CAPITULO 9


PAOLA

Quiero correr tras el Capitán que se aleja rápidamente.

Pero gritos de enojo de Rocío no hace mirar a esa dirección con Fernanda para ver a la doc ya bajando de la torre de troncos y casi siendo arrastrada por el soldado Camilo a nuestra dirección.

Al hospitalito.

Se niega y quiere zafar de su agarre con su ceño totalmente fruncido, siendo imposible por la fuerza del chico.

Y todo, es confusión en mí.

Soy un mar de emociones y sin poder, absolutamente nada procesar por todos los acontecimientos.

Observo, abrazando más a Fer entre mis brazos.

 Que están sucediendo y me embargan.

El Capitán Borges.

Porque, eso solo habló.

No me dijo si es Juan, pero que algo muy dentro mío, me dice que es.

Pero...

Si lo estoy en lo cierto, entonces.

¿Por qué, no me lo dijo?

Confusa lo miro como delante de todo y ante esos tres Jepps haciéndose camino y llegar bajo chirriante frenadas en la arena, noto como esa siempre espalda que ya empiezo a memorizar, toma posición con el resto de su compañía con potentes armas en mano, mientras escucho que alguien dice la palabra más desafortunada de todas acá.

Que son mercenarios.

Sobre algo que me hace elevar mi vista y con los años en África, aprendí que es una de muchas alarmas de la propia naturaleza y sintiendo el caos que se desata en mi pueblito, cual las mujeres y ancianos cargando los niños, buscan protección en sus precarias casitas y otros procuran ocultar el poco ganado en sus corrales, por el pánico que sean arrebatados por ellos.

Alarma que hiela mi sistema por más calor que nos azota, ya que augura algo nada bueno y se ve desde la distancia y por más confusión en el pequeño pueblo con sus paisajes de sabana y no muy lejos, la selva tropical con su frondosos árboles.

Y cual estos y que momentos antes, solo se balanceaban por la suave brisa.

Ahora, ellos mismos.

Unos pájaros adivinando lo que está por ocurrir, vuelan y salen despavoridos en bandada con otros, alertados desde sus copas y bajo aleteos estrepitosos sobre el aire y en masa.

Algo le dice Camilo a la doc.

No sé bien que es, pero sí, que la enfurece más y le dice de todo menos bonito, mientras es arrastrada al ser arrestada según las palabras del chico Camilo y es llevada por tres soldados, para introducirla en una de las casas.

Quiero ir tras ella, pero recordando al Capitán y sus palabras que no me mueva, me mantengo donde estoy y me oculto con ayuda de la puerta abierta, mientras miro como todos que descendiendo de esos Jeeps mercenarios.

Uno de los subversivos y pareciendo el jefe, vistiendo igual como este regimiento pero el color de sus uniformes como la misma arena del desierto africano y Kufiyya en su cabeza, ocultando parte de su rostro.

Sus hombres también y todos con un aire de dudosa procedencia, al igual que las armas de alto calibre que llevan y veo, mientras con saltos y descendiendo de los Jepps, siguen al supuesto líder con índole amenazante.

As-salam aleikom. (Que la paz esté contigo). - Escucho que el subversivo, en su dialecto y bajo una reverencia, saluda y de la misma manera, el chico Camilo responde sin un gramo de confianza con su arma en alto.

Y muerdo mi labio, al notar al Capitán hacer un paso sobre ellos.

- Bajo el estatus de las Naciones Unidas protegemos el amparo y debemos mantener la paz en el Medio Oriente y la seguridad como misión primordial en este caso, al estado de Sierra Leona con sus civiles, al igual que... - Su mano, de golpe señala nuestro campamento de organización médica como humanitaria y ligeramente en mí, captando mi presencia. - ...no podemos perturbar ni involucrar altercados y ser responsables de ellos. - Finaliza, al árabe. - Capitán Borges. - Se perfila y saluda.

Pero, manteniendo tanto él como los demás soldados de su pelotón, la vigilancia permanente y estado de alerta por la controversia de este continente, lleno de países en crisis y guerra civiles.

Y supongo que sus palabras, la medida a utilizar para llegar a medios pacíficos por ambas partes y que exigirá el protocolo de estado mundial.

Y con ello, el saludo de él de forma tranquila, seguido a una conversación entre ellos.

Y yo, acerco mis labios a Fernanda que sigue entre mis brazos.

- Mira Fernanda, Juan que no es Juan, pero que tengo que averiguarlo, sabe como manejar a esos malechores... - Sonrío feliz, sobre su siempre cloqueo procurando ser un ladrido dándome la razón.

BORGES

Carajo.

La cabeza me va a estallar.

¿En qué, jodida mierda me metí?

¿Y sinceramente?

No sé, para que lado correr.

Porque, no solo tengo y como se presentó, teniendo que fingir ante su llegada.

Una que no me la esperaba y condenadamente, no me suena a una casualidad.

A León Kosamé y cual, ante nuestro recibimiento sin una onza de amistad, prestamente se anticipó a negar con su llegada en lo que su fama lo precedía en otras.

A robar ni pedir insumos médicos, causando una contienda, sea contra este pueblo o nosotros mismos.

También.

Mierda, mierda y mierda.

Y con la seria posibilidad de hacer lo que detesto.

Pedirle uno de los cigarrillos que se arma Camilo, para fumarme una docena y ver si esa porquería daña pulmones, realmente hace su efecto tranquilizador.

Viendo a la monjita, novicia o auxiliar de Dios.

Lo que sea.

Resoplo.

Pero, hermana en fin.

Y que sus ojos como cuerpo vibra con una sola duda, cuando me mira y siquiera, me atrevo a pensarlo.

PAOLA

Ok.

Intenté hablar o procuré entablar una charla con el Capitán.

Pero sinceramente, estaba muy ocupado.

O eso pretendía, ya que siempre ubicado si no iba y venía, en el otro extremo de mi hermosa presencia.

Metros.

Bastantes metros de distancia diría yo, cual yo con mis ojos perseverantes e inquisidores no podía, no dejar de escanearlo y  buscarle algo diferente a Juan.

Ya que, toda su saludable y por demás bien puestos sus sexis años, me decían que era Juan.

Reconozco y llegando la noche, que no estábamos como en cualquier reunión que puedes hacer con colegas o amigos desde tu lugar natal.

Lo hacíamos en África.

Mención aparte, nada más y menos que en la mismísima Sierra Leona, reina madre si se la puede catalogar, de los epicentros y desastres con sus guerras civiles.

En un pobladito de solo cientos de personas, sumándose nuestra organización de salud y ayuda humanitaria.

Y como ahora mientras grandes leños atizándose por la enorme fogata que se encendió para contrarrestar crease o no y en este continente con sus crudos calores predominando lo tropical con sus temperaturas extremas, en sus noches por lo contrario y dependiendo la época, muy frías.

De un lado, el grupo mercenario y con su caudillo árabe a la cabeza.

Y mientras en el otro, estos militares y al frente el chico Camilo como Juan que parece que no es.

Solo y como me dijo, el Capitán Borges.

Todos alrededor de esta fogata buscando su calor, excepto por Rocío que reacia y en contra de esta reunión y asilo por una noche de esta gente, solo observa como yo desde nuestro lugar.

Ella algo alejada y apoyada en un árbol de pie.

Y yo sobre una mesa improvisada con tablas y otro fogón, terminando de cocinar para todos que me ofrecí.

El caudillo de sospechosa procedencia, es el mayormente habla.

Dice, que su hijo primogénito fue raptado y razón por la cual con su hombres, tiempo que lo buscan.

- - ...fue secuestrado hace meses, desde el mismo palacio y extraído de su cuna a la medianoche... - Nos explica. - ...por una subversiva, traicionando al pueblo y a la sangre Qurash... - No comprendo esa palabra, pero parece que es, como el linaje de la familia.

- ¿Sangre Qurash? - Repite Camilo muy atento a cada palabra de este líder, que como todos, no comprendemos bien.

El hombre se sonríe y sus ojos de ese color tan extraño, casi cristal y pareciendo más hielo, porque son de un color único y al ser iluminados por el fuego, destellan más mientras mira fijamente tanto al chico como al Capitán.

Ya casi sirviendo la totalidad de platos con la especie de estofado de verduras con frijoles que hice, comienzo con la distribución, cual me aceptan todos gustosos y saborean con ganas.

Mi mano tiembla un poco, al ofrecerle entre los últimos al Capitán.

Se niega a elevar su barbilla ante mi mano extendida con el potage para él y por un momento, creo hasta de recibirlo, pero lo toma sin tomar bocado.

Lo mismo la doc, que me agradece igual con una sonrisa.

Doy un poquito a Fernanda que no duda, mientras tomo asiento en un tronco y seguir como todos escuchando lo que este hombre dice.

- Nuestro blasón. - Continúa. - Escudo... - Prosigue. - ...el de nuestro pueblo y tribu Bahú Hashim. Clan de los Sayyids, origen y linaje que remonta de nuestro augur Ismael, hijo del profeta Abrahám.

- ¿Rey? - Pregunta el Capitán y este, asiente comiendo de su potage también.

- El título que se le otorga a los herederos... - Formula, haciendo a un lado su oscuro pelo que cubre parte de su rostro, ahora libre del Kufiyya que antes tenía. - ...forma de dirigirse a un rey, príncipe o superior. Al mandatario por sangre al trono por su pueblo...

- ¿Tu hijo desaparecido? - Dice Caamilo, dejando su cena y volviendo a una ramita en su boca que masticaba antes.

- Si. - Murmura, dejando llenar su vaso por uno de sus hombres de una botella de cuero que ellos trajeron.

Vacía el contenido de un trago y les ofrece, pero este chico y Juan que parece que no es, niegan.

- Desertores que intrigan, bajo una rebelión silenciosa al poder del futuro sayyid del pueblo... - Los mira. - ...mi hijo, heredero de todo. - Continúa, pero ahora con su mirada fija en el fuego.

Una profunda y llena de desdén, por un desacuerdo.

Lo que parece.

- Pero amparados, bajo las alas de mi reina... - Habla. - ...Fadila Al-Amirash (princesa Fadila).

- ¿Su esposa? - Curiosos.

-Si. - Pero niega con brusquedad. - Ella es débil, está lejos de toda maldad y todo lo que rodea a nuestro pueblo Qurash, siendo criada entre cristales por desleales que la rodean desde su cuna y por ello, protege a los indignos... - Escucho y no puedo evitar suspirar.

- Qué romántico... - Murmuro, causando que me miren por decirlo en voz alta.

Inclusive la doc, desde su rincón.

He inclusive también, el Capitán alzando una ceja.

Pero al colisionar nuestras miradas, la baja a su plato que todavía no probó bocado.

Me sonrío para mí.

Ya hablaré contigo, señor Capitán...

Vuelvo a resto.

- Príncipes... - Nuevamente suspiro y dando como explicación, con mis manos entrelazadas en mi pecho nostálgica.

Si tuviera mi diario de Pucca, detallaría de esta noche.

Un relato de lo que estoy escuchando y este continente está lleno de esa magia.

Cuentos fantásticos como la Mil y una noches, colmados de reyes, príncipes, castillos del Oriente y esa cultura fascinante que solo la misma te puede dar.

- ¿Su esposa entonces, apaña ese secuestro? - Camilo insiste y el árabe asiente volviendo a beber de su vaso, para luego y nuevamente, ser llenado otra vez por uno de sus hombres.

- Lo planeó. - Afirma, cosa que eso, hace mirarse entre sí, a Camilo como el Capitán Borges.

Creo que al igual que todos, seguimos sin terminar de analizar y entender todo esto.

- Khudieuu ruuwsahum... - (Engañaron su cabeza). - Formula en su idioma y yo no sé, que es su traducción, pero ellos sí, porque hacen gestos de comprender. - Dejando que se lo lleven, bajo la rebelión esa noche...

- ¿No desea, que sea heredero del trono? - Y la voz de Rocío, se hace presente.

Acusa curiosidad y por eso se acerca al fin, pero su tono sigue sin un gramos de confianza.

Su cuerpo rígido y con ambos brazos cruzados, tapándose más con su bata médica, me lo dice.

El supuesto rey que dice ser este hombre, hace un gesto con sus hombros de no entender.

- No lo sé. - Habla, poniéndose de pie. - Por eso, necesito encontrar a mi hijo... - Su cuerpo hace una reverencia a todos, pero al voltear a la doctora es más prolongado. - A primera hora de la mañana mis hombres como yo, partiremos... - Le promete, ante su siempre desconfianza por su llegada y notando que no es bienvenido por ella.

Y sin más, se marcha en dirección a sus Jeep para pasar la noche, seguido por todos su hombres.

Unos subiendo y otros montando guardia y eso hacen, los militares también.

Y de a poco el bullicio y pese a que gente del pelotón con sus recorridos se escucha, estos igualmente comienzan a mermar sus charlas como el resto del poblado por la hora.

- Ve a descansar... - Le digo a Rocío, cuando ya casi todo está limpio de la cena.

- No sé, si podré... - Gruñe bajito y con sus ojos puestos en los Jepps de los mercenarios, donde todos ellos ahora duermen pasando la noche acá y como prometieron, irse en el alba en paz.

Mi mano, se apoya en su hombro.

- Tranquila... - La calmo. - ...no va a suceder nada, confía en los chicos. - Digo, señalando al regimiento circulando los que están en sus guardias.

Me mira rara, con su pulgar hacia atrás.

- ¿Que lidera el mocoso? - Le hace gracia y ahora mi amiga, le da palmaditas a mi hombro. - Cariño, confío más en los viejitos del pueblo y mi instinto. - Ríe, mientras vierto agua caliente en un vaso y colando unas hierbas.

- Toma... - Se lo ofrezco, ya que es su té buscador de sueño. - ...ve y duerme, ya te alcanzo cuando termine. - Le indico el par de cosas que me faltan de guardar de cocina.

Bebe un poquito, agradecida.

- No te demores, si? - Besa mi mejilla y girando sobre sus pies para retirarse.

Pero, volteo a ella.

- ¿Qué harías... - Murmuro.

-¿Qué haría, con qué? - Se detiene.

Pienso, buscando las palabras correctas mientras seco mis manos.

- ¿Qué harías, si pasando muchos años... - Analizo. - ...encuentras algo que perdiste hace mucho tiempo? - Lo mejor que se me ocurre.

Ok.

Aunque le relaté en esa pijamada la historia de mi primer amor, no me siento apta hasta no saber al 100x100 si es él, de contarle.

Y la miro bastante ansiosa por su respuesta, cual Rocío medita mientras bebe otro sorbito del té que le preparé.

- Una vez perdí un dinero que buscando por todos lados, nunca lo hallé. Y tiempo después, solo reaccioné con alegría cuando lo descubrí dentro de un viejo libro y eso me hizo muy feliz... - Me dice sonriente y mis brazos caen.

No era la respuesta que busco y por eso, insisto.

Sacudo mi cabeza, riendo.

- No me refiero a eso... - Busco detallar, rascando mi oreja. - ...me refiero a algo más importante...

-¿Más importante? - Repite.

Asiento.

- Si. Algo que amas...

- Que amé mucho... - Susurra y afirmo entusiasmada.

- Algo que añoraste y quisiste del primer momento cuando lo viste... - Y mi mente, divaga a esa época que siendo niña, conocí a Juan en la playa. - ...y con cada tiempo pasando, eso creció... - Camino sobre mi lugar, diciéndolo. - ...haciéndote feliz y motivo de tu energía, de cada día tuyo. - Prosigo, deteniéndome de golpe para mirar lo que nos rodea con su noche.

Nuestra África querida.

- ...pero tras mucho tiempo, resulta... - Hago comillas con mis dedos. - ...que lo encontraste y por más que nunca te diste por vencida, aparece.

Rocío, inclina su cabeza muy pero muy pensativa.

Me eleva un dedo de su mano libre de la taza y lo gira.

- No entendí tus comillas al aire, Pao... - Me sigue mirando rara. - ...pero, si es algo que te gustaba mucho y lo querías, desde mi lugar y aunque nunca lo reclamé por tonta... - Reflexiona. - ...sin embargo lo hubiera querido para mí, son las chapas militares de mi padre... - Oh. - ...eso, si encuentro que viene hacia mí, me haría muy feliz. - Finaliza, llena de amor en solo pensarlo.

- ¿No lo dejarías ir? ¿Por más, que se niegue?

Otra vez, me mira raro.

- Que sepa, las chapas no caminan ni hablan. 

Me hace reír.

- Oye...estás bien? - Preocupada.

Sonrío.

- Estoy perfecta. - La tranquilizo, mientras la despido y con la promesa de que pronto en la cama, donde ya Fernanda me aguarda.

Y nuevamente un pequeño silencio se hace al quedarme sola y bajo uno que otro murmullo como pisadas de algunos soldados con su ronda y lejanos de esta África misma con su fauna nocturna.

Y mientras decido un pequeño paseito por la única calle, diríamos que principal el pueblo, verificando con cada paso si su gente duerme tranquila en sus casas.

Feliz notando eso ya de vuelta y sacándome la cofia para rascarme a placer la cabeza con las dos manos, mi nariz se arruga al oler mi pelo.

- Tierra y ceniza. - Decreto por el viento del día que azotó, sumado al fuego que usé para hacer la comida.

Y decido por ello y sin entrar a nuestra tienda para no despertar a Rocío de su inestable y sensible sueño, voy hasta el dispensario y una vez dentro a la segunda habitación, donde algo de jabón y unas toallas limpias harán lo necesario para lavarme.

Saliendo con ello en mis manos, rodeo la pequeña edificación, que gracias a nuestro esfuerzo y a la par de la misma gente del poblado, llevándonos poco más de un mes incesante de palear kilómetros de camino hasta el río cercano y con ayuda de una ingeniería de amor de todos con construcción de canaletas y madera, eso, trajo el agua corriente para la zona y ya no más, de un aljibe o pozos escavando.

El agua cálida y girando una palanquita, hace contacto con mis dedos.

No hay luz, pero la luna en su mayor esplendor y en su cielo despejado, es más que suficiente mientras desato mi delantal para dejarlo a un lado y mirando para todos lados y notarme sola, los primeros botones delanteros de mi vestido sacándome sus mangas y quedar solo con una fina camiseta de breteles para refrescar mi cuello y brazos.

BORGES

Diablos.

No me puedo dormir y la linterna en mi mano siendo encendida una y otra vez por mí, en el silencio y la oscuridad dentro de unos de los Jeep, me lo confirma.

Miro la hora y mierda con Camilo y querer tomar él, la primer ronda de vigilancia.

Y busco en el interior de mi bolsa y del asiento trasero, lo único que se convirtió en mi Dios y mi cruz.

Su diario.

Si.

Su Dios siendo ahora, mi cruz.

Pese a la oscuridad, las páginas son volteadas por mí, como si estuviera leyendo, ya que ni siquiera hace falta de la luz, porque me sé cada hoja con su contenido de memoria de tanto leer y releerlo.

Ella, es monja.

- Una hermana... - Mi pensamiento y sin mi permiso, lo susurra en voz alta y escucharme, me hace sentir peor.

Cierro el cuaderno, para refregar mi rostro con mis manos pesadamente y como si eso, me sacara de toda duda y hasta purificaría, el cargo de consciencia que siento.

Por eso apagando definitivo la linterna y volviendo a guardar el cuaderno con cuidado en mi bolsa, me hago hacia un lado de mi asiento por una mejor postura y para intentar conciliar el sueño, cerrando obligado mis ojos.

Pero mi linterna vuelve a encenderse minuto después, con mi bufido y abriendo mis ojos.

Porque jodidamente, no le encuentro el nido y aunque sea dormitar un rato.

Y mi pie abre la puerta de un movimiento para salir y descendiendo, estirar mi cuerpo observando a parte de mis soldados sin dejar de caminar por el perímetro asignado de vigilia, como el pueblo en su letargo ya de la noche avanzada.

Chequeo el otro extremo, el de la gente forastera y con sus hombres, León Kosamé descansa en sus Jeeps.

Me relajo, notando que todo en calma allí y con ello, mis ojos van a las campañas hospitalarias, cual descansa la organización médica.

Y entre ellos, la hermana.

Perla.

Y sonrío con asco a mi mismo, ya que y bajo todo esto, aún no se su nombre.

Sacudo mi cabeza.

Mejor así.

No saber, como que ella sepa.

Decisión que me obliga a caminar por ahí, mientras aseguro más mi chaleco y me pierdo por ahí, buscando que pase el tiempo hasta la hora de mi cambio con Camilo.

Todo es calma y quietud con cada paso que doy.

Solo la naturaleza nocturna del lugar se escucha y un agua que corre.

Me detengo.

¿Agua que corre?

Trato de focalizar donde me encuentro y con la ayuda y como toda iluminación de la luna.

-¿Hay un río, por acá? - Murmuro bajo y procurando hacer memoria si vi uno de camino acá.

Pero, solo recuerdo uno y a la distancia a unos buenos kilómetros del poblado, mientras veníamos.

El agua y con cada paso que hago siguiendo su sonido, se siente más claro llegando a un lateral del hospitalito.

Con precaución rodeo ese lado, siendo lo más precavido posible, ya que no sé con qué, me puedo encontrar.

Oscuridad, la luz plateada de la luna y agua que corre agradablemente, solo me recibe casi llegando al final de la pared y sobre mi postura contra esta y sin asomarme, quedo un leve rato así.

Solo, escuchando esa forma cálida y relajante del agua, cayendo tipo manantial y siendo movida en su caída por alguien usándola, sobre abundante aroma a jabón que copa mis fosas nasales.

Parece.

Y apoyado con todo mi cuerpo contra la pared, la curiosidad me tienta pensando si es correcto o no.

Pero analizando la situación, lugar como hora y que puede ser un soldado o en su defecto, uno de León, me hace asomarme apenas.

Y con ello.

Mierda...

Mi boca cae.

Jodidamente no es un soldado de mi compañía, ni tampoco uno de León.

Tampoco y por más que lo hubiera preferido.

Algún habitante del pueblo.

Y por eso vuelvo a la pared y huyendo a lo que mi visión capturó.

Porque, es ella.

Perla.

La hermana, lavándose.

Y como vine.

Con pasos sigilosos.

Me vuelvo.

Pero haciendo con precaución los primeros y notando un par de mi compañía con aire de caminar por acá, apuro con una seña a que tomen la dirección contraria, justificando que yo estoy acá.

Cumplen y exhalo aire tranquilo.

Ya que, podrían haberla descubierto viéndola con pocos paños, siendo vergonzoso para ella.

Mención aparte, que los celos se apropiaron de mí.

Y rebuzno por eso, retomando los pasos a la pared y vigilar hasta que culmine ante otro imprevisto, llegando otra vez y a donde me planté momentos antes, el sonido a agua reconfortante cayendo y en lo posible.

Diablos.

No imaginar a ella, usándola.

PAOLA

Luego y con ayuda de un paño con jabón, pasar por mi cuello y hombros, sintiendo el aroma a limpio como fresco, desato mi pelo, cual cae por largo sobre mis hombros y en la espalda.

Feliz sonrío, porque se siente tan bien.

Con ayuda de un pie arriba de un tronco y flexionándome hacia adelante y al tazón de material que no deja de caer el agua, introduzco mi cabeza para que moje la totalidad de mi pelo, seguido a enjabonarlo y masajearlo con fuerza.

Rápidamente el perfume a jabón vuelve a inundarme y me hace suspirar de alivio, sin dejar de lavarlo y por más que reniegue después por carecer de un acondicionador de peinarlo.

Pero no me quejo, ya que es un lujo tener barras de jabón como ducha en estas circunstancias.

Aunque la luna solo me ilumina, deduzco por lo poco que veo que ya fuera casi todo el jabón, al no correr entre mi pelo la espuma, pareciendo ya enjuagado.

Palpando a ciegas con mi mano un lado, tanteo por la búsqueda de la toalla que traje.

Al encontrarlo y pese a su poco tamaño lo envuelvo mientras me incorporo, pero mechones que no lo cubre y ante mi brusco movimiento, estos azotan mi rostro.

Más bien, mis ojos.

Cual teniendo dejos de jabón blanco que creí bien enjuagado, hacen picarlos.

- ¡Pica...pica! - Me quejo girando, cerrando fuerte estos y buscando a tientas el agua para lavarlos.

Y gimo por el ardor y a punto de decir una blasfemia, estirando más mis brazos frente mío para encontrar la batea.

Ya le rendiré cuenta y perdón a Dios por eso.

Pero en ese momento, percibo en mi ceguera que alguien se acerca por atrás, para luego y tomándome de sorpresa sobre su cuerpo con cautela detrás rodearme con sus brazos para su manos tomando los míos, guiarme con mi cuerpo obedeciendo al suyo para inclinarme delante y así, mis dedos y los suyos, hacer contacto con el agua.

Seguido.

Jesús.

Llevarlos a mis ojos y poder limpiarlos.

No habla y yo tampoco, mientras sus manos en las mías guiando, vuelven al agua y otra vez a mis ojos cerrados para volver a enjuagarlos.

No hace falta por lo menos de mí.

Dicen que el cuerpo tiene memoria y es así.

Ya que y aunque evita tener un toque completo por su postura tras mío, de su pecho en la totalidad de mi espalda por mas uniforme que lleva puesto y separa.

Siento como hace años atrás y por más tiempo que pasó, confirmando quién es y pese a que no me lo dice.

Siendo el ya un adulto y yo una niñita o luego después, una adolescente.

La misma calidez de sus abrazos, aunque ahora lejos de ellos.

Misma sensación de confort y sé, que él también lo percibe con nuestro roce y ya siendo yo esta noche y después de 16 años.

Él todo un hombre transitando los finales de sus 40 y yo lo de mis 30.

Pestañeando ya lejos de jabón, abro mis ojos y mi con mi rostro bajo delante mío, veo como sus brazos permanecen a mi alrededor y todavía sus manos con las mías.

Solo silencio entre los dos, pero mis latidos y creo que los suyos, como cortina musical de todo.

BORGES.

Ni siquiera lo analicé.

Porque, mi sistema reaccionó antes que mi cerebro lo procese.

Y cuando lo hizo, ya me encontraba ante sus gemidos yendo hacia Perla, para auxiliarla y ver al llegar, que ciega por jabón en sus ojos procuraba llegar al agua.

Sintiendo que estaba mal hacerlo con mi parte racional, pero reconfortante a mi corazón, usando mi cuerpo y mis manos tomando las suyas la orienté a la canilla, continuo a después cargando algo de agua, llevarla a sus ojos una y otra vez hasta que pudo abrir sus ojos.

Y yo, los míos.

Porque también, en un momento lo hice.

Solo para sentir y no pensar e invadiendo la memoria, de cuando una de muchas y ante este leve contacto que evitaba que sea pleno.

Nos abrazábamos, más de una década atrás.

Y con eso, notando a la mujer que tengo espalda de mí.

Que soltando sus manos, me limito a tomar la toalla que envuelve parte de su pelo.

Uno, que descubro largo.

Negro.

Y que al hacerlo, cae largo y como cascada por su forma natural cubriendo sus perfilados hombros de ahora, toda una mujer y hasta su cintura, lejos del corto y abajo de su mentón de pequeña, muchas veces con hebillas infantiles decorada y otros años, con una coleta que apenas sostenía la mitad.

La toalla entre mis dedos la deslizo sobre su largo para quedar, donde quiero que cubra.

Necesito, que lo haga.

La semidesnudez de sus hombros por llevar vestido arremolinado a la altura de su cadera y solo dejando a la vista, lo que parece una ropa interior por la delgadez de la tela de una camiseta sin mangas y solo sostenido por finas tiras.

Aunque estamos en silencio y sin movernos, más que mi acción de cubrirla, Perla lo rompe primero.

- ¿Cómo es su nombre? - Me vuelve a decir y mis ojos se depositan en la cosa que se ponen las religiosas en la cabeza y cuelga en lado de la batea.

Sonrío triste.

- Ya se lo dije, hermana. - Es todo mi respuesta, retrocediendo para volver a donde nunca debí irme.

Mi Jeep para dormir.

Y no sé, si le agrada mi respuesta, pero sí, que Perla agradece mi auxilio.

- Gracias por su ayuda...Capitán...

No me atrevo a voltear sobre mi hombro aunque me detengo al escucharla esta vez, porque tengo miedo de que al mirarla, la altura de suya se encuentre con la mía.

- Para servirla. - Solo respondo con amabilidad, seguido a continuar caminando.

PAOLA

No dormí mucho.

Es más.

Demoré de ir a mi cama, decidiendo y por segunda vez, sobre ese raro pero tan bonita coincidencia de estar a solas con Juan que parece que no es al negarme su nombre, pero mi corazón diciendo que sí.

En al terminar de secarme y vestirme, ir al dispensario y encendiendo una lámpara de aceite y como toda iluminación, sentarme a hacer que leía un libro de medicina que encontré de Rocío.

Aunque reconozco que lo hice de a ratos cuando me decidí pasando las horas, porque no dejaba y en secuencia, mi cerebro de perfilarme seguidamente, los acontecimientos del día.

Ya con los primeros rayos asomando a través de la ventana y Fernanda madrugadora como siempre despertando, salí de la tienda notando el catre de al lado.

El de la doc.

Que seguía intacto y lo que sospechaba.

Que nunca vino a dormir, cuando su insomnio se apoderaba de ella.

Y opto saliendo, en ir donde sé que puedo encontrarla.

La torre de tronco.

Por eso arremangando los lados de mi vestido para que no estorben y la toca de mi cabeza hacia un lado, comienzo a escalar los troncos para llegar a su cúspide, mientras tomo a Fer.

Una vez arriba, noto más movimiento desde mi altura como una Rocío totalmente dormida contra las maderas.

El pueblo como los dos bandos.

Militar y los mercenarios.

En actividad.

- ¡Me quedé dormida! - Exclama sin poder creer y poniéndose de pie de golpe, cuando y con suavidad tocando su hombro logro que abra sus ojos.

Intentando acomodar su largo pelo con una coleta y dando pequeño golpes a sus mejillas para despabilarme.

- Y mucho... - Agrego. - ...tiempo que no lo hacías... - Me acerco a la orilla donde está y desde arriba de la torre con Fernanda entre nosotras.

La luz diurna baña el pueblo y aunque, es casi en su totalidad, apenas apunta que es madrugada.

Y ambas, miramos como los Jeeps, empiezan a tener vida por sus motores.

Los militares, preparándose para la partida y los de dudosa procedencia al mando del rey árabe, cual dos de ellos ya salieron y vemos como se pierden en el camino sinuoso y tropical.

Mientras un tercero a la guarda pero con su motor encendido, espera al jerarca hablando en la lejanía con uno de los soldados.

Con el Capitán y mi primero amor, aunque me lo niegue.

- Él, es caliente... - Suspiro nostálgica a su lado y acompañada por Fernanda, que hace una especie de gruñido.

Rocío la acaricio, para luego arrugar su ceño por lo que dije, mirando a ese tal León.

- Caliente, mi trasero... - Murmura, sacudiendo su casaca médica como pantalones.

Y río sin perder su postura nostálgica negando.

- Él, no... - Le digo y le señalo el de al lado. - ...él, es caliente... - -Suspiro.

Y observa, al interlocutor del árabe.

El Capitán.

Y hace un gesto de afirmación y totalmente de acuerdo.

Es guapo.

Muy atractivo.

Alto.

Y cuerpo trabajado que denota bajo su uniforme, esa disciplina física y constante en el campo militar y pese al casco puesto, donde se deja entrever con su corte militar, matices entrecanas bajo un rostro de rasgos duros, pero armoniosos.

Y a eso lo suma Rocío señalando al capi, un inestable hoyuelo en la barbilla que se marca de acuerdo al gesto en cuestión que haga el rostro y somos testigos justo, al ver como hablando con este jeque árabe o lo que sea, tras saludo militar y reverencia, se marcha montándose en el Jeep y a su espera sus carabineros.

En tierra firme y vemos como y el ceño fruncido de su frente y despertó con ella, veo que comienza a desaparecer notando.

Que también el pelotón, apunta a marcharse también y ante una visión ligera de la gente del pueblo despertando, apareciendo tras sus puertas abiertas y corriendo a nuestro encuentro.

Pero mientras mi amiga sonríe a nuestro pueblo, a mí, se me estruja el corazón en solo pensar que se va y sin saber a ciencia cierta si es.

Hago la señal de la cruz, por mi blasfemia.

O jodidamente se hace mi primer amor.

Pero el sonido del acero de forma precisa e intacta, tomando la muñeca de golpe de Rocío por nuevamente unas esposas por Camilo, hace que detenga mi llanto.

Más, cuando a su par, Camilo la cierra en una de las suyas.

- ¡Pero qué, diablos! - Le grita, intentando zafar de ella y consiguiendo que con ese movimiento brusco, Rocío solo traiga su fuerte cuerpo contra el de ella.

Seguido a una sonrisita alzándose en sus labios en los de él, mientras le reparte con su mano libre y la que mantiene la venda por su herida a los niñitos que nos rodea, que ríen por su osadía, una barra de chicles sabor fresa que lo reciben alegres y festejando.

- Ambos estamos arrestados, azotea... - Sube las manos prisioneras por las esposas de los dos y llamándola con ese apodo - ¿Preparada? - Sigue y se gana más, su mirada de mierda.

Lo hace reír y a mí también, lo reconozco.

- ¿Preparada, para qué? - Chilla de muy mal humor forcejeando, pero evitando esta vez chocar su cuerpo con el de él.

El chico como si nada y solo, sacude las esposas que nos unen en el aire.

Pero se acerca a ella, invadiendo su espacio personal.

- Para estar encerrado conmigo... - La mira inclinado y a centímetro de distancia. - ...por tres días de arresto...

Nuevamente chilla, despotrica y no deja de forcejear.

Hasta creo, que en un momento tiene la seria idea de morderlo.

No puedo seguir escuchando la erótica discusión que ambos tienen, porque corro a mi tienda por las llaves de mi motoneta con Fernanda siguiéndome en mi carrera, seguido a por ella estacionada y a mi espera tras la tienda y en una sombrita.

Ya que tengo un buen presentimiento para mí, y que es muy desagradable para mi amiga.

Y la felicidad como mi siempre esperanza me embargan y se concreta, al salir y ver ya a ella siendo arrastrada por Camilo hasta uno de los Jeeps para que se monte y por más que se resiste.

Sonrío.

Pero obligada por las esposas del amor, que los une a ambos.

Y su rugiente y dos tiempo motor no se hace esperar ante mi primer patada, mientras me pongo el casco con stickers de Pucca y Fer salta a su caja en la parrilla trasera.

Cual al llegar y notando la presencia de Juan que dice que no es, está con ellos y el bendito Jeep que todavía ya con mi mejor amiga dentro.

- Yo también voy. - Exclamo al llegar y bajo sus miradas fuera de serie por mi hermosa motos, su frondoso motor y yo ajustando la hebilla del casco de mi mentón.

Mención aparte, la Ferchu mirándolos desde su canastita trasera.

- No puedes Paola. - Rocío me dice. - Los niños... - Mira todo y me lo recuerda.

- ...ellos, estarán bien y lo olvidas? - Señala al resto auxiliar médico. - Los chicos, quedan hasta que volvamos. - Cosa que ellos afirman, mientras una docena de niñitos nos rodea, haciéndonos gestos divertidos con sus caritas como manos festejando y riendo con la propia alegría y curiosidad infantil por nuestra partida.

Niega indecisa.

- Solo será un reporte oficial, que no me llevará más de unas horas y estoy de regreso. - Quiere evitar que vaya y que con Fernanda la siga.

Pero mis lentes para motocicleta que rodean mi casco, los bajo para colocármelos y como respuesta.

Maldice en voz baja y mira a Juan que no es Juan, suplicante desde su ventanilla.

Para variar, evita mirarme y más, desde de anoche creo.

Aclara su garganta.

- Usted, porque está detenida, pero a un civil estando en misión... - Quiere explicar, negando.

- ...aunque esta no es una zona liberada, los peligros están a la orden del día... - Le interrumpe Rocío, para recordarle el juramento que hacen. - ...y créame, mi amiga no se detendrá por más kilómetros que sea hasta su base...y un militar, puede con un civil... - Le ruega y dando a entender su idea.

Y creo que ambos, se nos desencaja la mandíbula al entender lo que quiere mi amiga.

Y yo.

Muerdo mi risa.

Feliz.

Pero Juan que no es Juan, se señala con su índice sin hablar y así mismo, para luego a mí en la motocicleta, que se lo confirmo con unas fuertes aceleradas, subiendo y bajando mis cejas por más antiparras de moto y palmeando la parte trasera de mi asiento.

Ante eso, la doc asiente, tipo súplica y bajo una risa del soldado Camilo que se atora y disimula con una tos.

El Capitán luego de deliberar acepta, cosa que Rocío le agradece sonriendo mientras, me deslizo más hacia adelante para darle espacio entre Fernanda y yo.

Los motores de los Jeeps se encienden uno tras otro y apenas puedo escuchar por eso y al montarse, captando que evita por todos los cielos tocarme, cuando me dice.

- Dios, esto no está bien...

Lo miro alegre, bajo mi casco y por sobre un hombro.

- Capitán, deje tranquilo a Dios que ya bastante tiene y esto... - Lo digo volviéndome seria, pero contenta. - ...y esto me parece aunque debo estar segura, que solo es parte de algo que me prometí... - Le digo.

Si vista está baja, pero su voz no, cuando me pregunta.

- ¿Qué cosa?

Sonrío.

- Que iba a encontrar a alguien... - Suelto algo tímida y su cuerpo se tensa.

Lo que no sé, si para bien o mal.

Y solo atino, porque yo sí, muy emocionada hasta el punto de las lágrimas y quiero tanto un abrazo de él, aunque se niegue a decirme que es Juan.

En hacer para lo más cercano a ello y lo que mejor me sale.

Ser alegre, mientras sin su permiso y tomando sus manos le exclamo.

- ¡Sus manos están aburridas, Capitán! - Hago que rodeen mi cintura. - ¡Agarrase de mí, si no quiere con Fernanda, que lo perdamos en el camino! - Suelto una carcajada, mientras lentamente acelero para seguir a los Jeeps que ya comenzaron su marcha y somos despedidos por los niños como gente del pueblo.

El camino es sinuoso al adentrarnos en la vegetación africana, siendo mi motoneta escoltada por el coche que lleva la cabeza y va mi amiga y los otros dos, detrás.

Y en el momento de cruzar un quebrado con su pendiente, sin saber si por ello u otra cosa.

El agarre de sus manos tomando mi cintura y a mí, con sorpresa.

De golpe son reemplazados por sus fuertes brazos rodeándolo y con ello.

Jesús, que lindo.

Lo que adoré anoche, pero ahora a plena luz del día y segundos antes pedí.

Su cuerpo contra el mío, al abrazarme ahora y por detrás.

Y no me atrevo a preguntarle mientras no dejo de manejar, si es por miedo a mi amenaza y culpa del camino a perderlo en el trayecto.

O porque y ahora sí, me reconoce.

Me limito a feliz y a hacerle otra promesa, acelerando en un descampado, ya que la primera la cumplí.

La de encontrarlo.

Ahora, a que él.

Me encuentre a mí...


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top