Marimo 🔓

Una semana había pasado ya desde la noticia del futuro casamiento de Roronoa Zoro. De camino a uno de los restaurantes más elegantes de toda la ciudad, Zoro atendía al teléfono nervioso, esperando oír la respuesta que quería por parte de su padre.

-Lo entiendo. Que vaya bien.

-¿Ocurre algo?

Zoro despegó la vista del móvil donde solo podía ver como su padre colgaba la videollamada. Nami lo miraba preocupada por sus últimas reacciones ante su conversación con su padre. Pasó las manos por su pelo intentando pensar en una respuesta a esa pregunta sin tener que preocuparla.

-Nada. Asuntos entre mi padre y yo.-contesta dejando a la pelirroja en ascuas, entrando al restaurante.

-¡Nami!-exclama una peliazul saludando a la pelirroja.

Nami se acercó a su prima y la abrazó. De un carro se oían unos balbuceos y unas manitas se asomaban. Al ver como una pequeña persona quería ir con ella, Nami se separó de su prima y fue a alzar al que era su sobrino. 

-Hola Koji.

Nami miró a su sobrino. Había crecido desde la última vez que lo vio. Su pelo color azul cielo poco a poco tapaba su ceja izquierda volviéndolo poco a poco idéntico a su padre a su edad. Nami veía en Koji al caballeroso de su mejor amigo que lleva conociendo desde hace más de 20 años.

Sanji se acercó a ellos. Estrechó la mano con Zoro no muy convencido. Se dirigió a Nami, quien le pasó a Koji a su prometido, y dejó que su mejor amigo la abrazara.

-Lo siento. Supongo que no me gustaba la idea de que te fueses a casar. Fui egoísta.

Vivi y Nami rieron. Sanji siempre había tratado a Nami como a una hermana pequeña, y la idea de que otro hombre se la llevase consigo lo asustaba, como a todo buen hermano.
-Nos vamos a seguir viendo Sanji, no lo dudes.-estira su mejilla.-Pero no vuelvas a tomar el papel de hermano mayor. Para algo ya tengo uno.

-Perdón por preocuparme.

Nami besó su mejilla y después miró sonriente a su futuro marido. Zoro le sonrió de vuelta. A punto estuvo de abrazarla por la cintura, sino fuese porque una pequeña persona los intentaba separar.

La pareja bajó la vista, viendo al pequeño peli-azul intentando separarlos, mejor dicho, intentando separar al peliverde de su querida tía.

Nami río por lo bajo ante la actitud del infante. Sabía que la quería, pero no hasta ese extremo.

-Koji. Saluda a tu tío Zoro.-casi se le atragantan las palabras.

Ambos se miraron con asco, de la misma manera que el peliverde y el rubio se habían mirado hace unos instantes. Sería el comienzo de una bonita amistad.

Nami se sentó en la mesa con su sobrino sentado en su regazo y su prometido a su lado celoso de ver como el infante se llevaba toda la atención de su amada pelirroja. Nami llevaba tiempo intentando que su ahijado le dijese tía Nami o tía, siendo imposible.

-Tí-a.-dice despacio moviendo los labios.

-No fuerces a nuestro sobrino. No hablará por mucho que lo intentes.-se lo arrebata.

Aquella masculina voz sorprendió a los presentes. Un hombre alto de cabellos negros con patillas y perilla había aparecido detrás de la pareja. La luz rebotaba en los pendientes del joven quien no sería mucho mayor que Nami. Dos años como mucho le podía sacar el peliverde a simple vista. Los celos se reflejaron en sus ojos al ver a Nami abalanzarse a los brazos de ese joven riendo con él.

Una peliazul llamó a Nami a lo lejos. No iba sola. Estaba acompañada por una pareja considerablemente mayor que el resto. Las mejillas del peliverde adoptaron un tono rojizo que iba cada vez a más. ¿Se había puesto celoso por su propio, a la par que futuro, cuñado?

Zoro decidió levantarse para saludar. Law y Nojiko se acercaron al ver al apuesto joven que acompañaba a la que era su querida hermana menor. Los tres estrecharon manos. Zoro pasó a hablar con los que serían sus suegros en un futuro muy cercano. Estrechó la mano con el padre de Nami, mientras, se percataba del pobre aspecto que tenía el brazo izquierdo de la madre de su prometida. No quería que lo notasen así que ya le preguntaría a Nami más adelante. 

-Devuélveme a mi ahijado, Law.

-¿Por qué no dejamos que él escoja? ¿A quién quieres? ¿Al genio de tu tío o a la bruja de tu tía?

-Ma...maimo.

-Sorpresa, sorpresa, quiere ir con su nuevo tío.

Todos rieron, a excepción de Zoro. Se puso muy nervioso cuando Law dejó al niño con él durante toda la cena. No se quería separar de él. Zoro estaba harto de tener que hacer de niñera. Iba a ser su sobrino si, pero no por mucho.

Nami se levantó de la mesa con la excusa de tener una llamada de trabajo. Todos asintieron, ya que dieron por sentado que sería Monet la que la llamase. Zoro cogió el teléfono y miró el fondo de pantalla. Su padre con él y sus dos hermanas. Echaba de menos aquellos momentos.

-Pensaba que Miyu vendría hoy.-comenta Corazón dando un trago al vino.-Hace años que no lo veo.

-¿Miyu?

-Así es cómo llamábamos a tu padre. Se llevó a uno de los tesoros de la marina más queridos por los soldados.-ríe.

Zoro sonrió nervioso. No veía a su padre riendo o de fiesta. Esa fachada que se había creado de tipo serio sin sentimientos no encajaba con las descripciones que le daban Corazón y Bellemere acerca de su padre adoptivo. Para él, eran de los más irreales.

-La muerte de nuestra madre lo marcó y lo convirtió en el hombre que es ahora.-explica Zoro.-Nunca lo vi así de feliz, al menos que yo recuerde.

-No tienes buena cara, Nami.-le comenta su hermana preocupada.

Nadie sabía que había pasado durante esos escasos minutos en los que Nami se había marchado. Ella solo se sentó, blanca como el papel, cerrando las manos en forma de puños debajo de la mesa. El peliverde a punto estuvo de decirle algo, pero por su cara sería mejor callarse y esperar a que la situación mejorase.

-Zoro, te conocemos por la prensa. No dice muy buenas cosas acerca de tí y quiero que seas tú quien me lo diga.

-Vengo de una familia que se rompió cuando mi padre mató a mi madre. Años más tarde perdí a mi hermana mayor. Murió en un accidente de tráfico. Miy...quiero decir Mihawk, me adoptó, pero me costó adaptarme a mi nueva familia. Me llevaba a matar con mis hermanas, y sigo así con una de ellas. Nunca conocí a nadie que me entendiese. Todos me odiaban por ser el hijo biológico de un asesino que años más tarde se suicido en su celda. Sé que se me conoce como el hombre sin corazón. Por un tiempo llegué a pensar que la prensa estaba en lo cierto, hasta que conocí a Nami. Al ser también adoptada, me entiende en cuanto a mis sentimientos y...me enamoré. Estuve meses pidiéndole a su hija salir, hasta que aceptó. Solo la conocía de vista, pero hice bien en abrirle mi corazón. Ha sido la persona más sincera y bella con la que he compartido mi pasado y me ha aceptado tal y como soy.-suspira.-Ya conocen mi historia. No me extrañaría que me juzgasen por mi pasado, pero tengan por seguro que voy muy en serio con su hija y que la amo.

Nami no sabía si llorar de alegría o de tristeza. Una pequeña parte de esa historia es pura ficción para ambos, pero real para los ojos de los demás. No quería eso...engañar a la familia que la adoptó y quiso a pesar de no tener lazos de sangre.

-Eres un buen chico Zoro. Nunca había oído a alguien hablar así de mi hija. Está en buenas manos.

Ya en la limusina de camino a casa, Nami releía varias conversaciones de hace unas horas mientras Zoro dormía a su lado.

Hola Nami. Ha pasado tiempo.

¿Qué haces fuera de la cárcel? Tu condena era cadena perpetua.

Tengo mis contactos. He leído que te casas. Lástima que no vaya a ser así.

¿Qué quieres?

A . Volverás a ser de mi propiedad.

No será difícil encontrarte con mis padres. Ambos eran oficiales condecorados de la marina.

Está bien. ¿Y si empezamos con el peliverde.

...

Eso pensaba yo. Anula la boda. Hasta entonces no me llames. Yo haré las llamadas de todo lo que tendrás que hacer para poder volver.

Ya en la mansión, Nami le daba vueltas a la reciente conversación con aquel delincuente. Dos manos, una a cada lado, la apresaron y sorprendieron. Enfrente suyo estaba Zoro vestido solo con un pantalón y una toalla en los hombros. Su pelo estaba húmedo, signo de que acababa de ducharse.

-Llevas ausente todo el día. Voy a tener que traerte de vuelta a la realidad.

-Zoro, no...

-¿Por qué? Habrá que comprobar si tenemos química, ¿no?

-¡He dicho que no!

-No te pongas así.-la toma de los hombros.-Si no quieres no voy a...

-¡No me toques, Arlong!

Nami pateó a Zoro en el estómago y en la barbilla dejándolo inmóvil en el suelo durante unos minutos. Cuando ya pudo incorporarse, miró estático a Nami. Se había encerrado dentro de si misma, en una burbuja sin ningún punto débil para sacarla de ahí.

-Solo...aléjate. Eres igual que los demás. Un hombre interesado en tener una relación con mujeres solo para ser noticia en toda la ciudad y luego dar la patada para pasar a otra mujer.

-Yo no soy así.

-¡¿Entonces qué ha sido lo del restaurante?!

Sí, Zoro le había mentido a la familia de Nami. En verdad no estaba enamorado de ella. Solo quería que su padre lo dejase tranquilo y así poder continuar con su vida sin sentimientos como antes.

-No les he mentido. De verdad que me pareces una mujer maravillosa.

-¡Deja de mentir!

-Si miento que aparezca una sirvienta.

-¿Ha llamado señor Roronoa?

-¡Imbécil!

Nami abofeteó a Zoro para salir de esa habitación llena de mentiras. Cogió su abrigo, las llaves de su coche y salió de la mansión. Desde el balcón de la habitación, Zoro miraba impactado la acción de Nami. Cayó de rodillas mientras unas palmadas, al principio lejanas pero cada vez más y más sonoras, se oían de fondo.

-¿Cuántas mujeres te han dejado ya, hermanito?

-Lárgate Perona.-dice sin apenas voz.

-Vamos a ver...primero estuvo tu madre, luego tu hermana y ahora...

-¡ACABA ESA FRASE Y TE JURO POR LO QUE MÁS QUIERO, QUE ES NAMI, QUE NADIE VOLVERÁ A SABER NADA MÁS SOBRE LA HIJA PEQUEÑA DE DRACULE MIHAWK!

Los gritos de Zoro asustaron a la pelirrosa, apartándose cuando Zoro se acercó a ella. El joven empresario le arrebató las llaves que la joven de 23 años había empleado para entrar en el domicilio de su hermano mayor. Zoro subió a uno de sus coches y condujo hasta la casa de su futura cuñada. Durante la cena había oído que siempre que Nami andaba mal iba a su casa.

-¿Dónde está?-fue lo primero que dijo en cuanto Nojiko le abrió la puerta.

La peliazul le condujo hasta una puerta. A través de ella se podían escuchar llantos y sollozos procedentes de la pelirroja. Nojiko los dejó a solas. Sabía que Zoro era el único capaz de recuperar a Nami.

-¡Márchate!

-Solo quiero hablar. No he mentido. De verdad si pienso eso sobre tí.

-Demuéstralo.

- En una de mis tantas reuniones coincidimos. Todos me trataban de manera distante, menos tú y mi padre. Fuiste capaz de convencer a todo el mundo de que apoyase mi idea y de llevarla acabo. ¿Lo recuerdas?

-S-sí.

-Ese día fuimos a comer fuera y me hiciste volver a ver todo de otro modo que no fuera oscuro. Fuiste capaz de que te contase cosas que no le había contado ni a Mihawk. Así que...te lo pido...

Las lágrimas ya habían salido a relucir de los ojos de Zoro. Apoyó la frente en la puerta y resbaló por esta hasta quedar de arrodillado en el suelo.

-El hijo de un asesino no debería andar suelto.

-Pobre Kaori, tener unos hijos así...

-Sé esa Nami, la que dejó de lado mi pasado y agrietó la dura coraza del hombre sin sentimientos. ¡La que me trató como a un igual!

La puerta se abrió. Zoro sintió unos delgados brazos rodear su cuello. Notaba la cálida y húmeda mejilla de Nami apoyada en su cabeza.

-No dejes que vuelva a ser ese hombre...por favor.

-Jamás. Ese no es el Zoro que conozco.

Ahora era Nami la que había quedado rodeada por los fuertes brazos de Zoro con la cabeza apoyada en su pecho. Ambos habían sentido el miedo correr por sus venas por distintos motivos.

Zoro no quería volver a ser el hombre frío de antes que era noticia en los periódicos todos los días. No quería volver a dejar de lado sus sentimientos, aún sabiendo que jamás podrá recuperar los años perdidos.

La extraña llamada de ese hombre llamado Arlong junto con numerosos mensajes había llegado a causar un miedo atroz dentro del cuerpo de la joven diseñadora. Le había traído de vuelta numerosos recuerdos que se había prometido enterrar en lo más profundo de su mente. Recuerdos de dos años de torturas.

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