Capítulo 41

[ ¡Hola a todos! Quiero decir que este es un capítulo bien bonito para compensar...pues lo que sigue de ahora en adelante XD. Para aclarar, porque una seguridad a su estabilidad emocional es lo menos que puedo hacer como escritora, yo no soy de escribir drama, muerte, ni nada, aunque parezca todo lo contrario jaja. Lo digo para que se sientan seguros de seguir leyendo. Me gusta generar cierta tensión pero soy una fanática de los finales felices, pese a que lleguen a costar. Aparte de eso, me gustaría saber si han notado algo diferente en mí escritura, porque en mí opinión me he vuelto algo densa jajaja. Eso sería todo, muchísimas gracias por leer ❤️]

Ashido dijo que se llamaba "kiss cherry" o "kiss orange", ¿no? Espera, ¿realmente era así o me estoy confundiendo yo solo?

Kirishima soltó un suspiro de agotamiento. A lo lejos, una de las vendedoras de los productos de maquillaje le miró divertida, preparada para acercarse y hacerle sugerencias. Pero a él eso le ponía muy nervioso, más cuando no tenía ni idea de lo que estaba haciendo en primer lugar. Así que se alejo de la tienda para salir a la calle, sintiendo el frío del invierno golpeando en su rostro y escuchando las risas de los niños muy cerca suyo.

Las vacaciones de invierno ya habían empezado y la Navidad sería dentro de tres días. Había comprado regalos para sus padres, amigos y cierta persona especial pero le faltaba el de su mejor amiga. En su defensa, quería darle algo realmente increíble a Ashido, ya que con ella paso por una etapa de verdadero cambio interno aunque no tuviera ni una idea ello. Pensó que algo de maquillaje estaría bien, la de cabello rosado le decía que nunca tenía suficiente y que su madre le sacaba un par de sus preciados labiales bastante seguido. Pero nunca imaginó que sería tan difícil buscar los productos que mencionaba en reiteradas ocasiones necesitar y que la variedad que se encontraría lo confundiría tanto.

Estando frustrado consigo mismo por su misión inconclusa, el pelirrojo se dirigió a una cafetería, tal vez tomar algo caliente y comer harían que su mente pudiera pensar mejor en qué quería exactamente su amiga o lo ayudaría a finalmente rendirse en pedir ayuda a alguna vendedora. Al estar en el centro de Tokio, no tardó en encontrar una cafetería bastante bonita y rústica, decorada con luces navideñas, árboles decorados con regalos en la esquina derecha y una mesa larga al frente, con empleados vendiendo tartas, galletitas y dulces, vestidos con ropas ligeras de Santa Claus.

— ¡Bienvenido! ¿Quiere pasar a tomar un café o quiere una tarta navideña para llevar a casa? —preguntó una joven con una amable sonrisa, un gorrito de Santa rojo en su cabeza y una bata roja que llegaba hasta el piso, con bordes de lana blanca.

—Me gustaría pasar, por favor —pidió educadamente el pelirrojo.

— ¡Perfecto! —sonrió la chica —Llamaré a un mozo para que lo lleve a una mesa disponible.

El de dientes puntiguados asintió con tranquilidad, la cafetería parecía estar algo llena, así que no le sorprendería tener que esperar para pasar pero la joven no tardó en volver y permitirle el ingreso al local. Con apenas poner un pie adentro sintió el cambio en la calefacción, el olor a chocolate entrando por su nariz y miro las paredes pintadas de un tenue color blanco con marcos de madera negra. Sí, en verdad le pareció un lugar agradable para pasar al menos una hora antes de volver a su encomienda.

— ¡Bienvenido a la cafetería Cristal! Lo llevaré a su mesa...¿K-Kirishima?

La voz familiar que escucho hizo que el de quirk de endurecimiento dejará de mirar hacía un cuadro del local que le llamo la atención —era de un lindo conejito blanco con una zanahoria— y que girará hacia la persona que dijo su apellido nerviosamente. Su mandíbula cayó unos centímetros al ver que tenía delante suyo a Kaminari, vestido con una camiseta blanca de mangas largas la cual llevaba encima un chaleco oscuro de botones plateados, unos pantalones de corte recto en negro, unos zapatos del mismo tono le hacían juego y por último, un corbatín rojo. Cómo si eso no fuera suficiente, el cabello rubio lo llevaba atado en la parte baja de la nuca y tenía puesto delineador negro en sus ojos dorados.

Se veía increíblemente lindo, guapo y atractivo. Y su corazón recibió un terrible golpe cuando se sonrojo, por su culpa, ya que estaba seguro de haberse quedado más tiempo del normal viéndole.

—T-Te llevaré a tu mesa, sígueme —indicó nervioso el más bajo —Humm, hay una promo dos por uno hoy. Puedes pedir un café con un acompañamiento y el segundo es por parte de la casa.

El de ojos rojos asintió distraído en lo que seguía al rubio, que se movía cómodamente entre las mesas del local como si estuviera en su casa, lo guió hasta una mesa individual, cerca de la barra donde estaban los demás mozos y meseras despachando los pedidos por los clientes. Le dijo que tomara asiento en una silla de madera con colchones de terciopelo rojo, le pasó el menú de tapa blanca con un listón azul y espero parado a su derecha que pidiera algo. Cuando ambos sabían que en ese momento más que pensar en qué pediría, estaba más interesado en saber qué hacía el rubio trabajando en una cafetería.

Es decir, él no tenía conocimiento de esto. Y estaba seguro de que si Sero, Bakugou, Jiro, Ashido o incluso Shinsou lo supieran, se lo habrían hecho saber de alguna manera o al menos, lo hubieran comentando en alguna charla.

Pero nadie menciono nada.

El de ojos dorados sonrió nervioso cuando tuvo la mirada pensativa del pelirrojo en su persona, retorció las manos en un gesto nervioso y al final, dejó escapar un suspiro en señal de derrota.

—Es una historia larga pero para resumirla, trabajo aquí desde hace tiempo y siempre en esta época, de este modo puedo comprarles regalos a mis hermanas —explicó rápidamente el de ojos dorados en lo que veía más personas entrando a la cafetería y su compañera haciéndole señas para que los atendiera —Ya vuelvo, dame un minuto. Ah, te recomiendo el latte cristal, es bastante bueno y no tan dulce, mezclado con un poco de leche espumosa. Junto con unas galletitas de limón. También es económico y seguramente te gustará...¡ya voy, ya voy!

Eijirou vio a el menor salir corriendo hacia la entrada, sonriendo a la familia que había ingresado al local, guiarlos hasta una mesa y después ir hasta la barra a buscar un pedido que era para una pareja de otra. Luego de eso, fue a atender dos mesas más, una chica le hizo reír y un niño tiro su juguete al suelo, él amablemente lo recogió y recibió las gracias de los padres. Debía ser agotador lidiar con tanto a la vez pero su sonrisa seguía siendo la misma, sus movimientos rápidos y quince minutos después, volvía a tenerlo delante suyo como si nada.

—Lamento la demora, ¿ya decidiste que pedir, Kirishima? —preguntó curioso.

—Tu recomendación me parece bien —sonrió el de dientes puntiguados y luego, agrego — ¿Es un día muy ocupado?

—Pues, es más que nada por la época. Está zona tiene varias tiendas para comprar regalos y las personas quieren descansar un poco del frío que hace afuera —explicó el más bajo en un tono jovial y amigable pero no era el mismo con el que hablaba a los clientes —Pero no esta tan mal. Mañana y pasado sera peor.

El pelirrojo se pregunto si Denki lo decía por experiencia, pensó en cuántas navidades paso en ese local atendiendo las mesas y le daba miedo imaginarse desde que edad comenzó. No porque fuera malo, se notaba que era un local decente y las personas eran amables, pero le dolía el corazón al imaginarse a un pequeño rubio yendo de mesa en mesa en busca de pedidos, cuando debía ser de los demás niños que solo estaban ahí para tomar un chocolate caliente en lo que sus padres pensaban en qué regalarle.

— ¿Falta mucho para que termine tu turno? —quiso saber, sintiéndose algo inquieto por estar solo con él.

—Hum, creo que me quedan dos horas y media —meditó el rubio viendo el reloj de pared que tenía el local y escuchando que nuevamente lo llamaban para ir a atender a la puerta —Te traigo tu pedido en cuanto termine, ¿si?

El de dientes puntiguados asintió sin problemas. Doce minutos después, tenía delante suyo el latte cristal y las galletitas de limón, ambos con exquisito sabor. Eran las seis de la tarde, así que tenía tiempo hasta las ocho y media para mirar al de quirk eléctrico correr de un lado al otro, atender a los clientes, limpiar mesas e intercambiar pequeñas conversación aquí y allá. A la gran mayoría parecía agradarle, tanto a chicos como a chicas y aunque eso le daba un poco de celos, lo comprendía. El rubio estaba en la faceta más encantadora que le halla visto, siendo adorable con esa ropa y amable con el público, raro sería que no le gustará a nadie. Se pasó un cuarto de hora tragándose los celos junto con las deliciosas galletitas justo cuando vio al de ojos dorados salir por la puerta e intercambiar puestos con la joven que lo había atendido antes, ponerse la bata roja con algodón blanco que a él le llegaba hasta las rodillas y el gorrito rojo de Santa Claus.

Se va a congelar ahí afuera, ¿acaso la está sustituyendo por un rato?

El clima invernal era intolerable por las noches y afuera ya estaba nevando, era una imagen hermosa vista desde el interior de la acogedora cafetería, pero debía ser horrible para los jóvenes que estaban afuera vendiendo los productos de la tienda.

Cuando la joven se acercó la suficiente como para que pudiera verlo, el pelirrojo le hizo una señal para que se acercará y ella lo hizo con un gesto algo confuso al notar que ya tenía su pedido en la mesa.

— ¿Puedo ayudarlo con algo? —cuestiono amablemente, frotándose los brazos para entrar en calor.

—Hum, sí, no es por ser entrometido pero, ¿cuánto tiempo deben permanecer afuera...? —pregunto titubeante —Eh, soy amigo del chico que acaba de salir y como lo hizo tan desabrigado me preocupa que se enferme.

— ¡Oh, eres amigo de Kaminari-kun! —a la joven se le ilumino el rostro con una sonrisa y se mostró más cómoda con él —Entonces, debes ser de Yuei, ¿no? La escuela de héroes.

—Ah, sí, me llamo Kirishima Eijirou —se presento un poco avergonzado.

—Kirishima...¡estabas en su lista! Ah, perdón, olvida eso. No lo escuchaste de mí —se rió la joven, moviendo una mano restando importancia al asunto y dándole la información que quería —Generalmente, debemos estar afuera una hora y media, debido al frío tomamos turnos. Pero como hoy faltó uno de nuestros compañeros tuvimos que estar dos horas. Y el último turno lo tendrá que hacer Kaminari-kun solo. Es un mozo de lo más rápido y seria más útil si se quedará acá dentro, pero estuvo sin descanso todo el día y estar afuera, pese a que te estás congelando, es más relajado que estar aquí atendiendo.

—Entiendo, muchísimas gracias —se puso de pie, dejo la paga en la mesa y tomo sus cosas.

Faltaba una hora para que terminara el turno del rubio, las calles estaban repletas de personas caminando con el aire frío congelando sus rostros hasta ponerlos rojos pero sin opacar sus sonrisas. La nieve caía desde unas nubes que cubrían el cielo estrellado aunque eso no quitaba la belleza de la noche de diciembre.

El pelirrojo salió con su bufanda negra en la mano derecha, unos guantes azules y unas orejeras de peluche blanco que le regaló Mina a inicios de mes, diciendo que sus orejas siempre estaban rojas y que eso las protegería. No camino mucho hasta estar delante del puesto donde estaba el rubio, espero a que terminar de atender a una pareja y se puso a su lado.

Los ojos dorados le miraron con confusión. Dos niños se acercaron a comprar, con sus padres detrás esperándolos. El más alto sonrió, dejo las cosas en las manos heladas del rubio y miro hacía los pequeños.

— ¡Bienvenido! ¿Quieren una tarta navideña para llevar o pasar al local a degustar un chocolate caliente? —imitó lo mejor que pudo lo que la joven le dijo al llegar a la cafetería y los niños sonrieron alegremente, en lo que respondían que querían una tarta navideña de chocolate — ¡De acuerdo! Es...¿cuánto es Kaminari?

—...Trescientos yenes —murmuró aturdido el rubio.

—Trescientos yenes, niños —repitió el pelirrojo para luego mirar al más bajo —Hey, ponte eso. Estás helado. Como un cubito de hielo. Yo les cobró.

El rubio balbuceó un sí, en lo que se ponía los guantes, la bufanda y el pelirrojo tomaba el gorrito de Santa Claus para que él se pusiera las orejeras. Cuando los niños se fueron con una tarta y los saludaron a la distancia, se miraron mutuamente.

—Que frío hace, ¿no? —se rió el de dientes puntiguados, esquivando la mirada del rubio.

—Kirishima...no tienes que quedarte aquí conmigo. Está bien, es mí trabajo —dijo el rubio aunque, por algún motivo, estaba feliz de que el más alto estuviera ahí con él —No me tengas pena.

—No es pena, en realidad, te admiro mucho —juró el de ojos rojos —Eres una persona increíble Kaminari. Por eso, solo quiero cuidarte un poquito. Estar aquí contigo hasta que se termine tu turno no es la gran cosa, ¿no crees?

El de quirk eléctrico quiso volver a insistir en que no era necesario pero termino cediendo cuando el pelirrojo le hizo la mirada de cachorro esa que lograba que el mismo Bakugou Katsuki fuera incapaz de no ayudarlo a hacer su tarea o a estudiar para un examen. Le explicó lo básico de los precios, las ofertas y la amabilidad que debía darle a los clientes. Él le dijo que se veía muy lindo con esa bata roja de Santa Claus pero que no servía contra el frío. Se rió por eso, a la vez que se sentía extrañamente avergonzado y le contesto que a él le quedaba bien el gorrito rojo con pompón blanco en la punta.

Luego de eso, se pasaron el resto del tiempo que le quedaba al turno del más bajo atendiendo a los clientes.

— ¡Kaminari-kun, ya casi es la hora del cierre! ¿Quieres pasar a recoger tus cosas?

La joven que atendió primero a Kirishima salió de la cafetería, tenía una sonrisa amable pero ojeras debajo de los ojos y cuando lo vio al pelirrojo al lado del rubio, se vio realmente contenta y no mencionó nada sobre que no era un empleado, ni que estaba bien que estuviera afuera.

—Uff, el tiempo paso volando —suspiro el de ojos dorados para después ver al pelirrojo —Uhm, ¿es muy tonto pedirte que me esperes cuando es obvio que lo harás?

—Sí, supongo que sí —se rió el de dientes puntiguados.

—Bien, entonces no lo diré, ¡ya vuelvo!

Kaminari y la joven desaparecieron por la puerta, dejando al pelirrojo solo con una leve sonrisa. No sabía cómo pero hoy se había enamorado un poco más del rubio y estaba seguro de que cuando se hiciera de noche, lo estaría todavía más. Estuvo embobado esperando su regreso, hasta que escucho unos pasos acercarse hasta la mesa y pensando que se trataba de alguien queriendo comprar una tarta navideña, se preparó para darle la mala noticia de que se habían agotado.

Eso hasta que vio que se trataba de Aizawa, vestido con un abrigo largo color negro y con dos pequeñas niñas a su lado. Eri cuyo tapado era tan blanco como su cabello que tenía unas orejeras rosas haciéndole contraste y Rui con una chamarra azul junto con una bufanda de rayas celestes y blancas.

—A-Aizawa-sensei, hola —balbuceo sorprendido el pelirrojo — ¿Qué hace aquí?

El azabache alzó una ceja como si fuera obvio. En cambio, la pequeña rubia se rió y explico la situación, en lo que la albina se mantenía cerca suyo, jugando con sus manos unidas.

—Vinimos a buscar a Den-nichan —dijo la menor.

—Hace demasiado frío como para que vuelva solo a esta hora —agrego el héroe profesional —Esa es mí razón, ahora, ¿tú qué haces aquí?

—Y-Yo humm, b-bueno...

— ¡Ya volví!

Antes de que la situación se volviera más incómoda de lo que ya era, el rubio salió de la cafetería, usando ahora unos jeans azules ajustados, un abrigo de color verde largo abierto —porque tenía mucha prisa por salir— que dejaba ver un buzo con un degradado de azules, unas zapatillas deportivas de color oscuro y usando todavía las cosas que le había dado el pelirrojo para abrigarse. Traía colgada en la espalda una mochila de un color verde militar, donde tenía guardado su uniforme de mozo. Al ver al mayor, dejó escapar un leve suspiro, pero no era de molestia ni irritación, si no cómo si se hubiera esperado verlo justo ahí.

—Le dije que no era necesario que viniera todos los días a buscarme, Shota-san. Puedo usar el metro.

A Eijirou le tomo por sorpresa que dijera el nombre del mayor, pudo notar cierto nerviosismo al momento de pronunciarlo, pero después el rubio mantuvo un semblante tranquilo y el azabache paso a tener un gesto más suave.

—Tonterías. Hizashi y yo tenemos autos para algo —bufó el mayor — ¿Día duro?

—Estoy algo cansado —reconoció el rubio pese a que seguía sonriendo y paso a ponerse detrás de la mesa, en lo que se agachaba para sacar algo —Ruru, Eri, ¿ya se cansaron de comer la tarta de chocolate?

—No —negó la rubia de inmediato —Para nada.

—...Es muy buena, Denki-san —murmuró tímida la albina.

—Me alegro, porque logré salvar una más para hoy —saco de debajo de la mesa la caja con la tarta que hizo que las niñas se les iluminará el rostro —Hay que disfrutarla con un buen chocolate caliente. Para así tener un digno coma por chocolate.

Las niñas rieron dulcemente y el pelirrojo se quedó viendo al más bajo, él le devolvió la mirada y la sonrisa se le fue del rostro. Ambos sabían que querían hablarse pero también que el rubio no podía pedirle a EreaserHead que lo esperara cuando había ido exclusivamente a buscarlo. Porque no creía que estuviera bien.

Sin embargo, cuando el mayor noto sus miradas conflictivas y la actitud inquieta del rubio, no tardó en tomar una decisión. Aunque no le hacía mucha gracia.

Denki, tengo que conseguir unas cosas antes que vayamos a casa —avisó al rubio —Puedes pasar una hora con Kirishima y nos volvemos a ver aquí, ¿te parece bien?

—Sí, sí —asintió de inmediato el de quirk eléctrico.

—Bien —miró con amabilidad al menor para después observar fijamente al pelirrojo que trago saliva —En una hora, Kirishima. Ni un minuto más ni un minuto menos.

—S-Sí profesor.

A Denki y a las niñas les pareció confusa la manera en que el azabache se dirigió al pelirrojo pero a la vez lo encontraron gracioso. Una vez se separaron, el más bajo insistió en llevar a el pelirrojo a unas cuadras de la cafetería, donde habían montado un árbol de navidad extremadamente grande con faroles alrededor y que varias personas iban ahí a cantar villancicos. Al llegar al lugar el ambiente se sintió realmente festivo y tomaron un descanso sentándose en un banco de madera, aunque antes el de ojos rojos se paró para ir a comprar en un pequeño puesto dos chocolates caliente y un donut con glaseado agridulce.

— ¡Oh, fantástico, me moría de hambre! —agradeció el rubio el donut y el chocolate —Humm, esta muy bueno, ¿no trajiste uno para ti Kirishima?

—No tengo mucha hambre —sonrió el pelirrojo al ver al otro comiendo felizmente y odio arruinar ese momento, pero debían hablar del tema quisieran o no — ¿Por qué no me contaste que tenías un trabajo de medio tiempo?

El rubio le había dado una pequeña mordida a su donut cuando escucho la pregunta, trago lentamente y miro hacía abajo, por un momento, el pelirrojo pensó que no contestaría hasta que sus labios se abrieron de a poco.

—Siendo sincero, no lo sé. Es bueno...contártelo equivalía a explicar porqué necesitaba el trabajo y eso me llevaría decirte más cosas de mí vida que puede no sean agradables de escuchar —murmuro inseguro el de ojos dorados —Yu-nee tuvo que decirles a Shota-san y Hiza que tenía este empleo ya que no podía hacerlo yo mismo. Para mí, hubiera estado bien si ellos creían que me la pasaba vagando por las calles hasta tarde en vez de volver a casa para la cena.

—Eso también es nuevo —mencionó el de dientes puntiguados obteniendo una mirada de reojo del rubio —Que los llames por sus nombres.

—Oh, bueno, eso es más sencillo de explicar —se rasco la punta de la nariz con un poco de nerviosismo —Ellos preguntaron hace poco si me podían llamar por mí nombre. Y les dije que me parecía bien, ya que...realmente me estoy empezando a sentir a gusto con ellos. H-Hum, es extraño tener a alguien que se preocupe por ti, te quiera, te regañe y vea en ti lo que tú no puedes ver. Que crea que puedes ser la mejor versión de ti mismo. Yu-nee siempre intento ser ese alguien para mí y Ruru pero, ¿cómo podría serlo si ella misma no lo tuvo?

Hubo un breve silencio y Kirishima deseo poder abrazar al rubio, darle la mano, hacerle saber de alguna manera que estaba ahí con él y que podía comprenderlo aunque nunca llegaría a hacerlo del todo al no estar en su situación. Pero tuvo que recordarse que lo que el más bajo necesitaba era un amigo, a alguien que le escuchará y nada más.

No a un hombre que se aprovechará de su vulnerabilidad.

Así que se conformo con solamente acercarse a él en el banco, darle una suave palmada en la espalda y esperar hasta que pudiera volver a hablar, en lo que tomaba un sorbo de su chocolate caliente y observaba las luces del árbol navideño delante de ellos.

El rubio tenía razón. Era hermoso.

—Los llamó por su nombre porque es la mejor forma que tengo para demostrarles afecto. Todavía...no se me ocurre algo mejor —admitió luego de unos minutos, tomo aire y su voz subió dos tonos —Y ahora viene la parte larga de porqué estoy trabajando, ¿estás listo?

—Preparado —levanto su vaso con chocolate caliente y tomo un largo sorbo —Puedes empezar.

A Kaminari se le escapó una sonrisa. No le gustaba hablar mucho de algunas cosas que hizo en su infancia y preadolescencia, ya que sabía las reacciones que podría generar en las personas. Porque sabe bien lo que puede pasar una vez las historias salen por su boca, a él mismo le pasó cuando su hermana mayor le confesó que intento prostituirse con tal de conseguir dinero para mantenerlos. Sus emociones fueron una mezcla entre la rabia, la tristeza y la impotencia, pero también no pudo evitar la horrible lástima que sintió por su hermana.

Maldita sea, tenía su edad cuando todo paso y de estar en su lugar con dos niños, el rubio estaba seguro que hubiera pasado por un pánico terrible. No sabe cómo tuvo tanta suerte de que su hermana lograra todo lo que hizo para mantenerlos a salvo, para darles una vida dentro de lo normal. Lo que sucedió después con All for One no hacía de menos sus sacrificios ni los pecados que cometió.

El rubio mordió otro pedazo de su donut antes de comenzar, lo trago y miro hacía el pelirrojo, viendo sus ojos rojos que le prestaban atención y sintiéndose seguro a su lado. Era curioso como podía hablar de todo con él, de lo bueno, lo malo, lo estúpido y lo importante sin sentirse presionado y juzgado por ello. Y como a la vez quería que el de dientes puntiguados viera únicamente sus partes buenas e ignorara todo lo demás.

Pero eso sería mentir sobre quién era y su pasado.

No quería hacer eso con el pelirrojo.

—Tenía diez años y Rui tres, estábamos en la sala jugando con unas muñecas viejas y ella se veía algo triste, le pregunté que sucedía y me respondió que su muñeca favorita tenía ropa fea. Que eso le habían dicho en el jardín de infantes y que deseaba que Santa Claus le trajera ropa nueva para ella —contó el rubio con cierto tono nostálgico —Le aseguré que Santa le haría realidad su deseo porque era una niña buena y después de acostarla a dormir, me puse averiguar cuánto me costaría comprarle ropa a la muñeca o una muñeca nueva. Yu-nee no podía hacer mucho en ese entonces para darnos regalos de navidad, tenía que decidir entre pagar el gas o el agua y aparte de eso comprar comida. Asi que sabía que dependía de mí.

El de quirk eléctrico volvió a morder el donut y ya casi se lo acababa, el pelirrojo se paró un momento para botar su vaso vacío y dejar unos billetes en el estuche de un hombre que tocaba la guitarra. Cuando se volvió a sentar, lo hizo tan cerca del rubio como para rozar su pierna, miro como el vaho blanco escapaba con cada suspiro de su boca y las leves migajas en sus labios.

Parecía hecho de porcelana y por un momento, tuvo miedo de tocarlo y que se hiciera polvo delante de sus ojos.

—Conseguir empleo teniendo diez años no es tan difícil cuando sabes con quien hablar y cómo convencerlo. La dueña de la cafetería tenía una sobrina que vivía en nuestro mismo edificio y había fallecido recientemente, era una buena chica con un novio horrible que terminó en prisión —se filtro algo de tristeza en su voz pero luego volvió a la normalidad —Estaba sensible y fue fácil decirle que solamente serían dos semanas donde estaría lavando platos y limpiando la nieve de la entrada hasta que consiguiera el dinero suficiente para los regalos. Ella acepto, me dio un mandil, un horario de cuatro o seis horas y listo. Conseguí el dinero, compré el regalo para Rui, uno sorpresa para Yu-nee y pague una buena cena para los tres en un restaurante familiar. Al siguiente año volví a la cafetería y la dueña me contrato otra vez. A los trece pase a ser mozo de manera permanente ya que las propinas eran muy buenas y me servían bastante para los primeros meses del año. Bien, fin de la historia, ¿comentarios?

Denki agradecía tener la facilidad para hacer parecer que lo más íntimo que podía contarle a alguien era nada. Una historia más. Una historia común cuando no tenía nada de común el usar un mandil un adulto que arrastraba por el piso de la cocina, el subirse a un taburete para alcanzar el grifo del agua que y pasar horas con las manos heladas por limpiar platos y tazas sucias cuando era un niño que debía tener otras cosas para hacer. Incluso intento sonreír y hacerlo parecer sencillo cuando él mismo sabía que no lo fue aunque valió la pena, pero cuando vio los ojos rojos viéndole, supo que lo menos que podía hacer era mentirle y fingir.

Aún si la honestidad era dolorosa para ambos, tenía que usarla.

—No me arrepiento, Kirishima. Fue duro y sé que parece injusto, pero solo quería ver la sonrisa de mis hermanas —declaró con seriedad —La sonrisa de Ruru cuando vio la muñeca nueva debajo del viejo árbol que teníamos era impagable. Y aunque Yu-nee se enojo al enterarse que estaba trabajando, lo dejo pasar cuando se dio cuenta que en parte lo necesitaba. Porque me sentía bien teniendo dinero para comprarles regalos en una época que era para recordar lo mucho que las amo.

Eijirou asintió y miro las manos del rubio, las cuales temblaban levemente al sostener el vaso con el chocolate caliente. No supo que decir después de escucharlo, si había algo correcto para decirle. Solamente quería abrazarlo con fuerza para jamás dejarlo ir. Pero lo máximo que hizo fue sostener su mano derecha, haciendo que soltará el vaso y le viera a los ojos.

—Gracias por contarme esta historia, Kaminari —fue todo lo que consiguió decirle y debió ser lo correcto por como el rubio sonrió y sus manos dejaron de temblar — ¿Puedo preguntarte una última cosa?

—Claro —aceptó el de ojos dorados sin problemas, en lo que disfrutaba de tener la mano del pelirrojo sobre la suya. Se sentía calentita.

—La chica de la cafetería menciono que estaba en una lista tuya, ¿qué es eso?

A el rubio se le salio una risa nerviosa y sus ojos dorados buscaron fijarse en otra cosa que no fuera en el curioso pelirrojo que estaba delante suyo. Finalmente, tuvo que suspirar y contarle una verdad realmente vergonzosa.

—Es una lista que pegó en mí casillero todos los años, con los nombres de mis hermanas, para darme ánimo a trabajar duro todos los días para conseguirles los regalos que quieren —explicó el rubio a medida que su rostro se ponía rojo —Ahora tiene también el nombre de Shota-san, Hiza, Eri, Bakugou, Ashido, Sero, Shinsou, Jiro y por supuesto...tú.

Kirishima sintió su corazón acelerarse y una enorme sonrisa creció en su rostro, en lo que Kaminari pedía que no se lo contara a nadie porque sería muy vergonzoso. En especial por lo de los mayores. Él acepto encantando mantener su secreto y para tener una conversación más amena con el rubio, le pregunto si acaso sabía qué lápiz labial quería Ashido de regalo.

El de ojos dorados le sorprendió una vez más diciéndole que era el lápiz labial kiss lemon y que podía conseguirlo a un bajo costo en una tienda a media cuadra de la cafetería.

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