PRÓLOGO 1.6
Casi 36h antes...
BORGES
La oficina era estrecha.
Lo suficiente para el escritorio con ambas sillas en madera de cada lado, cual una ocupaba yo.
Un archivero de metal con varios cajones a un lado.
Una pequeña mesa de café con tazas.
Y un mueble frente mío y tras el escritorio con docenas de libros en sus estanterías, más un viejo Atlas planisferio empapelando a un lado de esa pared.
Solo me mandaron a llamar y aunque puedo llegar a percibir el motivo, espero la afirmación de ellos, aguardando tranquilo y en silencio, mientras el único sonido y como cortina de todo, es lo que la puerta a medio cerrar hace llegar a mis oídos.
Compañeros del instituto militar en el área administrativa que sobre sus mesas de labor van y vienen.
- Siento la espera, soldado... - La puerta siendo abierta de golpe, bajo la voz del Coronel hace que me incorpore de golpe sobre mi saludo militar ante su presencia.
- Descanse, soldado. - Me pide y lo hago, mientras rodea su escritorio para tomar asiento del otro lado y trayendo consigo una carpeta de origen oficial.
La deja entre nosotros y por la interrupción del teléfono que comienza a sonar y cual atiende diestro y con un gesto me dice que aguarde.
Habla lo justo y necesario.
Más bien lo conciso en cuanto a una supuesta lista de posibles traslados y con su vista como dedos de una mano, tocando consecutivamente dicha carpeta.
Cuelga tras varios intercambios de palabras y tosiendo, acomoda su semblante como postura en su asiento para mirarme luego.
- Lamento interrumpir lo que sería como su pabellón, el receso anual de descanso obligatorio como necesario... - Me dice abriendo la carpeta. - ...pero buenas nuevas, Suboficial Mayor. - Me llama por mi último y nuevo grado militar en este último año.
- Señor... - A modo, esperando tales.
Busca una página en particular de muchas que compone la carpeta.
Una nómina.
Y en la cual en ella, puedo notar que encabeza mi nombre ella.
Para luego y casi volviendo al principio y rotando la carpeta para que esté al alcance de mi vista como manos.
Carajo.
No solo lo que detalla con honores y merecimiento todos mis logros en la base militar.
Sino, también.
Parte de mi sueño y por cual, me preparé como muchos de mis compañeros.
Traslado y ser parte de una división especial en misiones elite constantes.
Donde el reconocido por ello y por esquilar su protocolo, el General de Brigada Elías en zonas como Afganistán, La República Democrática del Congo, el conflicto de Yemen y por lo que leo de la carpeta, ahora en plena misión con su escuadrón.
Batallón que lidera a través de varios grupos con su base militar a la fecha en Siria.
- Prepárese Suboficial... - Me dice y dando vuelta una hoja por mí, que afirma mi traslado con otro grupo de compañeros. - ...llegó su momento con destino y donde nuestra base se encuentra... - Me mira. - ...en el oeste de Siria.
Y una adrenalina me colma, mezcla de importantes sensaciones.
Mi día tan esperado había llegado y contra el conflicto bélico como civil de Siria, país de República Árabe y soberano del Oriente próximo.
Uno ahora convertido en internacional derivando enfrentamientos con grupos terroristas, incluyendo de las mayores potencias nucleares como las potencias regionales.
He ir a su vez contra la famosa "oposición Siria" integrada por varios grupos, pero la más peligrosa.
La de "El" adquiriendo mayor protagonismo estos últimos años, invadiendo vastas extensiones de Siria desde Irak.
La coalición internacional liderada por los EEUU.
Central Join Task Force.
Junto con otras potencias militares formaron como nexo esta división especial, cual ahora es mi traslado.
Grupo elite, oriundos los soldados de varios países que y como dije, capacitados para estos enfrentamientos, donde Rusia, Iran y agrupaciones Chiitas como Hezbilá apoyan nuestra participación al igual que el gobierno sirio para combatir contra este gobierno islámico y por ende con nuestra participación, llevar a cabo una operación antiterrorista después que el presidente de Siria solicitara nuestra ayuda militar.
Ya que todo esto, estaba acabando con la humanidad.
Con la vida de cientos de miles de personas, desencadenando una crisis humanitaria y cual, una misma cifra de habitantes se vieron obligados a huir.
Muchos a países vecinos, donde Turquía acogió a millones como el Líbano y Jordania.
¿Y lo más triste?
Tres cuarta parte de los refugiados siendo mujeres y niños, pero llegando a esos destinos solo la cuarta parte por ser asesinados o muchos de los infantes secuestrados para reclutarlos con su corta edad y convertirlos en tipo soldados rebeldes y luchar directamente en primera línea o zonas de difíciles accesos para adultos y viviendo, bajo asedio y completamente aislados de la ayuda humanitaria.
Niños kamikazes, en una palabra.
- Descanse lo que queda y prepárese, horario de partida en 124h, hora Zulú 06, soldado... - Cierra la carpeta, pero me entrega una de las hojas con mi destino, en el momento que otro soldado golpea la puerta, seguido a entrar con por la voz del Coronel y nos saluda militarmente.
Uno de mis compañeros de siempre.
Y comprendo.
No solo que mi momento de retirarme, también el turno de él y que nuestro superior, le de la buena nueva.
Más, cuando noto a todos afuera esperando.
Somos la nómina con nuestros nombres avalándolo con nuestros destinos marcados.
Para nosotros, no hay más vacaciones de milicia.
Ya en mi pabellón y sobre mi litera sentado, miro mi morral de viaje a medio hacer por mi supuesta salida de vacaciones de receso como cada año en cual estoy a horas.
Ya, no más eso.
Y sobre esta nebulosa de felicidad concretándose lo que siempre anhelé, viene a mi mente la niñita de la playa.
Perlita.
Y esa siempre promesa de vernos cada año y misma fecha, cosa que lo mantuve desde que nos conocimos.
Comenzando como un juego de amistad con alguien que apenas superaba poco más de mis rodillas y en estos últimos años siendo testigo aparte de ese amor infantil, pero lindo que me profetizaba.
Que se iba convirtiendo en todo una mujercita.
15 años, esa cifra dicha por sus labios y determinación, viene a mi mente por su edad este año.
Se me escapa una risa.
Una según ella muy madura como categórica, suficiente para que la empiece a tomar en cuenta y categoría de una mujer para mí.
Y paso mis manos de forma algo nerviosa por mi pelo corto y ya lejos del largo que lo llevaba siempre.
Pero no, por eso.
Más bien, ante la idea de no volver a verla.
Y sacudo mi cabeza corrigiéndome y me dejo llevar por la ventana con su vista desde mi piso, cual ya la oscuridad se apropia de todo el instituto.
Ya que la cosa y no entiendo el jodido motivo, de querer contarle como explicarle que nunca más vernos.
Mierda.
¿Qué hago?
De pie, camino entre litera y litera deliberando.
A casi cuatro días de nuestra partida, contabilizo la cierta posibilidad que tengo.
Si pudiera...
Y ante una pequeña posibilidad y sin siquiera perder tiempo en cambiarme por algo más holgado y fuera del grueso género de la camisa militar que llevo puesta, apuro mis pasos a la puerta, seguido a las escaleras para llegar a la salida del edificio.
Aunque tengo descanso hasta nuestra salida, salir del instituto sin permiso sería infringir la norma militar.
Por eso minutos después, estoy nuevamente tocando la puerta del despacho del Coronel, que ante mi aparición como petición de salir por breves horas, me mira entre curioso y serio.
- ¿Para ver una mujer? - Repite mi motivo.
Afirmo y no.
- Amiga más bien, señor. - Murmuro de pie frente a él y arregla su bigote sin dar crédito a la breve historia que le relato de nuestra amistad.
Por razones que oscurecería en vez de aclarar, no digo su edad.
Pero comprende, ya que sabiendo que lo interpretaría como despedida de enamorados, cosa totalmente lejana a eso, levantando el tubo del teléfono avisa de mi permiso por solo algunas horas en la entrada.
- Soldado... - Me detiene ante mi mano en la puerta para salir. - ...está comprendiendo que jamás volverá a verla si es aledaña del territorio, ya que su vida va ser en todas partes y en algún lugar del mundo? - Siento su voz en mi espalda.
Nuevamente asiento.
- Si, señor.
- Tiene 26h. - Dice el tiempo de mi permiso mientras me retiro.
Cosa que una vez fuera me pongo en movimiento sin perder ese preciado tiempo.
Y maldigo notando que ningún colectivo de los nuestros tiene horario de partida, más que temprano en la mañana pero dirección contraria a mi destino.
Coches militares no podemos utilizar sin la autorización correspondiente de un superior y obviamente con razones para el ejercito.
Pero una vez llegando a la salida del instituto y abriendo la barrera para mi salida al mostrar mi credencial, los cabos me aconsejan lo que pensé.
Sobre la carretera y a la distancia, una parada de autobuses.
Cosa que los dos primeros que pasan y cual detengo, su destino esta fuera del lugar de la playa.
Pero un tercero, me deja en la ciudad aledaña.
Unos aproximados 14km de la que está la playa y sin dudar lo monto pagando su tarifa y caminando por su pasillo hasta localizar un asiento libre.
Cual me desplomo contra su butaca del lado de la ventanilla mirando el trayecto nocturno y sin dejar mentalmente de calcular.
Cristo, esto es una locura.
Los condenadas horas con sus minutos que me robará en viático todo esto y llegar a tiempo nuevamente al instituto ante mi partida a Siria.
Saco de mi bolsillo el papel que me entregó el Coronel y por la fuerza, arranco una esquina de la hoja, justo donde dice la locación de llegada.
Lo releo y vuelvo a guardar, tanto la hoja como su pedazo roto en mi bolsillo.
Dos horas o tal vez tres, desciendo en una parada algo desolada por el horario, pero notando cruzando la calle, lo que parece una especie de bodegón de comidas al paso.
Consulto al propietario ante la posibilidad de un taxi, cual me regala su mejor cara irónica señalándome desde el otro lado del mostrador, no solo el vacío de clientela del lugar, donde lo único que muestra algo de vida, ya que él no con su estática y holgazana presencia, el sonido de la televisión arriba de una de las mesas trasmitiendo un partido de fútbol.
También que todo este escenario, hace juego con la desolada población lejos de movimiento de autos u otro ser humano a la vista.
- Mierda... - Digo girando del mostrador y pagando una botella de agua fría que le pedí al viejo, cosa que la bebo sediento hasta la mitad.
Pero por sobre esta tomando y a través de su plástico, diviso una bicicleta que muestra su presencia en una ventana lateral abierta.
Y miro al vendedor, ante una idea cruzando mi mente.
Si.
Minutos después y pedaleando con energía, ya me encuentro por la carretera y usando de toda mi tracción a sangre, no solo para aligerar mi velocidad en el gran trayecto que tengo y jodidamente me espera.
Además, para que la bendita y pequeña farola que lleva la bicicleta como toda iluminación, lo haga con fuerza en la desierta calzada.
PAOLA
No deja de mirar el reloj que lleva en su muñeca, mientras y tras avisar a mamá como mi abuelita que estoy bien y advirtiendo la presencia de él, cual se los presenté, ya que solo lo conocían de mis eternas charlas llenas de corazones y flores y bajo el título de mi primer amor.
Nos permitieron una charla en el jardín delantero de la casita que siempre alquilamos, sobre un juego de mesa con sus sillas y por más que la noche avanzó, pero sobre la supervisión de ellas estando en el comedor y vista de nosotros desde la ventana.
Una jarra de limonada dulce y bien helada nos acompañó que yo misma preparé soñadora y sin poder creer lo que tantas veces pensé.
Compartir tipo a la casita con Juan en noches cálidas de verano y hasta en un futuro, rodeados de nuestros hermosos bebés jugando alrededor nuestro.
Pero esa insistencia de chequeo a la hora constante, me saca de mi ensoñación, como y a pesar de los vestigios de su cansancio de su rostro por la bicicleta.
Que esta, está lejos de ser la siempre alegre.
Aunque soy chiquita, noto preocupación.
Algo que lo atormenta, obligando a que apriete con mis manos el vaso de mi limonada que ni siquiera probé.
Un pequeño silencio se hace mientras él si bebe del suyo y hasta se sirve un segundo vaso colmado.
- Ya no tengo más vacaciones de cabo... - Me dice, terminando de beber.
- ¿Pero, estas acá? - No comprendo muy bien.
- Para despedirme... - Me dice con su vista en lo que yo también veo.
La pantalla de la televisión que destella una y otra vez desde la ventana del comedor, por mamá y abuela viendo algún programa.
- ¿Hasta el año que viene? - Pregunto y niega al instante sin dejar de mirar en esa dirección. - ¿El otro, entonces? - Insisto.
Pero esta vez volviendo su vista hacia mí, me mira y creo que intenta sonreír.
- No va a ver más algún año de volver a vernos, perlita... - Formula algo apagado, pero muy decidido. - ...obtuve mi primer misión... - Prosigue. - ...de muchas que tendré de acá en adelante. - Me confirma.
- ¿Y eso, es lejos? ¿No hay playa, donde te mandan? - Hablo y procuro sonreír, pensando cientos de posibilidades.
Me pongo de pie indicando la casa.
- Puedo pedir a mamá...y mi abue... - Tartamudeo. - ...que el próximo veraneo ir a...
- No lo hay... - Me interrumpe. - ...y si hubiera algo cercano a ello, jamás permitiría eso...
- ¿Porque, todavía no me amas? - Mi turno de interrumpirlo y con ya lágrimas asomando en mis ojos, pero sin llorar.
Niega sonriendo y no comprendo el motivo de ello.
¿Le da risa, mi amor por él?
Me contemplo.
Yo crecí.
Ya soy una señorita.
- Si no lo hiciera, no estaría acá. - Me dice, pero niego.
- Pero no me amas de la forma que yo a ti... - No responde a eso, pero sí, suspira mirando malditamente otra vez la hora.
¿Por qué?
Y acto seguido, también se pone de pie.
- Debo regresar, solo quería...yo necesitaba... - Se corrige. - ...despedirme...
- ¿Para siempre?
- Lo más probable. - Dice y procura revolver mi pelo como siempre lo hizo con gesto de cariño.
Pero, rechazo su contacto y me gano su mirada fija como pensativa por mi acción.
- Creo, que es lo mejor. - Dice como conclusión sobre otro gesto, pero esta vez militar y a modo despedida hacia la ventana donde mi madre y abuelita, ahora nos observan.
- No te vayas... - Le ruego siguiéndolo pasos atrás, ya que va en dirección a su bicicleta.
- No puedo, perlita. - Es sincero. - Tengo solo horas de permiso para volver.
- Mamá te lleva. - Indico hacia ellas y se vuelve a sonreír sin aceptar y con eso, mi llanto estalla.
Y no me importa parecer una niña, porque me duele mucho esto que no entiendo absolutamente nada.
La puerta de entrada nos interrumpe siendo abierta por mamá ante la despedida que odio con toda mi alma.
- Gracias... - Le dice a Juan tapándose un poco más con su chalina al llegar hasta nosotros, cosa que tampoco comprendo eso.
Yo solo entiendo que lloro, porque me dijo que nunca más nos volveremos a ver.
Juan solo se limita a asentir a sus palabras siempre sonriendo, mientras se monta en su bici.
Y sobre ya un pie en el pedal me mira y yo, le elevo una de mis manos entre nosotros y dejando a nuestra vista.
La suya y pese a la oscuridad, sobre la iluminación de la farola de la calle como la de afuera de la casa, notando bien mi palma abierta a modo de la siempre promesa que nos hacíamos.
Pero, esta vez sin contacto alguno.
Que vuelvo a repetir esta, por más que me dijo que nunca más.
- El primer amor no se olvida... - Llorisqueo. - ...y sé que lo soy del tuyo, pero no lo sabes todavía... - Le digo con hipos de lágrimas. - ...al amor no se lo olvida... - Miro mi mano que jamás la bajo. - ...y nuestra promesa nos va a encontrar... - Prometo perseverante.
Mira a mi madre, cual callada observa y escucha todo, para luego a mí.
Se sonríe.
Triste, pero se sonríe.
- Te tengo fe, perlita... - Y ante un último ademán de saludo a mamá y mirada de cariño hacia mí, comienza con su regreso
Quedando sobre mi llanto, el consuelo de mi mamá abrazándome contra su pecho y esas palabras de Juan, sin saber si era solo una especie de frase o confianza en mí.
Y limpio mi mejilla húmeda de lágrimas contra la blusa de mamá sobre sus palabras de consuelo, observando lo que parece un pedacito de papel roto en el césped y donde Juan estuvo montado en su bicicleta.
Me separo de su abrazo para caminar hasta él y recogerlo para mirarlo con detención.
Solo dice y lo que puedo llegar a leer, Siria.
- ¿Mamá, Siria está en África? - Pregunto.
- No, nena. En Asia... - Me corrige.
Se acerca hasta donde estoy y mira el papel con ese escrito como yo.
- ¿Por qué? - Me consulta, arropándose más en su bonita chalina sobre sus hombros.
La miro.
- ¿Hay playas de veraneo, ahí? - Solo consulto, apretando contra mí, el papelito
Feliz...
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