Capítulo 21.
Capítulo 21.
(Adrián).
Cuando Johanna se marchó, aproveché para llamar a la siguiente persona con la que me reuniría. O más bien, con la que necesitaba hablar y desahogarme. Ella sabía lo que hablaría con mi madre biológica, así que no dudé en recurrir a su confianza.
—Doctor Wayne, ¿me ha solicitado? —Alysha tocó la puerta antes de pasar por completo a la oficina.
—Sí, pasa, mi jovencita —me levanté de mi asiento junto a mi escritorio y caminé hacia ella, acortando sus pasos para abrazarla de inmediato—. Estamos solos. Puedes tutearme mientras lo estemos.
—Quiero suponer que todo ha marchado bien —posó su cabeza sobre mi hombro, recibiendo mi abrazo con calidez.
—Sí, eso creo —me alejé un poco de ella para mirarla a los ojos—. Ahora las cosas se sienten menos tensas entre ambos y hemos llegado a un acuerdo.
—Ah, ¿sí? —frunció el ceño, ansiosa de que le brindara información, como siempre—. ¿Puedo saber qué acuerdo?
Sonreí por lo bajo y negué con la cabeza al comprobar que la mujer de mi vida continuaba siendo una ávida para la información. Toda una lengua viperina, como tanto me gustaba que fuera.
—Le dije que estaba dispuesto a dejarla entrar en mi vida por completo, pero que necesitaba tiempo para sanar el sentimiento de rechazo y abandono, y para curar mis traumas psicológicos y mis sentimientos.
Alysha se mostró sorprendida ante lo que le informaba. Sin embargo, no me disgustaban sus expresiones. Al contrario, me hacía sentir bien el hecho de sorprenderla con los detalles que ella creía importantes sobre mí.
—Vaya, eso sí que no me lo esperaba, pero siento que es un gran avance, porque es una decisión que has tomado por ti mismo y nadie te ha impuesto a que lo hagas.
—¿Tú crees? —me sentí esperanzado.
—Por supuesto, Andy —me sonrió con dulzura y acarició una de mis mejillas—. Es para que te sientas orgulloso de ti mismo.
—Creí que no podría manejarlo —volví a abrazarla y cerré los ojos por un momento, sintiendo cómo mi cuerpo se relajaba por completo.
—Pero ya ves, lo has logrado, como todo lo que te propones —suspiró ante mi abrazo.
—¿Y cómo va el turno en el piso de cirugía, doctora Doménech? —le pregunté en cuanto le ofrecí asiento y rodeé el escritorio para sentarme en mi lugar.
—Debo admitir que extrañaba esto —se sinceró, mostrándome una sonrisa de satisfacción y orgullo—. Es decir, estar en los pasillos del piso de cirugía general para aprender y hacer mis prácticas como futura cirujana fue y es uno de mis sueños. Siento que estoy soñando despierta.
Asentí ante sus palabras que me hicieron sentir admiración y satisfacción. Ella realmente merecía todo lo bueno que le estaba pasando, profesionalmente como personalmente. De hecho, aunque me hería en el ego que sus logros y méritos los estuviera realizando sin mi intervención, también me sentía orgulloso.
No podía evitar admirar cómo se veía con el uniforme azul junto a su bata médica y su nombre grabado sobre la tela blanca. Su pelo negro azulado resaltaba y, por alguna razón, se veía radiante. Era como si el embarazo realmente le sentara bien. Incluso, hasta la veía más sensual de lo normal. Quizá se debía a mi ego de saber que la había embarazado y que las personas a nuestro alrededor lo sabrían tarde o temprano.
«Vaya forma de marcar territorio, Adrián». Mi oscuro ángel, o más bien, mi alter ego, me felicitaba mentalmente.
—Me alegra que lo estés llevando bien —junté mis manos y entrelacé mis dedos sobre el escritorio—. Me gusta saber que te sientes cómoda en mi piso, a pesar de que soy el director del departamento de cirugía.
—Por favor, Wayne —bufó—. Estoy embarazada de ti. Por supuesto que me siento cómoda. Especialmente, porque siempre te has mantenido al margen cuando se trata de mi carrera médica.
—Lo intento —enarqué las cejas, para que supiera que aun así me costaba controlarme.
—Pues, lo intentas muy bien.
—Gracias, Aly —no podía evitar mirarla con ilusión—. Por cierto, anoche no te lo conté, porque me has distraído por completo, pero necesitamos hablar un momento sobre Bárbara —la miré con cuidado, porque no sabía cómo reaccionaría.
Sin embargo, ella se levantó del asiento y se cruzó de brazos, dándome la espalda.
—Me he enterado —confesó por lo bajo—. Sé que ha fallecido.
—¿Ya lo sabías? —me levanté del asiento junto a mi escritorio y caminé hasta ella.
—Sí, me lo informaron cuando todavía estaba en la habitación de recuperación —se giró sobre sus pies y me miró a los ojos—. Supuse que lo sabrías y que en algún momento tú mismo me lo dirías. No quería incomodarte con ese tema en momentos como estos en los que te encuentras muy ocupado —se explicó con sinceridad—. Además, a pesar de todo lo que ha pasado en cuanto a ella, no era para que yo quisiera que eso pasara.
—Lo sé —bajé la mirada al analizar la situación de Bárbara, dejando que el silencio nos invadiera por un momento—. Me enteré ayer, cuando tuve que ir a la morgue para identificar los cadáveres debido al estricto protocolo que me responsabiliza para informarlo en la junta directiva médica.
—¿La viste? —tragó saliva con los ojos engrandecidos—. Es decir, ¿identificaste el cuerpo? —suspiró un poco incómoda.
—Sí, el de todos los que han muerto en el hospital debido al virus MERS Recov-2. Incluyendo a la que era secretaria de la recepción principal, Lourdes López.
—Esperemos que con el tiempo las pérdidas sean cada vez menos. Sé que todo el riesgo y peligro que experimentamos en Francia no ha sido en vano.
—En eso tienes razón —asentí lentamente al sentirme un poco mejor en ese aspecto—. La cura ha valido la pena y cada jodido segundo de investigación.
—Por cierto, ya que mencionas a la junta directiva médica, ¿crees que podrás ayudar a mi amiga Gloria en su situación de embarazo con Damián? —me miró con cierta preocupación en cuanto al tema.
—De hecho, también quería hablarte sobre eso —le dije rápidamente, volviendo a mostrarme serio—. Luego de ti, me reuniré con ella como tanto pidió desde que estuvimos en Francia. Intentaré buscar alguna forma de que su situación se solucione con el doctor Del Valle y la junta directiva médica. No te prometo nada, pero haré lo que esté en mi poder para que todo salga bien. Además, primero debo hablar con ella para saber qué piensa y quiere respecto a su embarazo, aunque creo que lo más sensato es que le diga la verdad a quien será su padre.
—Tienes razón —me miró esperanzada—. También creo que debería decirle a Damián que será padre. Sé que será una información y una situación muy difícil de digerir y asumir, pero, bueno, tú tampoco te has muerto por eso.
—Casi, pero no.
—Hablando de bebés y sobre esto de asumir responsabilidades como futuros padres... —me sonrió con ilusión y extrajo de su bolsillo un sobre que rápidamente me entregó con suma seguridad.
—¿Esto es lo que creo que es? —tragué hondo y sentí que mi corazón se aceleró. No sabía si estaba emocionado, asustado o enojado por lo que vería.
—Sí, es la ecografía actual que me ha realizado el obstetra. Son las primeras imágenes de nuestro bebé.
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