy más un hombre de ciencia, en el colegio me destacaba por ser bueno en matemáticas y ciencias, a raíz de eso, nació mí fanatismo por los astros.

En el planeta, se ocultan millones de secretos y sorpresas. Es simplemente, magnífico.

—Dime Max, ¿Siempre qué piensas, te quedas contemplando tulipanes?—. La voz de Eloisa me sacó de mis pensamientos, mire hacía abajo y en efecto, tenía una maseta de tulipanes color violetas en mis manos.

Negué con gracia, está chica está loca.

—Cuéntame sobre ti, Max—. Pidió mientras me miraba.

—¿Qué puedo decir?. Soy astrólogo, aunque eso ya lo sabes, mí pasión por los astros nació a los ocho años, pero claro solo lo veía como un juego de niños, la situación no fue diferente hasta que comencé la secundaria, me destaque en matemáticas y ciencia, fue ahí cuando me di cuenta que mí verdadera vocación estaba en los astros. ¿Qué me dices de vos?

—Bueno, estoy terminando mí último año de medicina, luego de las vacaciones de invierno comienzo mis pasantias en el hospital durante tres meses y soy una mujer de las plantas. Adoro todo lo que tenga que ver con flores y la naturaleza.

—Ya veo. ¿Y tu familia?

Al momento de preguntar, veo como su cuerpo se tensa por completo. Antes de que vuelva a decir algo, la interrumpo.

—Lo siento, no quise sonar entrometido.

—¡Oh! No, para nada. En realidad yo no tengo familia, soy huérfana, mí familia me abandono en un orfanato cuando tenía dos años crecí en ese lugar, ahí también conocí a Emily, aunque no le digas que te dije eso, a ella no le gusta hablar de nuestra estadía en el orfanato, cuándo cumplimos dieciocho tuvimos que irnos, teníamos ahorrado algo de dinero así que alquilamos ese departamento de allá. —dijo señalando un departamento que estaba cruzando la calle—. Y luego pusimos este local, es de la dueña del departamento se lo pagamos con los ingresos, y bueno así vivimos.

Terminó su pequeño relato con una sonrisa, una hermosa sonrisa a decir verdad. Nunca antes había conocido a una chica como ella, es espontánea, hermosa, carismática, graciosa, cabe destacar que está un poco loca, pero eso sería lo de menos. Sinceramente a este paso, diría que ella brilla más que una estrella.

—¿Y tu familia?

Ahí es cuándo mí sonrisa se desmorona, se que ella lo nota pero no dice nada.

—Bueno, se podría decir que yo también soy huérfano. Mí madre murió hace un par de años y mí padre nos abandono cuándo yo era pequeño, tengo una hermana mayor. Ella es todo lo que me queda.

Odiaba sentir que daba lastima, desde que mamá se fue, todos me miran como si fuera un pequeño cachorro. Si, es verdad, mamá se fue y dejo un gran vacío en mí vida, después de todo ella era la única que me entendía. Pero con Eloisa ocurrió algo diferente, levanté la mirada y en sus ojos no vi lástima o pena, vi entendimiento, ella entendía mí dolor, el dolor de sentir que estás solo en el mundo.

Me regaló una de sus hermosas sonrisas, nos quedamos mirando, con fijo en sus ojos se veía un brillo especial, algo que me hipnotizaba, que me atraía. Cómo si una fuerza sobrenatural me dijera que a su lado todo estaría bien.

Las campanas de la puerta nos saco de nuestros pensamientos, la figura de Emily apareció, parecía estar más dormida que despierta.

—Buen día Em—. Saludé, levantó su cabeza de golpe y embozo una sonrisa.

—¡Max!—. Chilló al verme, dios está chica tiene que controlar sus emociones. Fue casi al instante, que sentí sus brazos rodeando mí cuerpo en un abrazo.

—¿Cómo estás?

—Muy bien, ya puedes irte Elo, yo me encargo. —dijo guiñándole el ojo a Eloisa.

-De acuerdo, nos vemos a las 11:00. Max, recuerda cambiar la maseta de las rosas.

Asentí con mí cabeza, mientras alzaba mí mano en un gesto de despedida. Con Emily, continuamos con las cosas que había que hacer, me asegure de cambiar la maseta antes de que volviera Elo, cerca de las 11:15, apareció, vestía la misma ropa que hoy de mañana solo que encima llevaba una chaqueta blanca.

—¿Me extrañaron?

Preguntó en gracia, mientras extendía los brazos.

—Deja de bobadas, ya mejor ponte a trabajar. —dijo Emily, mirándola divertida.

Pasó la hora y continuamos trabajando, Eloisa era una chica demasiado divertida, simpática y alegre. Todo lo contrario a mí, pero con ella, todo era muy diferente, tenía algo que lograba sacarme una sonrisa, algo que nunca me había pasado con alguna otra mujer.

Cuándo se hicieron las tres de la tarde, Emily, nos abandono diciendo que tenía que preparar algunas cosas, con Eloisa nos quedamos durante toda la tarde atendiendo a los clientes, cambiando las flores de lugar. Nunca creí que iba a terminar trabajando en una florería, cuando Em me ofreció el empleo creí que seria algo distinto a las flores.

Cuando llegó el anochecer, las primeras estrellas hicieron su aparición. Desde pequeño siempre me pareció fascinante el tema de las estrellas, como algo tan diminuto podía llegar a contener millones de secretos. Sinceramente, elegí bien a lo que me quería dedicar, digo, muchos no tienen ni idea sobre que hacer con sus vidas, y por un momento creí que yo sería igual que ellos pero siempre hubo algo que me empujaba a mirar sobre aquél viejo telescopio del laboratorio de mí vieja escuela.

—Bueno Max, puedes irte a casa. Mañana te espero a las 8 ¿Okey?

—Estaba pensando en algo. —dije deteniéndome en la puerta—. Ya que tu vienes todos los días a las siete de la mañana, no intentes negarlo. —dije viendo que iba a negarlo—. Pues me puse a pensar que quizás, necesites compañía y ayuda a esa hora.

Ella pareció estar sorprendida por unos segundos.

—¿Cómo sabes que vengo más temprano?

—Bueno, hoy cuándo llegue ya estabas acá, además Emily me comentó algo. —dije sonriendo.

Suspiró, para luego verme con una sonrisa y en mí opinión personal, una atractiva sonrisa.

—Esta bien, yo vengo siempre a las 7:30hs, ¿No tienes inconveniente?

Negué con mí cabeza.

—Para nada, mejor me voy a descansar. Nos vemos mañana Elo.

—Nos vemos mañana, Max.

Mierda ¿Cómo puede sonar tan lindo mí nombre en sus labios? Sacudí mí cabeza y salí del lugar. Tomé un taxi por precaución. A los minutos, ya había llegado a mí casa más cansado de lo habitual.

Me tiré en la cama pensando en aquella chica de sonrisa hermosa. Nunca me había pasado algo así, con otra mujer.

«Vamos Max, te gusta la chica». Dijo mí subconsciente.

Negué al instante. Pero...

¿Gustarme? Puede ser, su sonrisa era como ver un cielo plagado de estrellas; su mirada, su mirada era lo que mas me atraía; tenía una mirada traviesa pero a la vez desbordaba alegría y espontaneidad. 

Cerré mis ojos, y en toda la noche no pude evitar soñar con ella. A este paso, no solo va a gustarme esa chica si no que, voy a terminar enamorándome de ella.

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