Capítulo 9 | Parte 2.
Capítulo 9.
(Adrián)
Varias horas después...
París, Francia.
Intentaba mentalizarme. Intentaba mantener mi mente ocupada en lo que respectaba hasta el momento, pero esto comenzaba a fastidiarme más de lo previsto. Y no, no me refería a la gravedad que nos enfrentábamos mi padre y yo, aunque sí era un asunto serio. Mis necesidades me estaban llevando más allá y yo sabía el porqué.
La deseo. La necesito con todas mis jodidas ganas, y para joder mis locuras emocionales, no sabía de ella.
Caminaba de un lado a otro, reflexionando y dando vueltas en círculos. Intentaba despejar mi mente al mirar las hermosas vistas que me ofrecía la habitación del hotel donde me había alojado con mi padre.
Para liberar la tensión que emanaba en mi sistema, le di un sorbo a mi copa de vino mientras colocaba mi mano desocupada en el bolsillo del pantalón de mi traje.
Aunque mi padre mostraba interés y preocupación al analizar los documentos que tenía, no pudo evitar observarme con curiosidad, pero yo sólo me limitaba a evadir cuestiones de su curiosa mirada.
Me acerqué un poco más hacia las ventanas acristaladas con vistas hacia las calles de París. Mientras recordaba lo delicioso que era tenerla, volví a ahogar mi frustración con otro leve sorbo a mi copa de vino.
Ya que lo pensaba, había sido muy descuidado al no darle otro medio para comunicarse conmigo mientras estuviese lejos de mi hogar. Todo por la angustia y la prisa de una situación que continuaría siendo imprevista hasta que encontráramos una solución.
No me importaría gastarme un dineral sólo para llamarla. Pero, ¿y si me muestro muy receptivo y desesperado por saber de ella? Tampoco me agradaba causarle esa impresión. Además, posiblemente esté pensando en dejarse llevar por mí. Necesitaba dejarle este leve espacio de poco tiempo sí quería tenerla para todas mis fantasías reprimidas que he tenido sobre ella desde que me gustó, desde que la comencé a ver como mujer cuando comenzó a crecer.
«Pero ¡carajo! ¡Esto no estaba funcionando para mí! ¡Necesitaba verla!». Mientras me torturaba mentalmente, achiqué los ojos y continué analizando estos extraños y nuevos comportamientos en mí.
De por sí, vivir con mis jodidas locuras y manías era difícil para mí, pero sumarle este patético desespero me ponía furioso.
— Hijo, ¿se puede saber qué es lo que pasa contigo? — Mi padre llamó mi atención al quitarse los espejuelos. Coloca sobre la mesa donde él estaba los documentos que leía con sumo interés. — Sé que tienes asuntos personales. Pero, ¿podrías aunque sea sentarte conmigo a repasar la investigación que he realizado sobre el MERS-Rec2?
— Ya me la sé de memoria, padre. — Dije cortante, evadiendo su mirada. — Sabes que no lo necesito. No entiendo tu petición. — Le doy un sorbo a mi copa de vino, más estresado aún. Siento que no tengo el control. No así, no está funcionando para mí sabiendo que mi Aly está lejos de mi.
— Estoy consciente que no lo necesitas, Adrián. Desde que te crié, supe que tenías la dicha de tener memoria fotográfica. — Mi padre suspiró un poco exasperado y preocupado. — Sólo intento ocupar tu mente. Mantenerte ocupado siempre ha funcionado para tus TOC.
— Lo sé. — Acepté, pero por dentro sentía que mi mal humor comenzaba a fluir. Ya sentía mi garganta presionada. Y es qué, necesito que esa niña me calme.
Mis padres conocían de mis trastornos obsesivos y compulsivos desde que comenzaron a resaltar mucho más en mi, así que ellos me llevaron a los mejores especialistas para hacerme ciertos análisis psicológicos y emocionales, dónde también nos habían afirmado que era "dichoso" de tener memoria fotográfica.
Era irónico que aquellos especialistas que trabajaron en mí dijeran que era "dichoso", cuando en realidad sentía que era una de las pocas cosas buenas y útiles en mí. Tener ciertas capacidades para recordar las cosas instantáneamente me había ayudado mucho cuando era un chico.
«¿Y por qué no aceptarlo?».
También me ayudó para mi carrera profesional.
— Hijo... — Hizo una breve pausa antes de continuar, como si intentara buscar las palabras ideales. — Aunque estemos envueltos en esta situación desde hace algún tiempo, no significa que no me preocupe por ti, por tu bienestar. — Sus palabras comenzaron a tener un poco de efecto en mi. Me giré para observarlo con más paciencia y comprendimiento. Lo respetaba sobre todas las cosas. — Sé que ya no eres aquel muchachito al cual siempre tenía que reñir y educar con extrema paciencia, pero siempre te veré como mi pequeño. — Vuelve ponerse los espejuelos antes de retomar la lectura de los documentos. — Estoy orgulloso de que hoy en día puedas manejar tus TOC con menos dificultad. Digo... — Me observa a lo lejos por encima de sus lentes. — Sé que no es fácil, y no lo recrimino. Es sólo que estoy orgulloso de ti como el hijo mío que eres.
La calma comenzó a desvanecer mi mal humor por completo. Y ésta era la razón más contundente por la que respeto a mi padre sobre todas las cosas. Andrés siempre ha sido comprensivo conmigo, y desde que lo conozco, siempre hubo entendimiento por su parte hacia mi.
No obstante, Marcella y él no sabían de mis otros trastornos, mis desviaciones sexuales. Tampoco me interesaba que lo supieran, porque, evidentemente, esos temas ya eran muy personales.
Pero, claro, como el imbécil que fui, tuve que confesarle a Alysha la verdad sobre mis locuras retorcidas. No esperaba atreverme a contarle todo eso la noche que la llevé a cenar y luego a mi edificio, pero no tenía otra alternativa. Ella era muy lista, y si no le hablaba con sinceridad sobre eso, quizá no estuviera confiando en mí como lo estaba haciendo. Quizá no estuviera pensando en complacerme.
—Te lo agradezco, Andrés —le dije con sinceridad una vez que comencé a pensar con más claridad.
Me acerqué a mi padre al darle un último sorbo a mi copa de vino. En ese momento, me sentía más decidido que nunca.
—Nunca te fallaré, padre.
—Hijo, no tienes que sentirte obligado conmigo para hacerme sentir complacido como padre. ¿Por qué mejor no vas a ducharte o por algo de cenar al restaurante de este hotel?
Cuando Andrés me sugirió algunas posibilidades para distraerme, yo sólo pensaba en una sola sugerencia. Sin saber el porqué, sentía ansias en el hueco de mi estómago por la idea que había tenido en ese preciso momento.
—Tienes razón —al decirle eso pausadamente, carraspeé—. Iré a comer algo. Lo cierto es que no he comido. El apetito no se me ha hecho factible con toda esta mierda, papá.
Asintió y me observó por encima de sus espejuelos.
—¿Quieres que te traiga algo de comer? ¿Quieres que envíe a alguien del servicio a la habitación?
—No, hijo. Gracias, pero ahora mismo no me apetece comer. Continuaré analizando la investigación. Necesito estar seguro de todo esto —elevó levemente los documentos.
—Está bien —comencé a dirigirme hacia la puerta de la habitación—. Deberías descansar un poco. Desde que nos instalamos aquí, no he visto que hayas descansado lo suficientemente bien.
Andrés asiente, y vuelve a concentrarse en su investigación, pero lo que mi padre no sabe es que yo estaba a punto de llamar a una de sus estudiantes favoritas... A mí pequeña.
Cuando me dirigí hacia el restaurante, un mesero me recibió rápidamente. Lo seguí de inmediato y me ubicó en una mesa. Aunque veía todo extremadamente lujoso, para mí todo estaba siendo insignificante debido a la situación y por el hecho de que lo único que deseaba en el momento era saber de Alysha.
Choco suavemente mis dedos sobre la mesa, con gesto de tensión. Pensaba una y otra vez si llamarla sería lo correcto. No quiero hacerle creer ideas que no vienen al caso conmigo, pero se sentía fuerte en el hueco de mi estómago. Quería aliviar esa mierda de mi sistema.
Sin pensarlo más, saqué de mi bolsillo el teléfono que el hospital me proveía. Esta vez tendría que usar mi teléfono profesional para localizarla. Lo primero que busqué fue la aplicación de Skype, la única que tenía y que usaba exclusivamente con fines laborales en el hospital.
«A esto habías llegado, Adrián. Ahora estabas a punto de comunicarte con la mujer que te tenía fascinado y excitado desde un usuario profesional».
Al acceder a la aplicación de Skype, lo único que recibí fueron imágenes de tomografías de otros colegas, análisis sobre algunos casos interesantes en diferentes hospitales de Puerto Rico y Estados Unidos, entre otros documentos de esa índole.
Lo cierto era que no me conectaba en la aplicación a menos que para mí fuera de mucha importancia o de un tema en el que me interesaba colaborar. El hospital nos permitía este tipo de usuarios para comunicarnos en directo con otros médicos y ciertos personales del trabajo. Pero como un imbécil, accedí a mi usuario profesional de Skype para buscarla y añadirla a mis contactos.
«Suponía que ella tenía que reconocer mi mensaje e invitación, porque mis iniciales y mi nombre eran bastante claros, así que en cualquier momento me respondería».
🔹
No me quedó más remedio que esperar a que respondiera, pero eso nunca pasó. Ya había cenado, pero en ningún momento recibí una notificación o un mensaje por su parte. Ni siquiera sé porqué pensé que podría localizarla conectada. Mis pensamientos comenzaron a atacarme, creándome imágenes en la cabeza de que quizá esté bien sin mi presencia, de que Jesse está cerca y ella pueda corresponderle, de que cualquier otro hombre quiera lo que es mío.
A mi oscuro ángel no le agradaban esas ideas. Y yo, tampoco quería hacerme de esas ideas. Sin que me importara en lo absoluto el dineral que me cobrarían por la llamada, fui a mis contactos y presioné el botón de llamar. La llamaría directamente desde el otro lado del mundo, piense lo que piense de mí.
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