Capitulo.2🌸

Dazai se levantó y retiró la tierra de sus ropas. Para después regalarle la más falsa de sus sonrisas a su inesperado acompañante, quien solo frunció el ceño y se cruzó de brazos. El castaño sabía que el contrario estaba esperando a que hablara.

—¿¡Chuya, que haces aquí!? Según mis cálculos deberías de estar en las duchas del instituto. Observo la hora en su teléfono. —

—Tenía algo que hacer. ¿Algún problema?

—Ninguno, no, espera, sí, ¿porque me seguías?

—No lo hacía, esta es mi ruta habitual últimamente.

—Sabes, no eres un gran mentiroso. Le miro sin creer ninguna de sus palabras.

—¿Así? —arquea una ceja—, bien, señor sabelotodo, ¿me puedes decir qué haces aquí?

—Solo me pareció un lindo lugar para un suicida; después de todo, una marca de un gato en el suelo no la ves muy seguido.

—¿Marca de gato? ¿Dazai, de qué mierda hablas?

—De la marca de… —apuntó hacia el suelo, pero, al observar, ya no había nada; solo un suelo sin ninguna figura no está.

Chuya arqueó una ceja y se acercó a él. Miró el suelo y después a Dazai. Le miraba extrañado. Desvió la mirada un minuto gracias al sonido de la hierba que movía. Chuya se acercó para ver qué hacía ese ruido. Dazai le miraba desde lo lejos.

—¿Acaso encontraste algo?

—Si encontré una bestia,

—Jaja, qué gracioso, Chuya, sigues siendo tan infantil como siempre…

—Hablo en serio, Dazai, es una bestia enorme, con orejas grandes y afiliadas garras, si sabes a lo que me refiero.

Dazai le miró con sorpresa y después retrocedió unos cuantos pasos; Chuya seguía rebuscando en los arbustos. Esa descripción solo encajaba en una de las cosas que más odio y miedo le tenía.

—C-Chuya, no me digas que es…

—Oh sí, Dazai, es la bestia que más miedo te da.

Dazai vio como Chuya tomaba algo en brazos, inmediata me Dazai se dejó caer de trasero al piso y cubrió su cabeza mientras cerraba sus ojos y escuchaba a Chuya acercarse.

Cuando lo sintió cerca, sintió una lengua áspera en su mejilla, que le hizo soltar un desgarrador grito al castaño, pero algo le interrumpió: las carcajadas de Chuya, que eran demasiado fuertes, juraría que se escuchaban a 4 cuadras más adelante. 

Al abrir sus ojos, vio al pelinaranja abrazando a un minino quien movía su cola tranquilamente, para después emitir un "miau". Dazai estaba tratando de meditar lo que estaba pasando. Hasta que pudo hacerlo, se levantó indignado y comenzó a caminar hacia su casa. Chuya le siguió lo más rápido que pudo hasta quedar al lado de él. Dazai tenía un sonrojo de vergüenza.

—Oh vamos, bastardo, ¿te enojaste con eso? —preguntó mientras le seguía el paso y acariciaba la cabeza del minino. —

—No estoy enojado.

—¿Avergonzado? —le miro con una sonrisa divertida —

—Hasta crees

—Tu sonrojo dice lo contrario.

Dazai iba a justificarse, pero nuevamente un maullido lo distrajo. Miró la chaqueta escolar de Chuya; en medio de esta estaba aquel minino, mostrando felicidad. Dazai suspiró y después miró a Chuya.

—No puedes raptar mascotas, devuélvelo.

—Es lo que hago, imbécil, ni siquiera te dignaste a ver que gato era.

—Es callejero.

—Es el gato del abuelo Natsume, al menos debiste reconocerlo.

—Ahora entiendo por qué te siguió la broma —todos los ojos—

—No sé de que hablas. 

—Es la verdad, este gato me odia a matar desde que de pequeño le pisé la cola; desde entonces tú y él confabulan contra mi persona.

—Dazai, exageras, Nichiro fue quien te protegía de aquellas bestias cuando éramos niños.

—Solo lo hacía por qué tú se lo decías, y solonera perros… No bestias 

—No es verdad; él lo hacía porque quería; en ese entonces eran bestias. A Nichiro tampoco le gustan los perros.

—Está en su derecho, son animales sin sentido propio, le das un premio y harán todo lo que les pida, son ingenuos y revoltosos, son como tú, Chuya.

—Hare como que no dijiste nada, como sea, y aun así sigo sin entender tu fobia a ellos…

—Nunca te diría la razón —hace un puchero.

—Lo sé, por ello siempre tuve que protegerte de ellos —cierra sus ojos.

El castaño le observó por unos minutos y después observó el camino, recordando que cada vez que ellos dos estaban juntos era muy probable encontrarse un perro, por lo que Chuya siempre los asustaba con un palo, ya sea asustandolos o lanzándolo para que se alejaran. En una que otra ocasión Nichiro se metía a defenderlos, rasgunando a los perros. Eso le resultó en varias heridas no tan graves. Aunque el abuelo Natsume les reprendía por dejar que el gato haga eso, Nichiro no parecía arrepentido de ayudarles.

Dazai suspiró y observó nuevamente al pelinaranja que seguía jugando con el mínino.

—A todo esto, Chuya, ¿A dónde te dirigirás?

—Ah, eso, debo de ir a ayudar al abuelo Natsume, como acaba de cambiarse de residencia…

—Olvidaba que Randou y él se llevaban bien.

—Bueno, gracias a él, Randou y yo pudimos establecernos aquí, después de que mi madre muriera, y tuvimos que irnos de Francia; además, gracias a él Kouyou supo donde estábamos; no la veía desde el funeral de mi madre. Le debemos mucho.

—Siento que eso es una patraña —rebuscó algo en su mochila y bajó la visita de los otros dos—.

—Piensa lo que quieras, pero sin el abuelo Natsume, nosotros seguiríamos en Francia y nunca hubiera conocido la tierra natal de mi madre; posiblemente actualmente estaría cursando una escuela de arte y pintura de clase baja…

—Sí, sí, me quedó claro, sabes, te acompañaré con Natsume-san. Le entregó un pedazo de carne seca al gato, quien la aceptó solo para darle el informe de la broma de mal gusto de su gato.

—No puedo creer que vayas a quejarte de un gato.

—No es queja, solo que tenga más cuidado donde está este gato.

—No te creo

Chuya solo suspiró y siguió caminando; poco después de 17 minutos llegaron a una casa tradicional. Chuya entró como si de su casa se tratase; el gato solo maulló avisando que había llegado.

—Abuelo Natsume —anuncio su llegada el pelinaranja—.

—Ojos de cielo, ¿Eres tú?

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