Capítulo 1: La nueva empleada
Saúl se levantó lentamente de su cama sintiendo el familiar y punzante dolor de cabeza que se había convertido en una rutina matutina para él. La habitación estaba apenas iluminada por la luz tenue del amanecer que se colaba a través de las cortinas creando un ambiente sombrío que reflejaba su estado de ánimo. Se pasó una mano por el rostro tratando de despejar la niebla del sueño y el peso del cansancio acumulado. Esta molestia se había vuelto constante, una señal diaria del estrés y la presión que su trabajo ejercía sobre él.
Con un suspiro resignado, Saúl se sentó al borde de la cama mirando al suelo como si buscara respuestas en las vetas de la madera, sabía que su malestar no era una simple molestia física; era un síntoma de algo más profundo, una inquietud que carcomía su paz interior. Recordaba los días en que despertaba con energía y entusiasmo listo para enfrentar cualquier desafío desde que se había mudado a la gran ciudad hace ya algunos años atrás para cumplir con sus objetivos, pero esos días parecían pertenecer a una vida pasada, una vida menos complicada y abrumadora.
Mientras terminaba de levantarse para luego dirigirse al baño pensaba en las expectativas que otros tenían de él y las expectativas que tenía de sí mismo. La sociedad valoraba el éxito profesional y la estabilidad financiera y él había logrado ambas cosas, pero a menudo se preguntaba a qué costo... ¿Valía la pena sacrificar su salud y felicidad por la seguridad material? ¿Era realmente feliz con su vida o simplemente se había convencido de que lo era porque tenía lo que muchos otros deseaban? Se miró en el espejo, observando su propio reflejo con un notario cansancio. Las líneas de estrés eran visibles en su rostro y sus ojos carecían del brillo que solían tener. Se lavó la cara con agua fría tratando de despejar las telarañas de su mente y prepararse para otro día en la oficina. Mientras el agua corría por su piel, pensó en sus responsabilidades y en las personas que dependían de él. No solo sus colegas, sino también su familia y amigos, todos esperaban que él mantuviera el nivel de vida que había alcanzado.
Una vez que acabó de ducharse, Saúl prosiguió a salir del baño y tomar rumbo hacia su cocina para desayunar algo e ir hacia su trabajo para continuar con la misma rutina de ocho horas como todos los días del año sin descanso. Se preparó un café simple con unas tostadas y en cuestión de pocos minutos acabó devorando todo, pues ya se le estaba haciendo algo tarde para ir a su oficina. Bostezó con fastidio para posteriormente agarrar las llaves de su auto y salir del gran departamento.
—Quiero dormir, quiero dormir, quiero dormir, quiero dormir... —se repetía una y otra vez en voz baja para sí mismo mientras mantenía su mirada al suelo, quería evitar hacer contacto con la gente que pasaba su lado los cuales lo miraban un poco confundidos. Pocos minutos después finalmente acabó por llegar al estacionamiento en donde se encontraba su auto. Sin dudarlo abrió las puertas y prosiguió a entrar.
El motor del coche rugió suavemente al encenderse y Saúl se adentró en el tráfico matutino. Mientras conducía, observaba cómo la ciudad despertaba a su alrededor, las calles llenas de vehículos que avanzaban lentamente reflejaban la frenética energía de una urbe en pleno apogeo. A medida que avanzaba, pasaba junto a algunos cafés repletos de personas que se apresuraban a obtener su dosis de cafeína matutina mientras veía a los demás peatones caminando con prisa junto con sus respectivos pokémon, probablemente enfrentando sus propias batallas internas similares a las suyas.
El trayecto hasta su trabajo le ofrecía una especie de breve pausa antes de sumergirse en las obligaciones del día, realmente le gustaba viajar en auto en donde podía sumergirse en sus pensamientos durante varios minutos. Saúl aprovechaba esos momentos para reflexionar, a veces recordando días más simples y otras, planificando cómo podría cambiar su situación actual. Pero hoy, como en muchos otros días su mente estaba nublada por la inminente carga de trabajo y el cansancio persistente. Finalmente llegó al edificio de la compañía de seguros, una estructura imponente que dominaba el horizonte de la ciudad la cual también era una de las más importantes de la región. Con un suspiro estacionó su coche en su lugar habitual y se dirigió hacia la entrada principal.
Al cruzar las enormes puertas de vidrio fue recibido por el zumbido familiar de la actividad del lugar. Empleados se movían de un lado a otro, teléfonos sonaban incesantemente y el eco de conversaciones se mezclaba en el aire. A pesar de su falta de ánimo Saúl se esforzó por mostrar una sonrisa cortés mientras saludaba a algunos de sus compañeros. Se dirigió al ascensor donde esperó pacientemente a que las puertas se abrieran. Una vez dentro, presionó el botón para el noveno piso y observó cómo las puertas se cerraban lentamente. El ascensor ascendió con un suave zumbido mientras sintió una ligera presión en los oídos mientras subía. Este pequeño trayecto siempre le daba unos segundos de soledad, una breve tregua antes de enfrentar la jornada.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, este salió con algo de fastidio y caminó por el pasillo hasta llegar a su oficina. Abrió la puerta y entró dejándose caer en su silla con un suspiro. Desde su escritorio podía ver la ciudad extendiéndose más allá de las ventanas un recordatorio constante de la vasta y compleja red de vidas y responsabilidades que dependían, en parte, de su trabajo.
—Al menos tengo buenas vistas... —comentó en voz baja para seguidamente encender el ordenador e iniciar con su jornada laboral.
Comenzó revisando los correos electrónicos acumulados durante la noche, respondiendo a los más urgentes y marcando para después aquellos que requerían un análisis más profundo. Las notificaciones eran constantes y su bandeja de entrada parecía un mar interminable de tareas por hacer. Después de lidiar con todos ellos, Saúl se dedicó a revisar informes financieros analizando las cifras y buscando posibles inconsistencias. Las largas columnas de números pasaban frente a sus ojos y su mente trabajaba incansablemente para identificar cualquier irregularidad. También tenía que preparar una presentación para una reunión importante programada para el día siguiente, así que abrió su software de presentaciones y comenzó a organizar las diapositivas asegurándose de que toda la información estuviera clara y concisa.
A media mañana, Saúl hizo una pausa para tomar un sorbo de su café, ya frío, y se frotó los ojos cansados. El trabajo era abrumador pero su sentido de la responsabilidad y su dedicación lo mantenían enfocado. Estaba inmerso en la revisión de un contrato de seguro cuando escuchó un golpe suave en la puerta. Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió y su compañero y mejor amigo, Nicolás, entró en la oficina con una sonrisa y un varios de papeles en la mano.
—¡Buenos días, Saúl! —saludó Nicolás, con su tono amigable habitual—. Traigo algunos documentos que necesitan tu firma y una revisión rápida. ¿Tienes un momento?
Saúl levantó la vista de la pantalla y esbozó una sonrisa, agradecido por la interrupción. —Claro, Nico. Pasa y siéntate. ¿Qué tienes para mí hoy?
Nico dejó los papeles sobre el escritorio de Saúl y se acomodó en una silla frente a él. —Son los documentos relacionados con la llegada de Laura, la nueva empleada que fue ascendida recientemente. Necesitamos tu firma para formalizar su contrato y algunas aprobaciones más.
Mientras Nico hablaba, Saúl tomó los papeles y comenzó a hojearlos. —Laura... creo que he oído su nombre, pero no la conozco personalmente. ¿Cuándo empezó exactamente?
—Hace poco más de una semana. —respondió Nico—. Vino con muy buenas referencias y ya ha causado una buena impresión en varios departamentos. Estos documentos son para formalizar su nuevo puesto.
Saúl asintió mientras revisaba los documentos, leyendo con atención cada sección antes de firmar. —Interesante. Siempre es bueno tener caras nuevas. Me pregunto cómo se adaptará al ritmo de trabajo aquí...
Nico sonrió. —Definitivamente. Y parece que Laura tiene mucho potencial. Con suerte, su llegada aliviará parte de la carga de trabajo que todos estamos sintiendo jeje.
Saúl asintió, sintiéndose un poco más animado.
—Eso espero. Gracias por traer esto, Nico. A veces siento que no tengo suficientes horas en el día para todo lo que necesito hacer.
Nico asintió, comprensivo. —Lo sé, amigo. Este lugar puede ser implacable. Pero oye, siempre puedes contar conmigo para cualquier cosa.
Saúl sonrió con más sinceridad esta vez.
—Lo sé, Nico. Y créeme, eso hace una gran diferencia.
Ambos se concentraron en los documentos durante unos minutos, revisando y discutiendo detalles importantes. La conversación fluía con naturalidad y el ambiente se sentía un poco menos tenso con la presencia de Nico.
Después de un rato, Nicolás se levantó y recogió algunos papeles firmados. —Bueno, te dejo para que sigas con tus cosas. Gracias por tu tiempo, Saúl. Nos vemos en la reunión de mañana.
Saúl asintió, sintiéndose un poco más animado.
—Nos vemos, Nico. Gracias por todo.
Cuando Nicolás salió de la oficina, Saúl se volvió hacia los documentos que acababa de recibir. Comenzó a digitalizar algunos de los papeles de Laura introduciendo la información en su ordenador para finalizar el papeleo correspondiente, la tarea era algo tediosa para él pero era un paso necesario para asegurar que todo estuviera en orden.
Mientras trabajaba en la carga de datos, se detuvo en el expediente de Laura algo intrigado para posteriormente abrir el archivo digital. Además de los datos personales y profesionales, encontró su foto. La imagen mostró a una joven de cabello pelirrojo y tez clara, con una gran sonrisa que parecía iluminar la pantalla cuya expresión alegre y abierta contrastaba con el ambiente serio de la oficina, Saúl no pudo evitar sentirse extraño. Se quedó mirando aquella fotografía durante varios minutos sintiendo una mezcla de curiosidad y admiración, admitía que esa sonrisa era contagiosa y su actitud positiva parecía ser un soplo de aire fresco en medio de la rutina diaria que tanto lo agobiaba. El muchacho se preguntaba cómo sería trabajar con ella y cómo encajaría en el equipo.
Saúl se sacudió del ensueño y volvió a centrarse en la tarea, aunque la imagen aún se mantenía en su mente este tenía trabajo que hacer. Terminó de ingresar los datos y se aseguró de que todo estuviera correctamente registrado en el sistema. Una vez que finalizó, se inclinó hacia atrás en su silla sintiendo un leve alivio por haber completado una parte importante del papeleo. Pensó que ya había acabado con toda la digitalización, pero se dio cuenta de que se había olvidado de exportar algunos expedientes más. Al revisar los documentos restantes, encontró uno titulado "Título Académico". Fastidiado por tener que hacer trabajo adicional decidió digitalizarlo sin pensarlo demasiado. Sin embargo, antes de comenzar el proceso, se permitió echarle una mirada rápida por curiosidad.
—Veamos...
Mientras examinaba el archivo comenzó a notar detalles que le hicieron levantar una ceja. El título académico parecía estar bien presentado a simple vista, pero a medida que lo miraba más de cerca, empezó a surgirle una sensación de duda. La calidad del escaneo no era la mejor; algunos textos estaban ligeramente borrosos y la disposición de los elementos en el documento no parecía coincidir con el formato estándar que Saúl conocía de otros títulos académicos.
Los detalles como el nombre de la institución y la fecha de emisión no concordaban del todo con lo que él recordaba sobre los títulos de las universidades reconocidas. Algo en el diseño y en la impresión del documento parecía fuera de lugar. La sensación de que el título podría no ser genuino se fortaleció con cada minuto que pasaba revisándolo.
Saúl se quedó mirando el archivo durante varios minutos mientras su mente trabajaba a toda velocidad para analizarlo a detalle. No tenía pruebas definitivas de que el título fuera falso, pero las inconsistencias eran suficientes para hacerle cuestionar su autenticidad. Decidió guardar el archivo y prepararse para discutir sus hallazgos con su superior.
Saúl estaba a punto de levantarse para hablarlo con uno de sus jefes, pero una duda persistente le hizo detenerse. Sentía que no debía sacar conclusiones tan precipitadas para evitar problemas, especialmente con respecto a una empleada novata. Decidió tomarse un momento para reflexionar antes de dar un paso tan significativo.
Tras pensar durante unos minutos, el joven decidió que lo más prudente sería obtener más información directamente de Laura. Agarró su celular y marcó el número de la oficina de Nicolás. Mientras el teléfono sonaba, se preguntaba si podía resolver el asunto sin alarmar a nadie innecesariamente.
—Hola, Nico —dijo Saúl cuando escuchó la voz de su compañero al otro lado de la línea—. Disculpa que te llame en estos momentos, espero que no estés muy ocupado. Necesito tu ayuda con algo.
—Claro, Saúl. ¿Qué pasa? —respondió Nicolás con su tono reflejando sorpresa y curiosidad.
—Quería saber si podrías darme el número telefónico de Laura. Quiero coordinar una junta de emergencia con ella para tratar algunos temas importantes, pero tal como me lo explicaste anteriormente, parece ser que no está en la oficina estos días —explicó Saúl, tratando de sonar lo más neutral posible.
Nicolás, confundido por la solicitud, soltó una ligera risa. —Ah, así que buscas a Laura para una cita privada, ¿eh? No me esperaba eso, hombre, ni si quiera la conoces y ya piensas en esas cosas jaja.
Saúl se sonrojó ligeramente, incómodo por el malentendido. —No, no es una cita. Solo necesito hablar con ella sobre algunos asuntos urgentes relacionados con su trabajo. Es importante que tengamos una conversación pronto para resolver ciertos temas.
Nicolás, notando la seriedad en la voz de Saúl, dejó de reír. —Entiendo, entiendo. Me pareció raro porque Laura es nueva y solo se ha aparecido por este lugar pocas veces. Pero no hay problema, déjame buscar su número.
Se oyó el sonido de papeles moviéndose y un tecleo en el fondo mientras Nicolás buscaba el contacto de Laura. —Voy a necesitar un momento para encontrarlo. ¿Hay algo específico sobre lo que necesitas hablar con ella? No quiero que pienses que estoy siendo curioso, solo quiero asegurarme de que no esté relacionado con algo que se pueda resolver internamente.
Saúl pensó por un momento antes de responder.
—No es nada que pueda resolverse de inmediato en la oficina. Simplemente necesito confirmar algunos detalles y hacerle unas preguntas. Prefiero tratar estos asuntos directamente con ella para tener una respuesta clara y evitar malentendidos.
Nicolás asintió, aunque Saúl no podía verlo. —Entendido. Dame un momento para encontrar el número.
Después de unos minutos, Nicolás volvió al teléfono.
—Aquí está el número de Laura. Espero que puedas resolver todo sin problemas. Si necesitas algo más, no dudes en decírmelo.
Saúl tomó nota del número. —Gracias, Nicolás. Aprecio mucho tu ayuda. No quería causar molestias, solo quería asegurarme de que todo esté en orden.
—No te preocupes, hombre. Estamos aquí para ayudarnos. Si necesitas más información o tienes alguna otra duda, avísame —dijo Nicolás con un tono amistoso.
—Lo haré, gracias nuevamente. Hablamos pronto —respondió Saúl, aliviado por la ayuda y la comprensión de su compañero.
Colgó el teléfono y se preparó para llamar a Laura. Sentía que hablar directamente con ella le proporcionaría las respuestas necesarias para aclarar sus dudas. Mientras esperaba para marcar el número, se sintió más confiado en su enfoque, listo para abordar la situación de manera directa y...
Profesional.
(...)
Fin del capítulo uno.
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