Capítulo 38.
Capítulo 38.
(Adrián).
Todavía tenía ciertas preguntas para el doctor Roy Ferinachie, aunque no podía negar que sus palabras me ayudaban con mi nuevo pronóstico y con las decisiones que había estado pensando desde el momento en el que me enteré que sería padre por primera vez.
Después de haberle contado lo mucho que me había afectado la noticia de que tendría un hijo y de que el miedo me dominó, le expliqué el por qué había actuado tan erráticamente.
—Y supongo que me enojé muchísimo por el hecho de que no quería ser padre —suspiré un poco atormentado por mi consciencia—. Aunque sé que Alysha me ha disculpado por actuar tan mal con ella en ese aspecto, todavía me siento un poco culpable.
—La verdadera pregunta en cuanto a ese tema es... —recapituló—. ¿Por qué no quería ser padre? Esa es la pregunta que debería hacerse a sí mismo.
Presioné los labios y estiré mi cuerpo sobre el asiento frente a su escritorio, volviendo a reacomodar la espalda sobre el respaldar al frotar mi barbilla.
—Creo que se basa en lo mismo de siempre, miedo e inseguridad.
El doctor Ferinachie asintió y volvió a realizar anotaciones en su cuaderno de cuero. Por alguna razón, sentía que estaba entendiendo toda mi confusión y eso me ayudaba a abrirme más en el tema de que sería padre.
—¿Sabe? Después de todo lo que sé de usted desde que era un infante, estoy suponiendo que sus miedos e inseguridades nacen desde ese origen. Es probable que quizá usted tema no ser la persona que su hijo esperaría.
Asentí lentamente.
—También estoy suponiendo que se deba a que, como usted pasó por muchas situaciones oscuras que se agravaban desde su infancia, teme que le suceda lo mismo a su hijo.
Aunque me costó aceptarlo, volví a asentir luego de unos segundos.
—También se escuda pensando que su hijo es un "estorbo", "bastardo", "intruso" o como quiera llamarle. No obstante, usted se refiere a su futuro primogénito de esa manera, pero en realidad eso es lo que usted piensa de sí mismo.
Engrandecí los ojos al sentir que mi psiquiatra de años estaba escarbando muy profundo de mi ser para continuar buscando respuestas de mi parte que, obviamente, también me respondían a mí mismo.
—Sí, eso creo... —acepté por lo bajo.
—Es usted quien piensa y cree no ser suficiente para esa vida que pronto estará con usted y su novia.
Por un momento, bajé la mirada y junté mis manos para frotarlas, intentando evitar que mis ojos se humedecieran.
—Es por él que nuevamente estoy aquí con usted, intentando ser autosuficiente emocionalmente para poder ser eficiente como padre —volví a mirarlo a los ojos luego de tomar varias bocanadas de aire.
—Entonces, ¿cabe la posibilidad de que me dé la razón? —me preguntó el doctor Ferinachie con una mirada más empática y comprensiva.
—A-Así es, doctor —afirmé con la voz atorada en mi garganta y luego carraspeé—. Tiene razón. Además, no quiero que nada malo le pase a ese intruso, a pesar de que no era lo que quería ni esperaba. Necesito aprender a lidiar con este sentimiento que todavía intento procesar.
—¿Cuál sentimiento? —mi psiquiatra frotó su barbilla al recostar la espalda sobre su asiento profesional.
—El sentimiento que me ha hecho regresar aquí para sanar mentalmente y emocionalmente.
—¿Se refiere al sentimiento del amor incondicional? —su pregunta retórica parecía más una respuesta.
Lentamente, volví a asentir.
—Doctor Wayne... —mi psiquiatra se levantó de su asiento luego de reflexionar mi respuesta por algunos segundos y se acercó a mí al colocar una mano sobre mi hombro—. Sería demasiado exigirle más preguntas y respuestas en estos momentos en los que he notado un avance muy significativo. Quiero felicitarlo, por la valentía que ha tomado de regresar aquí más decidido que nunca para abrirse de esta manera. No tengo la menor duda de que su novia ha sido un apoyo más que significativo y que, sin darse cuenta todavía, su hijo también lo está siendo.
Solté el aire que estaba conteniendo en mis pulmones sin darme cuenta y me levanté del asiento para estrecharle la mano con gratitud.
—Gracias, doctor Ferinachie.
—Más bien, gracias a usted, doctor Wayne. No quiero pensar que si sana completamente, me quedaré sin un paciente más —bromeó—. En realidad, sigo esperando que usted se sienta listo para presentarme a su novia, la mujer de la que usted me ha hablado por muchos años —me recordó.
—No se me ha olvidado ese detalle —asentí.
—¿Y cómo se llamará su hijo? Claro, si es posible que me lo haga saber —enarcó las cejas, más que curioso y emocionado.
—Adrien —le dije entre dientes, aunque siendo claro—. Se llamará Adrien.
—¿No es su nombre en francés? —frotó su barbilla con gracia—. Es un nombre maravilloso, casi como el de su valiente padre —rio con cariño—. Aunque no quiero pensar que ese nombre se debe a todo lo que me contó de París, Francia.
—Pues, piensa bien —le afirmé—. Mi novia cree que es el nombre perfecto debido a la manera en que nos enteramos de que seríamos padres.
—Y qué manera de enterarse... —enarcó las cejas y rio conmigo—. Envíele saludos a su novia de mi parte, y cuéntele sobre sus mejorías aquí en nuestras consultas —me animó.
—Lo haré —sonreí con más comodidad, animado para ver a Alysha y contarle cómo me había ido en una de las tantas consultas que había tenido en estos días.
🔹
Iba manejando hacia mi consultorio independiente, donde se encontraba mi apartamento con el cuarto de juegos sexuales restablecido tal y como Alysha me lo había pedido. Era jueves y, como era el día que siempre le había predispuesto para cumplir nuestros roles, ansiaba llegar al lugar para mostrarle cómo había quedado todo. Además, estaba ansioso de reestrenarlo con ella.
Conducía por la calle Ashford Avenue mientras le daba leves golpes al volante, intentando calmar mis ansias y mis expectativas de dominarla y poseerla en mi zona de confort. Tenía que admitirlo, que Alysha me haya permitido restablecer el cuarto de juegos sexuales me resultaba una idea más que emocionante y fascinante. Realmente, vivir esta faceta mía con ella cada vez que nos apetecía era alucinante. Sin mencionar que me llenaba de satisfacción tenerla rendida ante mis placeres.
Alysha me había llamado que había terminado su turno en el hospital y que iría directamente hacia mi apartamento para esperarme. Sin embargo, cuando llegué al edificio, me alarmé al ver su Mercedes-Benz, el carro que le había regalado después de que Amanda destruyó los cristales de las ventanillas de su viejo vehículo.
El Mercedes-Benz no solo tenía los cristales de las ventanillas destruidos, sino que estaba vandalizado y con los neumáticos vaciados.
—¿¡Pero qué mierda estaba pasando!? —salí de inmediato de mi vehículo al ver aterrorizado el carro de Alysha—. ¡Aly! —corrí hacia la puerta posterior del edificio en busca de ella—. ¡Aly! —grité desesperado una vez que crucé el marco y me adentré por los pasillos de mi consultorio—. ¿¡Aly, dónde estás!?
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