Capítulo 76 | Parte 2.

Capítulo 76.

Sabía que a Adrián no le gustaba para nada que le recalcaran detalles, pero su respeto hacia el Doctor Jaime Bachelées era sumamente evidente.

— Volviendo al tema con la señorita Doménech... — Se gira un poco hacia mi dirección al darle un sorbo a su café. — ¿Cómo se siente haber aplicado al Puerto Rico General Hospital y ser ahora mismo una de las estudiantes escogidas?

— Pues... — Carraspeo. — Ha sido muy satisfactorio para mí, Doctor Bachelées. Y más cuándo lo he logrado por mis propios méritos. — Asiento entre dientes. — Es cierto que no tengo una mente prodigiosa, pero la que tengo me ha bastado para saber luchar arduamente.

Percibo que Adrián bufa y recuesta su espalda sobre el respaldar de su asiento, recibiendo cada indirecta con impotencia.

— ¿Sabe? Me alegra descubrir en persona que es justamente así como me la describieron, una joven con espíritu. — El elegante y canoso señor achica sus ojos con gestos comprensivos. — He escuchado que ha trabajado con eficiencia en casos clínicos en diferentes áreas, de su inteligencia y su entrega para sus clases. Inclusive, los dirigentes han aportado buenos comentarios. — Sonríe al darle un sorbo a su taza de café. — No podía desaprovechar ésta oportunidad para conocerla después de haberla encontrado.

— Para mí también es un honor conocer a la primera figura de éste hospital, Doctor Bachelées. — Le doy un sorbo a mí café al enarcar las cejas. — Es decir, había conocido a la segunda más importante, pero es impresionante saber que la primera es muy humilde y trasmite comprensión hacia los que venimos de abajo.

— Aunque no lo crea, señorita Doménech... — Adrián me interrumpe elegantemente, frunciendo el ceño. — Los de arriba comprendemos las necesidades de los de abajo. Lo que sucede es que a veces algunos ven lo que quieren. — Su voz ronca y aterciopelada era pausada, o al menos, eso intentaba.

— Es bueno que mencione eso de que: "A veces algunos ven lo que quieren." —  Lo miro a los ojos por leves instantes, pero él vuelve a recomponer su postura al colocar sus manos sobre el escritorio, esperando mi próximo ataque. — Es justamente lo que a veces sucede aquí, ¿no? Se dejan llevar por rumores de pasillos, chismes que llegan de la nada y... ¡Puf! Cualquier persona aquí podría ser capaz de creer lo que especulen si no está capacitado para tomar las situaciones con calma.

— Y sin contar las personas con ciertos despistes. — Remarca el ojiverde. — De esas personas tampoco nos podemos olvidar. — Enarca las cejas con una maldita sonrisa calculadora. — Pero de esas me he encargado bastante. He aprendido a lidiar con ellas...

— Vaya... Ambos saben cómo funciona cada personal de aquí. Definitivamente, ustedes podrían llevarse muy bien. — El Doctor Jaime Bachelées está muy encantando. — ¿Por cuál especialidad opta para su residencia? — Pregunta muy interesado.

— Cirugía general. — Adrián y yo lo afirmamos a la vez con cierta pizca de enojo.

El Doctor Jaime Bachelées nos mira con satisfacción al asentir.

— Eso es excelente, señorita Doménech. — Su halago es muy sincero. — La realidad del asunto es que necesitamos médicos de muchas especialidades, y los cirujanos no son la excepción. Los que habemos, ya estamos por retirarnos o son muy pocos si tienen sub-especialidades.

— Gracias por creer que yo podría tener esa posiblidad.

— Y por esa determinación que noto a leguas, estoy seguro que alcanzará lo deseado. — Su postura segura y familiar se muestra más firme. — Qué por cierto, no importa quién en ese momento sea responsable de su carrera médica, si Adrián Wayne o yo. De todas formas, estoy seguro que mi muchacho y yo estaremos orgullosos y satisfechos de verla llegar a la cima.

— Eso de que podría verla llegar a la cima suena bien. — El ojiverde murmura en un doble sentido que sólo yo entiendo.

Me ahogo con el sorbo de café, y toso un poco por la impresión y la molestia.

— Quiero decir, que sería muy gratificante ver a uno de mis estudiantes progresar. — Arregla su elogio de manera muy natural. — Saber con certeza que aquí podemos ofrecerle todo lo que necesita, me llena de suma satisfacción...

— ¿Ve, joven? — El dueño del hospital me sonríe muy encantado. — Ya le dije que mi muchacho no es tan malo como cree.

Ujum... — Asiento si palabras al calmar mi tos.

— Lo que sucede es que ella no me conoce bien, Jaime. — Sonríe muy angelical. — Tal vez creyó que yo era una persona desmedida y demandante. Quizá pensó que yo era un ser gruñón. Es normal que esas cosas ocurran...

— ¿Cómo cree, Doctor Wayne? — Le sigo el irónico juego. — Realmente, a usted se le nota por encima de su intachable imagen que es una persona dulce y comprensiva.

Frunce el ceño con fastidio.

— Tal vez no se equivoque. — Espeta, como si hablara con sinceridad. — Tal vez eso sea más cierto de lo que se especule. La medicina y mis pacientes lo son todo para mí.

Al ver que realmente se estaba alterando en un momento inoportuno, decido detenerme.

Sin embargo, el dueño del hospital no hacía otra cosa que observarnos con diversión y una extraña picardía en sus ojos.

Un teléfono comenzó a sonar. De manera inmediata, Adrián y yo observamos que el Doctor Jaime Bachelées saca el artefacto. Eleva el dedo índice para que continuemos una charla que el cree competitiva.

— Es mi esposa... — Vocifera en un susurro discreto.

Cuando sale de la oficina para hablar con más privacidad, Adrián se acerca hacia mí con el ceño fruncido y pronunciado. Al ver que de momento estábamos seguros, sujeta mi brazo y me acerca a su cuerpo.

—¿Ya estás contenta, maldita sea?

— Tanto como para decirte lo que te mereces, no. Pero tranquilo. Tampoco soy tan despistada para no darme cuenta que en éste lugar eres más importante de lo que me había creído. — Me zafo con fastidio de su suave agarre.

Sus ojos claros estaban muy atentos y llamativos.

— No es seguro. — Afirma, refiriéndose a la posibilidad de ser el dueño definitivo del hospital en un futuro.

— Contigo nada es seguro. — Me cruzo de brazos e intento darle la espalda.

Sin embargo, me hace girar sobre mis pies y me hace encararlo.

— ¿A qué te refieres? — Susurra.

— Qué entiendo perfectamente que nada es seguro contigo. Siendo el manipulador que eres, nada me extraña. Y menos que al final seas el responsable de mi carrera médica.

— Lo último que haría sería entrometerme en eso. Soy un hijo de puta, pero tampoco sería capaz de meterme con tus sueños. ¿Estás loca?

— No me toques. — Vuelvo a zafarme de su agarre. — Me echaste de aquí sin remordimiento, sabiendo todo lo que hemos pasado. Sabiendo lo que siento por ti.

— No te eché. — Murmura entre dientes. — Sabía que el Doctor Bachelées vendría en cualquier momento. ¿Qué quieres? ¿Qué nos vea discutir y entre en conjeturas que sí son ciertas?

— No te preocupes. No tienes que pensar que haré cualquier estupidez para joder tu carrera. Tampoco tienes que avergonzarte por haberte metido con una interna, Doctor Wayne Milán. Sé dónde están los límites. Términos que tú, al parece, desconoces.

— Calla... Calla esa lengua viperina. Me estás volviendo loco con cada indirecta que has hecho y haces. — Murmura entre dientes. — Eso no es cierto. No me avergüenzo de esa situación. Acostarme contigo es mi maldita debilidad y la sensación más hermosa que siento, así que te prohibido que me ofendas con eso. — Me reta con su claros ojos. — También sé con certeza que no serías capaz de joder mi carrera. ¿Sabes por qué? Porque yo también cuidaría la tuya sin importar nuestras malditas situaciones. — Se aleja de mí. Con impotencia, regresando a su posición como director de cirugía.

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