Capítulo 32.
Capítulo 32.
Adrián tardó unos segundos en estrechar su mano hacia el obstetra, quien lo había felicitado inocentemente y desconocedor de los temores del ojiverde en cuanto a un hijo varón. Sin embargo, yo más que nadie sabía la razón:
Los celos de tener que asumir que alguna vez habría otro hombre en mi vida, y ese sería mi hijo.
—Disculpe, doctor —Adrián sonrió amargamente, intentando disimular su descontento en cuanto a la nueva noticia del sexo del bebé—. ¿Podría estar un momento a solas con la doctora Doménech?
—Oh, sí, sí —aceptó rápidamente y le hizo señas a la técnica y a la enfermera que la asistía para que lo acompañaran fuera del cuarto de exámenes—. Los dejaremos unos minutos para que hablen.
En cuanto los tres salieron y me quedé a solas con Adrián, no pude evitar morder la uña de mi dedo pulgar y mirarlo con cuidado, como si mi bebé y yo estuviéramos haciendo alguna travesura contra su padre.
—Esto es el colmo —comenzó a caminar en círculos, frotando la yema de sus dedos sobre su frente—. ¿Un niño? —estaba a punto de hiperventilar—. ¿¡Un niño!?
—Adrián...
—Será un varón —gruñó en un reclamo—. Ese intruso será un varón.
—Sí, un bebé varón —enarqué las cejas.
—Será otro hombre en tu vida.
—Y en tu vida también —le recordé.
Adrián volvió a dar vueltas en círculos y luego se detuvo delante de mí.
—No quiero tener que compartirte con él.
—Adrián, ya hemos hablado sobre esto.
—Sí, pero él tendrá toda tu atención. Ya verás cómo te olvidarás de mí —se cruzó de brazos y esquivó mis ojos.
—Eso no es cierto.
—Ursurpará mi lugar.
—¿Podrías calmarte por un momento? —gruñí por lo bajo—. Cálmate, por favor. Es de tu hijo de quien estás hablando y no ursurpará nada. Ahora más que nunca debes asumir que el intruso será tu primer hijo varón.
—"¿Primer hijo varón?" —el ojiverde engrandeció sus ojos al verme firme y decidida—. O sea, ¿estás asumiendo que habrá más? ¡Qué jodida locura! —frunció el ceño, a punto de que le diera algún tipo de soponcio—. Creo que me subirá la puta presión con todo esto en estos momentos.
—Pues, te daré tiempo para que lo puedas digerir, señor presión alta.
—Aly, pero...
—"Aly", nada —lo interrumpí y me levanté de la camilla con normalidad—. ¿Acaso te dejarás intimidad de un bebé indefenso? ¿Qué coño sucede contigo, Andy?
—Bu-Bueno, yo...
—En serio agradezco mucho que me hayas acompañado hoy para saber el sexo de nuestro hijo, pero si no te sentías preparado, no hubieses venido —solté el aire que estaba conteniendo en mis pulmones e hice ademán de retirarme del cuarto de exámenes para dejarlo con las palabras en la boca.
—Espera, espera —se interpuso en mi camino—. No irás a ningún lado, jovencita. A mí no me vas a dejar con las palabras en la boca.
—No quiero hablar contigo cuando estás intenso.
—Siempre lo he sido y lo seré —expandió sus manos—. Mira, yo qué sé de estas cosas —suspiró—. Pero lo intento y lo intentaré.
—¿Es que acaso ya no lo vas a amar por ser un varón?
—No es eso. Claro que lo amaré, sino, no me tragaría la idea de tener que compartirte con otro. ¿Puedes entenderme a mí también?
Ambos nos miramos en silencio por unos segundos que nos parecieron eternos e intensos. Nuestras respiraciones estaba agitadas entre cada palabra y reclamo. Sin embargo, esta vez, no pensaba bajar mi mirada ante su mirada y su altura imponente.
De repente y sin ambos esperarlos, los dos estallamos en carcajadas, unas carcajadas que no parecían tener fin en nuestros sistemas.
—No puedo creer que dos profesionales como nosotros tengamos que estar hablando así sobre esto —rozó su mano sobre los mechones que estorbaba su frente.
—Supongo que también somos humanos e imperfectos —le respondí al intentar calmar mis carcajadas.
—Lo siento —me dijo con sinceridad—. Esperaba cualquier cosa de este bebé, pero lo menos que esperaba era que fuese un niño. Solo me vino a la cabeza cuando tenga que verlo en tus tetas que son mías.
—No puedo creer que pienses en eso —coloqué mis manos sobre mi cintura.
—Pienso en todo, Aly. En todo.
—Tal vez deberías fluir con este asunto.
—No me hables de frase "New Age" que usan los humanos comunes para dejar que todo fluya, cuando todo fluye a la mierda.
—En eso tienes razón —volví a reírme en sus narices.
—Y ahora te ríes de mí; de tu jefe, de tu dueño, de tu hombre —enarcó las cejas y se acercó a mí con otras intenciones más perversas—. ¿Quieres que cierre la puerta y te castigue aquí mismo? Podría estar azotando ese culo tuyo un buen rato mientras estás doblada sobre la camilla —me dijo por lo bajo.
—Me encantaría, papi —agarré la tela de su ropa quirúrgica y acerqué su apetecible boca hacia la mía, mordiéndome el labio inferior al tenerlo solo para mí—. Castígame por todo y por esto también —lo miré como una chica buena y bien portada—. Desahoga tus frustraciones conmigo.
Sus ojos verdes se oscurecieron ante mis palabras y su respiración comenzó a agitarse por la excitación y la lujuria que comenzaba a dominarnos a ambos.
—¿Eso quieres? —rozó su dedo pulgar sobre mi labio inferior, mirándome de forma dominante—. ¿Quieres castigo? ¿Quieres mi mano sobre tu delicioso culo?
Asentí y lo miré con una expresión coqueta, causando que poco a poco su pene se endureciera.
—Si tú lo pides —hizo ademán de quitarse el cinturón para ahorcarme mientras tenía la intención de azotarme—, es lo que te daré.
De repente, tocaron con insistencia la puerta del cuarto de exámenes. Cuando nos sobresaltamos un poco, Adrián puso los ojos en blanco y se dirigió hacia el marco para abrirla.
—¡Nere, hermanita! —Jimmy se asomó a la puerta asfixiado, como si hubiese corrido un maratón—. ¿Cómo estás? Pensé que no podría llegar a tiempo para este momento —colocó la mano sobre su pecho al intentar calmar su respiración—. He traído a nuestros padres y a la abuela Anita.
—Oh, nada puede ser más fantástico. Casi la familia entera... —gruño Adrián, riendo sin ganas de reír y con una erección bajo su pantalón que ocultaba discretamente.
—¿¡Verdad!? —Jimmy se emocionó más por las palabras de Adrián, sin haber captado que era sarcasmo—. ¿¡Ya examinaron al bebé!? ¿¡Podemos pasar ya!?
—No pueden —zanjó Adrián y le dediqué una mirada asesina, causando que encogiera sus hombros—. Son reglas hospitalarias —corrigió al analizar mi expresión.
—No se preocupen —le dije a Jimmy—. Saldré en un momento. Espérenme en la sala de espera más cercana.
En cuanto Jimmy aceptó y cerró la puerta del cuarto de exámenes, miré a Adrián desde mi baja estatura y le dije:
—En serio, Andy, te amo con todo mi ser y eres el hombre de mis sueños, pero necesito que también entiendas que pronto seremos tres y que esto ha sucedido en base a nuestros sentimientos y lo que hemos vivido. Aunque no quería todo esto en estos momentos de mi vida, quiero ser madre, pero también quiero seguir siendo la mujer que castigas y que dominas sexualmente. Entonces, piensa bien todo esto, porque tampoco quiero renunciar a este amor, a lo que tú y yo tenemos íntimamente.
Aunque lo dejé con las palabras en la boca y fui la primera en salir del cuarto de exámenes, se quedó atónito y estático, sin palabras para continuar refunfuñando en el momento.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top