Capítulo 3
Masaru elevó las comisuras de sus labios en un gesto extraño e inocente, se veía tan confundido que ni podía hablar. Pero, igualmente, al ver que su esposa estaba cargando con su hijo con algo de dificultad —el pequeño empezaba a ponerse pesado para ella— se acercó para ayudarla y le dio un beso en la frente como bienvenida.
Luego, siguió mirando hacía los dos niños desconocidos en su puerta.
—Yo...¿debo ir a comprar más cosas para la cena? —interrogó con duda.
Mitsuki se rió y Katsuki miro a su padre preguntándose si estaba pensando que Keigo y Touya se quedarían solamente para la cena o si ya sabía que sería algo más prolongado.
Estaba tan tranquilo pero confundido que era difícil descifrar lo que le pasará por la cabeza.
—Por favor, amor —pidió la mayor que le dio un pequeño apretón en la mano al niño de cabello rubio rizado —Este pequeño pajarito está muy delgado y estoy seguro que él debe estar cansado de la comida del hospital, ¿no?
El pajarito se sonrojo hasta las orejas y se escondió detrás del niño de cabello albino, cuyo estómago gruño como si le estuviera dando la razón a la mayor.
—Bien, entonces, ¿qué necesitas amor?
Katsuki apoyo su cabecita en el hombro del castaño, se sentía muy cansando y apenas eran las cuatro de la tarde. Suponía que era porque tenía el cuerpo de un niño pese a que su mente fuera la de un adolescente. Además, todavía debía fingir estar enfermo, al menos delante de su madre o de lo contrario lo iba a interrogar sobre qué hacía en la habitación del hospital con los menores.
El cenizo bostezo levemente y estiro sus bracitos hacía Touya que estaba más cerca suyo.
—Llévame a mí cuarto, momia —demando en un tono infantil.
—Katsuki, no le digas así, es grosero —regaño la rubia a su hijo —Ven, yo te...
—Puedo llevarlo —interrumpió el de ojos azules —No me molesta.
Touya se acercó con naturalidad hacía el menor y aunque, al último segundo, sus manos dudaron, lo sostuvo con firmeza y lo llevo con cuidado hasta su pecho.
Katsuki enredo sus manos tras el cuello del mayor y tiró del cabello albino. Era muy suavecito. Siempre había pensado que sería más reseco.
Keigo sonrió divertido ante la interacción entre los dos y miro hacía los mayores que se quedaron viéndolos con ternura. Se sentía algo fuera de lugar en aquel ambiente familiar y sinceramente, tenía mucho miedo de lo que haría la Comisión de Seguridad Pública de Héroes cuando lo tuvieran de nuevo bajo su control —lo cual sucedería eventualmente— pero no quería arruinar el agradable momento con lo que todavía no había pasado.
Así que se guardo sus emociones y sonrió como si nada.
— ¿Donde está la habitación del pequeño? —pregunto hacía el matrimonio.
—En el piso de arriba, pasando un pasillo, la primera puerta —indicó la rubia —Pueden quedarse los tres ahí hasta que esté la cena si se sienten cómodos o volver a bajar con nosotros. Lo más posible es que mí pequeño mocoso duerma la siesta.
—No soy un bebé —gruño molesto el cenizo —No necesito dormir la estúpida siesta.
—Ya verás que sí la necesitas —se rió la rubia —Vayan. Los llamaré cuando esté la cena.
Los dos niños asintieron con la cabeza y subieron las escaleras hacía el piso de arriba con el niño en brazos del albino. Al llegar a la habitación, lo primero que hicieron fue dejar al menor en su cama.
Bakugou no tardó en notar que lo miraban con mezclas de dolor y anhelo.
—Tienes suerte niño. No eres una creación fallida.
Las palabras de Todoroki golpearon fuerte en el corazón del menor que sabía que la razón principal para la locura de Dabi fue el hecho de que no se sentía reconocido por su padre. Sin importar cuánto se esforzará en su quirk, sin importar lo mucho que entrenará, Enji no lo hizo sentir reconocido.
Claro, eso era porque el cuerpo del albino no era apto para su quirk y por ende, su padre prefería que no lo usará y se mantuviera bien y sano.
Pero, ¿acaso se lo dijo a su hijo?
No, ese idiota solo se concentró en su cuarto hijo e ignoro a los demás. Sin saber el daño que les estaba haciendo.
Debería agregar en una de sus metas —personales— darle una digna paliza a Enji Todoroki.
Takami se había quedado callado ante las palabras del albino y por eso, cuando el de ojos rojos le agarro de la mano para tirar de él hacía la cama, también se vio sorprendido. Sin dudas, estaba delante de un niño con mucho espíritu.
Un niño muy curioso, cuya alma era demasiado amable.
—No eres una creación fallida —dijo con voz firme el menor viendo hacía los ojos azules del contrario — ¡¿Quién rayos te dijo eso?!
Touya abrió y cerro la boca, tratando de buscar en su memoria la imagen de su padre diciéndole esas palabras, esas que sentía en cada una de sus quemaduras, pero no las encontró. En realidad, su padre nunca le dijo que era un fallo de su genética. Pero él se sentía verdaderamente como uno.
Por eso no volvió a casa después del incendio.
El albino chasqueo la lengua y empujó al menor contra la cama, los ojos rojos le vieron molesto y el rubio ya no se quedó quieto.
—Hey, hey, es un niño. No te pases —se sentó en la cama el de cabello rizado y estableció orden —Perdón, es un poco arisco.
Katsuki le resto importancia a la actitud del azabache y se acostó en la cama y mediante una mirada malhumorada —que parecía más un puchero— hizo que el de ojos azules se uniera a ellos.
—Un niño te tiene dominado —se burlo el de ojos dorados y recibido un golpe tras su nuca por eso — ¡Auch! ¡Creí que éramos amigos!
—Te soporte en la habitación porque tú la estabas pagando —explicó el albino —Ahora no tengo que hacerlo.
Keigo hizo un puchero y Katsuki se rió en voz baja de él, para luego bostezar y acomodarse mejor en la cama. El primero al verlo en aquel estado movió dos de sus plumas que empezaron a revolotear sobre el rostro del menor.
Parecía como si estuvieran bailando y le daban al cenizo una sensación de paz y sueño.
Cuando no las usa como cuchillos son bastante inofensivas.
El pensamiento le hizo pensar en Hawks de adulto, cuyas plumas eran usadas como herramienta para erradicar a los villanos, ¿acaso hubo alguna vez en las que, únicamente, las utilizo de esta forma?
Teniendo en cuenta su infancia lo dudaba.
El cenizo se puso de lado, con las rodillas hacia su estómago y sus manos cerca de su boca, tenía al albino sentado delante suyo y el rubio se había echado hacía atrás en la cama, con la espalda apoyada contra la pared. Entraban perfectamente.
Intento hacer conversación para no caerse dormido de aquella forma.
—No dijeron sus nombres —menciono en un tono que parecía de reproché.
—La persona que entro en la habitación tampoco lo hizo —se defendió el rubio pero, rápidamente, agrego —Soy Keigo Takami.
El menor asintió lentamente con la cabeza y dirigió su atención hacía el albino. El otro niño hizo lo mismo ya que, todo este tiempo en el hospital, el de ojos azules nunca le dio su nombre u otra información que pudiera usar para llenar los formularios médicos. Estaba muy emocionado porque dijera su nombre.
Y Touya sabía que ya no podría permanecer sin decirlo, debido a que estaba en la casa de una familia extraña por su propia voluntad. Eso significaba que había aceptado que no podía quedarse en el hospital haciendo como si nada hubiera pasado hasta ahora.
Debía enfrentar las cosas que había hecho.
—Me llamo Touya Todoroki —se presento en un tono formal que su madre le había inculcado —Soy el hijo mayor de Enji Todoroki, Endvador.
A diferencia del rubio que abrió la boca como si hubiera dicho la mayor locura de su vida, el menor permaneció tranquilo y sereno, incluso, volvió a bostezar.
—Mí nombre es Bakugou Katsuki —dijo el de ojos rojos —Un gusto, momia, pajarraco. Ahora, hagan silencio, quiero dormir.
— ¿No le habías dicho a tu mamá que la siesta era estúpida? —acuso el albino ignorando el hecho que el de alas rojas seguía en shock.
—Por eso dije que iba a dormir, no a tomar una siesta, tonto —le saco la lengua el cenizo dándose la vuelta y mirando hacía la pared —No hagan ruido...
— ¡¿Eres el hijo de Endvador?!
Cuando Keigo grito de aquella forma, donde seguramente, Masaru y Mitsuki pudieron escucharlo, el de ojos rojos supo que tendría que esperar un tiempo más para irse a dormir.
Por desgracia.
Mitsuki no se consideraba la mejor madre del mundo. Tenía muchos defectos. Para empezar, carecía de paciencia, era volátil y estricta. Desde que su hijo nació, no, incluso antes de eso, planeo todo lo que pudo respecto a su vida. Las salidas al médico que odiaba —aunque no lo admitiera, le daba miedo el dentista y detestaba a la nutricionista que le daba tantos vegetales en su dieta— las clases extracurriculares para su desarrollo —cambio las artes marciales por la natación cuando vio la fascinación de su hijo por el mar en unas vacaciones y música en vez de arte, ya que lo mantendría más activo— que aunque todavía no tomaba ya estaban decididas y su esfuerzo de hacerlo un niño bueno e inteligente.
Todo eso lo hizo pensando en el bienestar de Katsuki quien tenía —afortunada y desafortunadamente— mucho de su personalidad y por increíble que pudiera parecerle a otros, era él quien le tenía paciencia a ella. Aún si se enojaban el uno con el otro todos los días, su hijo jamás hizo lo que se llama "un berrinche". Nunca reclamo nada en su contra, aún si desde su perspectiva era injusto y dentro de todo, le hacía caso, era un niño obediente.
Por eso, para ella como madre, lo que le contaba Touya iba más allá de su imaginación y tolerancia.
Si Enji Todoroki quería ser padre, ¿nunca leyó en algún sitio que bajo ningún motivo los hijos son los medios de los padres para alcanzar sus sueños y metas?
La rubia estaba furiosa y, además de eso, le preocupaba el hecho de que Masaru se hubiera mantenido tan hermético en todo lo que duro el relato del albino.
Pocas veces lo había visto de esa forma. Tan enojado que los nudillos de sus manos —ocultos para los niños— se pusieron blancos ante la tensión.
La mayor le frotó la espalda y miro hacía los niños. Estaban en el comedor de su casa, con Keigo junto con Touya sentados de un lado y ella sosteniendo a Katsuki que hacía posible por no quedarse dormido. En otra situación, no hubiera dejado que escuchará esa conversación, pero como parecía saberlo de todas formas —si el albino se lo dijo o no, lo desconocía, pero su hijo no hizo ni un gesto en todo el rato— no valía la pena que se fuera.
Pasando una mano sobre el suave cabello de su niño, susurro.
—Por mucho que no quiera hacerlo, Touya-kun, ¿entiendes que debo llevarte devuelta a tu hogar, no? —cuestiono la rubia —Al menos, para que le digas a tu familia que estás bien.
El de ojos azules bajo la cabeza cuando escucho la primera parte, no deseaba realmente volver a su casa —bueno, en parte sí para pedirle perdón a su madre por su estupidez y ver a sus hermanos menores— pero sabía que era inevitable que lo mandarán allí devuelta. Sin embargo, al escuchar la segunda parte, su cabeza se inclino en confusión.
— ¿Cómo que "al menos"? —pregunto confundido.
Masaru miro a su esposa para pedir la palabra y hablo en un tono serio que no dejaba lugar a objeciones.
—No te dejaremos con ese hombre —dijo el castaño de gafas gruesas negras —Puede que a nivel físico él no te halla hecho nada Touya-kun pero en lo emocional no tiene justificación. No es sano que te dejemos con él.
El albino no quiso reconocerlo pero, tal vez, el castaño tenía razón. Cuando pensaba en su padre, en las cosas que quería demostrarle, se sentía ansioso, frustrado y miserable porque sabía que jamás sería capaz de lograrlo. Aparte de que era inútil porque su padre se estaba dedicando a Shoto.
Sí, la verdad, no podía considerar como una actitud saludable.
Natsuo le había dicho que debió hablarlo con Fuyumi o su mamá. De haberlo hecho, tal vez no hubiera acabado en el pico de Sekoto en primer lugar.
Katsuki se sentía bastante complacido consigo mismo en lo que veía el desarrollo de acontecimiento para el albino. Pero, por otro lado, le preocupaba un poco que Keigo se hubiera mantenido en silencio todo este tiempo, su expresión era muy neutra, no sonreía pero tampoco parecía estar triste o afectado.
Para el de cabello rizado, Endvador era un héroe que lo salvó de su padre homicida, saber las cosas que le hizo a alguien que consideraba su amigo debía haber desequilibrado su perspectiva de él.
Bien, después podía arreglarlo. Hablarle.
O mejor ahora, se moría de sueño.
El pequeño cenizo bajo del regazo de su madre para rodear la mesa y llegar hasta el rubio de cabello rizado quien le vio perplejo cuando le tiró de la manga de su traje.
—Pajarraco, quiero dormir. Llévame a mí cama.
Las alas rojas del rubio hicieron un pequeño movimiento, como si se tratara de la cola de un perro cuando estaba feliz y el menor pronto fue levantado del suelo, siendo cargado por los brazos delgados pero fuertes del niño de doce años.
Masaru relajo un poco la postura tensa que había mantenido y sonrió hacía los dos niños. Mitsuki miro con agradecimiento hacia el de ojos dorados.
—Para Katsuki ya debe ser demasiado por hoy, no durmió su siesta y su hora de dormir ya pasó —suspiro la rubia con cansancio —Espero que no te moleste hacerle compañía un rato, Keigo-kun. No tardará en caer dormido, lo prometo.
—No es problema —aseguro el rubio yendo hasta la escalera —Uhm, después bajo para la cena.
Los adultos asintieron ya que, debido a la charla sostenida con Touya, la cena se había atrasado bastante.
Cuando solo quedaron el matrimonio Bakugou y el hijo mayor de los Todoroki, la rubia se puso de pie y extendió su mano hacía el niño albino que permaneció sentado en la mesa.
—Te llevaré a tu casa y te traeré conmigo devuelta, Touya-kun —prometió —Cuando estemos devuelta aquí, recalentaramos la cena en el microondas y prepararé para ti y Keigo-kun la habitación de invitados que está al lado de Katsuki. Lo que haremos mañana, ya lo veremos, ¿estás de acuerdo?
Más que responder con un "sí" para el albino fue más sencillo sostener la mano de la rubia y darle un fuerte apretón.
—Katsuki, tienes que soltarme —se rió el rubio —Vamos, ya es hora de dormir.
El cenizo se había aferrado al cuello del mayor, estaba muy somnoliento y cansado pero su mente todavía seguía lo bastante activa como para recordarle que Hawks era un personaje que estaba siempre en alerta, esperando un golpe de cualquier parte.
Por eso, debía actuar lo más infantil e inocente que pudiera para no ponerlo a la defensiva. Sin perder la oportunidad de poder atraparlo con la guardia baja y atacarlo directamente.
— ¿Por qué estabas triste, pajarraco?
Su pregunta afecto directamente al de cabello rizado que dejó de tratar que lo soltará y en cambio, se sentó con él en la cama, abrazándolo.
Katsuki se puso triste y enojado cuando sintió el olor a hospital en la ropa del mayor, aparte de que podía ver mejor las vendas que cubrían sus muñecas hasta el pecho. En realidad, todavía con el traje negro que debía serle de protección, podía estar seguro que el rubio tenía moretones y cortadas en todo su cuerpo.
Mamá debió haber golpeado más fuerte a esos idiotas.
Los de la Comisión de Seguridad Pública de Héroes debían tener otro entendimiento de lo que era el maltrato infantil.
—No estaba triste, me siento...un poco, ¿decepcionado? —titubeo el de alas rojas —No sabría cómo explicarlo. La persona que me salvó no es tan buena como creía. Pero no puedo verlo como alguien malo.
—No es necesario que lo hagas —dijo el de ojos rojos con facilidad —Si te salvo, esa es razón suficiente para que lo veas cómo alguien bueno.
—Pero...
—No puedes dividir a las personas en buenas y malas según las cosas que han hecho —explico el menor —Porque entonces alguien que ha cometido muchos errores pero intenta repararlos seguiría siendo visto como una mierda y alguien bueno que empieza a hacer cosas de "doble moral" sería visto todavía como bueno.
Keigo hizo una mueca y se tiró hacía atrás en la cama, el de ojos rojos lo libero de su abrazo y se acostó junto con él.
— ¿Qué es "moral", Katsuki? —pregunto con verdadera confusión el niño de doce.
—...Realmente necesitas ir a la escuela, pajarraco.
El rubio de cabello rizado hizo un puchero pero el cenizo lo ignoro para, finalmente, cerrar los ojos y entregarse a el placentero mundo de los sueños.
Touya pensó que su casa se sentía extraña apenas estuvo delante de ella. No sabía exactamente qué era pero el ambiente era lúgubre, tenso e insoportable.
Mitsuki le había comprado una campera y un jean de improviso en una tienda, para que se sintiera más cómodo que con la ropa del hospital. Así que, uso la capucha de la campera para cubrirse y aunque era extremadamente penoso, se aferró a la mano de la rubia, quien le sonrió con seguridad antes de tocar el timbre de la casa.
—No te dejaré solo —susurro —Estaré aquí.
El albino asintió y junto con la mayor espero a que alguien saliera a atender la puerta de la casa. La cual fue abierta después de medio minuto por nadie más y nadie menos que Enji Todoroki.
Sin embargo, no se parecía en nada al Enji Todoroki, el gran Endvador, que Touya conocía.
No, se parecía más a un hombre que había perdido todo en la vida.
El pelirrojo tenía una barba descuidada de hace una semana —nunca se la dejaba tanto tiempo— olía a suciedad, humedad y cigarrillos, llevaba puesta una chamarra gris, una remera azul y un pantalón deportivo oscuro. Tenía unas ojeras gigantes y sus ojos azules perdieron el brillo intenso que el menor conocía de toda su vida.
¿Qué le sucedió?
— ¿Qué quiere, señora? —pregunto el mayor a la rubia en un tono osco e irritado, amargado.
Mitsuki examinó al afamado héroe de arriba a abajo y pensó que, realmente, era fuerte. Porque si ella hubiera perdido a su hijo —o creyera haberlo perdido— dudaba que incluso fuera capaz de levantarse de su cama y seguir viviendo.
Así que, aunque no lo quisiera, sintió un poco de empatía pero mantuvo una actitud firme.
—Me llamo Mitsuki Bakugou —se presento primero, dando una reverencia con respeto hacía el pelirrojo que le correspondió el gesto — ¿Está su esposa en casa?
—Mí esposa no se siente bien como para recibir visitas. Menos a esta hora —dijo el pelirrojo —Es tarde. Sería mejor que se fuera, señora.
Touya quiso irse en ese momento, volver a la casa de los Bakugou y olvidar la penumbra que había en la suya, pero cuando la rubia la dio un apretón en la mano le brindo un poco de coraje para permanecer en su lugar.
—No me iré —declaro la de ojos rojos dando un paso dentro de la casa junto con el mejor —Vaya por su esposa. Lo esperamos.
Enji miro con enojo a la mujer impertinente que se había metido en su hogar pero, después, reparo en el niño que la acompañaba, el cual levanto la cabeza justo en el momento en que le prestó atención.
Si hubiera una forma de definir cómo se sintió en ese momento al ver los ojos azules de Touya sería el equivalente al despertar de la más horrible pesadilla que hubiera tenido en su vida para darse cuenta que estaba durmiendo junto con su esposa y sus hijos dormían cómodamente cada uno en su habitación.
El pelirrojo intento dar un paso hacía el albino para comprobar si no era un sueño pero Mitsuki alzó un brazo para interponerse en su camino y sus ojos rojos le dieron la advertencia más fuerte que hubiera recibido en su vida.
Esa mujer le haría daño si daba un paso.
En vez de enojarse por eso, sintió su corazón hundirse cuando su hijo acepto la protección de ella y se escondió detrás de su espalda.
Touya ya no le dejo verlo a los ojos.
—Busque a su esposa, Todoroki-san —volvió a decir la rubia —Ella debe estar presente para esto.
—Usted...—apretó los puños el pelirrojo — ¿Quién rayos es?
Habia estado con la guardia baja, por eso, en primer lugar abrió la puerta pese a que era tan tarde. Los villanos no podrían tener idea de dónde vivía, era una información altamente clasificada, pero siempre podía ocurrir una infiltración.
¿Qué pasaba si esta mujer era una villana que había capturado a su hijo?
—Ya le dije, mí nombre es Mitsuki Bakugou y si la pregunta en su mente es si soy su enemiga, la respuesta es no —bufo la rubia —Soy una civil común y corriente. Una madre que tiene un hijo de cinco años y otro niño de doce en su casa esperándola junto con un marido preocupado. Así que, le pido, que se apure en ir por su esposa.
El pelirrojo no estaba del todo convencido pero como Touya parecía —dentro de todo— cómodo con la mujer, no le quedó de otra que obedecerla e ir por Rei.
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