Me debes una [Parte-2]
Guillermo acababa de ducharse. Se tomó la ducha más rápida del mundo. No quería, por nada del mundo,estar aún metido en el baño. No iba a perderse la llegada de Samuel.
Aunque en un principio, lo primero que buscaba el menor era hablar con él, ya que sabía que sus cuerpos iba a volver a unirse sí o sí, decidió que tal vez debía provocarlo un poco cuando llegase, así quizá conseguiría que le prestara toda su atención, y así liarlo para hablar de lo que él quería.
Se relió una toalla a la cintura y se sentó, esperando, frente a la ventana por la cual lo vio irse aquella vez.
Su sonrisa se ensanchó, cuando lo vio bajar del coche a toda prisa.
Iba a ser divertido.
Llamó, dando un par de golpecitos en la puerta, y Guillermo, se preparó delante de esta. Abrió con una mano, mientras que el otro brazo se recargaba sobre el marco de la puerta.
A Samuel pareció que iba a darle un infarto, allí mismo.
Aquel chico, que tan sexy le parecía,lo recibía con esa postura tan atrevida, mientras las pequeñas gotas de su cabello mojado, resbalaban sobre su torso, deslizándose hacia abajo, hasta terminar en la zona que la toalla impedía ver.
¿Des cuándo ese chico se había vuelto tan atrevido?
—Bienvenido. —Esa fue la única palabra que salió de los labios del más joven, como saludo. Samuel estaba flipando, y era algo evidente, ya que se encontraba boquiabierto, mirando al chico de arriba a abajo.
—Así que te gusta jugar...—articuló el mayor, mordiéndose el labio inferior— Pues juguemos, pequeño.
Entró en la cabaña, empujando el delgado cuerpo del contrario, haciéndose un hueco para pasar.Cerró la puerta de un portazo, y en seguida su atención volvía a ser sólo para el chico.
—Me encanta que me recibas mojado... —A Guillermo le encantaba que lo mirase con esa lujuria que reflejaban los ojos del castaño— ¿Quieres ver cómo yo también sé mojarme y actuar como tú?
Y claro que lo quería, pero eso no era lo que él tenía pensado desde un principio. Samuel quería distraerlo, y su plan era distraerlo a él, no al revés. Sonrió,inconscientemente, y lo empujó con suavidad, dejándolo caer sobre un sillón de un color rojo burdeo, casi marrón.
—Está bien, pero antes...—dijo, con una voz tan sensual, que hacía arder al castaño—quiero que hagamos un acuerdo. —Samuel lo miraba desde su asiento,disfrutando del placer que le otorgaba el otro.
—A ver, ¿de qué se trata ese acuerdo?
—Después de... esto —Sonrió con lujuria el más joven. ¿Desde cuándo actuaba así?—, quiero que tengamos una conversación seria.
—Hmm... No sé... No me llama la atención ese acuerdo.
—Entonces, a mí tampoco el que nos metamos juntos en la ducha —El tono sensual de la voz de Guillermo, estaba despertando a la bestia—. Dejaría que me hicieras de todo... —Esa sonrisa pícara se le estaba contagiado al mayor de los dos. Lo estaba volviendo loco. Y esa era una palabra que se quedaba demasiado corta.
—¿Todo... todo?
—To-do... —susurró en el oído del contrario, separando ambas sílabas.
—Es interesante lo que me propones... Y... ¿de qué conversaremos, exactamente, encanto?
—Hmm... —Rodó los ojos,fingiendo pensar— Digamos que de repetir esto más a menudo...
—Me gusta eso —Su miembro estaba totalmente erecto, y se hacía notar, ligeramente, en sus pantalones. Llevó su mano derecha, por debajo de la toalla blanca que rodeaba la cintura del menor, quien observaba lo que hacía el otro, con lujuria—. Pero, antes quiero saber si esta situación te está... —Al llegar a rozar la entrepierna de Guillermo, se calló y lo miró a los ojos— Ya veo, que ambos nos estamos divirtiendo mucho. —El menor asintió. Esta vez llevó ambas manos al trasero del moreno, aprisionándolo con fuerza— Ven aquí, guapo...
Guillermo intentó apartarse, al mismo tiempo que negaba con la cabeza. ¿Qué quería decir con eso? ¿No habían llegado a un acuerdo?
—Antes, quiero por escrito que hablaremos de ello. —Samuel se levantó de golpe, acercándose a la piel blanca y suave de aquel chico.
—¿Qué tal si lo escribo en tu piel? —dijo, mientras dibujaba con su dedo índice sobre su torso al descubierto, cubierto de pequeñas gotas de agua— Vamos a la ducha. Ahora.
El menor quiso resistirse, pero ya era demasiado tarde. Había estado aguantándose las inmensas ganas de dejarse vencer y terminar follando como conejos con el chico sexy que tenía frente a él, y al que tanto había extrañado.
Samuel lo cogió en brazos,mientras atacaba sus rojizos y carnosos labios, dirigiéndose al cuarto de baño, donde abrió la puerta de una patada, y se introdujeron en la ducha.
—Antes de abrir el grifo,debería quitarme esto —articuló Samuel, refiriéndose a sus pantalones—. Los vaqueros mojados no salen bien. No querrás que no pueda hacerte nada, al fin y al cabo, ¿no?
—Hmm... Quítatelos. —Samu bajó al chico, quien se lanzó, prácticamente, para hacer desaparecer la prenda vaquera de su vista. El de mayor edad sonreía,viéndolo tan apresurado para desnudarlo. Los vaqueros volaron por la espalda de Samuel, y, esta vez, Guillermo fue quien atacó la boca del contrario.
El castaño cerró la puerta dela ducha y abrió el grifo, dejando que el agua templada resbalara por sus cuerpos.
—Oye, esto es injusto—articularon los labios del menor, con dificultad. La situación no le ayudaba a hablar con claridad—. Tú aún tienes la camiseta puesta...
—Y si ese es el problema...¿por qué no me la arrancas? —Y eso fue lo que hizo. No hizo falta que se lo repitiera. Dejó sus pectorales al descubierto, comenzando a tocar cada zona de estos. Luego los besó como si la vida le fuera en ello— Tranquilo fiera... que nadie va a venir a arrebatártelos.
A Guillermo, aquello lo puso nervioso. ¿Hasta cuándo querría él seguir con esto? ¿Cuándo empezaría a cansarse de esa situación, y lo más importante, de él?
Se apartó para mirarlo a los ojos y, sin querer pronunciar aquello, lo dijo.
—¿Nunca? —Esa pregunta sorprendió a Samuel— ¿Querrás que esto dure para siempre?
—Guillermo, ¿estás queriéndome decir que de lo que quieres hablar es de que tengamos una relación... estable? —El menor asintió— Yo... no puedo asegurarte nada.
—¿Por qué? —El de ojos rasgados sentía que se estaba agobiando. Sentía que algo dentro de él se moría.
—Porque yo nunca he tenido una relación seria con alguien, y no sé si podría hacerlo. Yo tengo sexo con quien quiero, y ya está.
—Ya veo... —El chico se movió, queriendo salir de la ducha, pero el mayor lo detuvo,colocando sus manos en los hombros del contrario.
—Eh, ¿no estarás pensando en romper el acuerdo, no?
—Ya no quiero que hablemos.
—Pero ya he hablado, en parte, así que quiero parte de mi acuerdo —Guillermo fijó la vista en el suelo de la ducha, en el que seguía cayendo agua—. Dame todo de ti, Guille. —susurró en su oído. —El menor se sobresaltó y dejó que el mayor lo besara en los labios, luego en el cuello,terminando por su pecho. Lo miró desde la postura en la que se encontraba, ahora agachado, y le quitó la toalla, dejándola allí tirada. Acarició su pene, con delicadeza, al mismo tiempo que ambos se miraban con deseo. Lo agarró y se lo metió en la boca con rapidez.
—¡Arrgh! —Gimió el menor,que no puedo evitar cerrar los ojos. ¿Parecía que se disfrutaba más así? Samuel comenzó con el dulce movimiento que dejaba al moreno sin palabras que emitir. Lo único que salían de sus labios eran embriagadores gemidos para los oídos del mayor.
En cuanto quiso darse cuenta,sentía esa necesidad de venirse. No quería hacerlo en la boca del otro, pero no pudo evitarlo y la sustancia blanquecina se esparció por la cavidad bucal del de musculosos brazos. Samuel tragó, dejando boquiabierto al más joven.
Al ver aquella reacción de Samuel, Guillermo empujó al mayor, para que dejara su hombría libre. Entonces, fue él quien se agachó para hacer lo mismo.
Bajó, bruscamente, los bóxers azules del otro y se llevó el pene de Samuel a la boca.
"Déjame esto, ya que será lo único que pueda llevarme de ti. Tu sabor" Fue lo que pensó, antes de comenzar a saborear el enorme pene del castaño.
El líder de la pandilla callejera más peligrosa, no se esperaba esa reacción por parte del menor, aunque debía admitir que ese impulso suyo le encantó.
Acarició sus cabellos, en lo que respiraba con dificultad por la boca.
—Más rápido... Guille...—Esas palabras fueron como más que una orden para el que se encontraba arrodillado. Estaba en un estado de éxtasis.
El chico aumentó el ritmo de su boca sobre el duro miembro de Samuel, que poco más tarde se vino en su boca, como anteriormente había hecho él en la cavidad húmeda del otro.
Guillermo tragó aquella esencia,y desvió la mirada al suelo. Así que así era cómo sabía Samuel, daba por seguro que jamás olvidaría cómo era.
Se perdió un poco en su cabeza,hasta que Samuel lo puso en pie. Ahí volvió a la realidad.
—¿Y si terminamos esto en un sitio más cómodo?
—Estamos mojados, Sam... —No había caído en que nunca lo había llamado por su nombre, y le parecía raro— Estamos mojados y vamos a empapar lo que sea en lo que nos acostemos.
—¿Y? —Se encogió de hombros— Vamos al sillón de cuero. Quiero ver tu hermoso trasero pegado en él.
Guillermo sintió una punzada en el corazón al oírle decir eso.
Samuel tiró de la mano del contrario, sacándolo, a rastras, de la ducha. Lo volvió a cargar en brazos y acomodó su blanco trasero sobre el sillón.
El menor, que tenía pensado serlo más impulsivo posible, se había quedado estático, mirando desde allí abajo a Samuel, quien lo miraba con tanto deseo, que parecía que no iba a dejar nada de él.
—Parece que hayas visto un fantasma, pequeño —Levantó su mentón, delicadamente, con el índice y el pulgar—. Así que... puedo hacer lo que quiera contigo, ¿no? —Sus labios se curvaron en una preciosa sonrisa, que dejaban ver sus dientes, perfectamente alineados.
Su rostro se acercaba,lentamente, al moreno, hasta el punto de sentir los latidos del menor. ¿Por qué le gustaba tanto que el chico se pusiera tan nervioso? ¿Y por qué esas reacciones le ponían tanto?
Sus labios se unieron en un beso,desesperado por parte de Samuel, y más tierno por parte del menor,aunque terminó siendo apasionado por ambas partes.
El castaño acariciaba la suave piel del chaval, que se hallaba en todas partes y al mismo tiempo en ningún sitio. La sensación le estaba pareciendo más agradable delo que le pareció la primera vez en la que sus cuerpos se unieron, yeso que aún no habían hecho nada.
Lo había echado de menos.Demasiado. Él lo sabía, y era feliz porque lo tenía ahí mismo. Y aunque sabía que no podría ser suyo, de la manera que quisiera, al menos estaba ahí, ahora.
—Quiero hacértelo de pie...—Esas palabras salieron con dificultad de los labios de Samuel. El mayor llegó a pensar que jamás se cansaría de aquel chico. Era hermoso ante sus ojos. El chaval más guapo que había visto nunca.Le provocaba mil y una sensaciones el ver el rostro del moreno que se estremecía con cualquier movimiento del castaño.
Guillermo miró el suelo, como analizándolo, debatiéndose entre ponerse de pie o vocalizar alguna palabra.
Las manos de Samuel, tiraron de él, poniéndolo en pie.
—Estás más sexy estando mojado, ¿lo sabías? —Las mejillas del más joven se tornaron de color carmesí. Y entonces decidió que iba a seguir provocando al contrario, que no iba a dejarse intimidar ni por todo el oro del mundo.
—Podría decir lo mismo de ti—dijo, con una sonrisa pícara, más típica en el rostro del mayor—. Y si... —Guillermo avanzaba a pasos lentos, haciendo retroceder a Samuel, que lo observaba con atención— te quedas aquí mismo. —Las manos del menor, tocaron la pared, dejando entre ambas a Samuel, quien estaba de espaldas a esta. Ambos sonrieron.
—¿No crees que es más sitio para ti? —Guillermo negó con la cabeza.
—Hoy no, Samuel...
Oír al chico llamarlo por su nombre, hizo que un escalofrió le recorriera todo el cuerpo. ¿Cómo se podía ser tan endemoniadamente sexy?
—¿Y qué pretendes hacer, entonces? —Cuando vio al contrario decidido a decir algo, él lo interrumpió— Si vas a ser tú quien haga con mi cuerpo lo que quiera, no voy a poder cumplir con el acuerdo —Esa sonrisa no era agradable para Guillermo. Era completamente odiosa. El menor frunció el ceño, haciendo reír a carcajadas al mayor. Maldito pervertido, se dijo para sí mismo—. No te pongas así...Tenemos todo el tiempo del mundo, ¿no? ¿O tienes prisa? —Ambos sonrieron.
El día terminó antes de lo que ambos hubiesen querido nunca.
Era la hora de que Samuel se fuese de allí, pero, sin embargo, aún estaba ahí, acostado en aquella cama, en la que habían terminado exhaustos, mirando el techo.
El menor no era capaz de decir nada, no quería estropear aquel momento de paz, que compartían.Ambos estaban en silencio, pero era un silencio agradable para los dos. No quería decir algo y que le recordara que tenía que irse.
Guillermo lo miraba de reojos de vez en cuando, y aunque él creía que el contrario no se daba cuenta, estaba completamente equivocado.
Samuel se levantó por fin, o por desgracia, volviendo a dejar su cuerpo desnudo a la vista.
—¿Me acompañas, chiqui?
—Oh. —Fue lo único que dijo.Se había quedado mirando el trasero de Samuel. Se levantó el también y siguió al otro, que se dirigió al lugar en el que se había despojado de sus prendas. Se las puso, mientras el menor lo miraba y se dio media vuelta para dirigirse a la puerta de salida.
Guillermo lo observaba con tristeza.
De alguna extraña manera, sentía que nunca debió volver a pasar eso que había vuelto a pasar entre los dos. Sólo serviría para que el menor se quedara más pillado del castaño, y esa idea no le gustaba nada en absoluto.
Cuando la puerta se abrió, Samuel se giró para despedirse del chico. No sabía cómo hacerlo,pero ya se le ocurriría algo sobre la marcha.
—Bueno, chico...
—Oh... No tienes... No tienes porqué hacer esto. Vete, no hace falta que te despidas. —Samuel sonrió con ternura. Lo miró, se acercó a él y depositó un beso sobre su frente.
—Sería un estúpido si no lo hiciera —Guille asintió con malas ganas—. Adiós, chico sexy.
—Adiós... —Se despidió,mientras desviaba la mirada hacia el suelo.
—¿No... vas a darme algo?
¿Eh? Esa fue la expresión que se le puso en la cara. Un enorme signo de interrogación.
—Sí, ya sabes... No te hagas el tonto. —Entonces lo entendió. Se refería a un beso.
Acercó su rostro al contrario, y unió sus labios, delicadamente, con los del mayor. Samuel sonrió.
—¿De verdad no quieres mantener esa conversación pendiente?
—No... Es lo mejor... —Samuel sabía que el otro necesitaba esa conversación, pero si no quería tenerla, lo dejaría.
—Está bien —El castaño se giró, avanzó a pasos lentos hasta su vehículo, y en cuanto estuvo justo al lado del coche, habló en voz, lo suficientemente alta, para que el contrario, que lo observaba desde el marco de la puerta, lo oyera—. Me lo pensaré, Guillermo —Movió una de sus manos,despidiéndose y abrió la puerta del piloto—. Te llamaré, guapo.—Besó su mano y sopló hacia su dirección. Aquello volvió a avergonzar al menor, quien no sabía si sonreír de felicidad por lo que había dicho o soltarle una colleja por ese beso idiota.
Ambos volvieron a despedirse con la mano, y se separaron el uno del otro con una sonrisa, pero no por mucho tiempo. La próxima vez que se verían, se recibirían de una forma más cálida y necesitada, porque Samuel... estaba dispuesto a abrir sus puertas al amor, y se había dado cuenta de que Guillermo era esa persona con la que quería dar el gran paso.
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