Capítulo 63
Kaminari uso la excusa de tener que estudiar la primera vez. La segunda, inventó que se sentía mal —bueno, no era del todo un invento, sí tuvo fiebre ese fin de semana— para poder quedarse en los dormitorios. Rechazar la salida que le proponía Kirishima por tercera vez haría claro que lo estaba evitando, por eso, acepto y la sonrisa que le dió el pelirrojo, tan feliz e iluminada, le hizo sentirse horriblemente culpable en consecuencia.
¿Por qué le seguía queriendo, cuando hacia todo lo posible para mantenerse lejos suyo y dejarle el camino libre a otra persona que sí pudiera hacerlo completamente feliz?
El rubio cepilló distraídamente el cabello albino de Eri en lo que pensaba en su salida de ese día, tenía deseos de esconderse debajo de la cama y dejar que Rui le diera una negativa a su amigo cuando pasara a buscarlo, pero no podía hacer eso. Ya se había cambiado, un buzo negro con franjas amarillas, un jean azul ajustado que se sentía increíblemente cómodo para moverse y unas zapatillas deportivas fueron su elección informal para asegurarse que su salida solo era eso y no una jodida cita. También se preparó mentalmente, fortaleció su corazón ya que serían solo él y el pelirrojo. No podía hacer nada que dejara en evidencia sus sentimientos y lo mejor para eso, sería el mantenerse distraído el mayor tiempo posible.
Hasta que ya no pudiera hacerlo.
Le hizo dos trenzas a la pequeña albina, no era muy bueno en eso ya que Rui siempre prefirió mantener el pelo corto, pero Hizashi le enseño uno o dos trucos para esto, YouTube hizo el resto. El peinado no quedo tan prolijo como en los vídeos o cómo lo habría hecho el rubio mayor, pero la niña sonrió encantada cuando le pasó un espejo.
—Gracias, Denki-san, me gustó mucho.
El rubio hizo un puchero y se arrodilló en el suelo, tocando la carita de la menor.
—Eri, ¿en qué quedamos? —le recordó con suavidad —Puedes llamarme como hiciste el otro día. Somos familia.
La albina se sonrojo un poco y el de quirk eléctrico sonrió dulcemente. Hace tres días exactos —lo anoto en una libreta, en su celular y en un calendario de almacén para jamás olvidarlo— la niña lo llamo naturalmente Den-niichan, a la hora del desayuno para pedirle que le pasará una taza de una de las estanterías altas de la cocina. La frase exacta que uso fue, ¿puedes pasarme la taza, Den-niichan? En un tono dulce, somnoliento debido a que acababa de despertarse. Y él quedo tan impresionado que se le cayó la azúcar al piso y la menor al darse cuenta de la manera en que lo llamo, se avergonzó tanto que salió corriendo.
Rui le contó después que Eri hacia tiempo que quería llamarlo de esa manera pero que no sabía cómo pedírselo y le rogó a ella que no se lo contará, por eso la rubia guardo silencio. Entonces, el rubio tuvo una charla con la pequeña de ojos rojos, asegurándole que le hacía muy feliz que quisiera llamarlo como su hermano. Tenía en cuenta también que la albina los consideraba a él y a Yuna hermanos, pero no a la rubia. Pero no le interesaba, no todavía, cuando supiera si era un simple amor infantil o algo más, vería que haría. Por ahora, estaba realmente feliz de ser llamado su hermano mayor y quería recordárselo para que lo tuviera siempre presente.
—...Gracias por el peinado, Den-niichan —repitió la menor, todavía sonrojada, pero conservando una sonrisa adorable —Le iré a mostrar a Rui.
—Seguro te dirá que te vez muy linda —le guiño un ojo y la niña se rió, en lo que salía de su habitación —Oh, bueno, se acabó mi distracción, ¿qué más podría hacer ahora?
El rubio salió del cuarto de Eri y Rui para bajar las escaleras hacia la sala, dónde las niñas se encontraban en el sillón hablando, la rubia tocando las trenzas albinas de la menor con una leve sonrisa. En la mesa, rodeado de papeles y con una taza de café vacía al lado, se encontraba un cansado Shota corrigiendo tareas.
—Deberías usar lentes, Shota-san, te vas a arruinar la vista —mencionó el de ojos dorados, escuchando un pequeño bufido en respuesta por parte del mayor — ¿Quieres otro café?
—Por favor —se estiró el azabache en la silla, para después mirar el reloj en su muñeca y hacer una mueca — ¿No ibas a salir con Kirishima?
—Sí, en un rato. Menciono que quería pasar a buscarme por acá, en vez de que nos veamos en la entrada de los dormitorios —contuvo lo que sabía era una sonrisa embobada y sirvió el café de la cafetera en una taza —Ya sabes, como todo un masculino caballero.
EreserHead frunció el ceño, lo que causó gracia al de ojos dorados, le divertían los celos del mayor aunque no tuvieran razón de ser cuando él no se iba a permitir tener una relación con el de dientes puntiagudos. Le dejo la taza en la mesa y se sentó delante suyo
—Hey, Shota-san, ¿cómo fue tu primera cita con Hiza? —quiso saber por curiosidad y creyendo que eso le ayudaría a mantener su mente distraída — ¿A dónde fueron?
—A un bar subterráneo, Hizashi dijo que lo disfrutaría pero no era mí tipo de ambiente —contó el héroe profesional con un tono nostálgico y una mirada que reflejaba que se estaba perdiendo un poco en el pasado —Aún así, la termine pasando bien. Bebimos por primera vez, incluso no sé cómo pero logró que cantara en un karaoke. Fue una buena primera cita.
—Que lindo —intentó imaginarse a los dos héroes profesionales, más jóvenes, bebiendo y cantando en un bar, riendo y tal vez dándose uno que otro beso, la imagen le hizo sentirse extrañamente feliz — ¿Cómo empezó su relación?
—Hizashi se me declaró en el primer año de Yuei y yo lo rechace porque quería enfocarme en mí educación como héroe, sentí que no sería justo para él tener un novio que no podría dedicarle toda la atención que quería y él necesitaba bastante atención —relató el azabache recordando esa época complicada que fue su juventud, sin creer que alguien se fuera enamorar de él y su arisca personalidad —Seguimos siendo amigos y nos mantuvimos de esa forma después del fallecimiento de Shirakumo, no queríamos arruinar las cosas por el dolor, nos era más importante mantener nuestra amistad que intentar tener una relación. Cuando él se declaró otra vez, era su cumpleaños, lo lleve en un viaje sorpresa a la playa y le compre una enorme tarta de cremas con frutilla para comer a la orilla del mar. No dude en aceptar, él fue el que se enamoro primero y a mí me tomo algo más de tiempo, pero lo hice. Lo quería y sentía que era el momento adecuado para estar juntos.
—Como si todas las piezas estuvieran donde tienen que estar.
La voz tranquila de Rui desde el costado izquierdo de la mesa hicieron a Denki y a Shota asustarse, ni siquiera escucharon a los dos niñas acercarse hasta ellos desde el sillón, atraídas por la historia de amor que salía de boca del azabache.
— ¿Y después se casaron? —quiso saber Eri, sus ojitos rojos iluminados por la curiosidad.
—No, eso paso tiempo después —acarició la cabeza de la albina y agrego — ¿Quieren que les cuente esa historia? —las dos niñas asintieron a la vez —Bien, necesito alejarme un poco de estas tareas.
— ¿Huyendo del trabajo? —alzó una ceja el de quirk eléctrico —Que mal ejemplo, Shota-san.
El sonido del timbre salvó al rubio de un comentario del azabache respecto a él evadiendo sus tareas escolares la mayoría del tiempo. El de ojos dorados se sintió agradecido, a la vez que su estómago se convertía en una colmena de abejas que lo atacaban y se despidió de todos, en lo que iba hasta la puerta e inhalaba hondo antes de abrir.
Es solo una salida entre amigos. Lo normal. Kirishima puede pensar que es especial, hay que hacerle entender que no lo es. Soy un amigo común y corriente, al que le va a dar diarrea apenas abra la puerta. Bien, no pienses en eso.
El rubio abrió la puerta con una sonrisa perfectamente practicada, hasta que vio la apariencia del pelirrojo y su mandíbula cayó unos centímetros, en lo que su pulso se disparaba y le salía un wha por la boca.
Kirishima usaba una chaqueta de cuero, la cuál dejaba a la vista una remera ajustada de tono azul que marcaba sus bíceps, unos jeans oscuros y unas botas militares, el cabello rojo en punta estaba algo más corto y en los laterales rapado. Se veía como todo un chico malo glorificado pero su cara era la del niño bueno, puro, tímido e inocente. Oh, la combinación más fatal para el corazón del rubio.
— ¡Hola, Kaminari! —lo saludo efusivo el se dientes puntiagudos lo cual fue mucho peor para el más bajo —Perdón que demore, Ashido insistió en ayudarme con mí vestimenta. Quería que me viera a la moda, aunque no entiendo mucho de eso, ¿me veo bien?
¿Bien? ¡Pareces salido de una jodida revista, Kirishima! ¡Oh, maldita y bendita Ashido! ¡Este chico va a acabar con mi cordura!
El de quirk eléctrico inhaló hondo, se sostenía del marco de la puerta para no caerse y sentía su cara roja, las abejas en su estómago picando y la sensación de querer volver a esconderse debajo de su cama nunca se sintió tan tentadora. Pero siguió adelante y fingió una indiferencia, digna se un premio de actuación, respeto a la vestimenta del más alto.
—Te ves bien —reguló su voz para que no saliera como el chillido de una fanática loca al lado de su ídolo favorito — ¿A dónde iremos? No quisiste decirme nada al respecto.
—Oh, bueno, Testu me regaló unas entradas para un parque de atracciones nuevo —mostró el pelirrojo, aunque en realidad él le compró esas entradas al platinado al escuchar de las atracciones del parque que podrían gustarle al rubio —No está muy lejos y podríamos ir en tren, volveríamos antes del toque de queda.
Kaminari olvidó el nerviosismo por un momento y miro las entradas con entusiasmo, en lo que salía de la entrada de su casa y tiraba, inconscientemente, del brazo del más alto.
— ¡En marcha!
El parque de diversiones se llamaba Héroes en Acción, un parque de temática de héroes, con montañas rusas, mercancías de los héroes más famosos como Endvaour o All Might, puestos de comida rápida en la parte del fondo, máquinas de juegos virtuales y muchas cosas más. Debido a que era sábado, el lugar se encontraba lleno de niños corriendo con padres preocupados detrás de ellos y se olía el algodón de azúcar junto con las palomitas en el aire frío del otoño.
Kirishima no pensó que el lugar sería tan grande y se preocupó por perder de vista a Kaminari entre tanta muchedumbre. Lo que pasó, justamente, cuando volteo para decirle al rubio que no se fuera lejos suyo y se percató que ya no estaba. Antes de que pudiera entrar en pánico, sintió unos golpecitos en su hombro y tuvo delante de sus ojos, un algodón de azúcar de color rosado como el cabello de Ashido.
— ¡Mira, Kirishima, me dieron uno gratis! —celebró el de ojos dorados, dándole un mordisco a la nube de azúcar que tenía — ¡El señor los regala hoy! ¡Es increíble!
El pelirrojo suspiro, feliz de ver que el otro se estuviera divirtiendo apenas entraron al parque y aliviado porque no se hubiera ido muy lejos, el puesto que regalaba los algodones de azúcar se encontraba a solo unos metros por delante suyo de la entrada.
—No sabía que te gustarán tanto —comento, en lo que sacaba un poco de algodón rosado para probarlo.
—No me gustan mucho pero, ¡son gratis! —rió el más bajo como si fuera explicación suficiente para su felicidad y volvió a comer del algodón —Hum, lo gratis le da sabor.
—Eso no tiene sentido —sonrió el pelirrojo viendo lo contento que estaba su amigo —Pero te creo. Ahora, ¿a qué juego quieres subir primero? ¿la montaña rusa principal?
—Debe tener demasiada fila. Estaríamos horas esperando por subir —analizó el rubio y luego, una pequeña idea llegó a su mente, una que haría que al pelirrojo tal vez le dejará de gustar —A no ser que me dejaras hacer algo para nada bueno.
Eijirou miro con curiosidad al de quirk eléctrico, preguntándose qué quería decir con eso y decidió aceptar para averiguarlo. Entonces, Denki le tomo de la mano y lo llevo hasta la montaña rusa principal, la cuál era fácil de distinguir debido a su enorme tamaño y los gritos de sus pasajeros. Cómo había dicho el rubio, la fila era extremadamente larga y tenía un cartel a un costado, que decía de espera mínima dos horas. Ignorando el cartel, el rubio camino hasta un grupo de personas, que parecían universitarios y ocupaban casi la delantera de la fila. Tres chicas y dos chicos, de la nada, los saludo y sin que el pelirrojo supiera como, se puso a charlar con ellos.
Las chicas se reían de sus chistes, uno de los chicos le rodeó con un brazo, como si se conocieran de hacia tiempo y otro se puso a hablarle sobre una película, una que él también había visto pero que no creía tener la capacidad para contarle con tanta soltura cómo hacia el de quirk eléctrico. La fila siguió avanzando y ellos permanecieron con el grupo, cinco minutos después, fue su turno. Nadie se quejo, nadie protestó y entonces, el de dientes puntiagudos comprendió lo que hizo el rubio.
Provoco que todos creyeran que ellos venían con los universitarios, que eran amigos, por eso nadie se quejo de que subieran antes. Todos habrían asumido que les estaban cuidando el lugar o que los estaban esperando. Ni siquiera los universitarios hicieron comentarios cuando se subieron a la montaña rusa, solo los saludaron en lo que el rubio le llevaba de la mano el último vagón y se sentaban.
— ¿Y? —le dió un pequeño codazo el más bajo, mirándole atentamente y sonriendo, aunque el de ojos rojos pudo percibir cierta tensión en ese gesto — ¿Qué te parece?
—Tienes una gran y aterradora habilidad social y de manipulación para que las cosas salgan a tu beneficio —comentó el pelirrojo honestamente ya que eso es lo que había visto pero después, agrego con cautela —Pero no creo que la hallas desarrollado para ti mismo, ¿de que te sirve no hacer la fila en un parque si estas solo? No creo que en primer lugar hubieras entrado al parque.
A Kaminari se le borro la sonrisa, creyó que si hacia algo injusto para los demás el pelirrojo empezaría a pensar mal de él o que vería que no merecía que lo quisiera tanto. No se espero que solo observara su comportamiento y después hiciera una conjetura tan certera. Se le secó la garganta y apretó la barra de seguridad de su vagón, en lo que bajaba la cabeza y escuchaba al operador de la montaña rusa diciendo que estaba por empezar el recorrido.
El pelirrojo tenía razón, no era una habilidad que desarrolló para sí mismo.
—Ruru. Quería llevarla a los lugares a los que iba todo niño con sus padres. Plazas, cines, parques de diversiones —susurro el de quirk eléctrico en un arrebato de feroz honestidad —Como no había dinero para eso, busque otra manera de hacerlo que no incluyera robarlo. Es increíblemente fácil hacerse amigo de alguien en una fila. Solo debes saludar, hablar de un tema actual y adaptarte a las personalidades de los demás.
Hubo un ligero silencio, el rubio quería esconderse dentro de un hoyo y quedarse ahí por el resto del día. Revelar parte de las cosas que hizo en su vida seguía siendo difícil, más que nada porque todavía no conseguía hacerlo parecer como si fuera irrelevante y que no era necesaria la compasión ni la lastima de los demás. Cada vez que Shinsou o Jiro le pedían que les contará acerca de ello, intentaba limar los detalles para que no pareciera tan patético y nunca lo conseguía. Pero al menos, con sus amigos era más sencillo, no le hacían doler el estómago por las abejas invisibles del amor y no tenía que pensar en que ellos lo verían con pena. Ahora, con el pelirrojo, se sentía tan vulnerable e indefenso que le encantaría que la montaña rusa lo mandara disparado al cielo para que después se muriera al caer en tierra.
Como si se escucharán sus ruegos, el juego empezó a moverse antes de que el pelirrojo pudiera romper el silencio en el cuál estaban sumergidos, fue un inicio lento, una subida hasta que pudieron ver todo el parque y más allá de eso, el estacionamiento, los edificios, las personas circulando y las aves. El rubio sintió la adrenalina subiendo por sus venas, mezclándose con la abejas que volaban ferozmente en su estómago y gritó a todo pulmón cuando la montaña rusa descendió velozmente, logró escuchar a su lado los insultos del pelirrojo y eso le hizo reírse. La montaña rusa se movía frenéticamente, salvaje, en vueltas, curvas, subidas y bajadas. El coro de gritos de los pasajeros le pareció la música del miedo y la emoción, una emoción increíble que le recordaba que estaba vivo y que tenía un corazón que podía latir muy rápido por otras emociones que no fueran con relaciones al chico que estaba al lado suyo.
Fueron unos minutos en los que se sintió muy libre, feliz y renovado, podía gritar todo lo que quisiera sin que nadie le viera raro por eso, ya que todos estaban en la misma situación. Alzó los brazos para sentir el viento pasando por los dedos de sus manos y cuando el recorrido termino, al pararse de su asiento, pudo sentir el temblor en sus piernas y el mareo en su cabeza.
— ¡Oh, fue increíble! —exclamo, sintiendo la voz áspera y tosiendo por eso, el viento frío atravesado su garganta trajo sus consecuencias pero no lograba verle lo malo.
—Y aterrador —comento el pelirrojo, el cuál estaba todo despeinado y un poco pálido ya que se asusto en las subidas.
—Para mí fue más increíble que aterrador, ¡hay que hacerlo otra vez!
Kirishima asintió y tomó la mano del más bajo, haciendo que se sorprendería y lo llevo a un costado de la rampa donde estaba la montaña rusa, el operador les decía que bajarán las escaleras para dejar el turno a los siguientes pasajeros. El rubio recordó lo último que dijo antes de que el juego iniciará y se sintió un idiota por no pensar en eso, por decirlo en primer lugar.
Pero como ya no había vuelto atrás y no podía mentirle al pelirrojo diciéndole que era una broma —no se lo iba a creer— únicamente le quedaba afrontar las consecuencias de su lengua suelta.
Me llega a mirar con lastima y aunque babeo por él, le daré un maldito puntapié. No tiene sentido lamentarse por las cosas que hice en el pasado y no puedo mentir acerca de que me arrepiento de ellas, ya que quería ver a Ruru feliz. Sé que no es lo más moral pero, mierda, sigue siendo bueno que no halla robado para hacerlo, ¿o no?
El rubio no quería tener un debate consigo mismo acerca de su gris moralidad. Por lo tanto, se trago la ansiedad y espero hasta que el pelirrojo los condujo hacia otro juego, uno de un pulpo que daba vueltas con sillas en sus tentáculos. Le pareció escuchar un par de obscenidades y pedidos de auxilió en lo que iba con el más alto hasta el final de la fila. La espera, decía un cartel, era de aproximadamente unos treinta minutos.
El de dientes puntiagudos le siguió sosteniendo la mano, en lo que él miraba las sogas de los tentáculos del pulpo y decidía que ese maldito juego le daba más miedo que la montaña rusa.
— ¿La pasaban bien?
La suave pregunta del más alto trajo al rubio devuelta a la realidad, dónde los ojos rojos del contrario no le veían con lastima ni compasión, sino que con infinita curiosidad. Le hicieron sentirse nervioso de una manera que era imposible de explicar y que logro ocultar al asentir con la cabeza, una pequeña sonrisa saliendo de sus labios.
—Sí, la pasábamos bien —confirmó —Hasta que Rui tuvo ocho años y me pidió que no lo hiciera más, no le parecía buena idea. Pero la verdad era que tenía miedo de que yo me metiera en problemas. Entonces, cuando logré conseguir algunos trabajos entre las vacaciones de verano e invierno, juntaba dinero y la llevaba a algún sitio. Yu-nee y ella decían que debía gastar mi dinero en otras cosas, a mí me daba igual. Cuando Ruru sonríe...no sé, me siento muy feliz. Quiero verla siempre sonreír.
—Eres un hermano muy devoto —dijo el de dientes puntiagudos, pasando una mano por el cabello rubio y tocando el aro rojo en su oreja con curiosidad —Vaya, ¿y este piercing? Nunca te lo ví.
—O-Oh, es nuevo —mintió el de quirk eléctrico sin darse cuenta pero mierda, no podía decir que era de inicios de año, cuando se dió cuenta de sus sentimientos por el chico delante suyo —Es pequeño, por eso no se ve mucho.
En realidad, no se veía mucho porque se dejó el cabello más largo que otros años para que pocas personas lo notarán. En especial, la persona que se sentaba al lado suyo durante las clases. Su cabello rubio siempre estaba fijo en su lugar para evitar la mirada escarlata.
—Es rojo —comentó el más alto, sintiéndose intrigado porqué el menor habría elegido ese color, ahora que lo notaba bien, destacaba bastante entre su cabello rubio cuando lo movía sobre su oreja —Es un buen color para ti. Se te ve bien.
Gracias, es mí declaración de amor indirecta hacia ti, maldita sea. Deja de tocarlo, ¡hace cosquillas!
El de quirk eléctrico llevo una mano para acomodar su cabello detrás de su oreja, aunque en realidad era para que el pelirrojo dejará su sensible piercing en paz.
Eijirou sonrió al ver lo sonrojado que estaba Denki y la manera en que su nariz que consideraba de conejito se fruncia. Quiso decirle que le parecía adorable esa actitud suya pero se contuvo e hizo otra conversación con él acerca de sus clases y otras cosas. La espera de treinta minutos fue muy corta gracias a eso. Hablaron sobre muchísimas cosas, las clases, los entrenamientos, la locura de Mina por raparse los costados de la cabeza, la noticia de noviazgo de Tsuyu y Fukumigake, la nueva tortuga de Koda, el té inventado de Hanta que juraba ayudaba a concentrarse para estudiar, las veces en que Katsuki bajo a desayunar usando una remera de Shoto y se burlaron de eso recibiendo las consecuencias como todos unos hombres, las tutorías de Izuku a las que asistía el pelirrojo, los consejos de Momo que escuchaba el rubio en Leyes de Héroes, esas y otras tantísimas cosas más hasta que fue su turno.
El rubio odio el juego con todo su ser, ya que terminaron tanto él como el pelirrojo necesitando del baño y luego, de mucha comida. Fueron a uno de los puestos de comida del parque servía pizzas y se quedaron ahí una hora entera hablando y riendo en lo que saboreaban el queso rancio de la horrible pizza y sus bocas sufrían debido al exceso de hielo en sus bebidas. Al salir de ahí, se dirigieron a una casa del terror, la cual al lado de la invención de Shinsou en su primer año del festival cultural no era nada, el de ojos dorados incluso bostezo cuando uno de los fantasmas disfrazados lo quiso asustar, ganándose con eso los halagos del pelirrojo por su valentía. Después, atraídos por la música, se encontraron con una banda de jazz en medio del parque.
Yamada le había dado a el de quirk eléctrico algunos libros sobre la historia de la música y aunque el jazz no era de sus géneros favoritos, disfruto de la melodía y de explicarle al pelirrojo lo que podía hacer un saxofón.
Luego de escuchar un rato a la banda, fueron a una casa de los espejos, para sacarse fotos delante de sus reflejos distorsionados que los mostraban flacos, gordos, altos y bajos, les mandaron las imágenes a sus amigos y hubo una lluvia de stickers en su chat grupal, aparte de otros comentarios acerca de cómo la estaban pasando y si recomendaban el parque para ir todos juntos algún día de las vacaciones de verano. Cuando terminaron de responder, se dirigieron a los dos últimos juegos del día. Una vuelta más a la montañas rusa principal y luego a una calecita que hizo que casi devolvieran la pizza de sus estómagos. Entonces, con pasos torcidos y agarrándose uno del otro por el mareo, los dos se fueron a la estación de tren antes de que se les hiciera más tarde y no llegarán a Yuei antes del toque de queda.
Kaminari sabía que podría pedirle misericordia a Aizawa si llegaba tarde, pero no quería abusar de eso y prefería usarlo cuando realmente fuera necesario.
El tren llegó a su hora puntual, subieron a uno de sus vagones y tuvieron la suerte de tener asientos libres. El rubio bostezo, en lo que se acomodaba con naturalidad en el hombro del más alto, pese a que pudiera sentir las abejas en su estómago molestando. El cansancio del día se empezaba a hacer presente, tanta adrenalina le dejaba fatigado y la semana no fue amable ya que estuvo cargada de muchas tareas y un duro entrenamiento, pero se sentía tan contento y satisfecho con el día que tuvo que le pareció idiota que hubiera creído que algo podría salir mal.
Hasta que la voz de Kirishima le recordó exactamente porqué razón podría salir mal.
—Me gustas, Kaminari.
Las palabras animaron salvajemente al enjambre de abejas, como si fuera una señal para picarlo por dentro, esperando que se hinchará y explotará. Pero como eso no pasaría, a no ser que se lo pidiera a Bakugou —y en todo caso, el cenizo se negaría a hacerlo— a el rubio solo le quedó separarse de su cómodo lugar y enfrentar los ojos rojos que le miraban, honestos y claros. Se alejó de ellos con el dolor de su corazón lacerante y sintió su brazo chocando con la barra de metal del asiento, una vez la distancia le dió algo de calma, pensó en sus palabras.
Las había repasado antes para el peor de los casos. Pero con honestidad, nunca pensó que realmente debería decirlas y ahora viendo el rostro del pelirrojo en espera de su respuesta, se sentía todavía más incapaz de hacerlo. Aún así, tenía que hacerlo de todas formas.q
—Yo...lo siento —murmuro, su cabeza bajo y sabía que debía pronunciar no me gustas para dejarle al de dientes puntiagudos claros sus sentimientos, pero las palabras cambiaron ya que su corazón no soportaría esa carga —No puedo Kirishima. Lo lamento.
El pelirrojo se quedó quieto, respiro profundo y no actuó por impulso como hizo ese día, en la prueba del rubio para el pase de clase. Está vez, mantuvo la cabeza en orden y vio el comportamiento del menor, parecía un animal asustado de él, como si pudiera causarle daño y esa no era la imagen que había dado el día que rechazo a Shikimura. Esa ocasión, su voz salió firme y le miro a los ojos, fue sincero y directo. Pensó que estaba la posibilidad de que porque se trataba de él, quien era su amigo, no quería lastimar sus sentimientos y se sentía mal por tener que rechazarlos, pero eso tampoco le parecía correcto.
Por lo tanto, tendría que descubrir lo que pasaba por la cabeza del rubio que lo hacía lucir de esa manera.
—Dijiste que no puedes —señalo ya que el uso de las palabras fue importante — ¿Eso qué significa? ¿Que no puedes pero sí quieres?
El de quirk eléctrico dió un respingo y el de dientes puntiagudos supo que acertó pero antes de que pudiera seguir hablando, el tren se detuvo en su parada y el rubio salió corriendo para bajar, él lo siguió de cerca y logró atraparlo por la muñeca derecha antes de que se fuera por las escaleras de la estación. Yuei quedaba a cinco cuadras y el pelirrojo no pensaba en arriesgarse a que el más bajo pudiera correrlas antes de que terminarán de hablar.
El sol estaba desapareciendo, haciendo que el cielo se tornará de un hermoso anaranjado y rosado, como el algodón que comieron ese día. El rubio estaba de espaldas a él pero no se soltaba de su agarre y el pelirrojo comprendió que, tal vez, no quería huir del todo de lo que sucedía entre ellos.
Pero sí que estaba muy asustado.
— ¿Qué es lo que te preocupa, Kaminari? —quiso saber, usando el tono de voz más calmado posible —Puedes decirme. No, quiero escuchar lo que tengas para decir.
Denki trago saliva, las abejas ya habían picado lo suficiente como para estar seguro que llegaría al baño de su casa a vomitar, las piernas le pedían correr pero una parte en su cabeza, una pequeña parte, le rogaba contarle a Eijirou lo que sentía.
Y lo haría, pero ser honesto dolía demasiado, así que se quedaría viendo las paredes de la estación, los trazos de grafito viejos y sintiendo la mano que atrapaba su muñeca. Eso le ayudaría a que las palabras fluyeran más fácilmente. A que no quemarán tanto al salir por su garganta.
—Me gustas también, Kirishima y mucho —bien, esa admisión fue sencilla y el apretón en su muñeca se sintió bien, pero lo siguiente no lo sería —Pero no tiene sentido esto. Tú y yo. No va a salir bien. Piénsalo, es sencillo, soy un hijo de villanos, soy el que traicionó a la USJ, aún si me convierto en un héroe, eso nunca desaparecerá de mí vida. Y te conozco, a ti te afectará, te dolerá más que a mí si me tratan injustamente, si me señalan o se burlan. No podría hacerte eso. Prefiero conservar nuestra amistad que tener una relación. Prefiero verte feliz con otra persona que sufriendo al lado mío y aguantando las críticas de los demás.
El de ojos dorados dejo escapar una gran bocanada de aire cuando terminó, se sentía como si hubiera estado nadando contra corriente y finalmente, las olas lo hubieran arrastrado hasta la orilla. Se sentía derrotado por ser descubierto pero también encontró cierto alivio en eso. Por lo tanto, se quedó de espaldas esperando la respuesta del pelirrojo o que le dejará ir al darse cuenta que él tenía la razón en sus argumentos, pero todo lo que hizo fue susurrar una pregunta.
— ¿Te preocupa que pueda ser infeliz estando contigo?
Más que preocuparme, me aterra.
Kaminari soño una vez como sería su vida si salía con Kirishima, se imagino las cenas, las risas y los besos, pero también a el pelirrojo leyendo los comentarios de odio hacia él en las redes sociales, peleando con alguien porque en el hospital se enteraban que era hijo de villanos y no querían atenderlo por eso —suponía que esa parte venía de haber pasado mucho tiempo en la Fundación y enterarse que a varios niños se les negó el servicio médico al ver en los registros quiénes eran sus progenitores— o manteniendo disputas con personas que lo acusaban de cosas que no hizo. En su sueño, él intentaba hacer al pelirrojo feliz ignorando lo demás y no resultaba, no lo lograba.
Prefería que nunca estuvieran juntos a que su sueño se hiciera realidad.
—Sí —respondió luego de unos segundos —Tengo miedo de eso, precisamente. Mereces una vida feliz, Kirishima. Mierda, quiero con locura que tengas una vida feliz.
El rubio sintió el agarre aflojarse y pensó que el de dientes puntiagudos le dejaría ir, que volverían a Yuei y darían el asunto por olvidado. Que habría incomodidad los primeros días, las primeras semanas, quizás incluso hasta que llegarán al tercer año. Pero después, el camino estaba abierto a posibilidades y el pelirrojo seguramente encontraría su felicidad en otra persona.
Nunca se espero que el más alto solo lo hubiera soltado para después tomar su rostro y besarlo con fuerza. Fue tan inesperado, que solo pudo abrazarlo y sentir su cuerpo ser presionado contra la pared detrás suyo. Sus instintos hablaron antes que la razón y su lengua experimentada guío al pelirrojo por su boca, hasta que necesitaron aire y tuvo a los ojos rojos del contrario viéndole fijamente, lucía algo molesto y el rubio no podía entender porqué. En parte, debido a lo descolocado que lo dejo el beso.
—Tú también mereces una vida feliz —murmuró contra sus labios —Me hace feliz que pienses en mí pero, cielos, ¿tanto te cuesta pensar en lo que tú quieres?
—Y-Yo...n-no... —tartamudeo el rubio bajando la cabeza y finalmente, explotando golpeando el pecho del pelirrojo que se mantuvo firme delante suyo, las emociones calladas tomando su lugar en su garganta y exponiéndolo — ¡¿Qué mierda quieres que haga?! ¡Toda mí vida la pasé escuchando que no valía nada al ser hijo de villanos o peor, que merecía morirme por eso! ¡Nunca hubo nadie a quien quisiera más que a mis hermanas hasta que Bakugou me ayudó y los conocí a ustedes, a ti justamente! ¡No sé cómo mierda ser egoísta, Kirishima Eijirou, no lo sé! ¡Simplemente no tengo idea de eso! ¡Y perdón pero sí creo que tú mereces una vida más feliz de la que yo podría darte, carajo! ¡Lo lamento por desear tu felicidad antes que la mía!
El más bajo pudo sentir la electricidad bailando a su alrededor y escuchó uno de los focos de luz de la estación reventarse, calmo su respiración y miro a unas señoras, que bajaban del tren y los miraban a ellos, con curiosidad y a la vez, algo miedo, un miedo dirigido a él y al descontrol de su quirk. Se pasó una mano por el rostro y se tranquilizó un poco, respiro profundo y alzó la cabeza otra vez. El pelirrojo le miraba sin saber qué decirle, con la boca abierta de una manera graciosa y las manos extendidas, para mostrarles quizás que no tenía la intención de volver a tocarlo y presionarlo. Dejo escapar el aire contenido y tocó su piercing, era un pequeño y nuevo tic nervioso al parecer.
—Ya vámonos —dijo sin sentir que tuviera que disculparte por el griterío que causó y se dió la vuelta en lo que bajaba por las escaleras de la estación, la garganta le ardió un poco y sintió, al parpadear, la humedad en sus ojos —No quiero que Shota-san nos regañe porque nos pasamos del toque de queda.
En silencio, el de ojos rojos le siguió y el rubio supo que lo que acaba de pasar, marco su relación profundamente. Pero una parte en su interior le dijo que no era hacia final, si no a un nuevo comienzo.
Sin embargo, estaba muy cansado como para pensar en eso.
Únicamente, quería llegar a casa, abrazar a Rui y Eri e irse a dormir. Quizás, a la mañana siguiente cuando halla terminado de llorar, hablaría con Yuna y le preguntaría porqué no podía hacer nada bien, sin importar cuánto se lo propusiera.
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