PRÓLOGO

PAOLA

11 años de edad...

https://youtu.be/VlVlG_AtM4U

Siempre fui romántica.

Amaba todo lo relacionado a ello, desde que tengo uso de razón.

Desde y como un ritual tras salir del colegio, almorzar ligero y sin perdida de tiempo dejando el plato en el fregadero y apenas saludando a mamá, cruzarme a la casa lindera a la nuestra pasando por unos parrales, donde vivía mi abuela que a mi espera y ya con su taza de té en mano aguardaba por mí, en el sillón de siempre para ver juntas las novelas de la televisión.

Seguir luego tirada sobre la cama de mi habitación y después de mis tareas por las noches, la lectura rosa de las revistas con los galanes de moda o sumergirme en alguna novela romance que saqué de la biblioteca municipal.

Mi mundo era el amor.

Y como tal.

El más lindo de sus sacramentos.

El casamiento.

Convirtiéndome desde mis 4 años, cuando oficié el primer casamiento a mi Barbie Tropical con mi muñeca Beti veterinaria, siendo la precursora y totalmente a favor, del matrimonio igualitario y así, con otros juguetes.

Pero con el tiempo mis horizontes me llevaron a este oficio que me gustaba y cumpliendo mis 7 años aproximadamente, en llevarlo más allá expandiéndome.

Casar mis amiguitos del barrio, propiciando ese amor tímido que alguna tenía por el otro, pero ante la palabra de Dios dejaba de ser secreto.

Siendo casi siempre en el jardín de mi casa decorados con flores y guirnaldas en papeles de colores que yo misma hacía y como invitados presentes, nuestros juguetes prolijamente sentados contra el césped si las sillas no alcanzaban y con sus mejores galas.

Sin olvidar los importantes testigos, que como sombra me alentaban del otro lado de mi atril matrimonial hecho con un cajón de manzanas, pero pintado de blanco y rosa por temperas.

Mi perro y gato.

Fervientes y un sin número de veces testigos, de mis actas matrimoniales.

Y como tal apasionada, en ayudar a su majestad el señor amor y por ende, una enamorada de esta vida viendo, como tanto mis juguetes como amigos eran felices.

Llegó mi turno.

Mi encuentro con mi primer amor y solo, con mis 11 años de edad.

Un día de verano y en la playa balnearia, dónde estábamos vacacionando con mi familia.

Mucho mar.

Mucha arena que parecía oro, por el reflejo del sol en su despejado cielo azul.

Mucha gente disfrutando en familia y con amigos, bajo alegres y multicolores sombrillas o sobre el cálido oleaje de las aguas apaciguando el calcino calor.

Y entre ellos.

Él, con 25 años de edad.

Y su nombre era.

Juan...

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