Con el corazón 🔓

-¡¿Por qué?! ¡Ambos somos adoptados! ¡¿No lo soportas?! ¡¿No soportas tener esa estúpida espada en tu cuarto y no poder ver a tu hermana?! ¡¿Es eso?!

-¡Mira quién habla! ¡La niña adoptada que cuando algo no sale como quiere se va a buscar la protección de dos personas que crees que son tus hermanos, pero que en el fondo no son nada!

A cada minuto que pasaba Zoro recordaba la pelea que tuvo con Nami días atrás. Se recostó en su silla mirando al techo con la mente en blanco. Nami había hecho mella en su coraza de hombre duro.

Harto de esperar a volver a verla, fue al despacho de su prometida, o la que era su prometida. Entró sin llamar volviéndose a encontrar éste vacío. ¿Cuántas veces iban ya? Cinco, como poco. Zoro suspiró cansado. Quería verla, quería abrazarla...quería pedirle perdón por lo dicho y dejarlo todo atrás. Empezar de cero.

-Nojiko. ¿Está Nami?-pregunta compungido.

-¿No está contigo?

-Arlong.-susurra Zoro con miedo.-¡Nojiko! ¡¿Arlong la llamaba no es así?!

-, sobre todo a través del ordenador.

Zoro colgó el teléfono y dejó marcado el número de Law listo para llamarlo y darle la señal de actuar. Pasó horas buscando en el disco duro.

-Buen trabajo Nami.

Dio con la conversación. Miró la fecha. 20 de Septiembre. Era de hace poco, una semana como mucho. Zoro aceleró la conversación. Anular su compromiso, volver a tatuarse...el puerto...

-¡El puerto!-exclama retrocediendo a esa parte.

-Dentro de dos días te quiero ver en el puerto a las 6:00 de la mañana. Nos iremos muy lejos. Te daré el placer de volver a tatuarte.

Las manos de Zoro temblaban. Era posible que... ¿Nami se hubiese marchado solo para protegerlo de él? Sus manos temblaban impidiéndole llamar al pelinegro. Las lágrimas caían sin control precipitándose sobre el teclado. Primero su madre, luego su hermana, ¿y ahora Nami?

-Dios, no me arrebates a otra mujer. No me la arrebates.

Con la voz temblorosa, avisó a Law de que Nami había desaparecido, que Arlong se la había llevado días atrás. Las tropas de la marina no tardaron en movilizarse y buscar a la desaparecida junto con el criminal que andaba suelto. En uno de los tantos buques de la marina, Zoro, vestido como un vicealmirante, portaba dos espadas en su cintura. La heredada por parte de su hermana y la que Mihawk le regaló al contemplar el esfuerzo y el empeño que Zoro le ponía a entrenar el arte de la esgrima.
Apoyado en el barandal, Zoro miraba el inmenso mar que se extendía a su alrededor. Los buques buscaban pistas del paradero de Arlong, pero ninguno daba con él, como si la tierra se los hubiese tragado.

-Te queda bien el traje.-le sonríe Corazón.-La encontraremos a tiempo. ¿Por qué te preocupas tanto por ella?

-Porque estamos prometidos. Por eso.

-Pero no hay amor.

Zoro miró a Corazón. Dio en el clavo. No había amor. Solo era un arreglo convencional que duraría un año y luego cada uno volvería a su vida normal. Pero, ¿seguro que no sentía nada por ella?

-¿La quieres?

-Sí...no...s...no lo sé.-se lleva las manos a la cabeza.-Durante toda mi vida no quería que se me acercase otra mujer, porque se acabaría marchando de mi lado. De un modo o de otro. Pero con Nami es diferente. No sé...es raro.

Corazón sabía que Zoro no mentía. Hablaba con el corazón. Al no conocerla apenas, Zoro no podía describirla o expresar su opinión acerca de la pelirroja. No sabría profundizar. El veterano rió. Zoro aún no lo sabía, pero pronto descubriría el nombre de aquel sentimiento producido por Nami en él.

-No debo meterme.-dice en voz alta extrañando a Zoro.-Nada, nada. Ya lo entenderás.

Ya a punto de llegar, Law revisaba una y otra vez las cartas de navegación dibujadas por su hermana menor. Nada encajaba. Solo había mar de por medio. Ni una isla alrededor. Zoro bajó a ayudarlo.

-Solo mar...mar...

Zoro abrió los ojos de golpe. Sabía donde encontrar a Nami.

-Están en el fondo del mar. Un lugar donde nadie los vería.

-Escondidos a simple vista.

Varios submarinos estaban preparados y listos para sumergirse en escasos minutos. Soltaron los agarres y se sumergieron. 1000 leguas...5000 leguas...a 15000 leguas de profundidad tuvieron que sumergirse para poder ver el oscuro submarino camuflado entre las algas y arena.

Atacaron el submarino con torpedos obligándolos a subir a la superficie. Los buque, listos para la batalla, esperaban armados a que la escotilla se abriese. Arlong salió con las manos en alto sorprendiendo a todos los presentes.

Detrás suyo, uno de sus subordinados tenía a Nami agarrada de las muñecas impidiéndole escapar. Le entregó una pistola y pronto Nami pasó a las garras de Arlong con una pistola apuntando a su sien. Corazón y Law se estremecieron. El estado de Nami no era el mejor a simple vista. Grandes cantidades de sangre emanaban de heridas visiblemente profundas repartidas por todo su cuerpo.

El submarino en el que iba Zoro salió a flote sin que el enemigo se percatase. Con cuidado de no hacer ruido, se acercó a paso lento hacia los que tenían presa a Nami. Agarró al subordinado de la cara. Le tapó la boca, le hizo tragarse un somnífero y lo tumbó con cuidado en la superficie del submarino. Con Arlong fue distinto. Él sí se dio cuenta de que estaba detrás suyo. Zoro saltó hacia delante, golpeó a Arlong en la nuca y en la muñeca, liberando así a Nami.

Llevando a Nami en la espalda, Zoro saltó al agua. Una bala pasó rozando su oreja mientras que otra si le llegó a hacer herida. La bala, por su velocidad, había hecho un corte en el ojo izquierdo de Zoro. Él seguía nadando con Nami a cuestas. Mientras unos marines comandados por Corazón peleaban contra Arlong, otro grupo se encargaba de subir a Zoro y a Nami al barco de enfermería para tratarlos.

-Tenemos que tratar ese ojo.

-Yo puedo esperar. Lo primero es Nami.

El fuerte oleaje sacudía los barcos con fiereza. Débil, Nami abría los ojos sin poder ver apenas a dos dedos de distancia sin estar desenfocado la vista. Una mano más grande que la suya sujetó las suyas. Ahí estaba Zoro, con un ojo ensangrentado y cortes superficiales en las manos.

-El...viento...-dice Nami.-Huid. Habrá...tormen-ta eléctrica.

Tan pronto como Law escuchó esas palabras, la marina se retiró haciendo creer a Arlong que había ganado. Riendo a carcajadas, Arlong se reía de la marina observando como huían como unos cobardes. Le habían arrebatado a su contramaestre, pero no por mucho.

La amenaza de Arlong detenida.

El cuerpo sin vida del primer y único criminal que había conseguido escapar de la prisión fue encontrado en la playa a las 3 a.m. Según la explicación de la marina, una tormenta que tuvo lugar en el campo de batalla fue la causa de la muerte del criminal a la fuga.

No hubo varios heridos, pero entre ellos destacan el presidente de la empresa Dracule Saw en Italia, Roronoa Zoro, y su prometida, quien fue raptada por segunda vez, Okumura Nami. Ambos todavía siguen en el hospital reposando y recuperándose de las heridas.

Nami terminó de leer el artículo alegre de leer y escuchar por las noticias que Arlong ya no volvería a molestarla nunca más, pero había algo más, aquel tatuaje. Seguía conservando el de su hombro, pero ahora tenía otro más. Otro en la espalda. Esta vez más grande y de color rojo. Éste no podría quitárselo fácilmente. No era tinta, era una herida provocada por un hierro que ardía con la forma del tatuaje. Una marca de por vida de que fue propiedad de ese hombre.

-¿Se puede?-pregunta Zoro llamando a la puerta.

-Pasa.

Nami todavía no se acostumbraba a ver a Zoro tuerto y la culpa aumentaba más al enterarse de que había perdido su ojo izquierdo salvándola. Para Zoro tampoco era fácil aquella situación. A parte de que no sabía que comentar o cómo hablarle, ver el cuerpo de la pelirroja cubierto de vendas y moratones múltiples ya de color morado le atormentaba. Si hubiese dado por supuesto de que se iba a escapar nada más saber que ese criminal la quería con él, hubiese actuado más rápido. Además, no era el único que, de momento, veía mal.

-Lo primero de todo. Lo siento, tendría que haberme dado cuenta de lo que te ocurría.

-Yo no te expliqué nada. No podías saberlo.

-Pero igualmente. No debí permitir que te hiriesen.

La distancia entre ambos se había reducido notablemente. Las frentes pegadas con las respiraciones de ambos mezclándose. Zoro, con cuidado, alzó el mentón de Nami para que lo mirase a los ojos. El sonrojo se hizo notable en las mejillas de Nami.

-¿Qué haces?

-Estamos prometidos. No es raro lo que voy a hacer.

-No lo estamos, Zoro. Solo es un arreglo convencional para que la prensa te deje en paz.

-La prensa jamás me dejará en paz haga lo que haga. Nami, yo...

-Lo que vas a decirme es mentira.

-¿Entonces? Nami, te amo, I love you, ti amo il mio tesoro, 私はあなたを愛して, ¿cómo quieres que te lo diga?

-Con el corazón.-susurra sin mirarle a los ojos.

El corazón de Zoro se encogió por un momento. Era verdad, no sabía lo que sentía por esa mujer, no le podía poner un nombre, pero había una cosa que si tenía claro. La quería cerca de él.

-Aun no puedo prometerte decírtelo como tú anhelas, pero al menos intenta conocerme. Tengamos una cita antes de que conozcas a mis padres. Sino no soy el hombre que tu quieres a tu lado, el matrimonio acabará antes del año, lo juro.

Zoro volvió a mirarla y en ese momento Nami se abalanzó sobre él, quedando presa con la cabeza en su pecho y los brazos del peliverde a su alrededor. Zoro seguía en shock, sin saber cómo responderle.

-Lamento interrumpir, volveré más tarde.

Zoro reaccionó al instante terminando de abrazarla por completo. Ahora lo entendía. Sería raro verlos tan cohibidos y distantes dando por supuesto que en un mes se casarían.

-Zoro, me haces daño en la espalda.

-Lo...¡lo siento!-la suelta de golpe provocando la risa incontrolable de Nami.-¿He dicho algo malo?

Nami negó con la cabeza muerta de risa. Las lágrimas afloraban de sus ojos color miel de la risa que le estaba dando.

-Se me ha hecho raro ver al hombre sin sentimientos tan preocupado por una mujer.

-¿Tan raro es?-pregunta riendo nervioso rascándose la nuca.

Fuera de la habitación, Corazón sujetaba el pomo de la puerta. Iba a entrar, pero oyó la conversación de Zoro y su hija. Sonrió al escucharlos reír.

-Si que estáis enamorados, solo que aún no lo sabéis. Quédate a su lado. Te hará feliz, hija mía.

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