Capítulo 47.

Capítulo 47.

Amanda corrió hacia nuestra dirección e intentó volver a agredirme. Kenneth, lastimado, intentaba apartarla de mí como podía. Solo podíamos escuchar muchos golpes sobre la puerta corrediza, como si intentaran derrumbarla por completo.

—¡Te odio, maldita! ¡Te odio! —gritó ella con fuerza al sujetar mi cuello e intentar estrangularme.

—¡Sí que se nota, perra envidiosa! —gritó Kenneth al tirar de ella con su brazo sano—. ¡Suéltala, jodida loca!

Los tres estábamos en una batalla de fuerzas, aunque el agotamiento y el dolor eran más que evidentes. Sin embargo, las ganas de salir viva de allí con mi hijo y Kenneth eran más poderosas que los ataques psicóticos de Amanda.

—¡Amanda, suéltala! —la voz más que enfadada de Adrián llamó nuestra atención y por un momento bajamos la guardia, yo casi sin aire por el esfuerzo que estaba haciendo para que ella no volviera a lastimarnos.

—¡Primero la mato antes de que vuelvas a meterme en la cárcel, Adrián! —gritó al intentar estrangularme sin piedad.

—¡No me hagas tomar decisiones más abruptas que esas! —gritó Adrián cuando Frankie le apuntó con una pistola.

—¡Esperen! ¡Esperen! —gritó Kenneth al continuar forcejeando con Amanda—. ¡Les recuerdo que aún estamos aquí!

Adrián puso los ojos en blanco y fue hasta nuestra dirección a pasos rápidos, sujetando a Amanda por la nuca y apartándola de mí y de Kenneth.

—¡Te he dicho que la sueltes! —gruñó el ojiverde y luego sujetó su brazo con cierta fuerza—. ¿¡Acaso has perdido la puta razón!? ¡Mira lo que estás haciendo y las cosas que has hecho! ¿¡Qué coño ha pasado contigo!? —le reclamó.

—¡Pues, sí! —Amanda le respondió en un grito desconsolado—. ¡He perdido la razón y todo esto también es por tu culpa!

Adrián frunció el ceño, pero no apartó su mirada desafiante sobre ella.

—¿¡Qué!? ¿¡Ahora actuarás como el más perfecto!? ¡Siempre jugaste con todas y conmigo también! ¡Pero ahora te haces el desentendido, solo porque esta estúpida al fin no te rechazó y te haces el hombre perfecto ante ella!

Adrián soltó un pesado y largo suspiro, pero continuó sujetando el brazo de Amanda con fuerza, mientras que Frankie comenzó a arrestarla. Mi corazón comenzó a latir desenfrenadamente al percatarme de que él estaba aceptando sus palabras al mantenerse en silencio.

—¿¡Es que pensaste que todas actuaríamos igual!? ¿¡Qué solo aceptaríamos las migajas de atención que nos dabas!? ¡Conmigo te has equivocado, porque no pensaba rendirme contigo cuando sabía que podías darme mucho más!

Adrián frotó el puente de su nariz una vez que soltó el brazo de Amanda y Frankie la terminó de arrastrar por completo con las manos hacia atrás.

—¡Mírame bien, Adrián, porque lo que ves ahora, es parte de lo que lograste convertirme! —se rio frenéticamente—. Te gustaba que las mujeres se obsesionaran contigo e hicieran todo por ti sin límites, ¿no?

Adrián volvió a fruncir el ceño.

—¡Pues, lo has logrado, Andy! —se carcajeó de forma psicótica—. ¡En esto me has convertido! ¡No eres tan diferente a mí o a Jesse! —continuó riéndose frenéticamente.

—¡Jefecito, sáquele el bisturí de la teta y cláveselo en su cerebro por esa insuficiencia de materia gris! —comentó Kenneth muy indignado mientras presionaba la herida de su hombro.

—Frankie, llévala al vehículo y mantenla ahí mientras llega la policía —ordenó Adrián, aunque pude notar su expresión sombría. Estaba claro que las palabras de Amanda habían calado en su sistema—. Alysha y yo iremos al hospital con el doctor Hall. Ambos deben examinarse y realizarse una valoración de sus heridas.

Frankie asintió, pero cuando presionó la espalda de Amanda para que saliera del apartamento, comenzó a gritar como una demente.

—¡Suéltame, hijo de puta! —le dijo a Frankie, causando que este tomara varias bocanadas de aire—. ¡Suéltame o juro que te mataré a ti también!

—Creo que estos dramas en primera persona cada vez se tornan más turbios —comentó Frankie por lo bajo al no hacerle caso a las palabras de Amanda.

—¡Aly! —cuando Frankie se llevó a Amanda, Adrián no dudó en acercarse a mí para abrazarme con desesperación—. ¿¡Estás bien!? ¿¡Qué te hizo!? —posó sus manos temblorosas en mis mejillas y me miró a los ojos.

Su lado dominante, controlador y frío lo había dejado una vez que Frankie sacó a Amanda del apartamento y la policía se la llevó.

—Supongo que nada grave de lo que haya que preocuparse —le dije, aunque me mostré un poco adolorida por la pelea que había tenido con ella.

—¿¡Y mi bastardo!? —sus ojos mostraban miedo y preocupación—. ¡Tenemos que ir al hospital! ¡Sé que estarás bien, pero necesito asegurarme de que el bebé está bien y estable!

Asentí y, evidentemente, no puse ninguna resistencia. Primeramente, porque yo también necesitaba asegurarme de que mi hijo estaba bien. Segundo, quería que Adrián calmara esos nervios que se notaban en su cuerpo. Quería que se disipara ese miedo que se reflejaba en sus ojos claros que parecían húmedos por la tensión del momento.

—¡Oh, Aly! ¡Mi niña! —volvió a acapararme en sus brazos y posó su barbilla sobre mi cabeza—. Te juro que por poco me muero de la angustia. Pensé lo peor al saber que mi bastardo y tú estaban en peligro. Me moriría si los pierdo, ¿sabes? —posó varios besos sobre mi frente y me abrazó con más seguridad—. Siento llegar ahora. Parece que Amanda cerró desde adentro y nos costó entrar —se explicó.

—Lo sé, tranquilo —recibí su abrazo y cerré los ojos al percibir su delicioso aroma, sintiéndome en casa.

—Y el pobre Kenneth que se muera desangrado —comentó mi alocado amigo con dramatismo, aunque tenía razones para actuar así.

—Déjeme examinar su herida —le dijo Adrián al acercarse, analizando su hombro herido por la profundidad del bisturí que Amanda le había incrustado—. La buena noticia es que no veo ligamentos, nervios o tendones dañados en la zona afectada, pero la mala noticia es que al ser una herida profunda, tardará un poco en sanar y habrá que desinfectarla, suturarla y vendarla.

—Uf, jefecito, no puedo estar sin trabajar. Mis manos y mis brazos son mis herramientas de trabajo.

—¿Y cree que no lo sé mejor que nadie, doctor Hall? —Adrián enarcó las cejas con seriedad, causando que Kenneth se quedara embobado por su imponente profesionalidad—. De todas formas, deberá guardar reposo —cuando el ojiverde volvió a sujetar mi mano, nos guio hacia el exterior del edificio y nos llevó al «Hospital General» donde todos trabajábamos.

Allí nos encaminó hacia el piso de emergencias, donde nos encontramos con Damián, quien nos esperaba con los brazos cruzados.

—Ustedes como que viven la vida muy al límite —comentó Damián con sarcasmo al enarcar una de sus cejas—. Siempre que terminan en mi piso, es porque tienen una herida de gravedad o sabrá Dios qué sucedió ahora.

—Claro que es su piso, doctor Del Valle, pero le recuerdo que este es casi mi hospital —le dijo Adrián con normalidad, bromeando con ese mismo humor negro que cada vez los unía más como colegas.

—¿Y qué coño ha sucedido ahora? —Damián me observó detenidamente, buscando algún tipo de pista—. ¿Nere está bien? ¿Su proceso de gestación sigue transcurriendo con normalidad? —frunció el ceño al reflejar preocupación en sus ojos.

—Esperemos que sí —dijimos a la par Adrián y yo.

—¿Cómo que "esperemos que sí"? —bufó con fastidio.

—Ya te contaremos, pero Kenneth es quien necesita atención médica ahora mismo —le dije y fijó su vista en el moreno cuando este apartó su mano de la herida profunda en su hombro.

—¿¡Qué!? ¿¡Tú!? ¿¡Dónde carajo has metido tus putas manos!? —Damián lo regañó, aunque en realidad era un gesto de preocupación.

—La loca de Amanda me lastimó —le dijo.

—¿La falsa y envidiosa amiga de Nere de las tetas falsas? —Damián engrandeció los ojos, dispuesto a escuchar el chisme.

Adrián carraspeó con seriedad y Damián sacudió la cabeza, simulando que no le interesaba saber los detalles, aunque se moría por oírlos.

—Ah, sí, sí —Damián se aclaró la voz—. Aquí nos encargaremos de trabajar con esa herida —recompuso su compostura de hombre gruñón y serio—. Doctor Wayne, a ustedes también los atenderemos de inmediato.

Adrián asintió y todos nos pusimos en marcha, mientras le íbamos contando a Damián lo que había ocurrido en el apartamento de la capital.

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