Capítulo 53.
¡Hola, mis amores!
He estado desaparecida por un buen tiempo debido a que también tengo una vida personal, laboral y profesional que atender. Sin contar que estoy trabajando en la próxima publicación en físico de mi primera saga.
Pero quiero que sepan que nunca los he olvidado y aquí he regresado con más capítulos de mis novelas.
Si desean que actualice más seguido, por favor, voten y comenten qué les está pareciendo. También pueden seguirme en mis redes sociales para estar al tanto de mis novelas y nuevas publicaciones.
Gracias por la paciencia y espera. Sin más, los dejo con un capítulo más de esta nueva novela que estoy escribiendo.
Los quiero. ♥️
Capítulo 53.
Adrián se había quedado callado durante el trayecto hacia donde fuese que me llevaría. A pesar de que la curiosidad me estaba dominando, opté por mantenerme serena. Sin embargo, podía percibirlo nervioso mientras conducía. Su silencio absoluto me lo dejaba saber.
—Oye, ¿estás bien? —posé mi mano sobre una de sus piernas, dejándole saber con ese gesto que podía contar conmigo y decirme lo que fuera.
—Sí —asintió lentamente, pero pude percibir que tragó hondo—. Es que lo que verás muy pronto, te hará saber lo dispuesto y preparado que estoy para terminar de hacer un cambio en mi vida.
Aunque me impresionaron sus palabras y engrandecí los ojos, solo asentí y me mantuve en silencio.
—No te asustes —me miró de repente y luego volvió a mirar hacia la carretera mientras continuaba conduciendo—. Ya hacía falta que lo hiciera, ¿no?
—Creo que llevas haciendo cambios en tu vida desde antes —sonreí al sentirme orgullosa de sus palabras.
Él solo se limitó a asentir y volvió a mantenerse en silencio hasta que llegamos al primer lugar de destino, la escuela de música que era parte de su fundación llamada «Wayne Milán». Recordaba el lugar como la primera vez que Adrián me había traído: un edificio antiguo, pero restaurado, en el cual entraban y salían estudiantes menores de edad con las ilusiones reflejadas en sus ojos.
—¿Recuerdas la primera vez que te traje aquí? —me preguntó el ojiverde al quitarse el cinturón de seguridad una vez que aparcó.
—Sí, por supuesto —asentí y también me quité el cinturón de seguridad, frunciendo el ceño ante la mirada escrutadora que me estaba dedicando—. ¿Cómo no voy a recordarlo? —sonreí un poco nerviosa al ver seriedad en sus expresiones faciales—. ¿Qué te pasa, Andy? ¿Ocurre algo?
Él soltó un largo y pesado suspiro, enarcando las cejas para luego esquivar mi mirada curiosa. Luego me dejó con las palabras en la boca y fue el primero en salir del vehículo, cerrando la puerta del conductor para rodearlo y abrir la del copiloto.
—Bueno —me extendió su mano para que yo pudiera salir—, quizá sí ocurra algo —confesó con desdén.
Cuando accedimos al interior del edificio restaurado, allí nos recibió Claudia, la secretaria de la escuela de música. Inmediatamente, ella reconoció al dueño y luego a mí, ya que era la segunda vez que visitaba lo que en la actualidad era parte de la fundación de Adrián.
—Buenas tardes, doctor Wayne —la secretaria se levantó de su asiento y lo saludó desde el otro lado con un gesto de cabeza—. Me alegra verlo por aquí nuevamente. Mi hijo y los demás estudiantes se emocionarán al saber que está aquí.
Adrián asintió con un leve gesto de cabeza, restándole importancia a su importante presencia y lo que él significaba para los estudiantes de la escuela de música.
—Ya sabe que para mí no es nada —Adrián agitó su mano levemente—. Me gusta ver y comprobar que todo va marchando bien en las instalaciones con los estudiantes. Es una de las razones por las cuales vine.
«¿Qué?». No pude evitar fruncir el ceño para mí misma al escucharlo. «¿Acaso había más razones?».
—¿El salón principal de música ya está listo? —preguntó Adrián de repente.
No pude evitar parpadear varias veces al intentar entender sus próximos movimientos e intenciones.
—Sí, por supuesto, doctor Wayne —afirmó Claudia—. Tal y como usted lo pidió. Lucas los guiará hacia allá.
En ese momento, el hijo de la secretaria le extendió la mano a Adrián y luego a mí, dedicándonos una sonrisa sincera, aunque estaba muy emocionado de ver al ojiverde. Para los niños de la escuela de música él era una figura de ejemplo a seguir.
—Sígame, doctor Wayne —le pidió Lucas al sonreír.
Cuando nos guio hacia el salón de música principal, nos invitó a pasar, actuando como si fuera un adulto, lo cual me causó mucha ternura.
—Gracias por guiarnos, Lucas —le sonreí con carisma y luego se retiró con una sonrisa de oreja a oreja. Sabía que se había sentido útil y presentable ante el filántropo que me acompañaba.
Una vez que la puerta del salón de música principal se cerró a nuestras espaldas, me crucé de brazos y caminé lentamente hacia el piano, el cual estaba listo para ser tocado por sus expertas manos.
—Por favor —Adrián extendió su mano, invitándome a sentarme junto al piano.
Luego se sentó a mi lado y mantuvo una postura recta, aunque relajada. A continuación, soltó un largo suspiro y cerró los párpados por un momento.
—¿Estás bien? —coloqué mi mano sobre su hombro, atenta a sus expresiones faciales.
Asintió y me mostró una leve sonrisa.
—¿Cómo no estarlo? —posó una de sus manos sobre mi vientre, lo cual me sorprendió.
Intenté disimular el hecho de que su acción me había dejado anonadada, pues, quería que comenzara a sentirse cómodo con sus acciones paternales.
—¿Por qué estamos aquí? —le pregunté con suma curiosidad al fruncir el ceño.
—Ya lo verás —enarcó sus cejas y se dispuso a tocar el piano con familiaridad.
Sin embargo, tenía el presentimiento de que algo estaba ocurriendo...
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