Un mundo normal.
—Es un poco extraño. No sabemos qué resultó mal.
—Su cuerpo se adaptó bien al transplante que es lo importante. Por otro lado, su memoria es delicada.
—Recomendamos que siga haciendo su vida normalmente.
Katsuki se despertó recordando lo último que habían dicho los médicos de ese hospital cuando salió de una cirugía que dejó una larga cicatriz en su pecho. Estaba irritado pero no sabía porqué y al girar el cuerpo, noto que alguien estaba sentado a su lado, una mujer de cabello azabache con ojos onix y vestida de traje, tenía ojeras bajo los ojos y al ver que le costaba acomodarse, se apresuró en ayudarlo con cuidado y lo sentó. Él bufo disgustado por eso pero no protestó y termino sentado en la camilla correctamente.
—Te has despertado bastante temprano —fue lo primero que dijo — ¿No podías dormir bien?
—Estoy harto de dormir —respondió de malhumor — ¡Quiero salir de esta maldita cama! ¡¿Cuando podré hacerlo?!
—Katsuki, te operaron del corazón, no es como si pudieras salir como si nada. Todavía quedan algunos estudios...
— ¡A la mierda con eso! —se quejo — ¡¿Qué sentido tiene estar vivo si no puedo dejar esta puta cama?! ¡Es exasperante!
La azabache se quedó callada, sus manos se movieron de manera nerviosa y pensó que su niño, su único hijo, tenía razón. Antes nunca le había hablado así, su Katsuki era un niño tranquilo, que no protestaba porque sabía que era inútil hacerlo cuando le repitieron constantemente de las consecuencias que traería a su cuerpo el moverse. Pero ahora que no tenía la memoria de eso, estaba expresando con vigor sus deseos, haciéndole saber lo frustrado que estaba y lo mucho que necesitaba un poco de aire fresco. Sinceramente, ella también lo necesitaba.
Ella también quería verlo lejos de esa camilla. Una vez, para variar. Ya que ni siquiera podía recordar la última.
—Bien, iremos unos minutos al patio —se puso de pie, busco una silla de ruedas y miro hacia su hijo que le veía incrédulo porque hubiera accedido tan fácil — ¿Qué pasa?
—Pensé que estarías en contra —murmuró el menor arrastrando su cuerpo lo mejor que podía hacia la silla de ruedas y usando las manos para girar las ruedas —Que cedieras tan fácil se siente raro.
—Puedes estar seguro que no es fácil para mí —suspiro la azabache parándose detrás de su hijo y dándole un pequeño golpecito detrás de la cabeza —Pero lo hago porque te amo y quiero que estés bien.
Katsuki no respondió, su cara se puso colorada lo que para su madre fue curioso y la hizo sonreír. Le acaricio el cabello y lo dejo conducir la silla de ruedas sin ayudarlo, ya que intuía que él iba a protestar otra vez si lo intentaba. Al salir de la habitación fueron por un pasillo que al menor se le seguía haciendo muy extraño pero a la vez familiar y la azabache lo guío hasta el elevador, salieron al primer piso del hospital y bajó por una rampa hacia el patio. El día era soleado, había viento y un par de pacientes estaban presentes, pero había muchísima paz.
Le agrado esa sensación.
—Hace demasiado calor. Iré por unas bebidas —aviso la mayor —No te vayas muy lejos, Katsuki.
—Sí, sí. Ni que pudiera correr con esto —hablo fastidiado el menor alejándose de la puerta y yendo por el camino asfaltado — ¿Qué se puede hacer aquí afuera? Aunque no está mal. Mejor que la maldita habitación.
Algunas personas en el patio le miraron con curiosidad, estaban siendo acompañados por enfermeras o algún pariente, mayormente, el lugar estaba tan tranquilo que no pudo evitar respirar profundamente y disfrutarlo. No comprendía porqué pero le gustaba mucho esa paz, como si antes no la hubiera sentido. Resentia un poco estar en silla de ruedas y no poder disfrutarla plenamente caminando, pero ya lo haría, sería paciente y lo cumpliría. De momento, el sol empezaba a quemarle bastante, quería un lugar con sombra y a medida que avanzaba, lo encontró. Al mismo tiempo que hallo a una persona que le llamo la atención.
Era un adolescente que parecía de su edad, sentado en una mesa bajo la sombra de un árbol, jugando al ajedrez con una expresión aburrida en su rostro. Tenía el cabello albino, ojos grises y un tanque de oxígeno a su lado, sus manos delgadas levantaron una pieza negra del tablero y él no pudo evitar abrir la boca.
— ¿Jugando solo? Que patético —se burlo y el chico levanto la cabeza, una expresión de sorpresa en su rostro — ¿No hay nadie que juegue contigo?
—Podrías acercarte y jugamos juntos —propuso el albino sin problemas —Me llamo Shoto Hirose, ¿y tú?
—Katsuki —omitió su apellido deliberadamente porque no le gustaba decirlo, se sentía extraño y no le cuadraba del todo en su cabeza.
—Bien, Katsuki —repitió el albino con una sonrisa amable, parándose de su asiento y acercándose hasta él que estaba en la silla de ruedas, se puso detrás suyo y tiro de la silla de ruedas para acercarlo —Juguemos juntos un rato.
— ¡Oye, nunca acepte bastardo confiado! —se puso a gritar el azabache — ¡No toques mi silla! ¡Hey! ¡¿Me estás escuchando?!
Shoto lo ignoro y lo dejo delante de la mesa, del lado de tablero con fichas blancas. Después, se sentó en su lugar y ordenó el tablero para ambos, en lo que miraba al chico delante suyo haciendo pucheros. Lo encontró bastante lindo.
—Puedes empezar Katsuki —ofreció.
—Yo no acepte esto maldita sea...—murmuró molesto pero igualmente tomo una de las piezas e inicio el juego —Hey, ¿hace tiempo que estás en aquí?
—Fui transferido —respondió el albino en lo que movía su peón hacia adelante —Vivía en Kyoto. Pero el hospital de Tokio tenía un mejor departamento de oncología.
Katsuki hizo una mueca, así que el chico delante suyo tenía cáncer y por el tanque de oxígeno que estaba a su lado, asumía que debía ser un cáncer pulmonar. No supo que decirle o como seguir la conversación, solamente pudo mover sus piezas cuando fue su turno. Shoto pareció entender su dilema y le sonrió con ternura, el chico le pareció en un inicio agresivo pero tenía cierta dulzura en su carácter que lo hizo irresistible y fue muy impulsivo de su parte secuestrarlo para que jugarán juntos, pero no se arrepentía de nada. En lo que pensaba su siguiente jugada, se hizo cargo de seguir la conversación.
— ¿Qué hay de ti Katsuki? —quiso saber con curiosidad — ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—No tengo ni puta idea —contestó con sinceridad y miro por un segundo a los ojos grises del chico que tenía delante, sintiendo que esa mirada serena era extremadamente familiar y le hacía sentirse seguro para hablar —Me operaron del corazón y cuando desperté no tenía recuerdos de nada. Al parecer, llevo bastante tiempo aquí.
—Oh...—abrió la boca el albino — ¿Y como te sientes al respecto? Por lo de tu memoria.
—Extrañamente bien. Como si hubiera cosas que en verdad no quiero recordar nunca y está bien que las hubiera dejado en el puto olvido —admitió el azabache —Me siento en paz y relajado.
—Ya veo —sonrió el albino —Me alegro por ti.
La partida de ajedrez se prolongó por bastante tiempo. La madre de Katsuki lo encontró justo cuando estaba discutiendo con Shoto por un empate y le pareció increíble que su hijo hubiera hecho tan rápido un amigo, cuando antes estaba tan dispuesto a alejar a todo aquel que se le acercará un poco. Estaba muy conmovida y cuando se acercó hasta ambos muchachos, se presentó con educación y les dejo las bebidas que compro a ambos. Permitió que siguieran jugando por un largo tiempo más hasta que su hijo se puso pálido por estar mucho tiempo afuera y el joven mostró signos de necesitar también un descanso.
— ¿Podemos volver a reunirnos mañana? —preguntó con algo de timidez el albino antes de que el azabache se fuera y cobrando algo de valor, agrego —Iré a buscarte a tu habitación, Katsuki.
—Que molesto eres, ¡no se te ocurra hacerlo! —protesto el azabache.
—Definitivamente pasaré a buscarte —sonrió el de ojos grises e impulsivamente, se inclino sobre sí mismo para besar la mejilla del azabache —Nos vemos mañana, Kat.
Katsuki sintió todo su rostro enrojecer, ni tuvo tiempo de gritar en lo que Shoto tomaba su tanque de oxígeno que tenía ruedas para que fuera más sencillo su transporte y se iba lejos con una sonrisa satisfecha en sus labios.
—Oh, vaya. Que muchachito tan directo —se rió la mayor viendo a su hijo avergonzado en la silla de ruedas — ¿Tengo que avisar a tu padre que tendrás un novio, Katsuki?
— ¡Ese bastardo no es mi novio! —reclamó rojo de la vergüenza — ¡Es un maldito que disfruta de molestarme!
La azabache se rió y se llevó a su hijo que seguía protestando sobre el joven.
—N-No, ¡a-alto, idiota! ¡el oxígeno, el maldito oxígeno!
Katsuki detuvo a Shoto que estaba mordiendo su cuello, tenía la cara pálida y la frente le sudaba bastante. Asustado y preocupado, se apresuró en buscarle los tubitos que lo conectaban a su tanque de oxígeno e hizo que respirara profundamente un par de veces. Su tez mejoró considerablemente, a la vez que apoyaba la cabeza contra su pecho y sus manos acariciaron su espalda desnuda con gentileza.
—Perdón —murmuró el albino con la voz ahogada.
— ¿Perdón por qué, idiota? No es tu jodida culpa necesitar oxígeno cuando tenemos sexo —reprochó el azabache, tomando el rostro del albino entre sus manos y estirando sus mejillas —Deja de hacer esa patética expresión.
—Quería que fuera especial —se quejo el albino —Me costó mucho que aceptarás en primer lugar salir conmigo.
Katsuki bufo pero le dió la razón a Shoto. Habían pasado dos años desde que se conocieron y ahora tenían diecisiete años. Desde su primer encuentro, el albino se había vuelto tan empalagoso con él que nunca se separaron. Todos los días, sin falta alguna, apareció por la habitación del hospital del azabache, ya fuera con el juego de ajedrez, un libro o su computadora, todo con la excusa de pasar tiempo con él. Al principio, el azabache intentó alejarlo, sentía que estaba mal encontrar tanta paz al lado de ese chico, que de cierta manera no lo merecía, pero sin importar que hiciera volvía a su lado. Finalmente, se rindió y cayó perdidamente enamorado.
Apenas tenían dos meses saliendo pero sus sentimientos eran muy intensos y sin importar cuántas pastillas tomarán al día, nada ayudaba a frenar sus hormonas. Por eso, el primer día que una enfermera se descuido, se escaparon a esa sala de hospital que estaba parcialmente olvidada, se desvistieron y dieron rienda suelta a sus pasiones.
Pero Shoto no podía hacer demasiado esfuerzo físico si estaba separado de su tanque de oxígeno que se hallaba en el piso. Aún así, lo intento con esmero para no preocupar a su pareja.
—Eres un tonto, ¿lo sabías? —beso la punta de la nariz de su novio que estaba haciendo un berrinche por algo tan tonto y sacudió las caderas hacia arriba —A-Ah, estamos todavía unidos, ¿no ves idiota? Si te sientes mejor, podemos seguir.
El azabache estaba sobre el albino, con su pene bien enterrado hasta el fondo de sus entrañas, era una sensación dolorosa e incomoda, pero habiendo tenido tantos tratamientos en su cuerpo no se sentía nada mal y podía aguantarlo bastante bien. El más alto dejo escapar un pequeño gemido cuando las paredes internas de su novio lo apretaron tan deliciosamente y lo ayudo a seguir el ritmo con las manos en sus caderas delgadas. No quiso apretarlo muy fuerte para no hacerle daño pero se dió el gusto de dejarle tantas mordidas como pudiera alrededor de su cuello y hombros.
—O-Oye, maldito perro sarnoso, deja de hacer eso —murmuró el azabache tirando del cabello del contrario — ¡A-Ah, que pares!
—Estoy marcando mi territorio —respondió con inocencia el albino.
— ¡No soy tu maldito territorio, bestia pervertida! ¡A-Ah! ¡Despacio, carajo! —se quejo el de ojos onix, abrazándose al cuello de su novio y sintiendo como aceleraba las embestidas —Mierda, mierda...v-voy a acabar. Hazlo despacio, maldita sea, despacio y...¡escúchame!
Shoto sonrió mientras sentía las uñas de Katsuki arañando su espalda y uso una de sus manos para darle placer al pene de su pareja, el azabache chillo y le tiró de los pelos en señal de que estaba disfrutando demasiado sus atenciones pero que a la vez lo sacaban un poco de su eje. Beso las pequeñas lágrimas que se escapaban de sus ojos y le dió una tregua moviendo sus caderas lentamente, pero aún así recibió una mirada hostil de su novio cuando se vieron a los ojos.
—Siempre haces lo que te da la jodida gana, bastardo —gruño el azabache —Te voy a castrar cuando salgas de adentro mío y le daré tu mísero pene de comer a los...
—Te amo, Kat.
Katsuki sintió que su corazón se salió de su control, todo su cuerpo tembló ante esa inesperada declaración y se quedó viendo los ojos grises de Shoto por lo que pareció una eternidad. El albino le había dicho múltiples veces que le gustaba y lo quería, que lo adoraba, pero era la primera vez que decía que lo amaba. Su boca se quedó abierta sin saber qué responder y el contrario lo tomo como una invitación a un beso profundo. Por algún motivo, las lágrimas se derramaron por sus ojos, en lo que abrazaba más fuerte a su novio y aunque no logro ponerlo en palabras, esperaba que él pudiera entender que era más que correspondido ese sentimiento.
También lo amaba. Oh, cielos, lo amaba muchísimo.
Quería estar para siempre a su lado.
Pero eso tenía su fecha de caducidad y eso él lo sabía bien. Lo sabía muy bien.
La felicidad no podía ser eterna. Solamente dolorosamente y maravillosamente efímera.
—Es un lindo lugar —apreció el albino saliendo por al balcón y dándole a su esposo una taza de chocolate caliente — ¿Ya hablaste con tus padres, Kat?
—Hum, vendrán mañana —respondió tomando la taza que le era ofrecida y disfrutando de la sensación de la porcelana caliente contra sus manos frías — ¿Que hay de tus padres? ¿Siguen enojados?
—Un poco —se encogió de hombros el albino —Lo van a superar.
Katsuki hizo una ligera mueca, bajando la cabeza hacia su chocolate y luego admirando el paisaje que daba desde su balcón en un modesto apartamento. Tenía veinte años, una esperanza de vida corta y una vida con el hombre que amaba desde su adolescencia. Dejar el hospital fue una decisión mutua de ambos, ninguno quería más tratamientos sin resultados o crearse falsas esperanzas, estaban cansados de eso. Habían conseguido "trabajos" a su manera para poder costear ese departamento. El azabache creando videojuegos —aprendió bastante sobre computación con su tiempo libre en el hospital— y el albino escribiendo mangas, incluso uno iba a ser adaptado dentro de poco. Claramente, sus padres se opusieron bastante al inicio de que dejarán el hospital y todas sus esperanzas ahí, ellos podían comprender sus sentimientos pero querían una vida que fuera verdaderamente suya.
Nunca tuvieron la oportunidad de irse de vacaciones y ese año pudieron ir a la playa. Jamás habían salido de Japón y ahora tenían planeado un viaje a Europa, dónde pensaban también casarse legalmente, algo que no se podía hacer en su país. Tenían todavía cosas que hacer con su escaso tiempo y no querían que estar en el hospital, sometidos a tratamientos inútiles y fármacos que les quitarán eso.
Los padres de Katsuki habían aceptado la situación antes que los padres de Shoto, que seguían molestos con su hijo y creían que estaba siendo malinfluenciado por el azabache. Al menos, las dos hermanas mayores del albino les habían dado todo su apoyo e incluso les ayudaron a conseguir ese lindo departamento a un precio económico para dos jóvenes.
— ¿En qué piensas, Kat? —cuestionó curioso el más alto viendo a su pareja con la mirada perdida a lo lejos.
—En echarte —bromeó el azabache viendo hacia el más alto —Antes de que te arrepientas de estar conmigo. Prefiero ser yo quien te eche antes.
—Eso nunca pasará —declaró con firmeza el de ojos grises —Me quedaré contigo.
— ¿Incluso si me toca irme antes?
Katsuki vio el dolor en los ojos de Shoto y apretó la taza entre sus manos hasta que sintió cierto dolor por el calor de la porcelana. No quería lastimarlo pero su condición llegaba a ser peor que la del albino en ocasiones y había visto lo mucho que sufría cuando estaba mal. No deseaba darle ese tipo de vida al hombre que amaba, quería verlo feliz y que pudiera sonreír siempre.
No quería traerle sufrimiento.
El albino inhaló hondo, después, se inclino en el piso y tomando la mano izquierda de su esposo, dónde había un hermoso anillo dorado en su dedo anular, la beso.
—Incluso si te toca irte antes, me quedaré contigo y no me arrepentiré —aseguró alzando la cabeza para ver hacia la persona que amaba —Te amo, Kat.
—...Yo también, te amo tonto.
Katsuki disfrutó de ver como su esposo se sonrojaba levemente y llevaba una mano a su cabello con nerviosismo. Podía decir fácilmente palabras descaradas para él, pero cuando las recibía se avergonzaba mucho y se ponía tímido. Shoto se abrazo a su estómago para que no pudiera ver su rostro rojo y el azabache se rió en lo que acariciaba su cabello blanco, disfrutando la vista que tenía desde su departamento.
Los edificios de enfrente, el almacén en una esquina, las nubes grises del invierno, los pájaros que pasaban volando.
El mundo era muy tranquilo y encantador ante sus ojos. Normal, extremadamente aburrido, agradable y próspero.
Una sonrisa se formó en su rostro y beso la cabeza de su esposo y le dijo que se fueran adentro de una vez, antes de que se enfermaran ambos y sus padres tuvieran verdaderas razones para llevarlos a un hospital.
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