Estoy condenada a caminar entre las sombras,

Condenada a mirar los destellos de luz como lejanos,

Sin poder tocarlos,

Como si hacerlo fuera un pecado.

Estoy condenada por alguien qué es frío,

Que su corazón se convierte en escarcha al tocarlo,

Condenada a no poder soltarlo.

Estoy condenada a respirar,

Condenada a vivir el proceso,

Hasta morir.

Estoy condenada por que quiero estarlo,

Condenada a ese placer sádico que produce sufrir,

Pero a veces aburre,

Y entonces me cruzo a mirar a las personas floreadas,

Que solo están condenadas a cruzar el valle de forma efímera,

Condenadas a la belleza de el jardín,

Ciegas ante el padecimiento,

Por eso no pueden sentir lo que yo siento.

Estoy condenada a estar enamorada de él,

Él, es esa seguridad que te da la tristeza,

Siempre esta ahí, nunca te deja.

Pero también,

Estoy condenada a un amante dulce

Que te pasea de vez en cuando por el jardín,

Mostrándote la belleza floreada,

Te marea, y te intoxica,

Por que la felicidad es un amante fugaz,

Se va y vuelve inestablemente,

Es desordenado al igual que tu mente.

Estoy condenada a no saber elegir,

Condenada a vagar por los espejos,

solitaria y acompañada,

por dos amantes eternos,

Que llenan y destruyen,

Los rincones de mi alma.