Capítulo 49

—Preparen una habitación para ellos y restrinjan el acceso —ordenó Aizawa a uno de los guardias señalando a los adolescentes abrazados —Llamaré a tus padres Bakugou. Para que estén al tanto de lo que ha sucedido.

—Mí viejo...—susurro el cenizo, apretando los ojos debido a que sintió una puntada en la cabeza —Va a gritarle por esto, ¿lo sabe, no?

—Sí, estoy preparado para ello —asintió el azabache, el cual ya imaginaba la expresión que tendría el castaño de ojos oscuros al enterarse de las condiciones de su hijo, pero no se sentía tan arrepentido como debería estarlo —Bakugou, nada podrá expresar lo agradecido que estoy contigo.

—Ni yo —sollozo Yamada, el cual agarraba a un nervioso Shirakumo por los hombros y no lo soltaba por nada —Thanks, muchísimas gracias, boy.

Bakugou suspiro cansado, no esperaba ver las expresiones de los mayores tan conmovidas y llorosas, tan vulnerable que apenas pudieran contenerse delante de él y Todoroki. En la serie animada, ellos estaban enojados y desesperanzados respeto a su amigo, solo lograron sobrepasar tal dolor haciendo frente a la Liga de Villanos. Usaron ese dolor, rencor y remordimientos para pelear con fuerza. Ahora ya no tendrían que hacerlo gracias a él y eso le hacía sentirse feliz, se sentía satisfecho consigo mismo, sin importar que el costo halla sido recordar una maldita sesión de quimioterapia.

Las agujas invisibles en su piel hicieron que una pizca de arrepentimiento pasará por su mente y ahogó un grito de dolor cuando el bicolor lo alzó en brazos. Lo hizo de manera cuidadosa pero todo movimiento le dolía y estaba convencido de que por ahora, sería así pasará lo que pasará. Levanto la cabeza para mirar hacía los ojos azul y gris que le observaban preocupados y cerro los ojos, intentando alejar el dolor en esa sensación fría y cálida que tenía el cuerpo que lo sostenía. Pudo escuchar vagamente que el azabache le decía algo más al de quirk dual pero no alcanzó a entenderlo y cuando empezó a moverse, siendo guiado por los guardias, se enfocó más en reprimir las sensaciones de su cuerpo y los deseos de vomitar.

Por los movimientos pudo deducir que el bicolor lo llevo por varios pasillos hasta un ascensor, que subieron aproximadamente tres pisos antes que las puertas se abrieran y que luego atravesaron un pasillo más. Escucho un click junto con lo que parecía la voz de uno de los guardias, grave y ronca, la cual decía que había un teléfono en la habitación que llamaba a la recepción y que podían oprimir el botón número cinco si se trataba de una emergencia. Después, el más alto atravesó la puerta junto con él y finalmente, abrió los ojos de nuevo.

La habitación era pequeña, con paredes de un suave tono azul, sin ventanas ni muebles aparte de una cama y una mesita donde reposaba un teléfono inalámbrico. Parecía pensada para un descanso corto y no una estancia prolongada. Pero se sentía lo bastante acogedora como para que se sintiera a gusto.

—Te dejaré en la cama muy despacio, Katsuki —avisó el de quirk dual — ¿Estás listo?

El de ojos rojos contuvo la respiración, puede sentir hormigas recorriendo su cuerpo, hormigas que mordían su cuerpo y dejaban veneno en su sangre, mucho peor que las agujas invisibles y le hicieron lagrimear los ojos. Lo bueno era que el dolor de cabeza empezaba a bajar de intensidad y ya no sentía tantas ganas de vomitar. Aún así, la sola idea de tocar la cama, por muy suave que pareciera a simple vista, le hizo estremecer.

El bicolor se sintió impotente al ver el estado del más bajo, lo mucho que le preocupaba incluso tocar la cama, quería acariciarlo pero sabía que eso solo le causaría más dolor ya que estaba hipersensible a cada toque. Lo había notado durante todo el trayecto hasta la habitación. El cenizo sentía dolor con cada cosa, por mínima que fuera, pero hacia el esfuerzo de parecer lo bastante bien como para soportarlo.

Quería demostrarle que con él no necesitaba hacerlo.

—Puedo quedarme aquí de pie el tiempo que necesites —dijo con firmeza —Cuanto te sientas listo, solo debes decírmelo.

—...No creo que puedas estar así mucho tiempo, mitad-mitad —murmuro inseguro el de ojos rojos —Parado y sosteniendo mí jodido peso.

—Puedo —afirmó el más alto —No pesas mucho y me sirve como entrenamiento.

— ¿Cómo te va a servir si acabas de decir que no peso nada? —se le escapó una ligera risa —Tonto.

Katsuki se sintió un poco mejor luego de esa conversación, parecía que el bicolor tenía un verdadero don para mejorar su estado de ánimo en todo tipo de situaciones. Le seguía doliendo cada fibra de su ser pero teniéndolo a él a su lado ya no se le hacía tan terrible la idea de recostarse y capaz, tratar de dormir un poco. Así que, asintió con la cabeza, preparado para irse a acostar y el bicolor lo llevo con cuidado hasta la cama, la cual golpeó sus rodillas. Era bastante alta aunque pequeña, de media plaza, dos personas adultas apenas entrarían.

Pero ellos eran adolescentes, por lo tanto, estarían bien.

El cenizo apretó las sábanas con sus manos cuando su cuerpo cayó en la cama, fueron unos segundos de dolor pero después solo sintió el agradable aroma del perfume de lavanda en las sábanas de color azul y la suavidad de las almohadas. No tardó en sentirse cómodo, aunque por precaución no se movió demasiado para recostarse. Se quedó como estaba, de lado a la cama, con las rodillas una sobre la otra y las manos a un lado de su cara, acomodando la cabeza sobre la almohada.

Shoto se había arrodillado en el piso, con los brazos sobre el colchón y la barbilla apoyada sobre lo mismos, tendría que estirar todo el brazo para alcanzar a tocarlo y eso le hizo fruncir el ceño con frustración.

Deseaba que estuviera más cerca suyo. Quería seguir sintiendo el calor y el frío cerca, incluso rozando su piel, si no le doliera tanto.

— ¿No vas a acostarte también, mitad-mitad? —interrogó —Sé bien que no has estado descansando últimamente.

—Me da miedo tocarte sin querer y lastimarte —explicó el de quirk dual.

—Pues, no me toques —rodó los ojos el más bajo, como si fuera obvia aquella respuesta pese a que no le gustaba —Ven. Acuéstate, Shoto.

A el más bajo le encantaba la manera en que el rostro del bicolor se sonrojaba levemente cuando decía su nombre de manera lenta y con un sentimiento que rebosaba afecto. También comenzaba a aprender que era una táctica ganadora para conseguir lo que quería, porque el de quirk dual se acostó a su lado, manteniendo unos escasos centímetros de separación entre ellos, apoyando su cabeza en la otra almohada que quedaba y mirándolo fijamente.

— ¿Te bajo la fiebre? —pregunto despacio, como si estuvieran por quedarse dormidos y en el mundo exterior no fuera de tarde, con pleno sol y actividades por hacer.

—No lo sé. Tal vez —respondió vagamente ya que no sentía el mareo propio de la fiebre pero estaba en duda de si su temperatura habia bajado o si solo era debido a estar sometido al quirk frío del más alto —Quiero dormir.

—Duerme, yo me quedaré despierto —aseguró el más alto y el cenizo negó con la cabeza — ¿Qué?

—Que...quiero dormir contigo —puntualizó el de quirk explosivo, sintiendo la manera en que era otra cosa y no la fiebre la que ponía sus mejillas rojas —No que me veas dormir. Eso es jodidamente escalofriante, Shoto.

Ahora fue al más alto a quién se le escapó una risa, bastante bajita pero que dejó por un segundo a la vista sus dientes blancos y eso hizo sonreír al cenizo.

—De acuerdo, entonces, dormiré contigo —accedió el de ojos desiguales, el cual sentía que no fue nada difícil para el otro convencerlo — ¿Quieres que ponga una alarma?

Bakugou asintió y pidió que la pusiera para dentro de dos horas, era de mediodía así que deberían despertarse a eso de las tres de la tarde o dos con cuarenta y cinco. Posiblemente, Aizawa o Yamada mandarían a alguien a verlos antes o los padres del cenizo llegarían a esa misma habitación en menos de una hora, cuando los vieran dormidos y comprobarán que estaban bien —en especial, el de ojos rojos— dejarían que siguieran descansando hasta que la alarma sonará.

Todoroki dejo su celular con la alarma puesta en medio de la cama, entre el más bajo y él, después se paró un segundo para apagar las luces de la habitación y cuando todo quedó a oscuras, volvió a acostarse, el colchón hizo ruido bajo su peso y pudo sentir una mano, unos dedos, intentando tocarlo. Sonrió con ternura y los rozó con cuidado, después, pudo oír como el de ojos rojos se iba dejando llevar por el sueño, el cansancio y esperaba que el dolor no le arruinara el descanso.

Por un momento, pensó seriamente en velar por su sueño, en asegurarse que su fiebre no subiera o estar atento en caso de que volviera a sangrarle la nariz. Pero comenzó a sentir una paz abrumadora al lado del cenizo dormido, una sensación tan tranquilizadora que lo llevo a cerrar los ojos también y a quedarse dormido, aferrado a esa mano que sostenía cerca de su corazón.

— ¡Rui!

Eri no gritaba. Nunca. Sin importar si estaba asustada o quería pedir ayuda. Rui comprendió que ella nunca elevaba su voz, era siempre un susurro dulce y débil. Por eso, cuando ella grito, supo que debía mantener la calma.

Porque ella era la mayor de las dos. Por una vez, tenía a alguien a quien podía proteger. Alguien que podía confiar en ella y viceversa, debía mostrarle su mejor lado, el más fuerte y maduro posible.

No quería decepcionar a Eri al ponerse a llorar, así que, bajo del banquito con cuidado, manteniendo una expresión tranquila en su rostro en lo que los ojos rojos de la albina examinaron con preocupación su mano derecha y la empujó suavemente hacía otro lado, en lo que apagaba la hornalla de la cocina con la sartén llena de caramelo caliente e iba hasta la pileta a lavarse.

—No es grave —intentó sonreír pero de sus labios salio una mueca rara y sentía la picazón de las lágrimas en sus ojos dorados, pestañeo rápido para espantarlas —A Den-nichan le pasó muchas veces. Las primeras veces que intento cocinar, siempre se quemaba.

Y su hermano mayor siempre le había sonreído y dicho no es nada, haciendo parecer que el acto de la cocina era sencillo y las heridas irrelevantes. Ahora podía comprender perfectamente que no era "nada". Que la piel ardía, picaba y dolía muchísimo en la zona que tocó el caramelo caliente —en su caso, porque su hermano también se llevó cortes con el cuchillo, quemaduras por aceité y otras heridas en su prematuro paso por la cocina— aún bajo el agua fría, el ardor no desaparecía fácilmente y recién luego de un minuto, llegaba a ser soportable.

Rui se odio por un segundo. Se odio por ser tan ingenua e inocente todo este tiempo, en tantas cosas y que está solo fuera una de las tantas más que iba descubriendo en una lista muy larga. Por creer siempre en la sonrisa de Denki, que siendo todavía más joven que ella, podía soportar las heridas de la cocina con una sonrisa impecable y hacer de cuenta que no era nada, en lo que las lavaba y le seguía haciendo la cena para ella, en lo que dejaba un plato separado para Yuna.

Pero no era momento para eso. Podía pensarlo más tarde, se seguiría molestando y atormentando con ello después. Una vez se "trato" como pudo la quemadura, se giro a ver a Eri, la cual seguía preocupada y agarraba los bordes de un vestido rosado con sus puños, mientras fruncía el ceño.

—L-Lo siento —tartamudeo la menor —No debí decir que quería comer unas manzanas acarameladas.

—No es culpa tuya, Eri. Pensé que sería más sencillo —puso la mano sana sobre la cabeza de la albina, la cual era mucho más alta que ella, así que tuvo que hacerlo de puntas de pie y le acaricio el suavecito y rizado cabello —Que con el vídeo de Youtube sería suficiente para hacerlas. Me sobreestime.

La albina negó con la cabeza y la pequeña rubia suspiro, volvió a subirse al taburete que puso en el piso para poder usar la cocina cómodamente y agarró una de las manzanas rojas que dejó ahí. Después, tomo un cuchillo y empezó a cortarlas con forma de conejito, las puso en un platito y se bajó para llevarlo hasta una mesa. La menor la siguió, todavía con un semblante culpable y ansioso. Dejo el plato sobre la mesa, se sentó en una de las silla y la albina hizo lo mismo, quedando delante de ella.

—La próxima le pediré ayuda a Den-nichan —dijo, intentando formar una conversación pero la de ojos rojos solo volvió a fruncir el entrecejo en señal de culpa y la hizo balancear los pies en la silla, debido a la ansiedad, la llamo en voz alta —Eri.

— ¿Si...? —titubeo la menor, con la cabeza gacha y las manos todavía aferradas a su vestido.

— ¿Sabes lo que es que alguien te haga un "detalle"? —interrogó y la albina negó con la cabeza, la curiosidad reemplazó a la culpa y eso alentó a la de ojos dorados a continuar, quizás así la menor podría comprender que lo que sucedió no era su culpa, si no la suya debido a su inexperiencia —Es cuando alguien te da algo, no tiene que ser material ni concreto. Es un detalle. Una atención gentil, una acción que te haga feliz. Una muestra de cariño. Yo quería hacerte las manzanas acarameladas para que estuvieras feliz y porque te quiero mucho, ¿lo entiendes?

A Eri se le subieron los colores a la cara, lo que Rui encontró muy lindo y adorable. Luego, vagamente, asintió con la cabeza en compresión.

—Que hubiera salido mal no es culpa tuya, si no mía por pensar que sería fácil —continuo la de ojos dorados, agarrando un trozo de manzana y mordiendo el borde —Así que no debes sentirte mal por eso. Por favor, come. No es tan dulce pero tampoco está mal, ¿cierto?

—...No, me gusta —agarró un pedazito de la manzana y sonrió al ver la forma del conejito —Gracias, Rui.

—De nada.

Hubo un breve y pequeño silencio en lo que comían los trozos de manzana. A Rui se le vino a la cabeza la voz de Hizashi cantando, los bostezos de Shota y la enérgica voz de Denki, junto con la mirada amable de Yuna. Ellos llenaban su silencio y el de Eri, ninguna era de hablar demasiado, les gustaban sus breves y cortas conversaciones. Los demás se llevaban el silencio con su presencia. Adoraba eso. Y en este momento, lo extrañaba terriblemente.

No le molestaba estar en la Fundación de Protección a Niños. No le molestaba, aunque sí le incomodaba y ponía ansiosa, el hablar con algunos periodistas —junto con su hermana mayor— sobre lo que pasó con All for One. No le molestaba pasar el día sola con Eri, llendo de lugar en lugar sin que nadie las vigilará y pudiendo usar las instalaciones a su gusto, como la cocina de la planta baja donde estaban ahora.

No, no le molestaba para nada. Pero extrañaba tanto a los demás. Los mayores venían muy tarde en la noche a verlas, con aspectos cansados y tristes que le hacían doler el corazón. Su hermana mayor se la pasaba hablando con distintas personas o ayudando en la clínica de la Fundación, apenas dormía en la habitación que les dieron y últimamente, tenía pesadillas. Lo sabía bien, porque se movía en la cama de forma frenética y pese a que no pudiera gritar, a la mañana siguiente solo tenía que ver sus ojos dorados para saber si había estado llorando o no. También, cuando la abrazaba ella, podía sentirla temblando y comprender lo que pasaba por su cabeza.

Yuna debía soñar con All for One. Y Rui, a su vez, soñaba con su hermana durmiendo encerrada para siempre en aquella habitación oscura y sin que ella pudiera abrir la puerta para salvarla. Sin que nadie viniera por ambas.

Sumado a eso, que Denki le hubiera dicho que Katsuki Bakugou —a quien ella consideraba su salvador y una persona a la cual le tenía un enorme cariño— estuvo en el hospital en un estado crítico no la ayudo en nada. Su hermano se lo dijo porque ella le rogó saber a qué se debía su aspecto tan delgado en el último mes y él confesó al ver que si no lo hacía, ella rompería a llorar, algo que nunca haría a no ser que la situación fuera crítica. Por suerte, también le contó cuando se puso bien, lo que le quitó algo de angustia.

Rui seguía preocupada y anhelante pero como estaba con Eri, deseaba ser fuerte. Por eso, en primer lugar, decidió que debía hacer algo diferente a lo de siempre que era básicamente pasar tiempo en una sala dibujando, leyendo o jugando con unas cartas hasta que Yuna las fuera a buscar. La albina tampoco la pasaba muy bien en la Fundación, estaba todo el tiempo incómoda y se mantenía cerca de ella para sentirse segura, debía extrañar igual que ella presencia reconfortable de los mayores, la de Denki —que estaba haciendo patrullaje en la Fundación y otras cosas más para Natsuo Todoroki— la de Mirio Togata y Amajiki Tamaki los cuales la visitaban regularmente en Yuei pero que en aquel lugar no podían hacerlo tan libremente. Posiblemente, las dos se sentían igual y ninguna tenía el valor de decirlo en voz alta.

En decir quiero volver a casa, como haría todo niño. Por eso, en cambio, la rubia eligió hacer algo nuevo ese día, algo que también hiciera feliz a la albina porque eso la hacía feliz a ella también. Por eso, cuando la menor menciono que quería comer manzanas acarameladas, no dudo en buscar la manera de hacerlas.

Aún con el terrible resultado, la pequeña rubia no lo consideraba del todo una derrota. Podría intentarlo otro día. Después de repasar varias veces el vídeo de Youtube.

—Rui.

La voz de la albina hizo que las más baja girará la cabeza, se había perdido en sus pensamientos y cuando miro hacía ella, noto un brillo en sus ojos rojos, uno que no era de culpa ni tristeza. Un brillo curioso que le hizo ladear la cabeza y mirar como se bajaba de la silla, para rodear la mesa y llegar hasta ella.

—Dame tu mano —pidió, con cierto tono nervioso —Yo...q-quiero intentar curarte. Usaré un poquito mí quirk, no te haré daño, no pasará nada. No dejaré que te pase nada.

Había escuchado del quirk de Eri. Rebobinar. Podía volver las cosas a su origen, eso es lo que le explicaron los demás, con rostros un poco contrariados. Cómo si no fuera tan simple de entender. Cómo si se tratara de algo más grave.

Pero Rui confiaba en la albina, no le tenía miedo como ella parecía tenerlo en lo que dudaba viendo entre las quemaduras en su mano, de un tono rosado y con bordes que seguían ardiendo y doliendo cuando les prestaba atención, y sus ojos dorados. Así que, sonrió y le entrego su mano, ella se mordió los labios en lo que colocaba gentilmente sus manos sobre las heridas y el cuerno en su frente crecía un poco, un brillo hizo aparición y sus quemaduras desaparecieron.

Rui quedó asombrada por el quirk de la menor. Sin embargo, no fue ella quien grito de manera eufórica y alzó a Eri en brazos, la cual chillo por el susto y luego miro conmocionada a quien la había levantado.

— ¡Eri, eres la niña más valiente de todas! ¡Usaste tu quirk! ¡Eres lo máximo! ¡Asombrosa, asombrosa!

Se trataba de Denki, usando su traje de héroe, una sonrisa se extendía enorme por su rostro y la albina volvió a avergonzarse, pero le devolvió una tímida sonrisa. Detrás suyo, aparecieron Hizashi y Shota, los cuales también se veían bastante impactados por lo sucedido.

Más por costumbre que otra cosa, Rui fue a pararse detrás de su hermano, el cual seguía sosteniendo a Eri, en lo que miraba a los mayores.

— ¿Nos estaban viendo? —preguntó de un modo directo, ya no se sentía tímida, ni asustada en la presencia de los héroes profesionales. Si no, que era lo contrario.

Por una vez, había dos adultos que le generaban confianza y los quería. Y sabía que su hermano y hermana también lo hacían, aunque les costará más expresarlo abiertamente.

—Yes, my princess pero no fue a propósito, solo que llegamos en el momento justo y queríamos ver cómo la pequeña linda Eri usaba su quirk —explicó el rubio de cabello largo con una sonrisa —Siempre le pone muy ansiosa el usarlo.

—Es la primera vez que lo usa libremente —añadió el azabache, que se acercó y paso una mano por el cabello de la albina con cariño — ¿Lo hiciste porque te preocupaba Rui, no? ¿Eso te motivo?

La pequeña rubia alzó la cabeza solo para ver cómo la avergonzaba menor asintió. Eso, le hizo sentirse muy feliz. Ser su motivación para hacer algo que le causaba cierto rechazo y miedo. Le alegro poder ser una de las razones por las cuales quiso hacerlo de todas formas.

—Te agradezco mucho Eri, que cuides a Rui es un alivio para mí. Ya que llega a ser muy terca y no cree que sus heridas sean importantes —dijo el de quirk eléctrico besando la frente de su hermana menor que hizo un puchero —Aún así, me gustaría saber cómo pasó esto en primer lugar.

—Sí, ¿qué estaban haciendo, girls? —frunció la nariz el rubio —Hum, ¿no huele a caramelo?

Rui y Eri giraron las cabezas hacía la cocina, viendo que la sartén con el caramelo seguía donde la dejaron, con el caramelo ahora duro y posiblemente, inservible. La azúcar en la encimera, las manzanas y la tabla de cortar. No ordenaron nada, así que para los mayores no fue difícil llegar a relacionar las heridas de la rubia con un accidente en la cocina.

— ¿Manzanas acarameladas? —pensó en voz alta el rubio, viendo cómo su hermana bajaba la cabeza y la albina no sabía qué decir —Oh, bueno, pensaba hacer una torta de chocolate y frutilla, pero las manzanas tampoco están mal para celebrar el regreso a casa, ¿no?

— ¡Vivan las apple! —celebró Yamada con una risa.

—No las hagas demasiado dulces o les dolerá la panza...¿Rui, Eri?

Aizawa nunca mostraba miedo, jamás. Pero cuando ambas niñas empezaron a llorar, su esposo, el rubio y él entraron en verdadero pánico. Hasta que Yuna llego, a las corridas ya que apenas le dieron la noticia de que podía dejar la Fundación —ya dio todo el testimonio posible y su hermana menor también— quiso estar con su familia. Los encontro a los tres intentando consolar inútilmente a las menores.

Y al ver cómo ella rompía en carcajadas mudas al hallarlos de esa forma, ya no supieron qué hacer y parecían a punto de ponerse a llorar también. Eri y Rui corrieron a abrazarla y ella les limpio las lágrimas con cuidado, para luego decirles con señas que fueran por las pocas cosas que dejaron en su habitación. Ellas lo hicieron de inmediato.

Entonces, los mayores y el de quirk eléctrico le pidieron una explicación de su reacción o si tenía alguna idea de qué les pasaba a las más jóvenes. La rubia les dio su respuesta.

Estaban tan felices de volver a casa que en vez de sonreír, la emoción era tan desbordante cómo para llorar.

A Bakugou le despertó el gruñido de su estómago, el dolor del vacío en sus tripas, le hizo rodar y chocar contra algo, alguien. En parte frío y en parte tibio, con un aroma muy agradable. Eso le hizo abrir los ojos, aunque no logro distinguir nada, solo que estaba cerca de otra persona, muy cerca y que ya no le dolía nada.

Exceptuando su estómago. Se moría del hambre.

El cenizo bufo, no quería separarse de la otra persona, de Todoroki, ahora que su cerebro empezaba a reiniciarse. Lo abrazo fuerte y sintió como el otro lo agarraba por la cintura, entonces su estómago volvió a hacer ruido y él gruño por la molestia. A la vez que escuchaba otro sonido, una risa ronca.

— ¿Te desperté? —murmuro, su voz también estaba ronca por el sueño, así que tosió un poco para aclararla — ¿Shoto?

—Tu estómago lo hizo, no te preocupes —volvió a reírse el bicolor y uso su mano derecha para buscar su celular, lo puso sobre su cabeza para que la luz dañará solo sus ojos y no los del cenizo, entonces su voz salió alarmada e incrédula —Mierda. Katsuki, son las dos de la mañana.

El de ojos rojos tardó un minuto en reaccionar, en asociar ese horario con la hora en la que se durmieron ambos y se levantó de la cama, demasiado rápido y casi se cayó al prender la luz de la habitación. El reloj de la pared marcaba la misma hora que el celular del más alto, las dos de la mañana.

Las dos de la puta mañana.

—Bien, pudo ser un tiempo más, maldita sea —reconoció el lado positivo, pudo haber pasado en la inconsciencia hasta tres días enteros —Vayamos por algo de comer y averiguar qué mierda paso mientras dormíamos.

—Sí, también tengo que llamar a mí madre —se puso de pie el bicolor —Debe estar preocupada.

—La mía debe haber matado a Aizawa —sospechó el de ojos rojos —No, espera, creo que más bien ayudo a mí viejo a ocultar su cadáver. Genial, nos quedamos sin profesor encargado.

Shoto se rió y tomo la mano de Katsuki para sacarlo de la habitación.

Mientras caminaban por los pasillos pensando sobre qué deberían comer o cómo enfrentar a sus padres —los cuales, muy posiblemente, harían varias preguntas sobre porqué dormían juntos solo para hacerlos sentir avergonzados— el cenizo pudo sentir una ligera opresión en su pecho y por algún motivo, a sus oídos llego la voz de Oboro. Suplicante, llorosa, asustada.

Por favor, por favor. Basta. Haré lo que querían. Ya para. Ya no más. Se lo ruego, basta.

Había algo en su alma fragmentada que quedó dentro suyo. Una parte. Una diminuta parte que era una advertencia.

Lo que creo a Kuroguri.

¿A quién le estaba rogando? ¿Qué le hicieron exactamente para que olvidará toda su identidad, su pasado, presente y futuro? ¿Cómo llegaron a convertirlo en un Nomu?

Debía ser importante, el de ojos rojos sentía que era importante, pero mientras más apretaba la mano del bicolor y lo escuchaba hablar sobre comer soba —algo que él no pensaba hacer, se moría de ganas por algo de carne— más lo olvidaba.

Finalmente, esa opresión y la voz se fueron de su mente antes de que incluso llegarán a mitad del pasillo.

Y no las recordaría hasta mucho más adelante.

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