Capítulo 14. Yuna, poderosa, Rui, afectuosa
Después de acabar su conversación con Rei, ella lo llevo hasta Yuei en su auto, negándose rotundamente a que Katsuki se fuera por su propia pie. Una vez le dejo en la entrada de la preparatoria y se despidieron, el cenizo decidió que como le quedaba una hora —una hora exacta— para que las clases comenzarán, se iba a poner a repasar en el salón lo que se perdió en sus tres días de inconsciencia.
Esperaba estar solo, ya que a esa hora difícilmente habría alguien más en los pasillos aparte de los profesores y el personal de limpieza. Por eso, le pareció muy extraño encontrarse con Shoto sentado sobre su pupitre, como si lo hubiera estado esperando todo este tiempo.
— ¿Qué haces aquí? Nunca te levantas tan temprano —quiso saber teniendo sus motivos para desconfiar —Y quita tu trasero de mí maldito pupitre.
—Buenos días a ti también, Bakugou —lo saludo el más alto con una media sonrisa, bajándose del pupitre y bostezando —Quería ser el primero en verte. Ayer no tuve la oportunidad de serlo.
El cenizo sintió cierta vergüenza al escuchar aquellas palabras, no tenía idea de porqué pese a que sabía que al bicolor le preocupaba bastante su bienestar. A conciencia eligió ignorarlo y simplemente sentarse en su silla, viendo cómo el otro hacía lo mismo en el pupitre de Midoriya, otra vez encima del mismo y no dónde correspondía.
— ¿Cómo estuvo tu reunión con mí madre? —cuestiono el de quirk dual viendo al otro sacar un par de libros de su mochila y acomodándose en el asiento — ¿Ella va a ayudarte?
El más bajo miro al otro con los ojos rojos entrecerrados, no quería soltarle demasiados detalles, por si acaso se le ocurría hacer algo contra Denki, aún si era tan mínimo como solamente interrogarlo. Pero también sabía que no podía dejarlo a la deriva y la de idea de mentirle nunca le agrado, el más alto siempre era sincero, una cualidad única en un ser humano y él quería valorar eso. Incluso cuando por aquella sinceridad se sentía extraño cuando le hablaba.
—Sí, pero no es una mierda de la que no puedo hablarte todavía —enfatizó esa parte anticipando la mueca de inconformidad del otro —Solo confía en mí.
—Siempre he confiado en ti.
Otra vez, la sinceridad de Todoroki le provocaba un extraño sentimiento de comodidad, de alivio y felicidad difícil de entender, de interpretar. El cenizo tenía miedo por la certeza de saber que eso no era por su amistad pero también seguía sin entender que otros sentimientos lo llevarían a esas sensaciones. Por ende, mantenía su postura respecto al bicolor.
Bakugou prefería estar lejos de él, antes de caer preso por esa comodidad que le daba aquella confianza y perderse en sentimientos confusos que le aterraba llegar a comprender.
El bicolor miro tranquilamente como el cenizo paso de largo sus palabras y se puso a leer sus apuntes. No se sintió mal por ello, porque podía notar el leve enrojecimiento en sus orejas. Sabía que cuando estaba avergonzado no tenía idea de cómo actuar y que prefería ignorarlo que pelear contra él. Por eso, se rió en voz baja de aquel lindo comportamiento y se quedó viendo cómo estudiaba por un rato.
Había valido completamente la pena el levantarse temprano ese día.
Las clases en Yuei pasaron con normalidad, Aizawa estaría en el festival deportivo que sería dentro de una semana pero hasta entonces Yamada le seguiría supliendo. Estaban todos muy emocionados por demostrar sus habilidades pero también incómodos por ser el blanco de las clases B y C, que apenas se enteraron del festival, fueron hasta su salón a observarlos a la salida.
A diferencia de lo que hizo como villano en el pasado, Bakugou paso de largo a todos, tenía cosas más importantes en las cuales enfocarse que un montón de hormigas queriendo escalarlo para llegar a la cima. Estuvo entrenando religiosamente todas las mañanas e incluso en un par de ocasiones con Kirishima, en un salón de boxeo por las tardes que a ambos les quedaba cerca de sus respectivos hogares. Repaso si lo que harían en el festival sería como lo que ya sabía —la carrera, la competencia de caballería y las peleas uno contra uno— o si habría cambios inesperados que debería considerar. Estaba muy curioso por eso, pero también debía pensar en algo más.
Ese día, finalmente, seguiría a Kaminari hasta su casa, si es que acaso tenía alguna después de lo que había visto en su sueño. La razón para pedirle a la albina que lo investigará no era porque necesitará alguna prueba para actuar, si no para poder proteger al rubio contra los héroes profesionales. Lo que había hecho en la USJ —dejar vía libre a un montón de villanos sumamente peligrosos— era un crimen muy grave, puso en peligro a muchas personas, por eso necesitaba que la albina mostrará una justificación de lo que hizo, ¿y que mejor carta que la que los héroes mismos lo causaron al abandonarlo a él y a sus hermanas cuando eran niños, dejándoles a merced de un villano que se aprovecho de sus necesidades?
El cenizo no dejaría ni un cabo suelto. No permitiría que tocarán a ni uno solo de los niños que vio en aquellas visiones.
No, ellos habían tenido suficiente. Merecían un descanso, una ayuda.
Un héroe poco convencional que los salvará y ese sería él, carajo.
Aquel día cuando las clases acabaron, después de bajar en una estación de trenes que no era la suya, siguió al rubio y a Sero que supuestamente vivían en la misma zona y por eso tomaban el tren juntos. Los siguió de lejos, sigilosamente, hasta el momento en que se despidieron en una cuadra que daba con casas pequeñas y de paredes blancas. Un barrio promedio, clase media alta, donde todos podían caminar tranquilamente todavía en las noches más oscuras.
El de ojos rojos vio como se despidieron, la sonrisa del rubio, la mano del azabache en señal de adiós y luego, espero.
Y como supuso, el de ojos dorados permaneció unos segundos sonriendo en lo que el otro desaparecía de su vista, se dio la vuelta y volvió a subir las calles, a meterse entre la muchedumbre que iba hacía la estación de tren. Se pasó a un andén en la dirección opuesta y tuvo que correr para alcanzarlo, para meterse en el mismo vagón, oculto por los oficinistas que lo cubrían del rubio que tenia una expresión vacía mientras miraba por la ventana.
El viaje fue largo, de unos cuarenta y cinco minutos, el vagón fue quedando vacío y el cenizo tuvo que ser más inteligente para esconderse, aunque de todos modos no parecía que el rubio se hubiera percatado de su presencia. En el momento en que se bajo y tuvo que hacer lo mismo, se encontró con que estaba en una zona de la ciudad de Tokio que no conocía y que si no fuera porque el sol seguía en el cielo, le hubiera parecido un poco aterrador de transitar solo.
En la estación había un indigente durmiendo, otra persona sentada en la orilla del andén, fumando un cigarrillo, un pandilla hablando en círculo en un andén. Había un olor a basura que hizo al cenizo fruncir el ceño con asco y taparse la boca.
Sea donde sea que estuviera, la municipalidad no se hacía cargo de ese lugar. No, creía que ni la policía se habia metido en un lugar así.
Es la zona negra de Tokyo.
Estaba en el lugar predominante de la mafia japonesa, donde estaban los villanos, los marginales, los niños olvidados y las prostitutas. Una zona de cuidado.
Katsuki se apresuro a no perder de vista a Denki que iba bajando del andén, en dirección hacía la calle, que estaba vacía aunque todavía era temprano. Caminaba con tranquilidad y facilidad, algunas personas le saludaban con amabilidad. Otras lo ignoraban. Se paró frente a un viejo —muy viejo, la pintura se caía y la puerta estaba torcida— edificio de departamentos, de tres pisos. Justo cuando estaba por abrir la puerta, una anciana mujer estaba saliendo, le sostuvo la puerta y le sonrió con sinceridad, parecía feliz de verla y ella también.
El cenizo vio después como cerro la puerta y cruzó la calle, interceptó a la mujer que le miró con sospecha, su piel empezando a producir unas agujas muy afiliadas y amenazantes.
—Si quieres conservar los dos ojos, te alejaras niño —se mostró a la defensiva —Puedo estar vieja pero te aseguro que mis agujas duelen bastante.
—No quería hacerle nada —levanto las manos el cenizo en señal de paz, sabiendo que si esa mujer vivía en tal lugar su reacción era más que normal y por ende, no podía enojarse. Debía hacer un esfuerzo y ser cordial.
— ¿Entonces? —siguió manteniendo las activadas agujas.
— ¿Sabe en qué piso de ese edificio vive Kaminari Denki? —pregunto directamente el cenizo, chasqueando la lengua ante su estúpido trabajo policial, no servía para esa parte —El idiota se olvidó su billetera en la escuela y me mandaron a mí a traerla.
La mujer siguió insegura pero sus agujas retrocedieron, miro bien su uniforme que lo mostraba como estudiante de Yuei y sonrió finalmente.
—Ah, Denki-kun llega a ser tan distraído. Su hermana también siempre se enojaba con él por olvidarse las llaves —rió la vieja mujer —Pero es un niño tan bueno, aunque me sorprendió que entrara a Yuei.
— ¿En serio? —utilizó un tono bastante curioso, esperando que la mujer siguiera hablando — ¿Por qué? Es un tonto, pero su quirk es bastante fuerte.
La mujer volvió a reír, cada más relajada, con la guardia bajando ante un simple adolescente curioso por su amigo.
—Él decía que viviría por sus hermanas y nadie más. Que no tenía que ser un héroe, que podía conseguir dinero con otras cosas como con las computadoras. Le gusta bastante la informática —explicó la mayor —Pero cuando su hermana mayor se casó y se llevó a Rui-chan, decidió ser héroe. Dijo que ellas estarían bien y que tenían a un hombre que las protegería. Entonces, él podía dedicarse a lo que quisiera.
Rui debía ser la bebé que vio, la que ahora debía ser una niña de cinco años. Lo del casamiento seguramente fue una mentira del rubio para cubrir la falta de ambas ante los vecinos.
— ¿Hace mucho lo dejaron solo? —interrogó el cenizo.
—Hum, en realidad no —medito la mujer —Dos meses, tal vez.
Dos meses. Un poco antes del examen de ingreso a Yuei. Se llevaron a sus hermanas para que diera el examen de ingreso pero, ¿por qué más? ¿qué buscaban al meter a Kaminari en la escuela?
Bakugou tenía muchas preguntas preparadas y ya era el momento de que las hiciera. Haciendo su mejor acto de amabilidad, la anciana le dijo el número de departamento del rubio. Así que, se metió en el viejo edificio, con olor a humedad y tierra, fue hasta el segundo piso hacía la puerta que marcaba una A. Tocó la puerta y espero.
Dos segundos después, escuchando el sonido de varias cerraduras, la puerta se abrió dejando ver a Kaminari todavía con el uniforme de Yuei solo que sin la chaqueta y la corbata, comiendo lo que parecía ramen instantáneo de una lata. Se impacto tanto de verlo en la puerta de su departamento como si fuera lo más normal del mundo que sus palillos se le cayeron al suelo.
— ¿B-Bakugo? ¿Qué haces aquí? —pregunto atontado — ¿C-Comó sabes dónde vivo?
—Te seguí —se encogió de hombros y se metió en el departamento sin invitación —Carajo, Kaminari. Podrías ordenar un poco de vez en cuando.
El departamento era de un solo ambiente, pequeño y angosto, lleno de ropa tirada en el suelo, libros en las esquinas, comida de supermercado encima de la cocina pequeña, muñecas que podrían ser usadas por una niña, etc. Todo un caos.
—No esperaba visitas...¡hey, espera! —protesto el de ojos dorados — ¡Respóndeme porqué estás aquí! ¡No solo llegues como si nada! ¡Y no toques eso!
El rubio le arrebato de las manos una de las muñequitas que el de ojos rojos recogió del piso, tenía el cabello negro y ojos azules, un vestido que no parecía hecho para su modelo y un moño rosado. La llevo hasta su pecho, como si fuera una de las cosas más preciadas que tenía en su vida y sus ojos dorados brillaron de enojo, pero a la vez reflejaron dolor y angustia.
Sabiendo porqué lo hacían, el cenizo se sintió bastante mal.
—Lo siento, la agarre para no pisarla —se disculpo con sinceridad.
—L-Lo sé, perdón que reaccione así —tartamudeo el rubio nervioso y suspirando mientras dejaba que su inesperado invitado se sentará en lo que se consideraba sala en su hogar, aún si era también dónde ponían los futones para dormir —Ahora, dime, ¿qué haces aquí? No es como si hubiéramos acordado una pijamada.
—Vine a hablar contigo —comenzó el cenizo en un tono bajo —Sobre lo que pasó en la USJ. Sé que estás involucrado.
El ambiente cambio rápidamente con aquella declaración, el más bajo apretó la muñeca más fuerte contra su pecho, amenazantes rayos eléctricos circularon a su alrededor y sus ojos dorados se pusieron fríos.
Katsuki sonrió cínicamente.
—No pareces tener intenciones de negarlo —dijo tranquilo — ¿Qué es lo que piensas hacer Kaminari? Matarme con electricidad no te será sencillo, te aseguro que puedo explotar tu estúpida cara antes de que logres alcanzarme.
—Me arriesgare —subió el voltaje de su electricidad, provocando que su cabello rubio tuviera estática —Tengo mis razones para hacer esto, Bakugou.
— ¿Y cuales son? No, no respondas idiota —gruño el cenizo —Mejor dime si esas razones estarían felices de que te volvieras un jodido asesino.
Denki detuvo su quirk, sus ojos dorados se habían abierto bastante ante la insinuación del cenizo, ese tono de sugerencia de saber porqué hacía todo lo que hacía —y por quienes— y en un acto de enojo e impotencia al verse descubierto, le agarro del cuello, como si estuviera a punto de golpearlo, pero aparte de eso también parecía estar a punto de llorar.
El cenizo sintió lástima por él. Lo compadeció, por eso, no hizo el menor intento de defenderse.
—No me juzgues, ¡¿qué maldito derecho tienes de hacerlo, eh?! ¡no es como si yo hubiera elegido esto! ¡tampoco neechan lo eligió pero...!
Ninguno de los dos lo espero, aquel momento en que una luz dorada se interpuso entre ambos, haciendo que el rubio soltará al cenizo, alejándose de la pequeña lucesita que hizo acto de presencia de la nada misma y se interpuso entre ambos.
— ¿Qué es eso...? —murmuro el más bajo confundido —Me...da una sensación extraña, Bakugou.
El mencionado no podía explicar que era el alma del mismo rubio materializada porque, en primer lugar, él tampoco tenía ni idea de cómo se hizo presente. Hasta ahora, solamente él había logrado ver las almas y percibir sus emociones. No tenía una maldita explicación que darle y para colmo, la brillante alma dorada revoloteaba a su alrededor con un sentimiento protector feroz, muy poco deseosa de dejarlo.
No tenía una puta excusa para dar, así que y aunque no era lo suyo, se preparó para improvisar y decir medias verdades. En consideración de que el rubio debería decirle a él cosas que nunca debió haber contado a otra persona, le pareció irónicamente justa e injusta aquella situación.
El día en que tuviera las cosas fáciles definitivamente pediría un deseo.
—Es mí quirk, anima —eligió el nombre en latín para darle más estilo —Puedo manifestar el alma de las personas.
— ¡Pero ya tienes un quirk! ¡Tener dos va contra las reglas del universo! —replicó el menor mirando asombrado aquella luz dorada en forma de esfera y sintiendo una extraña calma que le hizo bajar el volumen de su voz e indignación —Entonces, ¿estás usando mí propia alma para que no te ataque?
—Mierda, no —negó el de ojos rojos —Es un maldito quirk que no me moleste en desarrollar, así que a veces aparecen porque sí.
Kaminari se trago su mentira y observó al alma dorada que, recelosa, se acercó hasta él, dándole una sensación peculiar de paz y transmitiendo un pedido. Porque aún si era solo una luz a su alrededor, podía entender que le hablaba, que en parte le suplicaba.
"Por favor, confía. Por favor. Confía en Bakugou. Confía".
El rubio se mordió los labios, la confianza era algo que tenía únicamente reservado para las dos personas que más amaba en su vida. Yuna y Rui Kaminari, en nadie más que ellas podía confiar y viceversa. De esa forma había sido toda su vida, solamente eran ellos tres contra todos los demás, únicamente entre ellos se iban a ayudar.
Pero su alma brillo con intensidad, como si le rogara hacerle caso y cuando alzó la cabeza para mirar hacía el cenizo, que permaneció tranquilo todo este tiempo simplemente observando con paciencia lo que hacía, calló la parte de su mente que decía que debía sacarlo a patadas de su departamento y fingir que nada había pasado al otro día en Yuei. Por una vez en su vida, por primera vez quizás, decidió confiar en otra persona.
Entonces, su alma desapareció y su voz salió a flote, en un tono ausente.
—Es una historia larga —advirtió.
—Tengo tiempo —afirmó el cenizo.
—Mí hermana no es mala persona —murmuro el rubio —En serio. Ten eso siempre en cuenta, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —acepto el cenizo —Empieza de una vez.
El de ojos dorados trago saliva nervioso, cerro los ojos y antes de que pudiera arrepentirse, contó sus secretos a la persona que jamás hubiera esperado que los escucharía.
Y se sintió liberado de una carga tan pesada que nunca supo que llevaba sobre su espalda.
— ¡Corran! ¡Corran!
— ¡Hay niños! ¡Basta, por favor! ¡Nos vamos a entregar! ¡Nos vamos a entregar! ¡Por favor dejen la casa en paz!
Denki Kaminari nació sabiendo varias cosas. En primer lugar, sus padres eran villanos. En segundo lugar, su quirk era el más útil de todos cuando se trataba de robar, porque podía alterar fácilmente los sistemas de seguridad. Tercero, tarde o temprano lo que estaba viviendo iba a suceder. Todos en la familia lo sabían pese a no decirlo, tantas mudanzas para cubrir sus huellas, el ir y venir entre ciudades, nada de eso iba a lograr mantenerlos a salvo eternamente.
Aún así, ingenuamente, hubiera esperado que no atacarán su casa cuando su hermana recién nacida estaba tomando una siesta.
— ¡Denki, ven aquí! ¡Ven!
El grito de su hermana mayor Yuna lo llevo hasta el piso de arriba, el cual estaba en llamas. Sus padres no habían empezado el combate, si no los héroes, escucho a uno gritar sobre que lo hacía por su esposa muerta en su último robo pero no estaba seguro, era todo muy caótico. Sin embargo, ¿no era que los héroes debían priorizar el bienestar de los demás? Entonces, ¿por qué destruían su casa?
Estaba confundido, asustado y Rui se había quedado dormida en su habitación. Así que, si algo le pasaba a su pequeña hermana, sería su culpa. Porque él insistió en tomar la siesta con ella, porque la bebita olía a una linda colonia que le gustaba.
Esforzándose por no llorar, por no inhalar el humo del incendio, el pequeño rubio subió las escaleras a gatas, siendo recogido por su hermana mayor que lo llevo en brazos hasta su habitación que estaba intacta. Rui estaba ahí, llorando, cubierta de mantas y el rostro rojizo.
— ¡Ruru! —la llamo por su apodo y la sostuvo entre sus brazos con cuidado, como le había enseñado su padre la primera vez que lo hizo — ¡Lo siento, no debía dejarte sola!
Denki abrazo a la bebé y lloro sobre su cabecita. Su hermana mayor le vio con una pequeña sonrisa para abrazarlo también, se arrodillaron juntos en el piso y esperaron a que el caos del piso de abajo se dejará de escuchar.
El quirk de Yuna consistía en crear lanzas y campos a partir de la electricidad. No podía darles otra forma y tampoco era como si fuera muy poderosa. Estaba logrando mantener el campo de fuerza por pura voluntad de proteger a sus hermanos menores. Sabía que no podían esconderse por mucho tiempo, que deberían salir, pero si podían hacerlo cuando todos se hubieran ido sería mejor.
La adolescente que estaba cercana a cumplir los dieciocho años no tenía miedo por lo que sucedía en su hogar. Su padre y madre lo habían repetido tantas veces que lo sentía como predestinado. Ellos no iban a renunciar a su modo de vida, a el dinero fácil, a la adrenalina del crimen. Eran unos padres maravillosos con ellos pero no los mejores ejemplos a seguir. Esto que pasaba era karma y ellos, como sus hijos, lo iban a pagar también.
Decir que no los odiaba un poco por eso sería mentira.
Para cuando el conflicto pareció terminar, desactivo el campo de electricidad, tomo a Rui en brazos que se había cansado de tanto llorar y a Denki de la mano. Estaban los tres llenos de ollin, un par de cortadas y las gargantas irritadas. Nada grave pero le parecía que una atención médica estaría bien.
No, lo que sea estaría bien.
Se habían llevado a sus padres, no podía pedir mucho, pero si al menos le daban un botiquín de primeros auxilios para tratar a los menores estaría agradecida.
La adolescente bajo junto con sus hermanos las escaleras de la casa a la cual se habían mudado hacía un mes. El lugar no albergaba muchas memorias suyas —ninguna casa lo hacía, en ninguna se quedaban el tiempo suficiente como para tener un recuerdo conmovedor— pero aún así dolía verla en tal estado. La sala destrozada, el fuego que seguía quemando las cortinas, el techo que peligrosamente se venía a abajo.
Yuna se apresuro en sacar a sus hermanos de ahí, de salir al patio donde lo primero que vieron fue una patrulla policial irse. Al parecer, sus padres serían llevados finalmente ante la justicia. Tenía deseos de preguntar si debía ir a la corte, verlos una última vez o preguntar sobre las visitas carcelarias, aunque estaba segura que sus padres se negarian a que fuera ese lugar. Pero se guardo aquellas preguntas, no era el momento.
—Denki, sostén bien a Rui y espérame por favor —pidió acariciando la cabeza de su hermanito —Ya vuelvo.
El rubio asintió de forma obediente y la mayor sonrió, para después ir hacía dos héroes, los que habían invadido su casa sin importarle que ella y los niños estaban a dentro. La vieron con desdén, con repugnancia, estaban viendo en ella los mismos rasgos que en sus padres villanos, las mismas características. El cabello rubio, los ojos dorados, la contextura delgada.
El mismo quirk eléctrico.
Yuna tomo aire, extendió su mano y miro a los héroes con un aire de ingenua esperanza. Sabía que era inútil, siempre supo que el día en que sus padres no estuvieran estarían pérdidos.
Porque los demás no los verían como seres humanos. Para ellos, todavía sin hacer nada, al ser hijos de villanos tenían un cartel de "criminal" gigante en la frente.
— ¿Podrían ayudarme por favor? —intentó con todas sus fuerzas convencerse de que estaba equivocada —Por favor, mis hermanos...
—No ayudamos a los hijos de villanos. Lárgate.
—Vete, niña.
Tajantes, fríos, indiferentes. Sin una pizca de misericordia hacía ella que tenía el uniforme de la escuela sucio, la mano quemada por unas llamas que le rozaron y acababa de perder a sus padres.
Yuna se negó a llorar, se negó a mostrarles debilidad. Alzó la barbilla y se dio la vuelta, caminando hasta sus hermanos que le habían esperado. Denki mecía a Rui que volvía a llorar y ella con gentileza la recogió en sus brazos para calmarla.
—Tendremos que ir al hospital nosotros mismos, Den —explicó a su hermanito que inclino la cabeza sin comprender —Hum, no es un camino muy largo. Lo prometo.
—Esta bien, Yu-nee —acepto el rubio con una sonrisa que se fue reduciendo cuando giro la cabeza, viendo detrás de la mayor — ¿Nos están mirando a nosotros?
Yuna miro hacía la misma dirección de su hermano y efectivamente, los héroes los estaban mirando, como si fueran meras moscas en la basura.
— ¿Los héroes nos van a ayudar? —cuestiono con inocencia el niño.
—...No, pero nos tenemos entre nosotros —sostuvo la mano de su hermano —Entre nosotros siempre nos vamos a ayudar. Solo Rui, tú y yo.
— ¿Mamá y papá no van a poder volver? —interrogó el rubio — ¿No los vamos a volver a ver?
Yuna no supo que responder a eso, solo apretar la mano del menor y mirar hacía la casa venida a abajo.
Con aquella imágen, las palabras llegaron casi mágicamente a sus labios.
—Me temo que no lo sé.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top