Quattro


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Todo se había calmado de cierta manera después de lo sucedido en el Mundial de Quidditch, habían regresado a sus casas en espera de alguna noticia al respecto, la mayoría quería y necesitaba respuestas, pero el Ministerio prefería no causar revuelo y solo le daban la vuelta al asunto. Los Weasley's regresaron a la madriguera junto a sus tres invitados, Molly Weasley había abrazado y examinado a cada uno con sumo cuidado, Arthur calmó a su esposa durante toda la semana que transcurrió.

Alessia había conocido al fin el Callejón Diagon, había tenido que ir en busca de los útiles que hacían falta para el siguiente año escolar de todos, sobre todo los de la pecosa, ya que ella debía conseguir todo sin excepción, Arthur le propuso comprarle la mayoría de sus útiles, pero Alessia se negó rotundamente ya encontraría ella la manera de comprar sus útiles y como si el cielo le hubiera escuchado cuando acompañó al mayor de los Weasley a Gringotts uno de los duendes le informo que ella tenía una bóveda, aquello no solo la sorprendió a ella sino que también Arthur estaba que no lo creía, ¿Cómo podía aquella chica tener una bóveda si ella desconocía del mundo mágico?

Con el dinero de la bóveda podía comprar todo lo que necesitase para ese año y quizá para los siguientes, aunque estaba segura de que aun así le sobraría dinero, por eso mismo se ofreció a comprar aquello que los señores Weasley no podían comprar, a pesar de que estos se negaban rotundamente la chica se las había apañado para comprar una que otra cosa, aquella era su manera de darles las gracias por su hospitalidad.

Lo que mejoró su estadía fue el saber más sobre la varita que le había llevado a aquel mundo, en compañía de la señora Weasley había ido a Ollivander's y para su sorpresa aquella varita ya le pertenecía, Alessia no podía estar más emocionada, su propia varita, algo que solo había tenido en sueños o en su imaginación; flexible de 28 centímetros, roble inglés y el núcleo era de una pluma de ala de pegaso, simplemente perfecta ante sus azules ojos.

—No se separen. Ron deja de jugar con Alessia —los dos pelirrojos dejaron de golpearse entre sí para después estallar en risas al saber que la señora Weasley los había visto, ya era primero de septiembre y eso solo significaba que era el momento de ir a Hogwarts, Alessia estaba que no podía con la emoción, por fin cumpliría su mayor sueño, estudiar en Hogwarts—. El tren los dejará —Molly sentía que su alma tendía de un hilo, aunque ya no sabía por qué se preocupaba tanto, siempre se les hacía tarde y al final siempre terminaban llegando a tiempo. Cuando por fin estuvieron entre los andenes 10 y el 9, Alessia dejó de caminar separándose del grupo, sintió miles de mariposas en su estómago aun no podía si quiera pensar que estaba a nada de cruzar aquella pared que le llevaría al andén 9¾—. Vamos, cariño —la voz de Molly Weasley hizo que regresará de sus pensamientos, la mujer regordeta estaba frente a ella con una sonrisa maternal, sabía bien cómo se sentía Alessia ya que ella alguna vez lo había sentido y por ello quiso tranquilizarla; tomó la mano de la pelirroja y junto a ella traspasó la pared, como si de madre e hija se tratara y aquello provocó que tanto Molly como Alessia sintieran un nudo en la garganta ambas por razones distintas.

—Increíble —murmuró demasiado bajo que casi no se logró escuchar lo que decía, frente a ella estaba nada más ni nada menos que el tren escarlata que lleva cada año a magos y brujas a Hogwarts. Todos fueron a dejar sus cosas antes de regresar hasta la señora Weasley que parecía estar a nada de llorar, aun le costaba acostumbrarse a ya no tener a sus hijos en casa.

—Cuídense —Molly se despidió de cada uno hasta terminar frente a Alessia—. Cuídate, pequeña. Puedes enviarme cuando quieras una carta —se atrevió a abrazar a la de ojos azules, la chica tardó en devolver el abrazo, pero al final lo hizo y sintió la necesidad de no separarse de la mujer, Molly se había ganado su cariño y la mujer le había tratado como si esta fuera su madre—. Ustedes dos no quiero ninguna carta de McGonagall —regañó a los gemelos en cuanto se separó de Alessia, realmente extrañaría a Molly y sus regaños.

Todos subieron al tren mientras se despedían de lejos de la señora Weasley, en cuanto el tren comenzó a avanzar tomaron caminos distintos a excepción de Alessia y el trío de oro que habían decidido mantenerse juntos y buscar algún vagón vacío. Tardaron al menos diez minutos en encontrar un vagón en el que todos pudieran estar sin personas cotilla a su alrededor.

—¿Te duele, Harry?

—No —fue lo único que Harry contestó antes de mirar por la ventana, Alessia no insistió en el tema, prefirió no preguntar nada y solo mantener sus ojos cerrados en todo el camino, se suponía que ella no estaba al tanto de nada y no era conveniente para ella levantar sospechas.


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Tan rápido como el tren dejó de moverse los alumnos tomaron sus cosas estando listos para bajar de este, los de primer año hablaban emocionados y mirando todo a su alrededor, mientras que los de los alumnos de años superiores sentían que regresaban a casa, Hogwarts era para muchos su hogar y les encantaba regresar año con año, Alessia era una de las personas que sentía ambas cosas, estaba tan emocionada como los de primero y sentía calidez como los demás.

—¡Todos los de primer año vengan conmigo! —una voz gruesa se escuchó sobre el murmullo de los estudiantes, Alessia miró en la misma dirección en la que había escuchado aquella voz encontrándose con un hombre más alto de lo normal, con una espesa barba y cabello casi igual de espeso que cubría ligeramente el rechoncho rostro del hombre; Hagrid. Alessia juraba que hubiera gritado de la emoción, pero se contuvo mordiéndose la legua y siguió al trío de oro que se habían ofrecido a presentarle al guardabosques de Hogwarts. reconocí a Hagrid en cuanto mi vista se topó él, era difícil no reconocerlo sabiendo que era el único que sobresalía por su gran altura y barba frondosa.

—Hagrid —Hermione llamó al más alto llamando su atención y haciendo que este dejara de gritar—. Ella es Alessia Green, es nueva —presentó a la pelirroja ante la atenta mirada del más alto. Hagrid miraba a la chica como si buscara algo en su rostro y cuando pareció encontrarlo soltó una carcajada de felicidad.

—Has crecido tanto desde la última vez que te vi —tanto Alessia como el trío de oro miraban a Hagrid sin entender lo que había dicho, la pelirroja no podía estar más que descolocada por las palabras de Hagrid, ¿Cómo podía él conocerla si ni siquiera pertenecía a aquel mundo?—. No debí decir eso —Hagrid murmuraba cosas sin sentido para los cuatro adolescentes que estaban cerca suyo—. ¡Síganme! —gritó cortando de tajo el tema, los cuatro adolescentes prefirieron no decir más, Alessia se despidió de los tres chicos antes de seguir de cerca a Hagrid, se sentó en uno de los botes que estaba más cerca del de Hagrid y espero a que estos avanzaran.

Cuando los botes avanzaron poca atención Alessia le prestó a lo que Hagrid decía, su mente solo se enfocaba en aquello que veía, tanto en la manera como la luna se reflejaba en el lago hasta la hermosa vista que daba el castillo, la luces se colaban por las distintas ventanas y la luna le daba cierta aura mágica, era algo que ella jamás podría olvidar.

Los botes por fin se detuvieron en la orilla del lago donde la profesora Minerva McGonagall ya les esperaba, la mujer los guío hacia el gran comedor mientras explicaba y presentaba cada una de las casas a las que podían pertenecer, aunque como todos los años hizo inconscientemente ciertas muecas de desagrado al mencionar a Slytherin, pero nadie podía reprocharle al tener conocimiento de la historia de cómo en un partido de quidditch entre Gryffindor y Slytherin la vida de McGonagall cambió por completo alejándola de su más grande sueño. McGonagall detuvo a Alessia poco después de que los alumnos de primer año entraran al gran comedor, ella debía tener paciencia, todos los alumnos serían nombrados para que el sombrero seleccionador los colocará en una casa y ella sería la última en pasar.

—Alessia Green —por fin su nombre fue dicho por Minerva McGonagall, camino hacia el banco en el que debía sentarse con las piernas temblándole, sentía que caería frente a todos, pero se había mantenido de pie perfectamente y se había sentado con gracia, McGonagall colocó el sombrero seleccionador en la cabeza de la pelirroja ante la atenta mirada de los que estaban ahí.

—¿Qué tenemos aquí? —el sombrero habló de golpe asustándola—. Interesante, tus cualidades son interesantes, pero como siempre en una Weasley destaca su valentía —Alessia sintió su respiración cortarse, él había dicho Weasley, pero aquello debía ser un error ella era una Green, pero el sombrero jamás se equivocaba en lo que decía, ¿Qué estaba pasando?—. ¡Gryffindor! —la mesa de Gryffindor estalló en aplausos, si antes de sentarse había sentido sus piernas temblar ahora Alessia creía que tenía las piernas hechas de gelatina, se había quitado el sombrero dejándolo en el banco y se acercó a la mesa de Gryffindor tambaleándose un poco, con cuidado se sentó lo más lejos posible de todos los Weasley no quería escuchar preguntas que ella no podría contestar.


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— ¿Pastel de limón?

Alessia se encontraba frente a la gárgola que daba a la oficina de Dumbledore diciendo contraseñas al azar, recordaba pocas y para colmo se le acababan las opciones, pero la suerte estuvo de su lado cuando la gárgola comenzó a moverse tras decir aquel postre, las escaleras se presentaron alrededor de la estatua y por fin pudo subir por ellas casi a tropezones.

—Profesor —llamó al hombre que estaba del otro lado del escritorio sonriente, como si este le hubiera estado esperando.

—Oh señorita, Alessia. La esperaba —él realmente le había estado esperando, Dumbledore señaló los asientos frente a su escritorio animando a la chica a sentarse, la pecosa caminó hasta ellos y tomó asiento—. Deduzco que viene por lo dicho en la cena por el sombrero seleccionador.

—¿Soy una Weasley? —se había atrevido a preguntar sin darle vueltas al asunto, ella necesitaba respuestas, sentía la boca seca y no lograba enfocarse en otra cosa que no fueran las palabras del sombrero seleccionador.

—Así es. Usted es melliza del señor Ron Weasley —las palabras de Dumbledore resonaron en la cabeza de la pelirroja, el canoso miraba a la chica esperando alguna reacción de su parte, pero no ella ni siquiera lograba moverse, toda su vida había sido una vil mentira—. Sus padres le explicaran sobre el tema, ya fueron informados sobre lo ocurrido.

—Yo...—susurró sin saber que decir realmente sobre el tema, había vivido con unas personas que no eran sus padres biológicos, había conocido hace poco a sus verdaderos padres y ni siquiera lo sabía—. ¿Cómo ha llegado la carta hasta mi...Hasta la casa de los Green? —se corrigió en cuanto estuvo por decir "mi casa", Alessia realmente necesitaba procesar toda aquella información.

—Yo la envié, usted necesitaba saber la verdad y estar con su verdadera familia —sonrió un poco, a pesar de su sonrisa este seguía serio como si nada lograra ponerlo intranquilo.

—Gracias.

Había huido de la oficina de Dumbledore, necesitaba irse de ahí al menos por el momento, necesitaba pensar en todo, se sentía algo mareada y sus pies se movían por si solos como si conocieran el camino; habían sido demasiadas emociones para una sola noche, Alessia no lograba asimilar que no era una Green sino una Weasley, había estado viviendo una mentira lejos de su verdadera familia y ahora tenía tantas preguntas que no podían ser respondidas.

Sin saber cómo ya se encontraba a unos metros del cuadro de la dama gorda, quiso recordar su trayecto hasta ahí, pero no lo recordaba ella solo había dejado que sus pies hicieran todo el trabajo. Dio unos cuantos pasos lista para encarar a la dama gorda cuando un dolor punzante se instaló en su cabeza provocando que tuviera que aferrarse a uno de los barandales, el dolor no sucumbió, al contrario, este se hizo más fuerte y una voz retumbó en su mente.

La necesito para mi plan, sus poderes nos serán de ayuda —aquello se repetía una y otra vez en la mente de la chica casi como un siseó, Alessia no soportó más y gritó pidiendo que aquella voz parara, siguió gritando hasta que su vista se tornó borrosa, sintió sus parpados pesados al igual que su cuerpo y después no sintió ni escucho nada más.







Editado

Pelirroja W

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