CAPITULO 7
BORGES
Jadeo y hasta sudo, por más que la noche es fresca, detenido y con ayuda de mis manos en mis rodillas para recuperar aliento, en la esquina que quedé estático.
Mis ojos no dejan de buscarla entre los autos que circulan y cada persona que camina.
No son muchos por la hora y eso me desanima, porque Perla se distinguiría entre ellos.
Pero nada, maldita sea.
Aprieto el cuaderno entre mis dedos.
Absolutamente nada y ni rastro de ella.
- ¿Qué bicho o mierda vudú africana, te picó? - Camilo llegando a donde estoy me pregunta sin comprender nada, seguido a sacudirse los brazos y girarse, hasta chequear las suelas de sus botas que no tiene nada. - Porque si eso hace que reacciones así, me asusta y juro que definitivamente y que ya me cuesta, vuelvo a dormir... - Ríe divertido.
Me roba una sonrisa, pero sin ganas.
- ¿Cómo te lo explico? - Solo digo, sin terminar de asimilar esta jodida casualidad como mirar para todos lados.
Se cruza de brazos.
- Y comenzaría por el principio... - Me dice.
Cansado, froto mi frente con las manos en el momento que la radio que cuelga de mi hombro y uniforme, se comunica anunciando algo que me trastorna más.
El Boeing CH-47 llegó a destino, la base sin dificultad y en breves horas, por nosotros.
Mierda.
- Debemos regresar... - Digo lo que menos ganas tengo, girando sobre mis pies para regresar al vehículo.
Camilo golpea el bolsillo que lleva su paquete de tabaco para armar sus cigarrillos.
- Creo, que hice bien en comprarlos. - Murmura satisfecho. - Con él y tu relato, pasaré mi turno entretenido...
Niego caminando a su lado, pero mirando el perímetro.
Siempre, buscándola.
- No, no hiciste bien. - Le corrijo. - Sabes que esa mierda es mala y te va a matar. - Lo amonesto.
Pero se detiene metro atrás, obligando a que pare y se abraza así mismo, restregando sus brazos con fuerza.
- ¿Qué ocurre? - Porque, no lo entiendo.
Se sacude por el escalofrío.
- Acabo de tener, un deja vú futurista... - Murmura, abriendo sus ojos muy grande.
- ¿Qué?
Sacude su índice, analizando.
- Como si eso que me dijiste, me lo va a decir alguien, que me ama mucho más adelante... - Cabila totalmente, considerando mis palabras.
Camina hasta donde estoy y la mano que estaba en alto, la apoya con amor en mi pecho.
- ¿Borges? - Me pregunta. - ¿ Tú, me vas amar en el futuro? - ¿Qué? Niega desconsolado. - Lo siento, pero aunque eres atractivo con tu barbilla marcada y todo lo que Dios te dio, nunca podré corresponderte... - Sigue pensando, para luego llevar esa mano a su boca. - ...y el Teniente Elías, jamás no dará su consent... - Lo interrumpo a su interpretación dramática.
En realidad el cuaderno, siendo mi turno de golpear su cabeza, porque parece que necesita más reparación de la debida.
- Eres un idiota... - Río y Camilo lo hace conmigo, retomando la marcha. - ...pero algo te pasó, no?
Lleva su manos a los bolsillos del uniforme, asintiendo.
- Fue extraño... - Se encoje de hombros. - ...algo familiar, golpeó mi mente... - Piensa, procurando buscarle sentido. - ...no lo sé...
No insisto, porque tampoco yo, termino de hacerlo y si algo tiene que ver con eso de lo "familiar" en su mente algo lastimada por su amnesia selectiva, como dijeron los médicos y su mealimuh liltadrib. (mentor de adiestramiento).
Miro lo que nos rodea, el África misma.
Camilo por él mismo, necesita recuperar su pasado.
PAOLA
Después de una cena agradable que termina que conozca a todo el equipo que será parte de mi nueva y definitiva vida, nos despedimos todos en el comedor de la pasada donde paramos para dormir saludablemente, ya que a temprana hora de la mañana partimos a nuestro destino próximo.
- ¿Qué haces? - Le pregunto bostezando de buena gana a Rocío, ya que compartimos la habitación, porque en vez de recostarse cosa que sí, yo lo hago muy cansada, ella, decide abrir un libro tomando asiento sobre su cama y bebiendo una taza de té con las hierbas medicinales que compró en el mercado.
Señala la única luz que de su lado está encendida.
- Iba a leer un rato... - Lo abre en el señalador que indica su dejada lectura. - ¿Te molesta? ¿Puedo usar una linterna? - Señala su luz y amagando buscar una, pero niego.
Cierto, que le cuesta conciliar el sueño.
- No te preocupes, si quieres enciende la principal que tampoco me molesta... - Le digo, buscando mi bolso. - ...ya te dije que donde apoyo la cabeza, me entrego a Morfeo sin dudar... - Río y ella también.
Pero dejo de hacerlo, al hurgar dentro de mi cartera, obligando a incorporarme de mi cama para una mejor búsqueda, transformando mi risa en un gemido frustrado.
- ¿Pasa algo? - Rocío dando vuelta una página, me mira preocupada.
Mis hombros caen al vaciar todo el contenido encima mío y no verlo.
- Perdí mi cuaderno...
- ¿Tenía cosas importantes? ¿Pasaporte? ¿Documentos?
Niego.
- No...eso está en mi billetera cuando cayó todo en el mercado. - Le recuerdo. - Solo era importante para mí...
Se acomoda sobre su cama preocupada.
- ¿Recuerdo de tu familia?
Vuelvo a negar.
- No, de Juan... - Su mirada sin entender, hace que prosiga. - ...mi primer y único amor. - Le explico.
Ríe nerviosa.
- Pero... - Señala mi vestido muy parecido a las religiosas y toca, que cuelga de una percha en la ventana. - ...no se supone que eres monja?
Sonrío.
- En realidad, aún no me convertí. - Le cuento. - Estoy al servicio de la religión y la fe católica, pedí mi discernimiento al recibirme de enfermera en ayuda humanitaria...
- Ahh... - Comienza a comprender. - ¿Y cuando te decidas, tomarás los votos?
Afirmo.
Rocío rasca su pelo, pensando.
-¿Y cómo, harás con tu novio? - Duda.
Y mis mejillas siento que se ruborizan por poner ese título.
- No es mi novio... - Le digo palpando mis mejillas tímida, haciendo que sonría.
- ¿No?
Niego.
- El es mi amor. - Le doy como explicación.
- Ohh... - Su exclamación me hace reír, porque no entiende nada.
Pero cierra de golpe el libro de medicina infantil que iba a leer, mientras su mano hace gesto que siga.
- Ya sabes de mi insomnio y el té de hierbas parece que no va hacer efecto... - Habla entusiasmada y señalando la taza que bebió. - ...tengo toda la noche para escuchar tu historia... - Me anima.
- Es largo...
- No importa, me gusta escuchar...
- Muy muy larga... - Insisto y se sonríe. - ...años. - Le aclaro por las dudas y vuelve a sonreír.
Y es suficiente para mí.
Saltando de mi cama para pasar a la suya y ambas apoyadas en la pared le relato absolutamente todo.
Desde siendo solo una niña como lo conocí y él todo un hombre en nuestro lugar de vacaciones, viéndonos cada año y en el mismo lugar.
Como crecí.
Su sueño militar, captando que Rocío por ello, arruga su bonito ceño.
Algo de mi pueblo.
Mi cariño por las monjas y tal, terminar en el coro y con ello, viajando a Londres donde lo volví a encontrar.
Mi primer beso.
La tristeza de la despedida, después de ese primer beso.
Mi estudio universitario.
Y como llegué acá.
Horas hablando sobre su cama y con solo la tenue luz de su rincón, en el humilde pero limpio albergue que paramos.
Pero, siendo entre charla y charla entre ambas, la mejor pijamada por más adulta que éramos.
- Comprendo... - Cuando finalizo, dice. - ¿Crees que puedes llegar a encontrarlo? - Pregunta, ya que le relaté que Juan me dijo que lo encuentre.
Suspiro contra la pared.
- La fe es lo que me sobra...
- ¿Después de tantos años?
- También, eso me sobra...
Se sonríe.
- Guau...me gustaría ser como tu...
La miro.
- ¿Tienes un amor perdido, también?
Ríe.
- No, creo que no... Me incorporo.
- Pero estas dudando, dices que crees...
Se abraza así, misma.
- Si, eso noté. - Se analiza.
- ¿Nunca te enamoraste? - Insisto.
Sigue pensando, pero niega.
- ¿Nadie hizo latir tu corazón, hasta sentir calidez y tranquilidad?
Hace memoria y un recuerdo la azota, lo delata su mirada tornándose relajada.
Tanto, que bosteza.
- Hace mucho tiempo en una triste situación en un Hospital me sentí acompañada, cosa que por la misma, irrisorio...
-¿Por qué? - Mega curiosa.
- Creo que, porque dormía por más situación mala.
Chasqueo mis dedos, entendiendo.
- Te gustó un colega... - Afirmo. - ...sus pastillas para dormir, te enamoraron... - Conclusión extraña, pero conclusión al fin.
Se ríe en mi cara, negando.
- No... - Sigue riendo. - ...no era un médico, más bien un paciente en coma...
Me deja nula y con ello, me relata lo de su padre y compañero de habitación.
- Guau. - Ni sé, que decir.
- Si, guau... - Repite. - ...por eso, odio las armas y todo lo referido a lo militar. - Me explica su poca simpatía, cuando noté al decirle que Juan lo era.
Un silencio cómodo se hace entre ambas y al mismo tiempo, suspiramos las dos bajito y cada una en sus pensamientos.
Yo, por Juan.
Y supongo que Rocío por lo sucedido con su padre o tal vez, por ese chico en coma y con un desalentador pronóstico de haber salido con vida y nunca conoció, ya que lo único que tenía libre de vendas, era sus manos.
BORGES
Horizontal y esperando que amanezca en el interior de mi tienda tras terminar mi turno de vigilia y a la espera del Chinook por nosotros, con mis manos elevadas frente mío y el cuaderno de Perlita conmigo, ojeo nuevamente hoja por hoja.
Sonrío como idiota en una de las páginas, donde indica que fue hace poco su cumpleaños número 30 y lo festejó en un.
Parece.
Poblado del Norte que como auxiliar de medicina, ayudaba y lo festejó con ellos.
No hay fotos.
Nada.
Pero sí, docenas de dibujos por ella misma detallando a grandes rasgos, sus días más importantes.
Y entre ello, lo que me agrada sin poder creer que ya es toda una mujer.
Que se convirtió en enfermera.
Me siento de golpe sobre mi catre, pensativo.
¿Y cómo, llegó acá?
Vuelvo a la página de su cumpleaños, porque allí señala un país del sur de América.
No mucho, que pasó esa fecha.
Entonces...
¿Cómo diablos, ahora está en otro continente?
-¿Y el africano? - Se escapa mi duda, en voz alta.
Me levanto cerrando el cuaderno, pero sin soltarlo saliendo afuera de mi tienda.
El miedo estúpido que desaparezca, me atormenta.
Todo es calma en el campamento, más que el sonido irregular de la fauna nocturna de África como alguna frase perdida de alguno de mis soldados cumpliendo su ronda como otros, terminando de alistar todo para marcharnos.
La luna brilla más que nunca y me atrapo mirándola largamente.
Hora para que amanezca y tal, para que vengan por nosotros de la base.
Y con ello, mi vista ahora más allá de donde estoy.
Kilómetros.
En esa cuidad y que sé, que en algún rincón ella debe estar.
Sonrío sin ganas, pero con lógica, ya que el mismo pedazo de cielo a los dos nos cubre.
Loco, pero real.
- Si tan solo hubiera sido un día antes... - Me reprocho, porque tal vez y con tantas horas a favor.
¿Tal vez, qué?
Esa pregunta a mi mismo, me lo hago.
Sacudo mi cabeza, triste.
Pero en mi agonía de esa falta de día, en realidad hay algo firme.
Pestañeo, comprendiendo.
Real.
Si no hubiéramos tenido ese retraso de un día más ante el atentado para volver a la base.
Miro el cuaderno de Perla.
Yo nunca lo tendría hoy entre mis manos, como tampoco, saber que ella está acá.
Sonrío.
Una de cal, entre tanta arena.
Y sonrío más, descubriendo otra cosa.
Que ella, si está cumpliendo lo que le pedí al despedirme en Londres.
Que me busque.
Finas líneas de claridad en el horizonte, comienzan a aparecer por la llegada de la mañana entre la oscuridad del cielo africano.
Por el Este, donde está ese poblado.
- Cada paso que has dado, fue para acercarte a mí... - Susurro a esa dirección. - ...no te rindas, Perla... - Pido, sobre la llegada de Camilo para desarmar nuestra tienda.
- ¿Me hablaste? - Me pregunta y niego. - Ok, entonces no hagas eso... - Acomoda su casco militar de su cabeza.
- ¿Qué? - Digo, aflojando las estacas.
Señala al aire y frente nuestro.
- De hablarle a la nada, eso asusta. - Me explica. - Ya te dije que como buen Montero, le tenemos miedo a esas cosas y la nada, jamás responde y cosa, que si lo llega hacer. - Abandona la soga que retiene, para tocarse el pecho sobre su chaleco antibala. - Me pierdes, viejo... - Ríe. - ...aparte, lo de poeta enamorado no te va, erradica eso que te he visto apuñalar la lata de comida para abrirla, porque no pudiste arrancarla con los dientes. - Acota, esquivando una lona que le lanzo.
Maldigo riendo y ya casi, la plena mañana colmando nuestro campamento, por el futuro que me espera como tutor que prometí a Mirko, que sería para Camilo.
PAOLA
Tras horas de viaje terrestre con el convoy médico hasta Togo, siendo una de nuestras primeras paradas para pasar la noche y descansar ahí, luego de la travesía.
En un aeropuerto improvisado, nos esperaba un avioneta, cual a la mañana siguiente subimos para ya en un viaje directo, por aire de varias horas y solo haciendo una parada en Camerún para recarga de combustible, hasta nuestra primera misión y destino de ayuda humanitaria.
Etiopía.
Geográficamente montañosa y famosa por ella y tal, su nombre.
Macizo Etíope, por sus elevadas alturas de las montañas en la región y se extiende, casi a lo largo del país.
Un cálido y templado clima nos da la bienvenida, en la zona baja donde se encuentra nuestro poblado.
Uno que nos recibe agradecido como feliz al llegar y notando con cada día que pasa, nuestro levantamiento de campaña médica, cosa que ayudan.
Y cuando comenzamos sin pérdida de tiempo una vez todo instalado, en auxiliarlos en la salud.
Vacunas, tratamiento dental y chequeos nutricionales, es la prioridad de primer momento para poder tener una ficha médica de cada niño como adulto.
No es muy grande, solo unos cientos de este precario pueblo de origen tribu.
Notando con Rocío y cada semana que pasa, la falta de necesidades básicas como agua potable y una buena alimentación decente, ya que la tabla de valores y sobre todos de los niños, está por lo bajo.
Pero lejos de desalentarnos eso y con ayuda de nuestros compañeros y mismo jóvenes como padres del pueblo, bajo la lluvia de estación un día, otro con el sol calsino por estar despejado y contrarrestando este, con sombrero que las mismas mujeres tejieron con sus propias manos, utilizando seda de hojas secas y regalándonos de cariño, cavamos un camino para una entrada de agua corriente proveniente de un río cercano, al igual que y aunque tenían su siembra, fortificarlo con el huerto de nuevas hortalizas que desconocían para una mejor alimentación que Rocío junto a un colega especializado en la nutrición y sabiendo a grandes rasgos su lengua, explicaba bajo la sombra de un gran árbol donde en su totalidad, el pueblo sentado los escuchaba.
Poco a poco para mí, como para Rocío y todo el equipo, todo esto se convirtió en nuestra gran familia.
Amábamos, pese a las tristes y olvidadas por un gobierno, condiciones que vivían nuestra gente.
Porque, ya lo eran.
Como también en nuestras tardes libres sea con la docenas de niños correteando a nuestro alrededor o no, caminar por la región y descubrir con cada paseo y merendando una fruta, un nuevo lugar.
Y en unos de esos paseos, yendo mucho más allá de los siempre kilómetros, nos topamos con lo que parecía un basural.
No era muy grande en dimensiones, pero acusaba que en su momento y lo que más de una noche alguien del pueblo nos relató en nuestras cenas comunales con muchos.
La existencia de estos y con ello, la esclavitud de muchos por la fiebre de los diamantes.
O diamantes de sangre, la triste jerga que aún existe en varios lugares de África, porque fue y sigue siendo, sobre el sometimiento y lejos de la libertad de las personas obligados a extraerlos, siendo capturados por subversivos, bajo el mando de un poder.
Asombradas entre los despojos, vemos una jauría de perros y entre ellos como en los escombros, buscando natural y como si nada como el resto, algo de comida.
Con Rocío nos miramos, sin poder creer.
Un pollito de pocos meses.
- Ok... - Dije tomando dos ramas del piso y entregándole una. - ...creo que no lo han visto, yo los ahuyento y tu vas por el pollito antes que lo vean y se lo coman... - Explico mi plan en voz baja, para que los perros hambrientos, no noten nuestra presencia.
Aunque Rocío toma la rama, inclina su cabeza dudosa y sin dejar de mirar nuestro panorama justiciero.
- Están hambrientos y hasta peligrosos, pero creo que no lo ven a modo comida, Pao... - Me dice.
- ¿Cómo sabes eso? - Le pregunto y su respuesta, es la mano que sostiene el palo, apuntar a ellos y la sigo con la vista.
Y mi boca cae.
Ya que con saltitos pintorescos, el pollito camina de un lado a otro, pasando entre los amenzantes perros con sed de hambre y tales, la miran con familiaridad.
Mierda.
Hago la señal de la cruz por mi blasfemia, abriendo más la boca de asombro y como cortina de todo, la risa divertida de Rocío.
¿Acaso, el pollito es uno más de ellos?
Próximo capi, lo que tanto esperaban.
El encuentro definitivo de Paola y Borges, para siempre...
CRISTO.
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