CAPÍTULO FINAL, ÚLTIMA PARTE

PAOLA

No hay mucha gente como pensé esperando pedir su orden en la tiendita de hot dogs, siendo una breve pausa para la próxima carrera.

Tampoco en las de papas cuando pido mi porción con otra gaseosa.

Teniendo en mi poder ahora un celular que adquirí, solo un mensaje de texto en respuesta a uno que mando a Lála preguntando por mis hijos, me reconforta y tranquiliza sabiendo que están bien y muy entretenidos jugando con el pequeño Constantine.

Le agradezco nuevamente por haberse ofrecido en cuidarlos para que pueda salir con mi amiga en su supuesta despedida de soltera antes de su boda, antes de guardar mi móvil en la carterita tipo bandolera que cruza por mi pecho.

Llamándome la atención mientras emprendo mi regreso a las gradas y Rocío que no solo, es masiva la concurrencia ya a esta hora de la noche.

También, que descubro entre ellos varios uniformes militares.

Sí.

Y del tipo que usan, cuando salen de vacaciones o días libres.

Casual y sin ornamentos.

Solo pantalones a juego con una simple camiseta sin mangas por el calor a tono y con una especie de gorrita de color como ese uniforme.

Y para mi asombro y alegría, descubro sin dejar de caminar a un par que convivimos en la base y a uno le serví semana atrás junto al Capitán, sopa hecha por Lála la noche del desenlace de todo en el palacio Ur.

Que al verme me reconoce tan alegre como yo y se acerca hasta donde estoy, confirmándome con el saludo que él como otros compañeros, vacaciones merecidas y disfrutando con ellos de esta noche, porque mañana a primera hora parte rumbo a su país para ver a su novia como familia después de casi un año de no hacerlo.

Festejo con él esa buena nueva en el momento que ya decido que es hora de volver, pero mis pasos se detienen otra vez, al divisar a poca distancia y que jamás vi con sus pares.

Dios.

Al Capitán cerca de unos coches estacionados.

Para ser exacta apoyado con un camión de mediana carga y que muchas veces vi, llevando soldados en su parte trasera para rotar ubicación en alguna zona aledaña a ejecutar.

También, lleva ese uniforme como el resto.

Uniforme mismo que siempre vestía y azota mi memoria al verlo, cuando cada verano nos encontrábamos en la playa.

Misma altura.

Misma contextura física en esa postura apoyada sobre su hombro y contra la lona trasera de ese mediano camión.

Tal vez, con más masa muscular que fue ganando con los años pasando.

Y aunque ya no pisa sus primeras décadas como la primera vez que lo vi, jodidamente y por más pelo entrecano que muestra su corte por no llevar él la gorra, todo sus rasgos, mirada gris y ese hoyuelo en su barbilla, mantiene el registro en su genética perfecta de lo guapo que siempre fue.

Y eso.

No voy a llorar.

Me duele.

Y por eso, me limito a solo saludar con un gesto de lejos a su persona.

Pero al voltear me encuentro a distancia.

Cristo.

A Rocío mirándome y no está sola, junto a ella rodeando sus hombros con un brazo, Camilo a su lado.

Y comprendo sin terminar de analizar esto.

La miro confusa, al Capitán y a ella de nuevo.

- Traidora... - Le digo, cuando llegan a mí.

Se sonríe.

- Lo siento, Pao... - Me dice con cariño. - ...solo que creo, que se merecen una conversación y su licencia y esto. - La noche de carreras. - Nos pareció una buena opción, porque te veía negada a ello...

- ¿Nos? - Miro a Camilo y ríe, subiendo su brazo libre tras su cabeza.

- Lo siento, también. - Me pide, señalando al Capitán, que permanece sobre su lugar contra el camión. - Tú, triste pese a muchas cosas que conseguiste y mi amigo otro tanto, convirtiéndose en un jodido chupacabras de los montes por su carácter en la base y entregándose a sobredosis de chocolate con licor por no ser tolerante al alcohol... - ¿Qué? - Elías lo echó de la base.

- ¿En serio? - Me asusto y ríe.

- Casi. - Bromea.

Rocío toma los pedidos y gaseosas que cargo en mis manos.

- Conversen, son gente adulta... - Besa mi mejilla y Camilo también, causándome una sonrisa y sin más, se marcha.

Mágicamente como el resto de los compañeros, quedando el Capitán, ese camión y yo.

Y con eso como tomando una respiración necesaria, soy la primera en acercarme y caminar hacia él.

Pero antes que pueda decir algo, sus manos que se mantenían en los bolsillos de su pantalón, una se alza para que le ceda las primeras palabras.

- Es verdad... - Solo me dice y lo miro.

- ¿Qué cosa?

Una mueca que parece una sonrisa.

- Que me dieron días por parecer un jodido de chupacabras estos últimos días.

Muerdo mi risa.

- Le hará bien... - Que lo siga tratando de usted, llama su atención.

Creo que le duele o molesta.

No lo sé, pero sigue adelante a lo que sea que quiere decirme.

- Me hizo... - Mira el camión con orgullo y en cual sigue apoyado.

Mi dedo lo apunta.

- ¿Armaste un camión? - Sorprendente.

Y por primera vez desde que lo encontré, ríe.

Sí, señor.

Y lo hace con ganas mientras niega, entre divertido y sin poder creer lo que dije.

Y Virgen Santísima.

Su timbre alegre y sus comisuras dibujando ella, es el chico de mis veranos.

Ese primer amor que reía siempre para mí, en nuestras charlas en la playa o sobre el muelle.

Golpea su lona en color arena cerrada y cae sobre la parte trasera del camión.

-Lo que hay dentro... - Me responde, incitando a que me acerque y me señalo con mi índice, cosa que lo afirma.

Y lo hago, caminando hasta donde está.

Vuelvo a indicarme al llegar y ponerme a su lado, mientras él solo baja su medio compartimiento trasero, pero me deja a mí, que haga a un lado la lona.

Y obedezco.

Cual al hacerlo, agradezco que Rocío con Camilo se hayan llevado las consumiciones.

Ya que, jodidamente por la sorpresa y hasta el mismo grito que exclamo al ver lo que lleva atrás, imposible por la emoción que no se me hubieran caído al suelo volcando todo.

- Lo comenzaron días después que llegaste con ella a la base. - Habla, porque yo no tengo habla.

Solo lágrimas sin dejar de mirarla desde abajo.

- Y pude terminar lo que le faltaba, estos días... - Concluye en el momento que con un gesto al aire, aparecen dos cabos que no tengo idea de dónde.

Pero prestos y en un salto a la parte trasera del camión y con ayuda del Capitán, bajan.

Mi Dios querido...

Mi motoneta, totalmente restaurada.

Azul.

Uno muy bonito en tono noche y perlado está pintada con su asiento prolijamente tapizado en cuero negro.

Con sus espejos nuevos, ruedas, tablero y hasta el escape, lejos de ser el oxidado y de poca vida, con uno ahora, destellando su color plata por ser a estrenar.

Acaricio su faro delantero, también nuevo en el momento que los soldados se retiran y el Capitán nuevamente con su mano en un bolsillo, saca algo para extenderlo frente a mí y su brillo como sonido, tintinea entre sí.

Las llaves de siempre, pero ahora colgando de ellas y fuera de la tirita original que ya tenía.

Ahora lo adorna.

Guau.

Un bonito llavero en plata también, pero de Pucca y lo miro por descubrir, cómo sabía que me gusta ese personaje.

Y más.

Con llaves en mis manos, estas van a mi boca, cuando acto seguido saca de un lateral del camión un casco nuevo.

No el mío.

Uno a estrenar en color rosa y al verlo bien.

Cristo.

Descubrir que tiene stickers, no solo de Pucca.

Sino.

Los que viniendo a mi memoria, me quedaban de mi diario perdido y me regaló una amiga para un cumpleaños.

Que al aceptar entre mis manos el casco por el Capitán, noto dentro del mismo.

Retrocedo, mezcla de asombro y no poder creer.

Lo tomo con cuidado, sin poder dejar de lagrimear.

Mi diario extraviado.

Abriendo su tapa como tomándome mi tiempo en mirar sus hojas con mis anotaciones, dibujos, frases de mis días y cuales muchos, solo lo dedicaba a Juan rodeado de dibujos de corazones con flores.

Y al llegar a las últimas páginas, descubrir algo que acompaña mi prolijo folleto con la publicidad de la congregación de coros en Londres hace muchos años, donde no solo participé.

También, fue lugar de mi primer beso con él.

Y es en la hoja de al lado y pegado igual, pero más deteriorado y faltando un pedacito de ello.

Otro folleto igual.

- Por eso fui... - Habla. - ...te estaba buscando sin saberlo...

Lo escucho pero no respondo, mientras aprieto mi amado diario contra mí.

Me buscaba sin saberlo, repite mi cerebro y con estas jodidas causalidades que nos ataron, pero nunca pudimos vernos a lo largo de los años, pero el diario es una prueba viviente como el folleto que sin saberlo, él también tenía.

Y ahora dudo lo que siempre fue mi aliciente.

¿Fue bueno o malo?

Lo miro, sin dejar de llorar en silencio.

¿Bueno para mí, por creer siempre y malo para él, por negarlo?

¿Pero siendo la connotación final y paradójicamente, mal para mí y ahora resulta, que bueno par él?

Deposito el casco sobre el asiento de la moto, pero mantengo conmigo mi diario, para alejarme nublada de pensamientos en dirección a un único lugar.

En dirección a unos baños químicos , pero en madera y al exterior de este predio para uso del público presente.

Sí.

Porque necesito hacer pis, pensar y alejarme de su radio un momento, cosa que lo hago sintiendo como me llama sin entender mi actitud, mientras me marcho.

Y yo tampoco, me lo comprendo.

Pero al llegar a uno, su mano extendida gana, apoyando su palma completa contra la puerta.

Seguido y recordándome a la vez que llegó al pueblo, cuando sin más y previo aviso, me llevó al dispensario obligada por precaución a la supuesta llegada de León con sus subversivos.

Como ahora mismo.

Verificando alrededor, seguido a abrirla y mirar dentro, que encontrando todo en orden y supongo que limpio y con dos papeles higiénicos colgado de un lado, me introduce.

Pero, con él dentro también.

¡Qué!

No puedo siquiera hablar y moverme menos.

Por el escaso tamaño y sorprendiéndome.

La voluntad de todo su cuerpo estrellándose contra el mío y sofocando mi boca con los suya, dejando mi diario en el único estante.

Mi Dios.

En un profundo beso que me roba hasta el aliento como mis ganas de chillar y decirle que se marche.

Es dulce como el que nos dimos esa tarde en la catedral, pero demandante y con necesidad, siendo imposible que me niegue por tantos años de necesidad y por fin cumplirse, que al sentirnos como Dios quiere, se lo devuelvo con la misma intensidad.

- Capitán... - Puedo lograr decir abrumada por lo que ocurre después de tanto tiempo.

- solo, déjame terminar de besarte... - Sale de él, notando que no encuentro palabras. - ...carajo, por fin... - Su voz desaparece y pese a la oscuridad como pequeño tamaño que nos encerramos, una tímida sonrisa siento en sus labios pegados a los míos.

Yo tampoco hablo devolviendo otro beso que me da, cuando descubro al rodear su cuello con mis brazos para pedir más de su lengua contra la mía, parte de mis mejillas húmedas por sentir una lágrima de él, haciéndose camino en la suya.

Y por eso sostengo su nuca y la acaricio con mis dedos, intentando reconfortar lo que para él tanto como para mí, es llegar a esto, volviendo a presionar más mis labios para capturar su boca, sintiendo que me jala más contra sí, seguido a sus brazos envolverme más y sus dedos deslizarse en la curvatura de mi espalda y llegando a mi tarsero, apretarme contra su cuerpo, encendiendo nuestras ganas  de más que un deseo.

Mucho más allá de eso.

Es intensidad de que ese momento llegó, cual sin tabú, solo amarnos naciendo no solo de nuestro bajo vientre.

Del corazón, también.

Se aleja algo, rompiendo nuestro beso para en la oscuridad y una mano verificando la traba de la puerta, mirarme entre penumbras, continuo y con caricias como suspiro excitado de ambos, empujarme más a él en el instante que afloja como desabotona su pantalón y luego es interrumpido por la cremallera bajándose y perciba con ese tacto, lo dolorido y duro  que está por mí, mientras otra de sus manso y con mi ayuda, arremolinamos el borde del vestido que llevo y tocando por eso, sus dedo mis muslos internos cuando besa tiernamente uno de mis hombros, causando que gima bajo y sintiendo que nunca voy a saciarme completamente de él.

Mi cabello que desde que cambié de vida y por llevarlo siempre suelto con su largo, está todo revuelto por nuestras necesidades y sé que le agrada, por su sonrisa a media luz como la mía, nos delata, cuando yo también y bajando en el proceso su pantalón como ropa interior para liberar su erección, me pierdo en la belleza masculina de su rostro y que de niña amé.

Sus ojos grises destellan por mi osadía y otra sonrisa curva sus labios con un jadeo de excitación, cuando rodeo la longitud de su pene y la dureza responde más por mis caricias, inclinando su frente contra la mía,  mientras mis dedos se aferran y bajan como suben, provocando que su voz gima ronco, siendo el turno de bajar mi braguita para que no exista ya nuca más.

Ninguna jodida frontera entre nosotros separándonos.

BORGES

Semana  con sus horas, tanto de sus días como la de sus noches y hasta durmiendo sentado para concluir lo que había dejado a medias.

No solo, terminando de arreglar la vieja motoneta de Perla a sudor, contra el tiempo y lágrimas por renegar con algunos respuestos.

Ya era hora asimismo, de acabar con lo que empezó con ella 16 años atrás y nos debíamos.

Le debía en realidad.

Que luego de merecido puñetazo que me propinó Camilo usando la técnica de Cabul para despejar mis mierdas mentales.

Cosa que hizo efecto.

Con su ayuda y también de la doctora y finalizando la primer fase de arreglo.

Fui tras ella.

Y fue suficiente al volver a encontrarnos, luego de dejarme esa noche en le palacio, no volver a cruzarnos y comprender.

Doliéndole como la mierda.

Que siempre, supe quien era ella.

Y bastándome cuando sus ojos se levantaron y se encontraron con los míos al charlar con uno de mis hombres en este predio, que así, como si un costal de basura pesada sintiera que caía sobre mí, por ver su mirada llena de tristeza y lejos de lo que siempre alegre brillaba para todos e inclusive para mi persona por más negación o condenado rechazo por mis putos miedos.

Si existían esas razones que tenía para seguir alejada de ella.

Se evaporaron.

Y apreté mis manos como puños dentro de los bolsillos de mi pantalón, luchando contra mí, mismo para permanecer inmóvil y no correr a ella y poder acurrucarla mientras la abrazo como besarla y ponernos al día con eso,  por tanto tiempo en años reprimidos.

He hice bien, ya que y siendo incitados por los chicos a una conversación, cual yo más que todo le debía y emocionada recibía su moto restaurada.

Una estrangulada de bolas me confirmó, su siempre y latente dolor por lo que le hice.

Que me perdonaba, porque no sería la perlita de siempre como Paola persona humana y buena gente y me enamoró.

Pero que vigente esa herida por mi causa, difícil de sanar y como siempre sangraba y supuró en su máximo dolor cuando huyó de mí.

¿Dejarla ir?

Imposible y fuera de mis planes.

Necesitábamos y necesitaba ya un cierre en todo esto.

Y lo hice, caminando tras ella.

Y lo hicimos dentro del jodido cubículo del baño.

Sonreí.

Dejando atrás a esa chiquilla y ese joven de la playa con sus veranos de encuentro.

Y reitero.

A esa niña seguida a una adolescente con ese muchacho para luego un adulto mayor.

Y ser solo encerrados, ahora.

Un hombre amando a una mujer.

Y por eso montándola sobre mí y con ayuda de la pared me empujo dentro suyo, que al sentirnos, algo se revoluciona.

Jodidamente explota entre nosotros, porque va más allá de una conexión.

Es algo que supera lo físico y lo comprendemos mientras más la penetro y me hundo dentro suyo.

Ya que, es la unión, no solo de 16 años de dos corazones juntándose.

Lo es, del alma también.

Y por eso nos miramos jadeantes moviéndonos.

Perla al compás de mi ritmo que la sujeta, mientras se asienta completamente teniéndome dentro y yo, nublado de deseo, pero siendo mi único paisaje siempre ella.

Y su cuerpo reacciona al beso que le reclamo, comenzando a moverse más y yo instintivamente, con mis caderas y pecho empujando contra el suyo, me muevo más.

Nuestros ojos siguen sosteniéndose, pero ella los cierra levemente ante una estocada fuerte mía, arqueando su espalda contra la pared y un suave gemido escapa de sus labios pegados a los míos.

PAOLA

Mi gemido tensa sus músculos cambiando el ritmo, notando como me mojo.

No puedo hablar.

Solo asentir al separarse nuestros labios a lo que sus ojos me preguntan y cual yo, solo pido y quiero más.

Mucho más.

Y su boca muestra otra sonrisa que juega en sus labios, mientras sus manos me agarran mejor los lados, para sostenerme más firmemente y me aprieto mejor con mis piernas a su cintura y sus caderas continúan su dolorosa, pero para mí, necesitada penetración y retirada.

Yendo y viniendo.

Saliendo y entrando sin descanso.

Y obligada, mis muslos los aprieto y tenso, cuando mi cabeza como corazón comienzan a dar vuelta por la fuerza de mi orgasmo llegando, aumenta.

Puedo sentir el calor de su aliento percibiendo mi clímax, que aumenta jadeante por profundizar dentro mío, arrancándome una exclamación de puro placer y a él, su propia necesidad de llegar besando suave mis labios, seguido de empujar su lengua a la mía para deslizarse y profundizar más.

Su boca reclama la mía, como su pene en mi interior todo mi cuerpo y mi orgasmo, impulsándose hacia mí, ahora con desesperación apasionada y yo pido ya todo él en mi interior de ser posible.

Su cuerpo comienza a temblar y este, llama al mío en nuestro ritmo castigador, siendo donde estamos.

Sudor, sexo y jadeos que ya no controlamos.

Más, cuando mi cuerpo se tensa ante la llegada de mi clímax y libero mi orgasmo con un fuerte gemido en mis labios.

Seguido a otra ola de sensaciones al sentir el suyo que me colma y se corre en mi interior.

Su mejilla reposa en mi cuello agitado y todo es humedad.

Su transpiración como la mía.

Nuestro abrazo que no nos abandona.

Como nuestra unión, que ahora moviéndose lentamente dentro como fuera para sacar nuestros últimos restos de orgasmos y también yo, de empujarme a través de él, por mis latidos internos que aprietan más su pene, algo de eyaculación como mis propios fluidos, se escurre entre nosotros.

Lleva mi rostro a su pecho y em abraza contra él.

Y puedo escuchar sus latidos atronadores que locamente hacen juego con los míos, procurando calmarse.

Sosiego y calma después de esta batalla de sexo, nos cubre y yo bostezo, causando que su cuerpo tiemble por la risa silenciosa que le gana al escucharlo.

BORGES

Cansancio y del bueno nos embargó luego.

Seguido de salir primero del baño y notando nadie al rededor, entrelazar su mano y conducirla hasta la moto y sacándole las llaves tomando el mando y ponerle el casco verificando su seguridad, conducir hasta el hotel donde me estaba hospedando.

No sabía donde vivía, aunque tenía una lejana idea.

Pero ver su agotamiento y más a unas cuadras después, cuando su peso dormido reposó en la totalidad de mi espalda, opté como mejor opción.

Sonriendo feliz...

PAOLA

La suave respiración ralentizada del Capitán, me dice que sigue profundamente dormido en su cama.

Un cansancio me había ganado anoche.

Un filtro de desahogo por tanto acumulado por mucho tiempo y no solo sexual, además cargado de historia.

Nuestra historia que cayó sobre mí, como a él, para terminar y al despertar en sus brazos como cama.

La mañana comienza a mostrarse a través de las persianas de la ventana de la habitación y eso, me dice que ya es hora de volver.

Mis hijos me deben estar esperando.

En especial Yuu, mi bebé más pequeño que demanda de su madre.

Sonrío feliz.

Yo.

Constantemente.

Miro al Capitán.

No hubo charla.

Tampoco conversación.

Aunque reconozco que sí, mucho amor pese a todo por los dos.

Pero, sintiendo mientras me pongo de pie sobre la cama que seguía sentada.

Que no puedo obligarlo a lo que decidí y me convertí, sin consultar.

Miro mi diario que de ahora en adelante, solo a sus páginas restantes en blanco voy a llenar de ellos.

Mis cinco hijos maravillosos...

BORGES

- Es porque no se declaró... - Camilo formula tras mucho cavilar.

Y lo miro por eso.

- No... - Rocío terminando de armar una guirnalda de flores de papel, murmura desde la mesa. - ...va más allá... - Decreta, igualmente pensativa que mi amigo.

Ahora, la miro a ella.

- No... - Otra negativa de Camilo haciendo que vuelca mi mirada hacia él, dejando de recortar unas cartulinas que dibujan en su totalidad más flores. -...yo creo que Paola esperaba una declaración... - Me señala con la tijera. - ...que el idiota de mi mejor amigo, nunca aclaró ni antes ni después... - Mira a su futura mujer. - ...tapa tus orejas, cielo... - Le pide y se gana una mirada extraña de ella.

Pero ante su insistencia y rodando sus ojos, lo hace con dos florcitas haciendo que ría.

- ...de darle semejante polvo y en un baño químico, idiota... - Al ver que cumple, suelta sin anestesia.

- Escuché... - Murmura Rocío, continuando en cortar más flores.

- Lo siento... - Decimos por eso a coro.

Se encoje de hombros.

- Soy parte de eso quiera o no. - Dice, estirando para ver otra guirnalda completa como quedó y va ser de muchos adornos que decorarán su boda que es en días. - ¿No estuve con el encuentro de acuerdo? - Explica y le damos la razón.

Y yo suspiro contra la puerta del dispensario que tomé asiento, aprovechando al estar abierta el aire que corre por ella.

Pero, me pongo de pie al no encontrar lo que buscaba.

Una respuesta de ellos al ver como se desapareció sin decirme, del hotel y encontrarme solo al despertar.

Todo lo contrario.

Soy ahora, un manojo de más incongruencias y de nervios.

Creo que la respuesta, la tengo que descubrir solo.

- Y sentir... - Suelta Rocío de golpe.

Y ahora yo la miro raro, ya que parece que jodidamente leyó mis pensamientos.

Su sonrisa sobre sus flores, me lo dice.

Y afirmo como ella sin hablar, para dirigirme a mi Jeep.

- Sentir... - Repito ya arriba y encendiendo su motor, seguido de poner la marcha en reversa. - ...sentir... - Vuelvo a repetir, ya sobre el camino.

Concentrado.

Pero el repiqueteo constante de la sinuosidad del camino de tierra dirigiéndome a la ciudad, hace que mi bolso pierda estabilidad y por el zarandeo, parte salga por el asiento del acompañante.

Y me freno para acomodar y volver a guardar todo, quedando quieto como orillado al camino al ver que entre mis cosas, un papel también y lo abro, descubriendo que es el dibujo de la hija de Perla y esa noche y ante mi escape, ella vino a mí, para regalármelo.

Y sonrío mirándolo con detención.

No solo, por ver al igual que esa noche que me agregó en el dibujo.

Arranco el motor de vuelta, guardando con cuidado mi dibujo.

También, porque encontré el sentir que me dijo Rocío y mi respuesta.

PAOLA

Dios, soy una maldita llorona.

Y sé, que con mi puño si lo paso por mi rostro, jodidamente voy a correr por mi lloradera de emoción, los lindos diseños de pinturas que me hicieron las mujeres del pueblo, mientras veo al ritmo de mis manos aplaudiendo desde mi rincón como todos y bajo la canción por la gente, la bonita fiesta y ceremonia del casamiento de Rocío y Camilo como a la par de muchos bailan.

Todo es bello y fue bonito.

Luego de su recuperación y una amonestada reprimenda por Camilo y el Teniente por tanta osadía por parte de mi intrépida mejor amiga.

Se me escapa una risa con mi llanto.

Camilo le dio 48h para que organice su boda con mi ayuda y las chicas del poblado.

Ni un minuto más.

Y mi pecho palpita de alegría en ver a mi mejor amiga y su kamikaze, pero divertido marido ahora, por fin encontró la felicidad y lo que tanto deseaba.

Una familia.

Una muy grande y que faltando una importante en ella por no venir, culpa de la ansiedad del novio, mañana junto al alba y llevados por un Chinook manejado por el flamante novio hasta el aeropuerto Johannesburgo y de ahí sin escala, rumbo a América y otro casamiento en puerta.

El hermano mayor de Camilo y de sexi nombre como apodo sin conocerlo.

Rodrigo Montero.

Y mis lágrimas vuelve asomar por tanta felicidad y no me aguanto.

Evitando que nadie me vea, volteo contra el árbol más cercano para limpiar los mocos que me se aflojaron por el llanto, levantando el ruedo de mi hermoso vestido africano para limpiarme.

- Muy femenino... - Esa jodida voz, suena.

Ni me molesto en voltear.

- ¿Qué mierda quieres, Codancio? - Tampoco en mirarlo y limpiando más mi nariz respirando fuerte, cuando al fin lo hago y por más que siento su risita por mis eternos apodos, ya que jamás el muy cretino me lo dijo ni reconoce y prohibió a Camilo decirme, cuando una vez tomé el coraje suficiente en rogarle, casi arrodillada y a punto de besarles sus botas militares mucho tiempo atrás y por más que no hace falta.

- Saber como estás... - Murmura con su siempre seriedad y aplomo.

Uno que es todo él, pero descubrí noches atrás contra la puerta de un baño de mala muerte, una sensual, dura y caliente vulnerabilidad.

- Estoy muy feliz por mi amiga... - Pero triste por vos idiota. - ...ya que, todo se acomodó... - Tiro a un lado mi largo pelo escuro que molesta mi rostro por estar acostumbrada a no sentirlo por la cofia del noviciado y para mirar tras él, como mis cinco niños con Constantine, juegan y ríen mucho con otros y entre los novios.

Titubea frente a mí.

Porque, sabe que estoy mintiendo y nos miramos un poco inseguros, no solo por como están las cosas después de esa noche.

Si no.

Lo que nació desde que nos conocimos años atrás y lo que yo soy ahora y decidí para mí.

- ¿Nunca, te rompieron el corazón? - Me dice.

Niego.

- No, pero mi primo una vez el dedo chiquito de un pie, jugando al fútbol con amigos en una canchita de tierra. - Formulo.

Sarcasmo.

Se entiende, aunque la anécdota es real y me gano una inclinación de su cabeza con una bonita mirada de mierda de sus sexis ojos grises.

- Okey... - Reprimo una risita. - ...Alejandro Sanz, pero no tiene idea que yo existo... - Hago que ría.

Y Santa Virgen, no rías así.

Porque es hermoso el diablo blanco.

Sí.

Así, lo bauticé.

Ya que y tras esa formalidad llena de hermetismo que hiere y duele como la mierda.

A su vez, mucha pasión escondida y ajena a todos, cual solo yo descubrí niña con emociones puras y llena de ternura, sobre esa coraza y miles de capas hurañas como tajantes.

Pero, tristemente no me deja treparlas y por eso con un gesto indico que soy la primera en irme y volver a la boda.

Ya y gracias a un equipo electrógeno por pedido del Elías, las pequeñas farolas en papel con foco multicolores y adornadas de flores, empiezan a encenderse una tras otra colgando en todos lados, provocando más gritos de felicidad por todos ya con la noche llegando.

- Juan... - Su voz me detiene.

Y mi nariz otra vez empieza a picar, pero no por más mocos.

Si no, por algo cálido que me toma desprevenida e impidiendo que siga caminando, aunque sigo de espalda a él y colma mi pecho, poniéndolo rígido de la emoción y volviendo a nublar mi vista.

- ...me llamo Juan, perlita... - Suelta con esa verdad que tanto le rogué y en el momento que siento sus abrazo por detrás.

Sus fuertes brazos me rodean por sobre mi cuello y copando mi pecho, mientras su barbilla suavemente e inclinándose por su altura, besa mi pulso entre mi nuca y el espacio de la curvatura de él.

JUAN

- ...pero llámame tan solo tu amor y recibiré un segundo bautismo... - Finalizo, abrazándola más contra ella y pegando más su espalda a mi pecho, recitando lo que le dije a mi cabo esa noche en el palacio.

Y siento que llora en silencio por tantas emociones encontradas y yo lo hago también, empañándose mi vista.

Cierra sus ojos de felicidad cuando la giro para abrazarnos pecho contra pecho y depositar un beso a sus labios, seguido a nuevamente abrazarla con una mano sobre su cabeza y acariciarla con cariño, removiendo su pelo como de niña en esas vacaciones en la playa.

La niña que había comenzado a amarla sin saberlo.

- Ya no más obstáculos perlita, seremos nosotros dos... - Le digo mirando el piso y ver a Fernanda entre nosotros. - ...ok, vamos hacer los tres... - Corrijo con su carcajada, pero en ese momento Yuu, Ghstuaa, Gxfsrits, Jnmchedirff y Kulmnachuv vienen a nuestro encuentro corriendo alegres y llevando cada uno, estrellas encendidas.

Sí, sé sus nombres.

Porque me di cuenta esa tarde saliendo del pueblo y buscando en vano una respuesta por Camilo o su mujer.

La realidad tenía frente a mis ojos y ese papel me iluminó.

Al darme cuenta viendo a cada uno dibujado, que recité sus nombres como si nada por recordarlo perfecto, cuando perlita me los nombró.

Ya que ellos, eran míos.

Mi familia.

Bufo entre risas y alzando a Yuu entre mis brazos.

- Seremos los ocho... - Vuelve a corregirme y los llevo contra mí. - ...siempre...

Y mi respuesta...


FIN.

PAOLA

5 años después...

Las olas van y vienen mojando suavemente mis pies desnudos al contacto con ellas, haciendo que sonría.

Misma agua que hace cinco.

Diez.

Y hasta 20 años atrás, sigue igual con su calidez como la misma arena húmeda que piso, bajo el atardecer que llega y de a poco, comienza a querer robar con sus naranjas y ocres el día.

Fecha especial.

Una de vacaciones.

He igual como las olas del mar con su arena por más años que pasan.

Y como esas veces, pero pausada y disfrutando del momento como copando mis pulmones para inhalar este aroma que siempre para mí, va a tener perfume de amor como nostalgia y hasta mi vista colmarla de su siempre vista y paisaje que ya me lo sé de memoria.

Nos sabemos de memoria.

Miro hasta el cansancio, por si queda con cada año que venimos a vacacionar, algún vestigio de esta postal viviente que me falte guardar o descubrir.

Y ya, llegando esa hora perpetua de toda mi vida y me reloj pulsera me lo dice, como tantas veces lo hice y aunque ahora, sin ese cierto miedo de no verlo, pero sí, y como absolutamente siempre llena de emoción mirando hacia los lados primeros.

Para luego y haciendo unos pasos hacia el muelle.

Buscándolo.

Y no me hace falta correr para no perder tiempo o porque mi ansiedad gane.

Tampoco con desespero y miedo a no verlo como muchas veces me pasó entre la multitud, cual como yo, aprovechaba y lo hace aún, de sus vacaciones caminando por la playa o ese atracadero, testigo fiel de nuestra historia de 30 años de vida.

Ya que.

Sonrío enamorada y tan feliz como el primer día y como si tuviera todavía 11 años.

Al verlo aparecer a Juan.

Y no soy yo, la que lo busco.

Él lo hace y como también la primera vez, teniendo sus 26 años. 

Feliz y ampliando su sonrisa, al descubrirme playa abajo.

Pero, no solo.

Acompañado de Fernanda y nuestros hijos, llevando a Yuu sobre sus hombros, ya todo un hombrecito con sus 6 años, junto a Ghstuaa, Gxfsrits, Jnmchedirff y Kulmnachuv los hijos más preciosos que nos dio la vida convertidos en adolescentes.

- ¡Mamá! - Gxfsrits corre hacia mí, al verme y la abrazo.

Su pelo negro y ensortijados lo veo algo revuelto, notando que le falta la prensa que llevaba a un lado.

Miro a mi esposo como hijos por eso, ya que fueron por bebidas que van dejando en al arena, donde descansa la manta como cosas nuestras.

- Gxfsrits discutió con un niño... - Me dice bajando de su espalda a Yuu, para tomar asiento rendido y por el dolor contra la arena, para luego acariciar el lomo de una viejita Fernanda.

- ¡Ese niño inglés, se burló de mi hermana! - Kulmnachuv aporta como hermano mayor y enérgico que todo su carácter es, provocando que Juan ría.

- Solo fue rabieta de niños... - Calma el llanto de nuestra hija y la despotricada del mayor.

- Gxfsrits, ¿Qué, pasó? - Limpio unas lágrimas que brotan de sus bellos ojos oscuros.

- Pisé su flecha de juguete sin querer... - Señala con un dedo el muelle. - ...y me trató de pesada por romperla. - Gimotea, haciendo que ría. - Y no es la primera vez, ayer también me lo encontré y me gritó cara de fideos con tuco, porque me dijo que mi cara parece esto.

Cual al decirlo, sus hermanos rompen en risa y hasta Yuu repite varias veces ese apodo, provocando que Gxfsrits aumente su llanto.

Tomo sus mejillas y las beso con ternura.

Gxfs como le decimos de cariño, es una hermosa niña y no lo digo, porque sea nuestra hija.

No hay quién, que no se resista a la belleza que tiene cuando te la cruzas, ya que es una hermosa niña de 12 años con su naturaleza de pelo africano largo como frondosos y ojos color miel como dos de sus hermanos herencia de su abuela.

Siendo su piel de tono ámbar.

Como un dorado que armoniza con su mirada y esa cabellera algo rojiza.

Color África, como les digo a ellos.

La miro.

- ¿Sabes? - Le digo suavecito. - ¿Que, cuando un chico te molesta, es en realidad, porque le gustas y quiere tu atención? - Mis palabras la detienen de llorar.

- ¿Por más que me dice pesada y cara de fideos con salsa? - Su pucherito hace reír a Juan.

Y yo también, pero lo retengo.

- Yo creo... - Mira a su padre por hablar. - ...que en realidad no te quiere ofender. - Hace que piensa. - Creo más bien que es un bonito apodo. - Afirma.

Y gracias a Dios la convence, porque se pone de pie ferviente, con fuerza y un puño en alto.

¿O decidida?

- Entonces, lo estaré esperando... - Nos dice decidida y con Juan nos miramos.

- ¿Esperando? - Decimos a coro por no terminar de entender y asiente.

- Sí... - Prosigue. - ...porque nos juramos el próximo verano... - Sonríe maliciosa, tomando a Fernanda como si la alentara en sus brazos. - ....encontrarnos en la playa... - Determina.

Y con Juan nos miramos por un deja vú, sin decidirnos en llorar o romper en risa.

¡QUÉ!


FIN.


Muchas gracias por acompañarme con su final en otra de mis novelas.

Mil gracias de corazón.

Iba haber otro epílogo especial del comienzo de la historia de Gxfsrits con Pablo (el personaje y mejor amigo de Constantine).

Pero decidí dejarlo a modo regalo, cuando esta novela salga en físico.

Abrazo fuerte gente y nuevamente como de mi parte, muchísimas gracias por tanto.

CRISTO.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top