Capitulo.1🌸

Era un día normal y sin mucho que desear. Después de todo, así era la vida cotidiana; la vida estudiantil era perfecta; asistír a la escuela más prodigiosa de toda Yokohama; tenía una hermosa vida con la familia y hermanos, aunque no lo era para todas las personas, pues, ¿de qué le servía tener una vida si era tan monótona? ¿De qué servía estar vivo? ¿Tenía algún significado?

Para Dazai Osamu no; a una edad temprana empezó a cometer sus suicidios, justificándose con solo su respuesta de que era un hermoso día de suicidarse. Ese afán fue a causa de que su padre se suicidó delante de él, aun siendo un niño de guardería, cosa que le afectó mucho. Su madre se lo tomaba con normalidad, pero se preocupaba, aunque después lo tomó con gracia cuando vio que en cada uno de sus intentos siempre un ser le salvaba de tener la paz eterna.

Volviendo a la historia, Dazai Osamu se encontraba en la biblioteca recopilando información sobre un tema que tenía mucho interés. Después de todo, pronto trabajaría en eso; sería médico. Suspiro al ver que, a pesar de ser una escuela de elite, escaseaba de tal contenido; Dazai ha cursado todos los grados, estaba en el último año de preparatoria, pronto estaría en un nivel más alto y tendría que decidir qué hacer de su vida. Cabe resaltar que la preparatoria y la universidad compartían el mismo campus, por lo que no habría diferencia; aunque claro, a parte de intentar suicidarse, no tenía nada que hacer, pero de mientras tendría que hacer algo en su tiempo libre. Se acercó a la ventana y miró un salón. Tenían deporte. Miraba a todos con detenimiento. A uno de ellos le llamó la atención cierto pelinaranja; le conocía perfectamente. Chuya Nakahara era conocido por ser uno de los más populares del instituto, atlético, guapo, aunque su estatura no ayudaba mucho.

—Mide menos de 1,60... chibi.

—Oye, Dazai, ayudados tenemos que organizar el salón para el festival. Apareció en la biblioteca un joven de lentes y cabello rubio.

—¿Por qué se preocupan tanto por ello? Aún faltan meses Kunikida

—Por ello nos preocupamos; aún no hemos decidido qué hacer. Otros salones ya tienen la temática —reprendió al contrario mientras veía hacia afuera al igual que el castaño.

—Kunikida está exagerando, ¿verdad, Ranpo? —decidí pedirle opinión al joven que apenas hacía presencia en el lugar.

—De hecho estoy de acuerdo con Kunikida.

—¿Qué? —dijo desconcertado, pues siempre estaba de su lado.

—Tenemos muchas cosas que organizar y con el poco apoyo del aula no lograremos nada.

—Hablen por su aula, ustedes son de grado mayor —habló desanimado Dazai.

—Pero tu aula tampoco ha escogido, y tú eres el representante.

—Me arrepiento de serlo —suspiro frustrado y regreso su vista afuera.

—¿Y por qué no unen aulas? —mencionó Ranpo.

—¿De qué hablas?

—De Nakahara y tú, son amigos.

—Somos vecinos —hizo un gesto de desagrado. —No amigos.

—Aun así deberías comentarle el unir aulas.

—Sí, sí lo que digas.

Dazai le restó importancia, tomó sus cosas y comenzó a caminar a la salida. Las clases habían terminado temprano por una junta general de maestros, aunque solo unas pocas aulas acataron el aviso. Sin prisa, camino por los pasillos, prestando poco a los gritos de Kunikida.

Llegó a la salida y pasó lento camino hacia su hogar. No vivía muy lejos, pero no le agradaba la idea de regresar temprano. Su madre no estaba y mucho menos su hermana Yosano; esta de seguro estaba ocupada haciendo algo importante a su parecer. Se distrajo en sus pensamientos y llegó a un lugar desconocido; suspiró y miró a los lados, pero al hacerlo algo dentro de él surgió.

Se acercó a lo que parecía ser una instalación de casa vacía, se paró frente a esta, en medio de todo tenía una marca de un gato, se acercó a esta y se agacho a tocarla. Se extrañaba ver algo así ahí. De la nada algo le vino a la mente; parecía ser un pequeño recuerdo.

—Unamos aulas/Me gustas.

Se sorprendió por ello; sacudió su cabeza por tal cosa en su mente; últimamente, su cabeza le mostraba recuerdos falsos. Comenzaban a molestarles tales cosas, más una voz le interrumpió su intento.

—¿Qué haces aquí bastardo?

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