CAPITULO 13
PAOLA
Murmullos.
Más bien y pestañeando por despertar, siento varias voces que hablan bajito y comienzo a reconocer.
Al igual, en darme cuenta cuando apenas volteo estando recostada en el catre, que alguien lo hizo al lado mío.
Por un momento pensé en Rocío, pero ver a Juan sin nombre.
Corrección, mientras friego mis ojos y un bostezo madrugador me gana.
La amplía espalda del Capitán por incorporarse y despertar mientras acomoda su uniforme en el proceso, me dice que fue él y no mi amiga.
Me encantaría haber podido preguntarle que fue todo esto y más, viniendo a mi cerebro lo de anoche, ya que el recuerdo de los analgésicos y el té llegan a mi memoria.
Pero ver a la doc junto a Camilo dentro de la tienda y como ellos poniéndome de pie, mi mirada perpleja mientras murmuro si sucede algo, se acopla a la de mi amiga mientras el Capitán y Camilo a su vez, comparten una que no llego a deducir, bajo el sonido que llega tanto a nosotros como toda la base por una alarma exterior que corta el aire.
- Algo malo... - La voz de Camilo responde a mi duda, ya mirando desde la salida hacia afuera.
Rocío preocupada, también lo hace sin comprender mucho como yo, pero toda ella es alarma y me contagia el miedo, ya que mirando como todos al exterior, vemos un hormigueo de movida por soldados saliendo de sus tiendas alistándose y otros corriendo por órdenes.
- ¿Malo? - Repite mi amiga y Camilo no le responde.
En cambio y siempre sobre ese sonido que empieza a calarme los huesos, se limita a elevar su barbilla para mirar el cielo.
Uno que ya en el horizonte amaneciendo y con olvidadas nubes grises que quedaron de anoche con su lluvia.
- ¿Sientes? - Le murmura a Juan sin nombre, absorto con sus ojos al firmamento, mientras yo, sí, lo miro al Capitán y tomo a Fernanda en mis brazos por despertar junto a Cornelio.
Sus ojos grises como postura parecen un mal en calma, pero la leve mueca de sus labios me indican que no está lleno de tal.
- Presiento. - Es toda su respuesta a lo que Camilo dijo con un susurro, cosa que suficiente para que se activen ambos y comiencen a caminar pasos apurados pero decididos hacia la central de la base.
Y con Rocío los seguimos.
- ¿Qué? ¿Qué pasa? - La doc poco conforme insiste conmigo al lado y procurando al seguir sus pasos, no llevarnos puesto soldados que se nos cruzan en nuestro trote.
Y Juan sin nombre la mira, para luego a mí.
¿Con tristeza?
- Es la alarma de invasión... - Prosigue y escuchando el murmullo general de los soldados.
Y me mira largamente, confirmándose lo que parece que era su duda.
- ...han atacado un poblado...
Rocío aprieta mi brazo que tiene a Fer y la imito en nuestro abrazo, para no derrumbarnos, mientras mi amiga logra balbucear.
- ¿Mi...poblado?
Camilo no vuelve a responder, se limita a segur a la oficina principal y yo me asombro una vez dentro.
No solo, por el movimiento estructurado que todos dentro y en sus quehaceres se mueven como acatan, bajo las órdenes de un hombre de edad y que parece el superior de todos.
Inclusive de Camilo y Juan que no es Juan.
Un hombre de bastante edad con unos bien puestos y tupidos bigotes, que como su pelo entrecano y por sus gritos de demanda sin dejar de ir como venir en todo el recinto de forma nerviosa y por la jerarquía de su cargo, estos parecen que se mueven al compás de la movida de su vozarrón dando las directivas que observamos desde la distancia que quedamos.
También y tras una especie de guerra personal que se desata entre ambos.
El Teniente como lo llama Camilo y él mismo aludido.
Por su supuesto arresto, pero la realidad y pese al imponente viejo que parece que desayuna humanos y luego escupe sus huesitos sin cargo de conciencia.
Para que descanse y ante aún, la herida de su brazo sin curar.
Pero el tozudo Camilo se niega a no participar, ya que quiere ser parte del equipo, que reticente mira tanto a la doc como a mí, por el supuesto bombardeo a nuestro pueblito.
Y solo logra, que Teniente frunza más su ceño arrugado.
- No lo tienes. - Mira a su alrededor, como buscando algo entre el gentío. - ¿Dónde carajo, está el informe que pedí? - Ladra al aire y un cabo, corre a su encuentro con papeles en mano que le entrega, cual los ojea serio y ligeramente. - Estás arrestado por tu maldito y pendejo comportamiento ¿No lo recuerdas, general? - Prosigue y con dichos papeles exclamando.
Observa su brazo herido, que delata bajo mi uniforme la venda.
- Te ordené descanso... - Lo mira amenazante. - ...no me obligues a encarcelarte en una habitación, Montero. - Entredientes y determinante.
Y más disputa entre ellos, procurando intervenir Juan sin nombre.
- Necesito ir.
- No.
- Tengo que ir, señor.
- Dije que no y es una orden, soldado. - No se inmuta, ni mira a nadie.
Y hasta creo que jamás notó nuestra presencia, por la aglomeración de soldados yendo y viniendo y permanecer algo alejadas.
- ¿Los Chinook, en el aire? - Exclama a lo que nos rodea.
- ¡El Falcon 1 y 3, en despegue Teniente! - Un soldado desde un escritorio y pantalla de radar, informa, mientras Rocío muda pero expectante al viejo que parece el hermano de satanás cuando habla.
- ¡Y el 2, también! - Afirma Camilo, girando sobre mis talones para ir afuera del recinto como campo de despegue, mientras ahora veo que entre dudosa y relamiendo sus labios por una cierta expectativa, mi amiga comienza a acercarse a Teniente.
- ¡ No se atreva, General! - Lo amenaza, ya que no es una advertencia.
- ¿Tío Elías? - Y un susurro de no creer, se interpone de golpe.
Es la doc que por no abandonar mi mano que retiene todavía, me obliga a caminar y permanecer a su lado, acercándonos más.
¿Qué?
Miro a mi amiga.
Y este, perplejo inspecciona a Rocío al escucharla.
Para luego y haciendo a un lado con brusquedad a Camilo, se de paso a mi amiga y al reconocerse los dos, se sonrían emocionados, continuo a un escaneo del viejo por no creer a ella.
Blasfema en su abrazo a ella, captando hasta ciertas lágrimas del viejito, mientras todos miramos sin comprender semejante escena.
- ¿Dónde diablos, estabas metida muchacha? - La amonesta. - Te perdiste de mi radar con el tiempo.
- Estudiando, recibiéndome y deambulando, tío Elias... - Resume Rocío y el viejo entiende, porque asiente silencioso, pero de golpe y sin soltarla voltea a mirar a mirarme, para otra vez a mi amiga como recordando algo.
- ¡Pendejo hijo de perra, te atreviste a arrestar a Roro y su amiga! - Y quiere ir hasta donde está, pero Rocío no se lo permite y Camilo busca protección tras Juan que no es Juan.
- Lo siento, señor. - Dice.
- ¡Es la hija de tu mentor y mejor amigo mío! - Le bufa sin poder creer.
- Nos acabamos de enterar, señor. - Justifica y señala su cuello.
Y el viejito nota las chapas que cuelgan de Rocío, cosa que no termino de comprender, porque nunca se las vi puesta.
Pero él parece que sí, siendo una lucha interna su mirada.
Y miro interrogante a la doc por eso, pero su gesto es que luego me relatará.
- ¿Pero qué, jodida mierda es esta? - Murmura, mirando a ambos por tantas casualidades. - Esto es real y parece una rara novela escrita, por alguien raro también. - Y no nos da tiempo a acotar sobre eso, ya que me señala sin preámbulo.
En realidad a Fer.
- ¿Y que diablos, hace vivo el almuerzo en mi cuartel? - Exclama por ella en mis bazos.
Y una silenciosa como testigo de esto, Fernanda le cloquea amenazador.
- Es nuestro poblado... - Interrumpe el enfrentamiento mental como gastronómico entre Fer y el viejo, tomando el informe Rocío de las manos de Camilo.
- ¿Tu poblado? - Pregunta perplejo el Teniente.
- Con nuestra ONG, tío... - Balbucea Rocío, tomando nuevamente mis manos mi amiga.
Y el viejo, resopla al escucharla.
- El secuestro con aire de muerte, del príncipe heredero del trono Ur de Caldeo, desestabilizó la alianza del norte y con ello, que este pueblo de generaciones de años y linaje manteniéndose, siempre leal a sus convicciones de la paz del Medio Oriente y mundo, desatara una parte interna subversiva siendo acusados de tal... - Rumea el Teniente, mirando al Capitán.
- No entiendo. - Dice Rocío y nos miramos.
- Revolucionarios Qurash... - Prosigue Juan que no es Juan, sin de dejar también de mirar al viejo, siendo su turno de tomar el informe de los dedos de la doc y leer su contenido.
- ...contra el pueblo Qurash y lo que desatan, propagándose por África. - Finaliza Camilo.
Y con Rocío procuramos entender y al mismo tiempo retener las dos, las lágrimas que nos amenazan.
Un llanto por nuestra gente y niños por la invasión de estos subversivos.
Siendo suficiente para el Teniente en dar la orden, aunque no del todo convencido de asignarles la operación tanto al Capitán como Camilo, sobre las palabras sin dejar de mirar a Borges.
- Preparen el Falcon 2. - Luego a Camilo con. - Y el F-35B.
BORGES
Todo, es movimiento luego y una jodida caja de sorpresas.
¿La amiga de Perla, hija de Mirko?
Y sacudo mi cabeza sin poder creer semejante causalidades y lo que más me preocupa, que de proyectarse, todo me dice que no está muy lejos de ya concretarse, pero la mirada discreta como pasiva en mí, por parte del Teniente, me dice que solo aguarde.
El pasado que no recuerda, pero ya, haciéndose camino a Camilo y bajo la bandera Quash.
Ayudo a subir al helicóptero a Perla y al doctora para volver al poblado, mientras soldados y por mis órdenes, suben suministros de ayuda.
Camilo tiene otra orden con otra cuadrilla de compañeros y al mando de los F-35B.
Nuestros aviones de combate.
Encontrar, derrocar y que caiga sobre el aire, el avión enemigo que atacó el poblado y por lo que dice la fuente, un Sur-32 de índole ruso.
PAOLA
Si tuviera que enumerar estas últimas 24h, sería muchas emociones.
Si.
Y hasta creo, que no me alcanzarían los dedos de mis manos.
Porque, no solo lo que sucedió anoche y siendo para mí, un mar de sensaciones que viví con Juan sin nombre, desde que me encontró bajo el techado y con esa tormenta intermitente para abrigarme.
Bajo mi mirada a mis pies llevando puesto, mis siempre zapatillitas de lona de poco presupuesto.
Luego cargarme para no enterrarme en el lodo y lo no menos importante, cuidarme en la noche ante mis síntomas de resfrío.
Ahora y mientras veo despedirse a mi amiga de Camilo en un campo improvisado de despegue, donde una brisa cargada de arena juega entre nosotros con su calor y cual, no solo se encuentran estos imponentes helicópteros de carga y guerra de nombre Chinook.
También y robándome una exclamación con Fernanda en mis brazos, que también se despidió del perrito Cornelio.
Unos asombrosos aviones de caza que uno junto al otro estacionados o como se diga, Camilo tomará el mando de uno con otros compañeros, ya vestidos y listo para eso.
Carga y conteo de emociones como mencioné, porque no solo descubro que mi amiga querida y por una despedida de ambos revolucionada y que yo festejé feliz al ver como se comían a besos ambos con la promesa de él, de verse pronto.
También y ya subidas nosotras al helicóptero al mando del Capitán.
Que la doc y una vez en viaje surcando el aire de regreso a nuestro pueblito, me relató que su padre como Camilo, mucho en común.
Siendo a la corta edad de él cuando se conocieron, su mentor y casi un padre.
Y por magia del destino que nuestro señor tejió, también, ambos compartiendo el nefasto día de un bombardeo muchos años atrás, cual y solo Camilo sobrevivió por más heridas que recibió, ya que el padre de Rocío y casi uno igual para él mismo, dio su vida para salvarlo.
Y sobre mi asiento sin abandonar a Fernanda de mi regazo y brazos, medité todo esto y con esa palabra que mencioné antes en mis labios.
Destino.
Y suspiré.
Tanto las palabras de mi amiga relatándome todo, como mirando el interior de este gigante artefacto del aire al mando de Juan que no lo es y que apenas, por donde me indicaron que me siente, lo veo en la cabina de tripulación junto a un compañero, cual muy concentrados llevando cascos y sin dejar de hablar por el intercomunicador del mismo, apenas veo parte de su siempre espalda y porción de hombro.
Uno, puede alejarse.
No ceder.
Negarse.
Pero si tiene que ser, va ser.
Huellas.
Indicios.
Signos de algún vestigio o conducciones que uno se puede contradecir y toma distancia al verlos o no querer reconocerlos, te vuelven a traer a ese punto de partida.
Porque es un testimonio de arriba.
Como una manifestación que contra eso y por más empeño, no se puede.
El famoso hilo rojo que se puede distorsionar, cruzar, doblegar y hasta estirar.
Pero, jamás romper.
Sonrío, besando a Fernanda en su cabecita.
Ya que y repito.
Lo que tiene que ser, va ser y no fuerza ni carácter como voluntad, que pueda contra eso cuando llegue el momento.
BORGES
No hubo un ataque de bombadeo por aire, aunque se presume que un caza enemigo surcó el pueblo.
Pero sí, devastación y saqueo con mucho ensañamiento, cuando aterrizamos y llegamos al pueblo.
Cual otros Chinook antes que nosotros ya parte del batallón había comenzado con la ayuda auxiliar de lo poco que quedó en pie.
Ayudando y siendo testigos, mientras descendíamos en relativa visión por humo y la densidad de la tierra aún en suspensión por incendios apagados y el movimiento mismo de todo ante el horror y pánico de la gente, que muchos de estos y ya sin vida, siendo removidos para ser enterrados.
Adultos como niños y parte de la ONG, que perdieron sus vidas ante este ataque bajo el velo y protección de la noche por guerrilleros.
Escombros de lo que fueron casas, solo quedaba y las pocas sobrevivientes como su gente.
A duras penas entre lamentos y sollozos, llorando sus seres queridos fallecidos, cual algunos entre sus brazos sosteniendo, se negaban a ser entregados a mis hombres mientras pedían a su Dios el por qué de tanto infortunio y tristeza.
No era la primera vez que era testigo de esto y sabía muy bien, que tampoco sería la última sin dejar de mirar todo.
Pero, esta vez dolió más.
Mucho más.
Ya que y no solo por ver sin piedad, lo que somos y podemos llegar a hacer.
La raza humana.
Destruir.
Y que, cuando las palabras no llegan, solo se detiene esta guerra con más guerra, siendo los únicos damnificados en esta fría contienda, lo que mis ojos más que nunca no pueden dejar de no ver.
Niños con su pueblo inocente.
Y cual, tanto Perla como la doctora sin tiempo si quiera a procesar su dolor ante el devastado vistaje, corren sin perdida de tiempo a socorrer como asistir a su gente.
Tranquilicé como pude a los que vinieron a mí, mientras gritaba órdenes que levanten y contra el tiempo una tienda improvisada militar de grandes proporciones para que sea habilitada a modo hospitalario de urgencia.
Que tras su levantamiento con mi equipo cargamos los ancianos, mujeres y niños que fueron heridos para ponerlos en camillas, catres y hasta cobijas a modo cama.
Horas.
Varias pasaron con un sin fin de cosas y cual nadie descansó, por más calor azotador con sus elevadas temperaturas, la tierra, falta de sueño, descanso y hambre.
Solo y desde un aljibe de piedra y lodo, que se salvó de la destrucción, saqué algo de agua de su cuenco atado a la soga y me permití totalmente desorientado del tiempo transcurrido, dejar caer su líquido y haciendo a un lado mi casco sobre mi nunca, para luego la totalidad de mi cabeza.
Y bebí un poco de él, pero su temperatura me supo a ruina y destrucción como su poblado.
Pero desde mi lugar y aún inclinado, como si mi espalda cargara la pesadumbre de todos y cada jodido escombro con su peso sobre mí, miré a algo que ante tanto gris, había color.
A Perla.
Que ajena a mi vista y usando esos restos que pesan como mi conciencia en mi cuerpo, usa como apoyo y sentada entre estos con un botiquín de primeros auxilios en su regazo con su siempre gallina que no la abandona, procura sonreír y a su vez hacerlo a un grupito de niños que sobrevivieron pero con huellas de esa lucha.
Sus ojos están nublados por lágrimas que niega a mostrar.
Su fuerza como sonrisa sin dejar de curar bracitos como rostros, lo afirman.
Y las ganas de sumarme a eso me invade, ya que me recuerda a ella siendo niña conmigo sentados contra el terraplén del muelle o a orillas de la playa en nuestras charlas.
Como también, en consolar a los niños.
Pero lo retengo volviendo a cargar el cuenco con agua y caminando, nuevamente lanzar su contenido en mi cabeza.
Escupo la sobra de agua y secando mi rostro con mi mano, dando una directiva a un soldado, cuando desde un parante de la tienda ambulatoria, veo a la doctora descansar contra uno y deshaciéndose de los guantes de látex que lleva puesto.
- Lo siento... - Solo digo a acercarme hasta ella.
Se desliza hasta que el suelo agotada y me mira desde abajo.
- ¿Por qué, Capitán? - Suspira.
Exhalo culpable.
- Esto es impredecible, pero podríamos haberl...
Niega y me interrumpe.
- Ni siquiera con nosotras, lo hubiéramos predicho. - Me responde sincera y sé, que tiene razón.
Pero todo esto me carcome quedando ambos en un cómodo silencio, mientras ella mira como yo, todo lo que nos rodea.
Soldados.
Muchos y con sus armas, sea ayudando y otros, haciendo guardia para custodiar la zona.
- Gracias... - Me señala las cajas de provisiones para ellos y luego dentro de la carpa. - ...y por esto, también.
Y hago algo parecido a una sonrisa.
- Se lo debe, al Teniente General.
- El tío Elías. - Sonríe.
- Afirmativo, doctora. - Me permito sonreír desde arriba.
- ¿Puedo preguntarle algo, Capitán? - Me pide, mientras sacude la ropa que lleva todavía de Camilo, cual ahora y lejos de ese perfil de limpieza de anoche, los lleva como Perla con tierra y huellas de sangre por el auxilio de tantos heridos.
- Señora. - Accedo.
Piensa brevemente antes de hablar como buscando las palabras correctas, mientras los dos vemos como Perla ya en el interior de otra tienda armada, pero de menor tamaño y con una docena de catres, sentada en uno arrulla entre sus brazos a un niñito de poca edad de esta tribu y que su pierna como bracito vendados por ella misma, muestra la gravedad de sus heridas y siendo rodeados los dos por cuatro niños más, cual acusan ser sus hermanitos mayores.
Y un llanto ahogado de la doctora mirando tanto como yo, me confirma que ahora todos ellos son huérfanos.
Mierda.
Por perder a su madre en este ataque.
Recomponiéndose, habla.
- No necesariamente pido explicación Capitán de lo que sucedió anoche, para encontrarlos luego durmiendo y compartiendo cama en la base... - Y siendo mis mejillas arder. - ...pero, realmente me gustaría saber ¿qué, le ocurre con mi amiga?
En su mirada no hay curiosidad.
Si no y más bien, preocupación.
Mucha de esta, por el afecto que se tienen y por lo que parece, tantas cosas vividas y compartiendo juntas.
Cual y sin saber mucho justificarlo, tengo ganas de agradecerle por haberla cuidado por mí.
Y hasta decirle, viendo el futuro que se acerca y está unida a mi compañero como mejor amigo.
Que ya es mi turno.
Pero a esa sinceridad cual lucho, la cambio por otra franqueza que jamás la dije en voz alta.
- ¿Con perlita? - Escuchar el apodo, no le pasa desapercibido y otra vez sonrío.
- ¿Disculpe? - No entiende y la comprendo.
- Larga historia, doctora... - Me limito a repetir lo mismo que Camilo a Elías antes de salir de la base. - ...de años... - Pero acoto como toda explicación y vuelvo a sonreír sin agregar más, ganándome una inclinada de cabeza con mueca perpleja de su parte.
Y sus labios se entreabren para seguir hablando.
Quiere seguir indagando y cuestionarme.
Pero un sonido de motor y hélice, nos interrumpe por sobrevolar bajo.
Otro Chinook llegando al poblado con la noche cubriendo el lugar y me mira dudosa por eso.
Asiento.
- El General, doctora. - Respondo a su vacilación, mientras la ayudo a ponerse de pie y vemos como busca aterrizaje a distancia y soldados corren a su encuentro.
Y es suficiente para que dentro de su tristeza, un motivo de fuerza como felicidad y corra hacia el helicóptero mientras me encamino a la tienda y los dejo solo en el encuentro necesitado de ambos.
PAOLA
Acomodo con cuidado a no despertar al más chiquito de todos los hermanitos sobre el catre, que al fin vencido de lágrimas y miedo, logro por cansancio también, dormirse bajo un sueño reparador.
Le hago señas con mi índice en mis labios a sus hermanos que no hagan ruido, mientras abro para cada uno las sábanas de otras camas y se recuesten, que cumplen obedientes.
Y me tomo la molestia de arropar a cada uno con cariño, como limpiar con un trapo húmedo sus rostros con rastro de suciedad propia de los derrumbes con el ataque, lágrimas y besar sus frentes.
El mayor de los cinco no supera sus 11 años de edad y luego tipo escalerita el más chico y que hice dormir en mis brazos, pisando apenas el año.
Creo.
Cuando llegué no lograron reconocerme por no llevar mi vestido de enfermera y calzar ropa masculina.
Pero al divisarme cuando corrí a ellos y encontrarlos entre escombros de lo que fue su casa y ver como ellos, como su madre y abuela sin vida eran retiradas del lugar me abracé a ellos y tales a mí, sin dejo de abandonarme.
Y lejos de molestarme.
Todo lo contrario, inundando algo cálido mi corazón, también me negué a dejarlos y me dediqué a ellos en lo que quedó del día como ahora en acostarlos llegando la noche.
Se resistían a dormir, pero ajeno a berrinches y más bien con sus miradas de grandes y bonitos ojos negros, la realidad me suplicaban que me quede.
Y eso hice sonriendo.
- ¿No pueden dormir? - Les murmuré en mi idioma por más que no lograrían comprender, pero los cuatro negaron como si lo hubieran hecho.
Y tomando asiento a los pies de la cama de uno y solo la tienda iluminada por una lámpara de aceite por carecer de electricidad y tomando un pequeño anotador de receta con lápiz de una mesa cercana, miré a todos tras escribir mi nombre que lo sabían, pero no, como se escribía.
Se los mostré dándolo vuelta.
- Paola.... - Señalé el escrito, para luego a mí.
Y logrando que sonrían un poquito, también que lo digan en murmullos bajitos para no despertar a su hermanito menor dormido.
Seguido luego y como pude, ya que no soy buena en el arte del dibujo, en dibujarme como continuo a cada uno prestando la atención de ellos, que curiosos sobre sus camitas y algunos incorporados y atentos, esperaban mi picasso.
Intenté como pude para que puedan identificarse, bajo mis palitos que hacían de extremidades y círculos como cabeza, diferenciarlos a cada uno por su altura, otro por ser el benjamín de la familia, a una por un bonito triángulo con flores que hacía de vestido, un cuarto por su gran y esponjosos como ensortijado pelo negro y un quinto por lo que me regalaba a mi lado por estar en su catre.
Una bella, completa y blanca sonrisa hermosa que no abandonaba sus labios sin dejar de mirar mi mano que iba y venía dibujando.
Y una vez terminado lo miré con orgullo.
- ¡Está hecho! - Exclamé de mis yuyitos de palitos y círculos, pero de la mano todos al lado del mío con árboles, flores y hasta una casita con ventana y humo saliendo de su chimenea.
No sé por qué, pero me gustó la idea como decorado de nosotros juntos.
Y se los mostré, orgullosa.
- ¿No es bonito? - Les murmuré feliz y hasta añorando mi amado cuaderno perdido en este momento, ya que todavía tenía stickers de Pucca para poder decorar mi obra maestra.
Y sus exclamaciones tampoco se hicieron rogar y más cuando notaron que estaban cada uno, festejando sobre sus camitas y logrando otra vez que sonrían con un poquito de felicidad, olvidando lo sucedido.
- ¿Estamos todos, vieron? - Me indico yo como nuevamente a ellos, para luego la hoja y que comprendan lo que quise decir.
Pero, cuando creí que sí, la única hermanita de todos sus hermanitos niega y la miro extrañada.
- ¿No lo crees, cariño? - Le digo, volviendo a enumerarnos sin entender. - Estamos todos acá juntitos. - Murmuro y otra vez niega sobre su cama, entre tímida pero muy sonriente.
Y no comprendo.
Pero y pese a su timidez, gatea hasta nuestro catre que está junto al suyo y aunque con cierta vergüenza, su dedito toca un espacio donde a cada uno dibujé, ella prosigue con ese mismo dedito a elevarlo hacia la entrada de la tienda y mi vista sigue donde la pequeñita indica ampliando más su sonrisa.
Y oh, mi Dios.
Porque nunca lo vi, como tampoco supe en que momento llegó.
Ya que Juan que no es Juan, está ahí, apoyado y mirándonos a los seis.
Y dudo, porque...
Hasta con cierto cariño y algo, lejos de saber lo que rumea su cabeza.
¿Reflexivo?
Dibujo de Paola a los niños del poblado :)
Próximos capítulos, los finales con su prólogo y uno, extra de regalo y como sorpresa.
CRISTO.
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