Capítulo 33.

Young And Beautiful - Milo Grande (Adrián Piano Cover)

Capítulo 33.

Cuando recibí a mi familia en el pasillo, no dudé en saludarlos y abrazarlos. Mis padres, mi hermano y la abuela Anita, estaban más que emocionados en el momento.

—Hija, estamos tan emocionados de estar compartiendo contigo un momento como este que debe ser muy importante para ti —me dijo mi madre.

—Discúlpanos por venir de repente y sin avisar —añadió mi padre—. Tu hermano insistió para que viniéramos y no pudimos resistirnos a estar presentes en un momento como este —me sonrió con una pizca de orgullo en sus ojos.

—Lo siento, hermanita —Jimmy encogió sus hombros—. Es que esta situación de mi sobrina o sobrino me tiene muy emocionado. No puedo esperar para ser tío.

—Hija mía, aunque tu padre lo único que hace es hablar pendejadas, en estos momentos tiene razón y está diciendo la verdad —me dijo la abuela Anita, mientras que mi papá puso los ojos en blanco.

—No tienen que disculparse por nada de esto —les dije más que emocionada de verlos—. La verdad es que, ahora que los veo aquí, me siento mucho mejor —les sonreí—. Él y yo nos sentimos felices de que estén presentes, como siempre —coloqué mi mano sobre mi vientre.

—"¿¡Él!?" —exclamaron todos a la vez—. ¿¡Dijiste "él"!? —todos volvieron a hablar en sintonía.

En ese preciso instante, Adrián salió del cuarto de exámenes al poner los ojos en blanco.

—Sí, dijo "él" —bufó por lo bajo, intentando mantener la compostura—. Según el obstetra y la técnica, es muy probable que Aly tenga un varón.

—Uy, como que a alguien no le ha agradado la idea de que será un varón —Jimmy enarcó las cejas.

—Hay que dejar que lo procese —les dije por lo bajo, aunque el ojiverde me escuchó.

—O sea, que... —a mi madre le brillaban los ojos—. ¿Al parecer tendremos un nieto? ¿Nuestra Aly tendrá un varón?

Mi familia comenzó a celebrar dando saltitos y aplaudiendo, como si el acto que cometí con Adrián fuese una gran hazaña, cuando, irónicamente, no era lo que queríamos. Sin embargo, como futura madre primeriza, me sentía más feliz que nunca.

—¿Por qué tanto alboroto? —el doctor Andrés Wayne se presentó con la señora Marcella.

—¿Papá? ¿Mamá? —Adrián frunció el ceño—. ¿Qué hacen aquí?

Mis suegros intercambiaron miradas y se ruborizaron cuando Adrián se dio cuenta de que se habían presentado por la misma razón que lo había hecho mi familia: su futuro nieto.

—Bueno, nosotros solo pasábamos por aquí y... —el doctor Andrés Wayne rascó su nuca.

—Claro, solo pasaban... —murmuró Adrián por lo bajo.

—¿De qué nos hemos perdido? —Marcella los interrumpió, evadiendo el cuestionamiento de Adrián.

—¡Nuestra Aly tendrá un varón! —exclamó mi padre más que emocionado.

Mis suegros se unieron a la celebración junto a mi familia, mientras que yo no dejaba de sonreírles un poco ruborizada al abrazarme a mí misma y frotar mis brazos. No obstante, Adrián se mantenía neutral, manteniendo la seriedad, sin comentar nada al respecto y limitándose a observar cómo nuestra familia casi hacía de una fiesta en pleno pasillo del hospital.

Luego, cuando todos estuvimos de acuerdo para ir a cenar a algún restaurante fuera del hospital, Adrián y yo compartimos con ellos y mantuvimos una velada familiar. Aunque, claro, el ojiverde continuaba manteniendo una seriedad que hacía difícil descifrar lo que pudiera estar pensando respecto a nuestro futuro hijo, su primogénito.

—¿Será que al fin dirás algo además de "sí" y "no"? —decidí romper el hielo una vez que regresamos a la mansión.

Adrián sujetaba un trago de whisky mientras admiraba las vistas nocturnas del mar a través de las puertas acristaladas de la habitación que compartíamos. Él giró un poco su rostro y me miró por encima de su hombro, una vez más, manteniendo el silencio.

—Agradezco mucho que te hayas mantenido al margen con nuestra familia y que hayas compartido con todos, pero, aquí, entre nosotros, ya no tienes que mantenerte en silencio y pretender que esto te hace feliz.

Justo cuando creí que no me respondería y que mantendría su silencio, volvió a mirar hacia el exterior y dijo:

—No pretendo aparentar que me hace feliz, pero tampoco pretendo evadir nuestra responsabilidad, mi responsabilidad.

—Lo entiendo, pero me gustaría que esta situación no te hiciera sentir obligado a nada —me crucé de brazos y me acerqué con cuidado, respetando su espacio—. Es decir, sé que te esfuerzas y valoro mucho el cómo has estado y sigues estando para mí, pero me duele que esta situación sea tan difícil para ti de asumir.

—Lo sé, y es por eso que necesito un poco de tiempo para asimilar que tendré un hijo. Mírame, ¿en algún momento llegaste a pensar que enfrentaríamos algo como esto? ¿Después de todo lo que sabes de mí?

Tragué saliva cuando se giró sobre sus pies y me miró fijamente a los ojos.

—Solo... —tartamudeó al ver preocupación en mis ojos—. Creo que solo es miedo —esquivó mi mirada al darme la espalda—. Quizá como viví tantas situaciones desde que nací, todavía no puedo aceptar que quizá tendré a un niño igual de frágil, así como alguna vez yo lo fui. ¿Entiendes?

—Por supuesto que lo entiendo, pero te prometo que esta vez será diferente —toqué su hombro y él se tensó un poco—. Sé que, psicológicamente, asocias el hecho de un hijo varón con tus malos recuerdos y experiencias vividas, pero en el fondo sé que superarás esos miedos, porque sabrás mejor que nadie cómo protegerlo y amarlo. A veces conocemos la oscuridad para valorar la luz cuando antes no la veíamos.

—Sí, supongo que tienes razón —suspiró, le dio un sorbo a su vaso de whisky y se giró sobre sus pies para mirarme a los ojos—. Coordinaré un par de citas con mi psiquiatra para estas semanas que se aproximan —me avisó al frotar mi barbilla con su dedo pulgar y luego se dirigió hacia el despacho de la mansión, dejándome sola en la habitación y proveyéndome mi espacio para que me pusiera cómoda y a gusto.

No dudé en aprovechar para tomar un relajante y calientito baño después de un largo día en el hospital. Cuando terminé de lavarme y me sequé con una de las tantas toallas limpias que abundaban, la ternura me invadió al darme cuenta de que Adrián había regresado a la habitación para colocar sobre la cama una bata de seda con una tanga a juego del mismo material.

Sonreí para mí misma y, mientras comencé a cubrir mi cuerpo con las telas, escuché a lo lejos cómo la suave melodía de un piano reinaba en el ambiente silencioso de la mansión. En ese momento, reconocí la composición de Young And Beautiful que Adrián interpretaba con sus manos.

Así que cuando cepillé mi cabello, no dudé en salir de la habitación y pasear por los pasillos de la casa de la segunda planta hasta encontrar el salón de música donde Adrián tocaba uno de sus intrumentos favoritos mientras continuaba vestido con el uniforme quirúrgico del hospital.

—¿Te quedarás ahí afuera por más tiempo o ya entrarás? —me preguntó después de haber estado unos minutos admirándolo tocar el piano desde el marco de la puerta que se encontraba entreabierta.

Me ruboricé por completo y carraspeé al entrar con cuidado. Cuando me senté a su lado y volvió a tocar el piano, fruncí el ceño al percatarme de que una caja acojinada color gris reposaba sobre sus piernas. En cuanto detuvo sus dedos sobre el teclado, acercó su rostro hacia el mío y beso una de mis mejillas con suavidad.

—Debes estar agotada —susurró en mi oído—. ¿Nos vamos a la cama? —posó sus ojos sobre los míos.

—Claro, pero... —parpadeé repetidas veces cuando la curiosidad me dominó—. ¿Qué hay en esa caja?

Sonrió con cierta ironía que se reflejaba en sus ojos, pero no dudó en colocar la acojinada caja sobre mis piernas. Sin embargo, en cuanto comencé a abrirla lentamente, me dijo:

—Al fin pude restablecer todo lo que perdimos en Francia —enarcó las cejas cuando me fijé en los artilugios sexuales que se me hicieron más que conocidos.

—No puedo creer que nuevamente hayas comprado todo.

—Tengo mis prioridades muy presentes.

—Ya lo veo —le sonreí, cómplice de sus locuras.

—Entonces, ¿me equivoqué hace un rato sobre ti al decirte que, aunque quería ser madre, no quería terminar con esto?

—Esta vez no te has equivocado con tus suposiciones, porque he pensado mucho sobre nuestras prácticas sexuales en tu proceso de embarazo, pero ya que en ese aspecto te sientes cómoda conmigo —se encogió de hombros—, no veo el problema de continuar con nuestras perversiones.

—Es un alivio —le respondí sinceramente.

—¿Lo dices en serio? —le sorprendió mi comentario.

—Por supuesto, Wayne. Por un momento pensé que nuestros momentos perversos terminarían por todo esto que nos ha tomado por sorpresa.

—Aunque no lo creas, a pesar de lo que me dijiste hace un rato en aquel cuarto de exámenes y de que sacaste las garras por ese intruso, siempre tomo en cuenta lo que quieras y sientas, Aly.

—Disculpa si me excedí al hablarte de tal manera hace un rato. Creo que...

—Sí, también creo que sacaste a relucir el instinto defensor de madre —me interrumpió.

Me ruboricé y bajé la mirada ante sus hermosos ojos claros y él volvió a elevar mi rostro para que lo mirara fijamente.

—Aly, no tienes que sentirte culpable por eso. Supongo que es normal que actúes así y, aunque no lo creas, también eso me tranquiliza, porque así me haces entender y ver que si en algún futuro actúo mal en cuanto a nuestro intruso, tu estarás ahí para corregirme.

—Entonces, ¿eso quiere decir que ya aceptarás que tendremos un hermoso varoncito que se parecerá a ti? —le sonreí con ilusión.

—Eh, bueno... —carraspeó—. Prefiero pensar que, ya que será varón, se parecerá a ti.

Sin poder contenerme, lo abracé de sopetón, causando que su cuerpo se tensara por la impresión. Sin embargo, luego de mantener sus ojos engrandecidos por mi acción, recibió mi abrazo y acurrucó mi cabeza sobre su pecho. Justo sobre la banca del piano, nos mantuvimos así, abrazados, mientras la fría noche y el tranquilo mar decorado por la luna llena se reflejaba a través de la ventana del salón de música.

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