CAPITULO 2



BORGES

El fango húmedo, ahora resecándose casi en el %80 de mi cuerpo por el mismo agitamiento de mi estado sin dejar de correr, atravesando casi cuerpo a tierra el laberinto de alambre y cual por su poca altura, pero sobre mi velocidad que no aminoro, amenaza con su roce en dejarme grandes cardenales si hacemos contacto, siento como estira parte de mi rostro como manos donde el uniforme no me protege.

Escupo saliva al salir de este y aumento mi carrera incorporándome, para tomar más velocidad y continuar a la siguiente fase.

La contención de pared construida con madera lisa, superando sus poco más de tres metros y colgando solamente de su planicie sogas de ayuda.

Todo mi sistema como sentidos, alertas.

Puedo sentir la voz o más bien, los gritos de nuestro superior de entrenamiento que llena el aire sobre mi jadeo.

Nuestros jadeos.

Ya que delante y como tras de mí, con poco metros de distancia, tanto yo como mis compañeros no interrumpimos el adiestramiento.

Choques y peso, golpea el muro de madera.

Es mi cuerpo y el de otro compañero, que colisionan con fuerza y aferrándonos a esas únicas sogas para trepar sin medida y escupiendo hasta el hígado, intentando subir, seguido y llegando a su altura máxima, saltar hacia el otro lado prestamente, para continuar a la última fase.

Y lo conseguimos.

Como cada compañero, llegando con su tiempo cronometrado.

Todo es exigencia desde que llegamos hace unos meses a la Fuerza armada Británica del Reino Unido, al abandonar esa base militar a pocos kilómetros de ese poblado.

El SAS.

Special Air Service.

Un cuerpo de las fuerzas especiales del ejército Británico.

Uno, de tres regimientos.

Cuales sobre fuertes y duro entrenamiento, nuestras funciones en tiempo de guerra son las operaciones especiales y en tiempo de paz, ayuda contra el terrorismo donde nos alisten.

El regimiento ha servido como modelo para la creación de las fuerzas especiales de muchos países del mundo, siendo de las más respetadas unidades de élite y a modo graduación como pase a otro grupo o corporación jet.

Mi sueño y el de muchos que estamos acá.

Brigada especial y nuestro destino final al terminar esto, Siria y bajo un batallón élite siendo unificación de soldados de todas partes del mundo.

Los mejores en estrategia y no tan visibles, pero destacados en el ámbito aéreo y tierra, ya sea por sus actuaciones, por sus pruebas de acceso o sus entrenamientos, considerándonos una de la mejores del planeta.

Por eso y casi por vomitar mis pulmones siendo testigo, el acceso a este escuadrón de las más duras, reclutándonos pruebas extremas de destreza física y estrés que estamos desarrollando en estos meses.

Mucha resistencia en lo físico como mucho teórico en las clases de estudio, sin mencionar la intensidad del adiestramiento aéreo para ser los mejores combatientes en el aire, aparte de lo terrenal.

El campo de entrenamiento es extenso.

Un playón conformado de cemento, tierra y más cemento con elementos de entrenamiento y si desde una vista aérea se apreciaría, solo las almas vivientes, nosotros.

Cientos de soldados, cuales los elegidos somos 35 reclutados para formar si pasamos este esta prueba extrema al mando de un único General de Brigada y Teniente de tal en la misión de Siria.

Una botella con agua surca el aire a mi dirección.

No sé quién me lo lanza, pero mi reflejo como aún mi adrenalina en su mayor auge, mientras intento recuperar el aliento dando fin al entrenamiento, lo agarra con una de mis manos.

Procuro secar el sudor de mi rostro casi completo de lodo, con el mismo cuello de mi camiseta militar y sin importarme que la aspereza de la tierra tipo granos de arena, lima mi piel.

La ducha hará lo que corresponde en minutos, al dirigirnos a nuestro pabellón por ser el fin del adiestramiento de hoy, para seguir luego con solo clases hasta la hora de la cena.

- Gracias. - Sale de mí y todavía sin mirar, por golpes de puños con algunos compañeros que nos damos, cual satisfechos y tan cansados como yo, finalizaron exitosos las fases.

Pero me obligo a mirarlo destapando con ansias la botella y bebiendo hasta la mitad sediento, al notar y mirando por sobre el envase, cuando gran parte de mis compañeros sin saber el motivo, de golpe, no solo prácticamente silencian tomando postura de saludo a un superior.

También, saludan de golpe erguidos y respetuosos.

Cosa que, al verlo en vivo como directo.

Ya que, es una leyenda viviente y solo se puede saber de él a través de revistas, anécdotas que tuvieron soldados de estar a su par o dirección, o las innumerables fotos con imágenes de él, en muchos de los murales que empapelan paredes de muchos destacamentos militares con sus diferentes misiones en todo lo que es y bajo su mando, grupo especial en situaciones de riesgo y guerra civiles en el continente tanto asiático como africano.

Mucho, de este último.

Mierda.

Mi rostro de desencaja tomando posición sin pensar, casi soltando la botella y en el proceso no ahogarme con el agua que mantiene mi garganta, ante su mirada puesta parcialmente en todos mis compañeros, para luego sobre mi persona detenidamente.

Mierda, otra vez.

Trago con fuerza el líquido.

PAOLA

La canción religiosa suena por la voces de nosotros melodiosamente desde los atriles donde nos encontramos siendo el coro de la iglesia.

Somos poco más de una docena, vestidos con bonitas batas en tonos blancos casi ángeles y solo cortando ese color, otro de color celeste suave en el cuello y algunos centímetros de nuestros puños.

Uno de nosotros en un comienzo nuevo de estrofa y haciendo un paso adelante nuestro mientras guardamos silencio todos, se hace escuchar con su preciosa voz esa parte de la canción.

 Me encantaría decir que soy yo, pero no.

Es mi amiga de siempre que encandila con sus dulces tonos bajando y subiendo, de acuerdo a la entonación que pide la canción y al compás del piano que maneja diestra la señora Soraya.

Viejita en edad, mucho y creo que hasta la que fundó nuestro pueblo que lleva cientos de años de ello.

No exagero.

Y más, cuando está prácticamente sorda y sin embargo como si escuchara de primer plano, sus longevas manos al posar en el teclado, cobran vida y juventud, haciendo que el miedo que tenemos todos.

Que su pequeñito y viejito cuerpo.

Caiga del taburete de tanto años como ella, cual se sienta.

Nuestro turno de cantar dando fin su parte mi amiga, se reanuda con las estrofas finales.

Procuro no desentonar y me limito o al menos intento que si tengo voz para esto salga de mi diafragma y no de mi garganta, tipo gallo mañanero mientras con disimulo y media escondida tras un compañero, quiero aflojar el cuello que siento que pica.

El coro no es lo mío.

Resoplo para mis adentros.

Pero la genial idea.

Sarcasmo, se entiende.

De mi amiga mencionarlo en casa y que participe en ello delante de mamá, pero sobre todo frente a mi abuelita.

Segunda fundadora con doña Soraya, por su edad de nuestro pueblo.

Y verla ilusionada ante eso.

No pude rehusarme.

Sinceramente, no pude contra el brillo de sus también, viejitos ojos y ante la idea de ver a su única nieta siendo parte del coro de la iglesia siendo muy creyente y acompañándola desde que tengo uso de razón, cada domingo de misa.

Cosa que recalco, no me molesta.

Para nada.

A ciencia cierta, me gusta y también soy muy religiosa.

Como se dice en este ambiente, fiel.

Cosa que si no olvidaron sobre la palabra de Dios mismo, me encargué de casar y unir de niña a mis amiguitos, juguetes y mascotas del barrio.

Pero creo o más bien sostengo, que esto del estrellato y ser una idol en el mundo del coro de las iglesias no es lo mío.

Repito.

Mi voz algo decibélica y poco agraciada en el canto, no me lo permite.

Pero terminando la canción y bajando todos prolijos por los escalones laterales mientras el párroco como todos nos aplauden y dando por finalizada la alegre misa, nos despide.

Ver a mi abuelita feliz y cumpliendo su sueño, se me pasa.

Y no pierdo tiempo, corro hacia ella y mamá para abrazarla.

Los meses han pasado y pronta a cumplir mis 17 años, también se acerca el verano nuevamente.

Pero esta temporada no hay exaltación y apuro que terminen las clases.

Tampoco que las fiestas pasen volando para alistarme a las vacaciones.

Tristeza.

Por dos cosas.

La primera, porque ya no más, Juan esperándome desde el muelle de la playa de veraniego.

¿La materias en cual más me destaqué este año?

Geografía e Historia.

Y descubrí tristemente, que no solo Siria está muy lejos.

Continente asiático.

Si no también, que es una República Árabe y tras la primera guerra mundial y sobre en un principio mandato francés, emergió y lo sigue haciendo, sumida en un constante enfrentamiento de colisiones del tipo guerra civil.

Y aunque le rogué a mamá vacacionar ahí en su momento, por esas obvias razones sumadas al costo económico que sería ir hasta allá, me lo negó bajo la segunda razón que todavía sigo abrazando.

Si, mi abuelita.

Ya que este año desmejoró mucho en cuanto a salud y me lo recuerda en la silla de ruedas que está ahora.

Muy ancianita y que a duras penas ya se puede valer por ella misma, cosa que hace ya un par de meses vive con nosotras, por más que su casa está al lado nuestro.

Su temblorosa mano saca algo que tiene bajo el chal rojo que la cubre del posible fresco que hay.

Un sobre, cual me lo entrega llena de felicidad, cosa que ante mi curiosidad, comprendo que mamá sabe de que trata por la sonrisa que también refleja a su lado.

- ¿Qué es? - Pregunto, dejando de abrazarla para tomarlo.

- Este año finalizas el colegio y comienza una etapa nueva para ti... - Me dice y la miro, dejando a medias el sobre en abrir. - ..no hay vacaciones por mis huesos... - Mi abue sigue. - ...y tu madre, no quiere dejarme sola. - Continúa, siendo abrazada con cariño por mamá asentando eso.  - Es hora que elijas tu futuro y con ello, tus vacaciones... - Finaliza.

No entiendo nada, pero prosigo en abrir el sobre, porque me incita a ello con un ademán.

Y lo hago, encontrando en su interior lo que parece pasajes de avión y bastante dinero en efectivo.

- !Siria! - Chillo de alegría ante la posibilidad y sin haber mirado el destino, pero mamá y la abuela se ríen.

- ¡Por supuesto, que no! - Mamá exclama. - ¡Nunca me atrevería a mandarte a semejante y peligroso lugar!¡Dios, con tu enamoramiento! ¿Pensé que se te estaba pasando? - Me dice y niego con un puchero, verificando los pasajes con hospedaje incluido.

Reino Unido.

- ¿Conoces la catedral Saint Paul's? -  La abuela me pregunta y niego, pero comienzo a entender.

Nuestro coro gracias a la ayuda e invitación diócesis, fuimos invitados junto a otros coros de distintos países a cantar en el encuentro que se hace ante el acercamiento de la natividad, junto a la Pascua de resurrección y Pentecostés.

Aunque todos del coro e inclusive mi amiga, festejaban y se ilusionaban ante ello, yo mucho no quise hacerlo, ya que y por más que iba a ser subsidiado, no sabía si mi familia podía costear semejante gasto extra.

- Es una buena oportunidad no solo para sellar tu paso por el coro y para que tengas tus vacaciones este año, Paola. - Mi abuela, toma nuevamente la palabra. - También para conocer la cuna de los escritores de los escritores de muchos de los libros que lees. - Me alienta.

- Pero, aún no sé que quiero estudiar o hacer. - Miro ambas.

- Yo creo que este viaje hará encontrar tu destino, nuevo aire y nueva vivencias... - Mamá interrumpe y yo vuelvo a mirar el sobre, donde apenas sobresalen los billetes de pasajes con dinero ahorrado por ellas para mí.

Y aunque no tienen el destino que me gustaría, me conmueve tanto sacrificio y por eso las abrazo a ambas, causando que interrumpa el paso de la gente ya saliendo de la iglesia.

- Gracias... - Feliz y no dudo, seguido de darles muchos besos, en ir hasta lo de mi amiga para decirle que yo también viajo con ella y los chicos en el coro.

Reitero, no es el destino que hubiera anhelado, pero siento mucha dicha de ir hasta el Reino Unido sin saber el por qué.

A lo mejor, por que este año ya da fin a una etapa de mí, con el ciclo secundario terminando y pasar de ser, de una adolescente a casi toda una mujer y con la futura decisión de lo que será mi vida, para siempre, no?

BORGES

Ya duchado y con un uniforme limpio, me encuentro en uno de los tantos pasillos a la espera para ingresar a unos de los despachos del edificio militar.

Un cabo saliendo de este, pero dejando la puerta abierta para que ingrese, se despide ante mi presencia con gesto por ser superior ante él.

Pero a su vez cuando ingreso, ante otro superior mío y cual fue motivo de semejante revolución incluyéndome, al ver su presencia en carne y hueso, minutos antes en el predio de entrenamiento.

- Descanse, soldado. - Su voz llena de mando, pero lejos de ser implacable o miedo, me pide.

Mas bien, me ordena tranquilo una vez que entro y obedezco como al gesto de su mano que tome asiento en la silla del otro lado del gran escritorio en madera que nos separa.

Una gran oficina como la de cualquier superior de rango que en este momento él pidió prestado para pedir auditoría conmigo, ya que es merecedor de cualquier oficina, lo suyo es campo de batalla y no detrás de un escritorio.

Siempre.

Ni siquiera en una tienda de campaña, siendo perito experimentado en estrategia, cual sus misiones obviamente las engendra su inteligente cabeza.

Jamás, entre cuatro paredes.

Lo suyo como toda su leyenda lo dice, es el mismo campo de batalla.

Por sus logros y conocimientos, se dice que nació entre la arena africana y el sol asiático, dudando su partida que avala que es americano.

No se habla de ello.

Pero lo cierto es, que absolutamente nadie como él y en sus finales de la cuarta década cursando, ante vida como reconocimiento del suelo africano.

Y cual por eso, sus venas corre la misma.

Dicen.

No lo sé.

Leyenda urbana y militar, recuerden.

Está de pie sin dejar de leer lo que supongo mi legajo de una carpeta, dando vuelta una página para seguir con la siguiente y yo aprovecho en observarlo.

Alto y de contextura fuerte, acusando y sobrepasando a cualquiera de nosotros que forjamos el mismo por tanto entrenamiento, que el suyo aparte tiene otro entrenamiento.

No sabría explicarlo.

Pero denota cierta disciplina fuera de nuestro alcance.

Algo de muchos años y hasta apostaría sin dudar, de niño.

Como y si cualquiera de nosotros intentáramos desafiarlo, él solo y con el dedo que lleva en su índice un anillo con un sello extraño de una heráldica de cinco puntas.

Creo, no puedo ver bien desde mi lugar.

Podría reducirnos sin dudar a uno o más en su ataque.

Levanta su vista y sus ojos, entre castaños y grises.

Vuelvo a repetir, creo por la distancia de él, que estoy en la enorme habitación.

Me miran cerrando la carpeta y para mi sorpresa, su mirada me sonríe satisfecho.

- Eres bueno, soldado. - Me dice.

- Gracias, General. - Agradezco y me mantengo en silencio.

Camina por el lugar, pero se rehúsa a tomar asiento, aunque se apoya en un lado del escritorio.

- Quiero que alistes tus cosas, para salir conmigo junto a otros compañeros a primera hora de la mañana rumbo a Londres.

- ¿Por Siria? - Emocionado por finalizar el adiestramiento y ser elegido por él, para formar parte de su escuadrón, me embarga.

Estos escuadrones de élite especiales y que a su vez, se dividen en tropas especializadas de diferentes métodos para pisar y ejercer el área de actuación, en este caso siendo nuestro destino esa tierra asiática, nuestro superior podría ser cualquiera, pero ser uno de los escogidos por él personalmente, el orgullo como tanto sacrificio que hice, inunda de felicidad mi pecho y sé que lo nota, ya que ahora no solo sonríe su mirada, también lo hace levemente las comisuras de sus labios, rompiendo como yo, toda frivolidad militar.

- Nuestra actividad en el campo Sirio, será desarrollar la actividad con nuestro escuadrón el contraterrorismo. - Me dice. - Concretamente en ser la unidad más importante recoiendo información de inteligencia por infiltración en África ocultos y recopilar información del enemigo sobre un control aéreo desde la tierra como efectivos en tales que nos guiarán de posibles ataques, cosa que debemos imposibilitar en esta guerra fría y civil, ante poblaciones inocentes y ajenas de ello, pero que viven en constante ofensiva de ello...

- ¿Y por qué, Londres antes, señor? - La duda me puede, ya que, se supone este último adiestramiento sería el final del suelo británico.

- Soy guardián de alguien y necesito saber sus progresos en el colegio militar que se encuentra, mención aparte que debo encontrarme con el primer ministro.

- ¿Su hijo? - La pregunta escapa de mis labios y lamento ese atrevimiento, pero no se inmuta.

Lo toma natural, dejando la carpeta con mi vida escrita dentro sobre el escritorio.

- Su expediente dice que no tiene hijos, familia propia en si. - Me dice y por un momento, pienso en perlita.

Irrisorio, pero lo hago mientras niego.

Asiente ante mi gesto negando.

- Yo, sí... - Asombrosamente, responde a mi pregunta no propia. - ...una hija cursando su carrera y se podría decir, ahora dos del corazón. - Camina a la ventana. - Uno en África y otro acá...

- ¿El que está en Londres? 

- El mismo... - Murmura con sus manos entrecruzadas tras su espalda, sin dejar de mirar lo que regala desde el quinto piso la ventana del edificio.

Voltea a mi dirección.

- Solo será 48h en la capital con sus compañeros seleccionados, partiremos a Siria después sin descanso... - Da por finalizada la entrevista. - ...Tómenlo como las vacaciones con su compañeros que luego y esporádica vez tendrán de ahora en adelante, soldado.

- Si, General. - Me despido llevando mi mano a la frente militarmente, para abrir luego la puerta.

Y sin más, me marcho y ya una vez solo en el extenso corredor, dejo que mi sistema haga de la suya.

Si y con puño en alto, festejo esta gran promoción y como le dije años atrás a la niña que jamás le pregunté su nombre, pero es una perlita para mí.

Un lindo tesoro que descubrí en mis vacaciones de siempre con mis compañeros del ejército.

Porque tuvo la facultad con su inocencia infantil de abrir sin darse cuenta una ventana, cuando yo había cerrado puertas a una tristeza mía.

Y lo siguió haciendo con cada verano de cada año pasando.

Porque, ella era la perla del lugar.

En realidad, ella es.

Y ahora mi turno de detenerme en una de las ventanas, casi al final del pasillo para mirar al exterior y sin poder creer de lo que estoy por afirmar, preguntándome si la volveré a ver otra vez.

De mi lugar...




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