Capítulo 8 | Parte 2.

Capítulo 8.

Es curioso como tu vida puede cambiar en un instate. Nunca sabremos a qué estamos expuestos, y sobre todo, a lo que podemos enfrentarnos en la vida con las distintas situaciones que la misma nos presenta en el camino.

Yo, Alysha Nerea, estaba pasando por esos momentos de cambios que llamábamos: "Pruebas que nos daba la vida". Es decir, como estudiante, había tenido que probar mi capacidad para trabajar en lo que me había preparado con tanto esfuerzo. Y eso estaba bien, sinceramente.

Sin embargo, tener que probar mi capacidad para amar, no era algo que estuviera en mis planes. Tampoco fue algo que me planteé mentalmente. Pero aquí estoy, sentada junto a mi escritorio en horas de la madrugada, leyendo e informándome mucho más a fondo sobre los trastornos y desviaciones del hombre que amo sin medidas ni limites.

"Mierda, ¿sin medidas ni límites? ¿Realmente, esas palabras combinan con mi situación actual en cuánto a él?"

Cerré mi ordenador portátil y me recosté sobre la acojinada silla de mi escritorio al perder mis dedos en mi cabello. No era que sintiera algún tipo de jaqueca por la desvelada noche que estaba teniendo, sino que mi mente era un manojo de pensamientos analíticos y no analíticos.

«¿Cómo podría plantearme el pensar objetivamente e inteligentemente, cuando estaba en juego la persona que amaba y deseaba con toda mi alma?».

Sé que una mujer inteligente no pensaría tanto en esto y simplemente le diría que no a los caprichos de sus jodidos trastornos, pero él había sido inteligente al permitirme probar lo que era estar con él íntimamente. Y eso, hacía que yo misma me permitiera analizar y pensar las cosas en cuanto a lo nuestro.

Adrián era brillante en demasiados ámbitos y no me cabía la menor duda de eso, pero yo también me planteaba el poder demostrarle que igualmente yo tenía mucho para dar y no sólo en la medicina, sino en lo nuestro. Así como él lograba que yo me pensara las cosas entre nosotros, yo también quería revolotear en su cabeza y entrometerme entre sus trastornos.

Lo único que deseaba en el momento era poder comprenderlo, quererlo, amarlo y demostrarle sin palabras que sí merecía ser amado. Toda esta situación me dolía mucho, pero más me estaba doliendo tener que pensar que no podría tenerlo.

Aunque el cansancio ya me estaba invadiendo, eso no me detuvo para seguir leyendo la información que había imprimido. No lo niego, había encontrado suficiente información para comprender más de estos temas que, ciertamente, hasta hace muy poco desconocía. Marqué lo que pensé que sería de ayuda, y lo que creía que debería darle más importancia.

Una vez que preparé la información que había obtenido para ser leída con calma, me recosté en mi cama. Aún la música que había puesto en un bajo volumen suena de fondo. En estos momentos de tanta tensión y curiosidad, era lo que me relajaba. Comencé a leer las partes que había marcado como importantes, para darle más énfasis.

Curiosamente, los temas comenzaron a importarme mucho más por el complejo hecho de que intentaría comprender a Adrián.

Teníamos ciertas situaciones que asumir y mucho que discutir. Por lo dispuesto e interesado que se mostraba, podía pensar que, posiblemente, lo que fuese que él y yo teníamos le importaba. Al menos eso me alentaba a seguir adelante con esta locura.

🔹

Al día siguiente, todo había transcurrido normal en cuanto a las nuevas rondas. No obstante, uno de los residentes que había sido enviado por el director del departamento de cirugía general, nos explicaba y mostraba diferentes casos clínicos que se habían presentado en el área. Nos habían hecho preguntas individuales y generales de cómo procederíamos en algunos casos.

Sin embargo, estar de rondas en el área de cirugía podía desvanecer por un rato mis pensamientos sobre Adrián. Aunque me cueste y detesto admitirlo, ya lo echaba de menos. Para acabar de completar, parte de mi desanimado estado de ánimo, se debe a que en el fondo quería ver al ojiverde en acción en su área de trabajo.

—Mi reina, ¿qué te sucede hoy? —Kenneth me preguntó mientras presionaba el botón de uno de los ascensores que nos llevaría hacia el piso de los internos—. ¡Por favor, mujer! ¡Cambia esa expresión de muerta viva! ¡Parece cómo si no hubieras dormido toda la noche!

Suspiré rendida por sus típicos comentarios parlanchines. Entré con él al ascensor y bostecé sin ningún remordimiento.

— Puede que haya dormido pocas horas. — Asiento levemente, despreocupada de la forma tan curiosa en la que me observa.

—¡Lo que deberías hacer es saltar en una jodida pierna con tu cambio de rondas! ¿¡Es que no te das cuenta!? —juntó sus manos con emoción, aunque inútilmente intentaba contener todo el aire—. Yo en tu lugar estaría gritando como una jodida cabra loca al saber que el príncipe del bisturí podrá estar tan cerquita de ti.

Puse los ojos en blanco y negué con la cabeza al mostrar una vaga sonrisa.

—¿Podemos cambiar de tema?

— Cariño, pero si no hemos hablado de esto hace un tiempo. — Pone ambas manos en sus caderas al enarcar sus cejas con interés. — Creo que merezco detalles. Me he portado muy bien, y he sido discreto para no preguntarte.

—Uf, lo sé, pero es que... —achiqué los ojos, pensativa.

—¿Qué? —insistió.

—A mí me...

—Continúa —cruzó sus brazos con una sonrisa pícara.

—Me gusta.

—Evidente, cariño.

—Me gusta muchísimo —acepté al soltar el aire que contenía, aunque no me había dado cuenta antes.

—En este hospital, ¿a quién no le gusta "muchísimo" ese bombón? —puso los ojos en blanco y sonrió con naturalidad—. No entiendo esa actitud tan frustrada. Además, prácticamente, cuando ese bombón te ve, su mirada cambia totalmente —suspiró con ensoñación, como si imaginara el momento.

—Kenneth.

— Espera, sólo... déjame imaginarlo un poco más, niña testaruda. — El ascensor estaba a punto de llegar al piso de los internos, pero ya que habíamos seguido con el tema, no aguantaba más y necesitaba decirle a alguien.

— Lo amo. — Le confesé sin más, esperando que reaccionara. — Me enamoré de él profundamente, y lo amo... — La expresión de Kenneth cambió. Sé que no se esperaba una confesión así. En su rostro podía verlo reflejado, ya que, aunque no eran las mismas expresiones, aún se notaba conmocionado, y sé que no sabía que decir en el momento. Pero entonces, sin yo esperarlo, él soltó un grito ahogado y colocó ambas manos en su rostro, cubriendo su boca y mirándome como si yo fuera una loca. — ¿Qué? ¿Por qué me miras cómo si fuera la cosa más idiota que estoy cometiendo? — Mi sonrisa era intranquila.

—Porque quizá es la cosa más idiota que estás cometiendo, pero... —detuvo sus palabras y luego abrió la boca impresionado, colocando una de sus manos sobre su pecho—. ¿¡Te acostaste con él!?

—Pensé que lo asumías.

— Qué lo aceptes en mis narices es distinto. — Me dice conmocionado. — ¡Por Dios, Nere! ¡Estás teniendo sexo con ese exquisito postre de limón!

—¿¡Qué!? —le hice señas con mis manos para que bajara la voz—. Por favor, ya que aún no te crees que una simple interna como yo se haya acostado con el próximo director del departamento de cirugía general, sólo te pido que si vas a disfrutar la información, lo hagas para tus emociones interiores.

— ¡Ay, por favor, reina! ¡No es qué no me lo crea! ¡Eres una mujer muy bella, y en varias ocasiones te he dicho que tienes un culo sexy para los gustos heteros! ¡Es mera emoción, coño! ¡No puedo imaginar en qué lugares lo han hecho y... — Miró a su alrededor. Ahora se estaba divirtiendo con su extrema curiosidad, pero yo sabía lo que estaba pensando en este momento.

— No, Kenneth. — Me apresuré a decirle. — La verdad es que no hemos llegado a ese nivel de hacerlo en el ascensor. — Mi amigo sonrió con una extrema emoción que se reflejaba en su rostro. — Aún, quiero decir...

—¿Quieres "decir"? ¿A qué te refieres, nena?

—Bueno —rasqué mi cabeza levemente—, la última vez que estuvimos en este ascensor, nos besamos con tanta necesidad que, por un momento, nos habíamos olvidado de que estábamos aquí.

Kenneth negó con la cabeza, como si lo hubiera traicionado por no contarle ciertas cosas antes.

— ¡No puedo creerlo! ¡Tú viviendo al máximo y yo desinformado! — Hace un pequeño drama con sus movimientos particulares. Entonces, se acerca un poco para hablarme en voz baja. — Cuéntame, ¿es enorme?

Me ruboricé por completo, pero el ascensor en ese momento abre sus puertas. Damián entra junto a Lily, pero aunque me disgusta verla cerca de él por mi amiga, mi rubor bloqueaba todas las acciones de mi sistema. Kenneth carraspeó y también se ruborizó al ver la arrogante cara de Damián.

— Nere... — Damián suaviza su expresión al verme. Achica sus ojos al ver que comencé a abanicarme con mi pequeña mano. — ¿Qué te sucede? ¿Te sientes mal? — Me pregunta con preocupación. Muerdo mi labio inferior, conteniendo el rubor y mis pensamientos.

— Yo... Estoy bien. Sólo necesito comer algo... — Le dije con una sonrisa, mientras mi rubor empeoraba. Kenneth abrió la boca, a punto de estallar en carcajadas. — Digo... — Carraspeo nerviosa. — Tengo hambre. — Vuelvo a corregir. — Es decir... ¡Voy para la cafetería!

— Sí, hacia allá vamos, Doctor Del Valle. Lo que pasa es que bajamos a buscar nuestras cosas, pero iremos por unos ricos postres de limón. — Kenneth tira de mi mano y salimos con prisa del ascensor. Damián parecía perdido con lo que Kenneth y yo le estábamos diciendo.

—Eh, sí, claro... —reflexionó su respuesta—. Come entonces —las dudas se acentuaban en sus expresiones mientras el ascensor cerraba las puertas en sus narices y en las nuestras.

Por unos segundos, Kenneth y yo nos quedamos viendo el frío ascensor, pero luego él estalló en carcajadas y yo me reí por la metida de pata que apenas arreglé inútilmente.

Mi amigo posó su brazo sobre mis hombros y comenzamos a caminar por el pasillo con una sonrisa.

—Ven, nena. Busquemos nuestras cosas. Yo invito el postre de limón.

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