Capítulo 52
—Saito-kun, menos mal que te encuentro, quiero hablar contigo.
El joven policía lamenta el momento en que no paso más rápido por las escaleras, en el que no corrió hacía la seguridad del elevador y dejo atrás su vecina, la cual conversaba con otra mujer, una que vivía en el quinto piso de su edificio. No comprendía porqué se detuvo y dio marcha atrás hasta quedar delante su vecina, una señora mayor, regordeta y bajita, suponía que eran sus buenos modales y que ella le parecía simpática, un poco —demasiado— metiche pero buena.
Sí, tal vez, por eso dio dos pasos para atrás y le sonrió amablemente a su vecina. De la manera que cierta hermosa rubia llamaba sonrisa compradora, tan encantadora que debería ser ilegal.
Bien, no debería pensar en eso ahora o volvería a tener deseos de correr hacia el elevador, en vez de atender a la mujer.
— ¿Si, Hanamiko-san? ¿Puedo ayudarla con algo?
—Tan educado como siempre, eres un muchacho tan encantador —sonrió la mujer aunque después su gesto se volvió serio y molesto —Por eso me preocupa ese desagradable hábito que has adquirido.
— ¿Desagradable hábito? —repite sin comprender el azabache.
— ¡Los cigarrillos, Saito-kun! Uhg, todos los días que salgo al balcón a tomar mí café puedo sentirlo —frunció la nariz la mujer —Es horrible olor llegando hasta mí casa, ¿no sabes lo perjudicial que es para tu salud?
Sí, por supuesto, pero a Bubawagari-san le calma los nervios y lo ayuda con el insomnio. Y fuma uno al día, aparte de que prometió dejarlo cuando encontrará con Fuyumi-san un método más útil y saludable.
Saito había aprendido que resultaba difícil dejar un hábito. Mayormente, no se hacía. Si no, que el hábito se reemplazaba por otro que resultará menos dañino. En el caso de Bubawagari, reemplazo el hacerse daño físico y mental a sí mismo con fumar cigarrillos, decía que la nicotina le calmaba y le hacía sentirse menos ansioso. A él eso no le molestaba, sí le preocupaba un poco por su salud pero no lo veía tan mal. Y Toga únicamente menciono una vez que el olor era muy amargo, así que si el mayor quería fumar debía hacerlo con la ventana del balcón abierta, para que así no quedará ese aroma en la sala de su departamento.
Ahora habría que repensar eso. A Hanamiko se le podría hacer raro sentir ese olor en las mañanas en las que no estaba en su departamento. Tuvo suerte de que su vecina estuviera en su vejez y que, en ocasiones, olvidara que mayormente no estaba en su hogar hasta las cinco de la tarde o siete de la noche. Tambien que luego salía a hacer otras cosas o que personas entraban a su departamento.
Definitivamente, tenía suerte. De que su vecina fuera una mujer mayor, moderadamente tranquila y que se la pasará descansando en su habitación o visitando a sus amigas de otros pisos.
—El trabajo últimamente a sido estresante y uno de mis superiores me ofreció unos cigarrillos hace unas semanas, debo admitir que desde entonces tengo el hábito de fumar uno al día al despertarme. Lamento lo del olor, Hanamiko-san —mintió sin cambiar su expresión y ofreció una disculpa a la mujer —Ya veré como lo soluciono. Gracias por su preocupación.
Educación. Palabras amables. Sonrisas cordiales. Touya Todoroki una vez le dijo que lo acepto no solo por su inteligencia, si no también porque parecía un cordero. Un indefenso y amable cordero.
¿Quién imaginaria que un cordero ocultaba en su departamento a dos de los criminales más buscados en el país? Nadie.
¿Quién podría pensar que un cordero se volvió policía, únicamente, para robar información sobre personas desaparecidas y así encontrar a la chica a la cual le debía una disculpa? Nadie, con excepción de un hacker que encontró su modos operandi extraño y lo llevo a formar parte de un plan extraordinario.
¿A quién se le llegaría a pasar por la cabeza que un cordero tendría en su poder información valiosa? De la Fundación de Protección a Niños, de la agencia de héroes de Endvador, de la organización internacional de héroes a la que pertenecían Phoenix y Hawks, del gobierno. Oh, sí, a nadie.
El azabache escuchó una o dos palabras más de su vecina, antes de emprender la huida hacía el elevador y así llegar de una vez a su hogar. Cuando estuvo en el tercer piso y las puertas se abrieron, camino hasta la suya con una velocidad que le hicieron dolor los pies, leyendo de costumbre la plaquita que marcaba A 3. La B 3 pertenecía a Hanamiko.
Pese a que estaba presentable con su uniforme de policía, todavía se lo arreglo un poco, se peinó los rizos azabache rebeldes de la cabeza y se aseguró de no tener mal aliento, así una vez puso la llave dentro de la cerradura, lo hizo con tranquilidad.
Hasta que cuando la abrió sintió un peso encima suyo, unos brazos que se ponían sobre su cuello y unas piernas delgadas que lo apretaban. Un perfume dulce lleno sus fosas nasales y su espalda golpeó la puerta, ya cerrada, en lo que veía hacía unos ojos amarillos esplendidos.
Después de ser recibido así tantas veces debería sentirse acostumbrado, pero la verdad era que su corazón seguía en su pecho de milagro. Entre el susto que se llevaba y los nervios, no comprendía cómo hasta ahora no se había desmayado.
Himiko era la persona más adorable de todas. Con su locura y todo. No, su locura la hacía todavía más linda y que valiera la pena cada susto —tenía que recordarse, en numerosas ocasiones, no llevar la mano derecha hacia el mango de su pistola— que se llevaba con sus recibimientos tan eufóricos.
— ¡Bienvenido a casa, Takeo-kun! —lo saludo la rubia sonriente, dejando a la vista sus colmillos de vampiro, dados por su quirk y que él siempre encontraba encantadores, aún teniendo un conocimiento claro de qué podía hacer exactamente con ellos —La cena de hoy es pasta con salsa. Hice lo mejor que puede y te salve un buen plato. Twice se lo quería dar al gato que viene siempre. No el de manchas café, a ese no le he visto en un tiempo. Si no al que es todo gris.
—Oh, al viejo —asintió el azabache comprendiendo a qué gato se refería la rubia, por su edificio rondaban varios y a todos les gustaba tomar el sol en su balcón, desde la mañana hasta la tarde.
— ¡Sí, a ese! —confirmó la de ojos amarillos —Pero sabía que no habías comido nada de nada y como no puedes vivir del aire, te salve un plato con mí deliciosa salsa, ¡me quedo un poco agridulce! No sé cómo lo logré. Le tiré un montón de polvito de un frasquito y ya. Ah, hice que Twice lavará todo y...
—Himiko-chan, creo que deberías dejar que Takeo-kun entre al departamento antes de seguirle hablando.
Jin apareció desde el pasillo con el mencionado gato gris en brazos, el viejo felino parecía cómodo en su agarre y le había dejado todo su pelaje en la ropa negra, algo que al hombre no le importaba, tenía una sonrisa divertida en el rostro y una remera con la figura de una carita de payaso junto con un pantalón deportivo de un gris desgastado.
—Oh, creo que tienes razón Jin-kun —rió la rubia bajándose del azabache — ¡Pasa, pasa, Takeo-kun! Es tu casa, debes ponerte cómodo.
A Takeo no le pasó desapercibida la manera nerviosa en que la risa de la rubia fue más elevada se lo habitual o la manera en que sus orejas se pusieron rojas. Todavía le parecía curioso que le dieran vergüenza ciertas cosas como esa, que pasarán tiempo de más abrazados o más bien, que se quedarán como si nada en la entrada con la de ojos amarillos colgando de él. En vez de otras cosas como que abriera, sin querer —juraba que era sin querer siempre— la puerta del dormitorio cuando la rubia se cambiaba de ropa. En esas ocasiones, ella se burlaba de él, sin pizca de vergüenza alguna. En estas, se ponía tímida e inquieta.
Le daba curiosidad, a la vez que le parecía lindo y muy tierno.
El azabache se quitó los zapatos en la entrada en lo que escuchaba a la mayor y a la rubia hablando en la sala, les había pedido al inicio que cuando estuvieran en el departamento se mantuvieran en silencio —los vecinos creían que vivía solo y debía seguir manteniéndose de esa forma— pero una vez aisló sonoramente el lugar, ya no hubo problemas con eso. Las reglas que se mantuvieron en pie fueron que, debían entrar siempre con discreción a su edificio —algo en lo que ambos eran buenos— y no podían salir a comprar, debían mandarle a él un mensaje si necesitaban algo, por insignificante que fuera.
Para esa tarde en particular, Toga le había escrito por unas galletitas de chocolate y Bubawagari por un paquete de cigarrillos. Compro varios paquetes de galletitas surtidos para tener y una caja de cigarrillos, para que estuvieran abastecidos.
— ¡Es mucho, Takeo-kun! —exclamó asombrada la rubia cuando vio las galletitas especiadas sobre la mesa —Debió salirte una fortuna, ¡te pedí uno solo!
—Es para tener. Además, no tienes que preocuparte por el dinero Himiko-san, me pagan tres entidades. La policía, Touya-san por el trabajo que hago ahí con la información de contrabando y Rei-san por la información que le dio de su hijo —dijo tranquilo el azabache —Tengo bastante dinero. Y aparte, como este departamento fue un regalo de mis padres, no pago el alquiler.
—Me sentí mal por no poder pagarle los cigarrillos, ahora me siento mal por saber que no tendré ni la mitad del dinero que tiene este niño ni en diez años —se lamento el mayor.
— ¡N-No lo estaba presumiendo! —tartamudeo avergonzado el azabache de que halla parecido de esa forma —S-Solo quería ser sincero. No me importa comprar cosas para ustedes. Eso quería decir. Que incluso me gusta, oh, b-bueno, me hace sentir útil. Ah, no sé si me estoy dando a entender o no, ¿me entendieron?
Los miembros de la Liga de Villanos intentaron mantener expresiones serias pero terminaron cediendo ante la risa debido al notorio nerviosismo del joven policía, el cual les miraba apenado y se movía de un lado al otro debido a su vergüenza. Apenas noto que los otros dos solo le estaban molestando, hizo un puchero y se puso a ordenar las cosas, mientras la rubia se reía en lo que le calentaba su plato con pasta en el microondas y el mayor iba al sillón de la sala con el gato dormido a ver la televisión.
—No te enojes mucho, Takeo-kun, solo estábamos jugando —le dejo el plato sobre la mesa y se sentó a un lado del azabache, que seguía haciendo pucheros en lo que comía — ¿Qué tal está? ¿Te gusta? ¿O es muy dulce? ¿Pica? Jin-kun menciono que picaba pero que seguía dulce. A mí me gustó.
El azabache masticó y saboreó bien la pasta antes de contestar. La sentía dulce, aunque al tragarla le quedaba cierto ardor en los labios. No era molesto ni insoportable y le gustó bastante, incluso hizo un ruido de satisfacción al terminar, lo que hizo que la de ojos amarillos sonriera y balanceara los pies en la silla, a la expectativa de su veredicto.
—Me gusta —confirmó, llevándose otro buen puñado de fideos en su tenedor — ¿Cómo la has hecho, Himiko-san? ¿Viste algún vídeo?
— ¡Sí, pero no tenía algunas de las cosas que ponía, así que casi la inventé! —respondió entusiasmada —La anoté junto con las otras recetas. Por si la repito, ¿te ha gustado mucho? ¿no lo dices solo para hacerme sentir bien, cierto?
—Me ha gustado, en serio —contesto con sinceridad el de ojos ónix —Eres realmente muy buena cocinera.
Toga había experimentado ya un par de veces en su cocina, decía sentirse mal al estar en su departamento sin tener nada que hacer ni como pagar la estancia, aunque el azabache dijera que no tenía que preocuparse por esas cosas y que era más que nada por un tema de seguridad tanto de ella como de Bubawagari el que se estuvieran quedando con él, para tenerlos a salvo. Aún así, la rubia insistió en al menos cocinarle y el mayor hacía de su parte con la limpieza. Las primeras recetas que hizo fueron sencillas, arroz frito con carne, verduras al vapor, pizza y fideos con salsa comprada en el supermercado. Después, viendo algunos videos, fue subiendo el nivel e incluso intento hacer postres. Saito le aseguro que podía usar cualquier cosa que hallará en su cocina o pedirle que la comprara, también que no debía sentirse obligado a esperarlo todos los días con la cena ni nada por el estilo. Él estaba bien con lo que ella quisiera hacer.
Quería que la rubia siempre pudiera hacer las cosas que realmente deseara hacer.
—Gracias —sonrió feliz la femenina, dejando a la vista los pequeños colmillos blancos y luego, se acostó entre sus brazos extendidos en la mesa, sosteniéndole la mirada —Takeo-kun, ¿cuando me vas a pedir matrimonio? Porque ya vi a Dabi-kun buscando anillos para su pajarito.
A Takeo se le atragantó uno de los fideos en la garganta y estaba seguro que, en lo que volvía a respirar con normalidad, escucho un chillido del viejo gato desde la sala. Posiblemente, Jin hubiera escuchado lo mismo que él y su reacción natural fue la de apretar al pobre gato contra sus músculos, una acción que debió haber odiado la criatura.
Volviendo a lo primordial, Himiko le pasó un vaso con agua, le dio palmadas en la espalda y le miró preocupada, eso le dio un tiempo para recuperarse y retomar su inesperada charla.
—P-Primero tenemos que ser novios, Himiko-san, hum, creo —tartamudeo nervioso el azabache —Es decir, llevamos una relación que no es de amistad desde hace tiempo, yo te dije que me gustabas desde el inicio y me gustas incluso más que antes al conocer como realmente eres. Pero tú no...has dicho que te guste ni una sola vez. O-Osea, comprendo que me quieres, solo que como nunca lo has dicho con palabras lo del matrimonio es un poco...no sé si extremo o buscas algo más concreto con nuestra relación.
Al de ojos ónix nunca se le pasó por alto la personalidad de la rubia, era excéntrica y a la vez, simple, linda pero también muy peligrosa. Amorosa y afectuosa. Pero en acciones, no palabras. Por eso, nunca la presionó en ese aspecto porque pusieran una etiqueta a la relación que mantenían ambos. Si ella lo consideraba un novio o no, no podía decir que no le importaba pero sí que les faltaba tiempo para formar una relación más madura. Que ella también necesitaba tiempo para enfocarse en su tratamiento psicológico y los trabajos que debía hacer junto con Touya. Mientras pudieran apoyarse y quererse mutuamente, lo demás le parecía secundario.
Sin embargo, viendo los ojos amarillos de la femenina abriéndose un poco más de lo habitual y la manera en que su mandíbula caía al piso, supuso que algo se le estaba pasando por alto o que la malinterpretó en algún punto.
— ¿No...te lo he dicho? ¿Ni una vez? ¿Ni una solita? ¿En serio? —repitió atónita la rubia — ¿Nunca hasta la fecha?
—Ni una vez —confirmó el azabache —No que hiciera falta, Himiko-san. Pero me parece un punto importante a conversar para comprender como llegamos a lo del matrimonio.
Toga abrió y cerro la boca, sus pies volvieron a balancearse, ahora con un ritmo intranquilo en vez del perezoso y relajado de antes. Sus orejas, a diferencia de su rostro pálido, se pusieron rosadas y jugo con uno de los mechones rubios de su cabello. Cuando no se hacía su habitual peinado —uno el cual le gustaba bastante porque lo consideraba lindo— el cabello le pasaba un poquito los hombros y se lo enredaba en los dedos al estar aburrida o inquieta, como era el caso. El azabache le dio tiempo para acomodar sus ideas, hasta que vio cierto brillo reflejado en sus ojos amarillos y una de sus manos fue hasta la suya, tocándola suavemente, para después subir por su brazo hacia el cuello para tocar, finalmente, tentativamente su cicatriz en esa zona. Se le erizo la piel y se mantuvo lo más quieto posible, en lo que la rubia hablaba nuevamente.
—Supongo que olvide eso ya que el primer me gustas que te dije salió terriblemente mal. Tengo...algo de miedo de volver a arruinar las cosas —murmuro con honestidad —De ser mala para ti. De volver a hacerte daño, Takeo-kun.
—No lo harás —aseguró, tocando la mano que estaba en su cuello y dejando que sintiera su pulso elevado —Ten confianza en ti misma, Himiko-san. Estaré bien a tu lado.
La rubia asintió, sus orejas de un color rojo intenso y sus dedos delgados jugando en la piel del azabache, el cual se sentía como los gatos que visitaban su departamento solamente para disfrutar de aquellos mimos por parte de la femenina. Cerro los ojos por un segundo, dejándose llevar por aquella relajante sensación y los volvió a abrir cuando sintió algo suave contra sus labios.
Himiko le estaba besando y él no dudo en devolver el beso, en tomar sus manos y aceptar que ella le mordiera los labios con los colmillos, sabiendo bien que mañana en la comisaría le verían raro por aquellas marcas. Pudo sentir el sabor metálico de su propia sangre en su boca pero a Takeo no le importaba.
Querer a Himiko Toga significaba aceptarla como era. Con su locura, su lindura y su fascinación por la sangre. Y él lo hacía, la quería con todo eso y más.
Y ella lo quería a él, pese a que llegaba a ser un maniático con el trabajo, una persona demasiado analítica y calculadora, que aunque parecía un buen sujeto —y en parte lo era— siempre buscaba primero su beneficio antes que el de los demás —amenazó al mismo Touya Todoroki con exponerlo a la Liga de Villanos si no lo dejaba proteger a la rubia participando también en la misión contra All for One, aún si su colaboración era mínima— y tenía un carácter algo difícil de entender en ocasiones, debido a que era bastante introvertido y de pocas palabras.
Ella lo quería con eso y más también.
Pero todavía era muy pronto para el matrimonio. Quizás, a la rubia le preocupaba que después de la misión ya no vivirían juntos y quería una estabilidad para sentirse segura de lo que les esperaba en el futuro, por eso, propuso lo del matrimonio. El azabache se lo preguntaría concretamente más tarde.
Si es que Bubawagari no le daba primero una charla sobre cuántos clones usaría para molerlo a golpes si se le llegaba a ocurrir dejar a la de ojos amarillos plantada en el altar.
— ¡Ah, mierda, ah! ¡T-Touya, suave! ¡Se suave!
Keigo gemía y lloraba sobre una almohada con un fuerte olor a rosas, en lo que agarraba con sus manos unas sábanas de un color rojo bordo y volvía a gritar por piedad, algo que sabía calentaba más a Touya, que no paraba de penetrarlo fuertemente en su punto más excitante.
Debía admitir que gritaba para que le diera más fuerte y sí, reconocía que eso era masoquista, pero le daba igual, se sentía increíble.
—Me aprietas muy duro, Kei —susurro con la voz ronca el de ojos azules, poniendo sus manos en la cadera del rubio que sollozo cuando lo hizo inclinarse hacia más abajo —No parece que te duela demasiado, mentiroso. Lo estás disfrutando, ¿no es así?
El rubio se mordió los labios, tiro de las sábanas hasta que estuvo seguro de que las saco del colchón y escucho una carcajada profunda viniendo detrás suyo, en lo que pobre glúteo izquierdo sufría una nalgada como castigo por no contestarle a su novio.
Oh, hermosa palabra, novio. Su novio. Su primer amor. El hombre con quién perdió la virginidad a los veintidós años —apenas salió del hospital por el incidente del Nomu— y que desde entonces, no paraban de tener sexo.
En defensa de ambos, pasaron tanto tiempo amándose en silencio, que ahora solo querían demostrarlo agresivamente con sus cuerpos para que al otro le quedará bien en claro que no podían, no sabían, ni querían, vivir separados.
— ¡Ah, Touya! ¡Y-Ya casi! —tartamudeo, sintiendo un familiar cosquilleo en su pene y que combinado a la mano del mayor, no ayudo a retrasar su eyaculación — ¡Mierda, Touya! ¡Ah!
—Eres tan hermoso —le mordió la base del cuello al más bajo, teniendo cuidado de sus alas rojas que pese a encontrarse en su forma reducida, le sería incómodo a su novio si se apoyaba en ellas —Y mío. Únicamente mío. Kei.
A el rubio se le escapó un último jadeó sonoro en lo que eyaculaba en las sábanas. Luego de unas embestidas más, el más alto acabó también dentro del condón que traía puesto, se salió de dentro suyo, se lo quitó y volvió a acostarse a su lado. Tenía una mueca de profunda satisfacción y parte del pelo azabache del tono blanco original, ya que no llego a quitarse el tinte correctamente en la ducha —usarlo por mucho tiempo de esa forma le dañaba el cuero cabelludo— debido a que ambos tuvieron mucha prisa por quitarse la ropa. Paso una mano por su cabeza y la dejo unos segundos ahí, con cariño. Él suspiro a gusto y puso la mano derecha sobre su pecho, haciendo círculos perezosos en la parte donde estaba su corazón.
Estuvieron así unos minutos, tranquilos y satisfechos. Hasta que el de alas rojas no soporto el sudor en su cuerpo y se sentó en la cama, le dolía mucho el trasero y tenía demasiado sueño, busco en el piso donde estaba su ropa —esparcida junto con la de su pareja— el celular para saber qué hora era y frunció ligeramente el ceño.
—Son casi las seis, ¿crees que puedo tomar una siesta y ducharme? —pregunto hacía el de ojos claros, que estaba con los brazos detrás de la cabeza y se había cubierto con una sábana de la cintura para abajo, se enfocó en mirarlo a los ojos y no seguir la línea de vellos albinos que iban hacia abajo o buscaría una segunda roda para la cual sabía no tenia tiempo —Compress se quedó solo vigilando a Shigaraki.
—Deja que me duche yo primero y quédate a descansar un poco, igual ya pague la habitación por todo un día —contesto bostezando el mayor —El viejo tiene custodiada la zona para el peor de los casos. Pero debido a el jodido monstruo que es Gigantomachi será mejor si estoy ahí en caso de que se aburra con Shigaraki.
Keigo asintió con seriedad y Touya salió de la cama, en dirección a la ducha de esa habitación de motel que habían comprado para estar juntos solo una hora y media. En lo que se quedaba viendo las paredes de un blanco desgastado y escuchando una ligera música de ambiente a la cual recién ahora prestaba atención, se puso a pensar en lo que debía pasar en un bosque cercano a Tokio.
Donde dos monstruos peleaban.
Todo empezó cuando Shigaraki menciono que necesitaban dinero para su revolución y que un doctor podría dárselos, pero que era difícil de encontrar. Hasta que, inesperadamente, el propio doctor los convocó con un quirk a su laboratorio subterráneo.
Por la descripción de Touya, el doctor concordaba con los testimonios de Shirakumo Oboro. Era el doctor Garaki, el creador de los Nomus y mano derecha de All for One.
Las razones por las cuales todavía no lo habían apresado por sus múltiples crimenes —el albino estaba elaborando una lista muy larga de ellos para que lo metieran en el pozo más profundo y oscuro que se pudiera encontrar— eran porque el doctor podía controlar a Gigantomachi, usando una caja de voz de All for One que tranquilizaba a semejante y poderoso monstruo. Otra se debía a que su laboratorio guardaba grandes peligros para la sociedad y si llegaba a soltar a algún Nomu en una redada, estarían en problemas serios.
Gigantomachi era un peligro en sí y que, de momento, estuviera únicamente enfocado en pelear con Shigaraki —lo cual a su vez, era muy peligroso, porque el de alas rojas había notado un incremento en la velocidad del villano en los últimos días y a su tiempo de reacción ante los ataques del monstruo— suponía una enorme ventaja para ellos. Les daba tiempo de pensar estrategias, en preparar el terreno y que el fuego de Touya, no fuera la única barrera de protección.
El rubio cerró los ojos, no quería pensar en esa última parte, el fuego azul traía consecuencias espantosas. Se enfocó en escuchar el sonido de la ducha en vez de la música, se relajo parcialmente con eso y el dolor en su cuerpo fue reemplazado por la fatiga. Estaba por quedarse dormido cuando sintió el colchón hundiéndose bajo el peso de alguien y sintió algo frío tocando su cuello.
Al abrir los ojos, noto una cadena de la cual colgaba un brillante anillo de oro.
Era la primera vez en su vida que no encontraba nada qué decir.
—No sé qué tipo de propuestas esperabas recibir de mí, juro que intente inventar alguna ridiculez cursi que pudiera gustarte pero ese no es mí estilo —expreso el mayor que pese a su expresión tranquila, por dentro sentía que podía vomitar en cualquier segundo —Así que, seré directo e iré al punto, porque ya no puedo esperar más. Ya no puedo ser inmaduro y esperar al tiempo perfecto para hacer esto. Porque creo que el tiempo perfecto es cuando estamos juntos y con la situación de mierda que se avecina, eso puede que no llegue a pasar.
A Keigo se le hizo un nudo en la garganta pero no negó aquellas palabras. La primera vez que vio a Gigantomachi en el bosque, la primera vez que escucho del laboratorio por parte del albino y Himiko, la última vez que vio a Tomura y noto de lo que era capaz, supo que lo que se venía no sería sencillo. Que si lo del Nomu contra Endvador, lo de Re-Destro en la Fundación, fue caótico e infernal, lo que le esperaba a Japón podría compararse con un tipo de guerra civil nunca antes vista.
Y en tiempos de guerra pensar en la felicidad y en el futuro era difícil, por eso se disfrutaba del presente inocente.
Por eso, hoy, él y Touya eligieron en primer lugar ir a un motel en vez de hacer vigilancia en el bosque.
Porque sabían que debían disfrutar de su amor mientras lo tuvieran al alcance de sus manos.
—No quería sonar tan pesimista —se disculpo el de ojos claros, pasando una mano por el rostro del rubio —Haré lo mejor para sobrevivir a todo esto y espero que tú también lo hagas. Pero Keigo, en caso que no sea así, al menos si voy a morir o tú lo vas a hacer...quiero poder decir que pude ser tu esposo.
—Es la propuesta más triste de todas, Touya Todoroki —soltó una ligera risa el de alas rojas, la cual tuvo que esforzarse porque no terminara en llanto —Y la acepto con todo gusto.
Touya sonrió, de esa manera que casi nunca lo hacía, gentil y suave, con los ojos celestes brillando de lágrimas de emoción. Le puso el collar con el anillo y a cambio, el rubio envolvió en su dedo anular izquierdo una pluma roja, prometiendo que la próxima vez que se vieran le daría un anillo también. Estaban tan felices y metidos en su momento, que tardaron unos segundos en percibir una ligera vibración en la cama.
Por un segundo, pensaron que no era nada importante ya que se detuvo como si nada. Hasta que después el celular de Touya sonó con una notificación, una que pertenecía a un grupo que estudiaba sismos y terremotos en el continente asiático, asociados a la organización internacional de héroes y que reportaban constantemente de esas catástrofes.
La notificación decía que había ocurrido un terremoto muy grande en un territorio cercano a dónde estaba pero que era anormal e inusual, por lo que debía tratarse de un quirk y el grupo lo previno de hacer una investigación en solitario, le pudieron a Phoenix que les diera una retroalimentación de lo sucedido en el lugar cuando tuviera tiempo.
El mayor revisó las coordenadas y entonces, se puso pálido. El rubio a su lado también lo hizo, cuando le quitó el celular y leyó también las coordenadas.
El territorio que había sufrido el terremoto pertenecía a Yuei.
Y sus celulares volvieron a sonar.
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