Capítulo 12.

Capítulo 12.

—Sé que mi embarazo es nuevo para ambos, pero confío en que podremos con esto y más. Por favor, Wayne... —puse los ojos en blanco y me senté a su lado, colocando mi mano sobre la suya—. En Francia nos enfrentamos al contagio de un mortal virus, a los ataques de terrorismo y a las persecuciones. ¿Qué será lo que no podemos enfrentar? —enarqué las cejas.

Adrián lo analizó por un momento, sopesando cada una de mis palabras mientras apagaba el reproductor de música que estaba conectado a su teléfono. Luego asintió y soltó un largo suspiro.

—Tienes razón —se acomodó sobre el mueble y sujetó mis caderas—. Ahora ven. Es momento de continuar descansando. Lo necesitas más que nunca.

—Tú también lo necesitas —me acosté a su lado y examiné los hematomas de su cuerpo—. Mira cómo estás, Andy —rocé mis dedos sobre uno de sus moretones.

—En la ducha no te fijaste en nada de esto —enarcó las cejas y no pude evitar reír.

—Es que te deseaba tanto —besé sus labios, mientras que él nos cobijó a ambos.

—Lo sé.

—Modesto como de costumbre, señor director.

Sus ojos verdes destellaban. Tenía que admitir que se veía relajado de tenerme a su lado.

—Ven aquí, lengua viperina —me acaparo contra su pecho, mirándonos frente a frente—. Me alegra que tú y ese impertinente estén bien —apoyó su barbilla sobre mi cabeza—. No sabes la jodida angustia que sentí allá en Francia al saber que tú y mi hijo estaban en peligro —carraspeó.

Mi corazón latió desenfrenado. Podía jurar que estallaría de emoción y que mi cuerpo temblaría por esas palabras que escuchaba de su parte.

—¿Cómo dijiste? —tragué saliva y mi garganta se atoró.

—¿No escuchaste todo lo que acabo de decir? —me riñó—. Dije que no sabes la angustia que he pasado en Francia al saber que...

—¿Dijiste "mi hijo"?

—Quiero decir, intruso —carraspeó ruborizado y su cuerpo se tensó.

Sin embargo, no pude evitar sonreír para mí misma, aunque en el momento él estuviese evadiendo mi pregunta.

—Sí, es tu hijo o hija —dije por lo bajo y cerré los párpados al disfrutar de su cálida piel y su delicioso aroma personal—. Es nuestro, Andy.

No me respondió, pero jamás se apartó ni un poco de mí. Al contrario de eso, nos mantuvimos abrazados y por un rato disfrutando el íntimo silencio.

—Oye, ¿puedo hacerte una pregunta? —pregunté para romper el hielo y terminar el íntimo silencio.

—Comoquiera preguntarás, lengua viperina, así que, sí.

—Bueno, yo... —me ruboricé al sentir que estaba listo para responder cualquier cosa—. ¿Aún estás encabronado conmigo?

Apartó su barbilla de mi cabeza y me miró a los ojos.

—¿A qué te refieres? —frunció el ceño.

—Es que supongo que aún estás enojado conmigo por lo de mi embarazo y... —tragué saliva—. Bueno, quería saber si podía decir o hacer algo para ayudarte con ese enfado.

—¿¡Qué!? —resopló y negó con la cabeza.

—Sé que no querías esto y, bueno, quiero intentar que esta experiencia sea más amena para ti, para ambos.

—Aly...

—Además, no hemos hablado más de cómo te has sentido con esto y apenas regresamos de Francia. Sé que todo esto debe ser incómodo para ti.

—Aly.

—Ahora que sabemos que tengo casi dos meses de embarazo, quiero que me disculpes por...

—Alysha Nerea —levantó el tono de voz y sujetó mis mejillas—. Me hiciste una pregunta y no me has permitido responder, lengua viperina.

Tragué saliva y lo miré a los ojos un poco asustada de la respuesta, pero necesitaba saber qué estaba pensando sobre mi embarazo.

—Sí, al principio, cuando me lo confesaste, me encabroné muchísimo. ¿Qué puedo decir? Enojado no se acercaba a cómo me sentía, pero puedo asegurarte que ya no me siento así —suspiró con dificultad y prosiguió—: Es verdad que no quería esto de ser padre, pero está sucediendo y créeme que intento asumirlo. Además, no puedo permanecer enojado contigo —acercó mi rostro hacia el suyo—. Solo quiero y necesito estar contigo —me besó con dulzura y pasión, moviendo sus labios sobre los míos con lentitud, pero con decisión.

—La cuestión es que para el tiempo que llevo embarazada, te juro que yo me cuidaba estrictamente. El obstetra me ha dicho que...

—Aly, ya no tienes que explicarme nada sobre eso —rozó su nariz contra la mía y cerró los párpados—. Perdóname si te hice sentir culpable por el embarazo. En el fondo, nunca he dejado de confiar en ti. Sé que te has cuidado y que aún así no estábamos exentos de que esto sucediera.

—Entonces, ¿me crees?

Puso los ojos en blanco.

—Te he creído desde el momento que me confesaste que estabas embarazada y que yo, definitivamente, estaría jodido por el resto de mi vida —bufó—. Es solo que por la impresión, no quería aceptar mi responsabilidad en el momento.

—¿Qué? —engrandecí mis ojos al mirar su verdosa mirada.

—¿No estás comprendiendo todo lo que te estoy diciendo? —agarró mis mejillas con más firmeza—. Lo que quiero decir es que asumiré y aceptaré mi responsabilidad como padre, Aly.

—Gracias, Andy —lo abracé con más fuerza y cuando cerré los párpados un par de lágrimas se escaparon de mis ojos—. Sabía que no me dejarías en estos momentos. Tenía fe en ti, en que no me abandonarías por este bebé.

—Por supuesto que no —besó mi frente y me acaparó contra su cuerpo—. ¿Con quién coño de hombre crees que estás hablando? Tengo muchos traumas y muchas mierdas en mi cabeza, pero seguiré trabajando en mí. Quiero creer que las cosas mejorarán, tanto para nosotros, como para ese intruso.

Sentía que estaba escuchando lo que quería oír de su parte. Sentía que una carga menos de culpabilidad, porque aunque yo era consciente de que mi embarazo no era solo mi culpa o responsabilidad, me importaba mucho el sentir de mi hombre. Sin embargo, estaba comportándose como nunca imaginé ni por asomo.

Como un futuro padre.

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