Capítulo 16.

Capítulo 16.

(Adrián).

—Doctor Wayne, ¿ha escuchado lo que he dicho?

—Sí, por supuesto, pero no se preocupe —tragué saliva con disimulo—. Todo estará bien. Yo me haré cargo de esa situación. No permitiré que el embarazo afecte la carrera médica de Alysha —le dije con decisión.

—Eso me hace sentir un poco más seguro en cuanto a ella —asintió y desistió de continuar hablando del tema—. ¿Por cuál quiere empezar? —preguntó al colocarse unos guantes elásticos sobre el traje que cubría sus manos.

—¿Empezar?

—Sí, ¿cuál congelador quiere que abra primero? —se encogió de hombros y se acercó a los cuadros de metales que estaban más fríos que mis pelotas.

—Critica mi manera de expresarme delante de los muertos, pero usted no se queda atrás —enarqué las cejas y me acerqué hacia los congeladores al colocar unos guantes elásticos sobre mis manos.

—¿Qué le ocurre, doctor Wayne? —me sonrió con malicia—. ¿Acaso tiene miedo?

—Por supuesto que no, pero esto no es lo mío —me quejé—. Lo mío es trabajar con cuerpos, pero vivos.

—Bueno, lamentablemente, debido al control y protocolo del personal en el hospital, es importante que usted verifique los cuerpos antes de que se reúna con la junta directiva médica para tomar decisiones.

La puerta de la morgue retumbó de repente. El doctor Del Valle y yo nos sobresaltamos. Por un momento sentí que el aire se esfumó de mis pulmones por el jodido susto y la impresión.

—¿Alguien más iba a venir a la morgue? —le pregunté al doctor Del Valle.

—¿Además de los muertos? —engrandeció sus ojos, cagado del miedo—. No.

Puse los ojos en blanco y me dirigí hacia la puerta. Sin embargo, cuando vi de quién se trataba, solté el aire que estaba conteniendo sin darme cuenta.

—¿Qué haces aquí? —pregunté sorprendido.

—Hola, doc —Jimmy me saludó con normalidad y me sonrió como si nada—. Es que vine a avisarte que mis padres y yo nos íbamos a casa. Ya les dieron el alta y vine a decirte que cuides a mi hermana en su estado, porque hablamos con ella y prefiere quedarse aquí, pero como no te encontré en tu oficina de guardia, la enfermera Garret me dijo que probablemente estarías aquí.

—No puedes estar aquí —le reproché, pero luego me arrepentí de mis palabras—. No, espera. Debo decirte algo —sujeté su muñeca y tiré de él para que entrara a la morgue—. No puedo creer que no le hayas comentado nada a nadie sobre el embarazo de tu hermana.

—Pero ¿quién crees que soy, cuñado? —bufó, pareciendo ofendido, aunque realmente no lo estaba—. Me gusta el chisme, pero la sangre pesa más que el agua y está claro que, cuando se trata de mi hermana, haré lo que sea por ella. Incluso tragarme los chismes.

—Yo merecía saberlo —el doctor Del Valle se unió a la conversación—. ¿Acaso no se dan cuenta de la situación? ¡Embarazaron a mi Nere!

—Y dale con eso —resoplé.

—Quizá en otra situación estuviese un poco molesto, pero la ha embarazado el doctor Wayne Milán —Jimmy se encogió de hombros.

—¿Y qué quieres decir con eso? —el doctor Del Valle frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—Qué Nere y el bebé serán ricos —carraspeó—. Es decir, ricos en amor, protección y responsabilidad. El doctor Wayne Milán no es cualquier tipo de por ahí.

—Sobre todo, ricos —el doctor Del Valle enarcó las cejas.

—¿Podrían dejar de hablar de mi fortuna? Ahora a lo que vinimos, doctor Del Valle —volví a acercarme a los congeladores—. Jimmy, gracias por avisarme. Ya puedes irte. En cuanto me desocupe un poco, me estaré comunicando con ustedes.

—¿Puedo quedarme?

—No —el doctor Del Valle y yo negamos a la par.

—Por favor —suplicó—. Mi sueño es trabajar con muertos.

—No te ofendas, pero no quiero ese sueño para nada —expresó el doctor Del Valle—. Sin embargo, no puedes estar aquí. Ni siquiera eres parte del personal del hospital.

—Pero estoy seguro de que en algún momento lo seré —insistió—. Para eso tengo las mejores calificaciones en la universidad, para poder acceder a la escuela de medicina y luego obtener un internado aquí.

—Lo dices como si ver cadáveres fuese como comer arroz con habichuelas —añadió el doctor Del Valle.

—Puedo asegurarte que ya tengo la experiencia.

No pude evitar poner los ojos en blanco al recordar que mi cuñado y yo caímos en una fosa de cadáveres en el que era el jardín de la casa de Jesse.

—Está bien, que se quede —espeté al abrir el primer congelador y extraer el cuerpo hacia afuera al deslizar la cama de metal.

—¿Qué? —el doctor Del Valle se acercó a mí junto a Jimmy—. ¿Está seguro? Solo es un chico.

—Un chico muy brillante que quiere ser médico forense y que ya vio cadáveres descompuestos conmigo. Es un Doménech, así que ya porta la inteligencia en su ADN.

—Lo sé —confesó el doctor Del Valle y pareció más permisivo, lo cual me causó un poco de sorpresa, ya que al parecer se conocían bien—. Al menos ponte el traje de protección —lo riñó—. No olvides que, aunque ya somos inmunes al virus, debemos seguir los protocolos sanitarios del hospital.

—Ya sé —Jimmy puso los ojos en blanco y acató las instrucciones del doctor Del Valle al colocarse un traje de protección.

Luego los tres procedimos a analizar cada uno de los cuerpos que perecieron en el hospital por el virus MERS Recov-2.

—Ella era compañera de mi mamá —añadió Jimmy cuando terminé de analizar el cuerpo de la señora Lourdes López—. Era la secretaria de la recepción principal, ¿no?

Asentí con una expresión de impotencia y lamentación. Realmente, muchos en el hospital la estimábamos, así que su pérdida me afectaba lo suficiente para sentirme un poco frustrado de no poder salvar a todos como quisiera.

—Bueno, solo falta un cuerpo —reiteró el doctor Del Valle al anotar desde su tableta.

Volví a asentir al guardar el cadáver de la secretaría Lourdes López para abrir el congelador donde se encontraba Bárbara.

—Esperen, se me hace conocida —dijo Jimmy al examinarla, achicando los ojos—. Creo que la he visto antes.

—¿Sí? Pues, estoy seguro de que tu cuñado también —el doctor Del Valle enarcó las cejas y continuó anotando detalles en su tableta como si la cosa no fuese conmigo.

—Eso sí fue un golpe bajo —resoplé.

—¿De qué está hablando Damián? —insistió Jimmy al intentar recordar dónde la había visto.

—Bueno, es que fue mi prima de crianza —carraspeé—. Es decir, la hermana de mi madre adoptiva la adoptó.

—Entiendo, es lamentable. Pero ¿y eso qué?

—Nada, que era una de sus acostadas —añadió el doctor Del Valle.

—Gracias por la información. Estaba claro que era necesaria en estos momentos —comenté entre dientes—. Además, fue mucho antes de estar con la doctora Doménech.

—Bueno, es un dato. Un hecho —el doctor Del Valle se encogió de hombros con normalidad.

—¿No les resulta extraño y aberrante que estemos hablando de esto cuando su cuerpo está reposando sobre una fría cama de metal? Por Dios santo.

—Pero si no hemos hablado de nada malo —expresó el doctor Del Valle—. Es solo que la circunstancia de su muerte puede resultarle extraña por el dato.

—A mí ya nada de esto me resulta extraño —Jimmy se encogió de hombros—. El simple hecho de haber visto cadáveres en la fosa del jardín de la casa del exnovio de mi hermana que ahora también es un cadáver en putrefacción, me ha hecho más fuerte para mi futura profesión.

—Qué conmovedor —resoplé.

—¿¡Qué!? —el doctor Del Valle no se lo podía creer—. ¿Me estás diciendo que el exnovio de Nere era un asesino?

—Asesino, corrupto, infiel y todos los apelativos que se te ocurran para describirlo —dijo Jimmy.

—Bueno, ha sido suficiente de trabajar aquí en la morgue —guardé el cuerpo de Bárbara en el congelador—. Supongo que el doctor Del Valle ya tiene todos los datos necesarios antes de que la junta directiva médica del hospital tome una decisión sobre qué se hará con estos cuerpos.

—¿Lo dudó? —dejó de anotar en su tableta y me miró con suficiencia—. Listo, doctor Wayne.

—Jimmy, creo que tú ya has visto suficiente —enarqué las cejas—. Es hora de que regreses a casa con tus padres.

—Lo sé, pero gracias por esta oportunidad —me agradeció con sinceridad, aunque sentía que no era el momento.

Puse los ojos en blanco.

—Bueno, y por la anterior, aunque no hayas tenido nada que ver. Es bonito saber que nuestra relación de cuñados se ha fortalecido por situaciones con cadáveres.

—¿Debería alarmarme? —el doctor Del Valle enarcó las cejas. Luego negó con la cabeza y se relajó—. Debería tomarme unas vacaciones después de todo esto.

—Quizá —Jimmy y yo asentimos a la par.

En cuanto el doctor Del Valle y Jimmy se quitaron los trajes de protección y lavaron sus manos, salieron de la morgue y me dejaron a solas. Antes de proceder a hacer lo mismo que ellos, me quedé mirando los congeladores, sintiendo una evidente impotencia y el sentido de humanidad.

—Lo siento —presioné mis labios desde el interior de mi traje de protección. Sin embargo, cuando me lo quité y me lavé las manos, caminé hacia la salida de la morgue y miré hacia atrás por encima de mi hombro, respetando unos segundos de silencio para luego decir—: Adiós, Bárbara.

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