Capítulo 67 | Parte 2.

Capítulo 67. 

(Adrián)

Despierto vagamente al escuchar mi teléfono sonar. Me remuevo de forma tediosa y con mucho cuidado. No quiero despertar a mi jovencita. Sabía que todavía era demasiado temprano, así que decido dejarla dormir un poco más mientras estiro mi brazo al intentar sujetar el teléfono con fastidio.

Respondo sin tan siquiera ver quién es mientras paso mi mano desocupada por mi alborotado pelo.

— ¿Sí? — Mi voz suena soñolienta.

— Doctor Wayne. — Garret responde al instante con cierta discreción. — Lamento interrumpir su ilegal y pervertida velada, pero tenemos un pequeño problema. — Me informaba mientras lo canturreaba con diversión.

— ¿Qué pasa, Garret? — Vocifero al poner los ojos en blanco y rodear la desnuda espalda de mi niña.

— Ah, no... A mí no me venga a refunfuñar, guapo. — No solamente escucho su voz por el auricular, sino que escucho los ecos tras la puerta del cuarto de descanso. — Y le recordaré la razón por la cuál no puede refunfuñar. — Recalcó eficientemente. — Escogió una profesión dónde las personas estarán tras ese culo lindo que tiene todo el tiempo, o al menos la mayoría del mismo. ¿Qué esperaba?

— No tengo que atender casos hasta el sábado si no quiero.

— Pues... Querrá atender éste. Tenemos un caso de vida o muerte.

— Un segundo. — Coloco el teléfono sobre la mesita con cierta prisa e intento apartarme de Alysha.

Presiona sus ojos y me fastidia no lograr que descanse un poco más como se merece.

— Andy... — Balbucea cuando le doy un rápido beso en los labios.

— Tranquila, mi niña hermosa... — Cuando logro salir del mueble, la acobijo. — Quiero que descanses un poco más. ¿Sí?

Achica sus cansados ojos con extrañeza mientras le ordeno. Entiendo sus dudas al instante y decido explicarle brevemente.

— Garret me necesita. Parece que hay un caso grave. Intentaré solucionarlo y regresaré lo antes posible. ¿De acuerdo? — Acaricio su pelo y su frente. Me abruma separar mi piel de la suya.

Me hace pucheros y soy capaz de derretirme totalmente por esa boquita. Logra que vuelva a darle otro beso.

— Así es ésta vida. — Dejo mi nariz por unos segundos sobre la suya, sintiendo como me cuesta dejarla.

"Esto que siento es más grave de lo que pensé." Analizo en mi cabeza por algunos instantes todas las emociones que continúan apoderándose de mí.

— Eres el Doctor Wayne. Seguramente, lo resolverás como siempre.

— Eso espero. — Le guiño el ojo.

Agarro uno de los cojines del mueble al recomponer mi desnuda postura. Si pudiera maldecir en voz alta lo haría. Es tan hermosa y dulce que cada milímetro me pesa al apartarme.

Me dirijo hacia la puerta del cuarto de descanso mientras murmuro fastidiado. Al abrir la puerta con el cojín sobre mi entrepierna, mi mano derecha; la enfermera Garret, enarca las cejas.

Sin embargo, no le sorprendía para nada mi descaro, sino el hecho de que aún estuviera con una mujer aquí, cuando yo nunca mezclaba el trabajo con el sexo. Ni siquiera con Bárbara.

Cuando la dejo pasar, me entrega mi negro uniforme quirúrgico con diversión. Alysha se cubre con cierta timidez mientras noto como se ruboriza.

"Oh, sí... Eres toda mía y me agrada saber que otra persona percibe de quién eres." Disfruto y saboreo la situación mentalmente.

— Hola... — Es lo único que logra decirle a mi mano derecha, quién le sorprende cada vez más mis acciones con ésta niña.

"Y debo admitir que a mí también me sorprenden todas las mierdas y cursilerías que estoy haciendo por ella."

Garret le guiña el ojo en señal de complicidad. Estaba seguro que me tiraría a los leones por ella, lo cuál me alegra bastante. Podía tenerla más vigilada si se lo pedía.

— Vista ese blanquito culo profesionalmente. Lo esperan en la sala de operaciones. Un residente no tiene los huevos suficientes para intervenir quirúrgicamente entre los vasos sanguíneos de la zona hepática.

Agh... No puedo creerlo. ¿Cuándo carajo estos residentes aprenderán? — Pongo los ojos en blanco mientras me giro sin ningún tipo de preocupación. Busco mi teléfono personal en la mesita y luego el del hospital entre las piezas de ropa. Se los entrego de inmediato. — Póngalos a cargar. Y cuando se desocupe de éste caso, encarguese de éste cuarto de descanso, verifique los e-mails, y los días de consultas de la próxima semana.

— Eso haré, Doctor. — Asiente con más seriedad y sale del cuarto de descanso de inmediato, dejándonos en la privacidad de antes al cerrar la puerta.

Alysha se remueve cómodamente mientras me observa con sus dulces ojos expresivos y agotados.

— Quiero más de eso... — Me provoca al sonreír de oreja a oreja.

"Claro que quieres más de esto, bebé. Y me llena el ego que así sea, porque eres toda mía."

— Y yo quiero más de lo tuyo. ¿Qué puedo decir? — Enarco las cejas al ponerme el uniforme con prisa. — Ahora duerme. — Zanjo. — No me disgustes. Quiero que descanses.

Bah... — Se gira, cambiando de posición y dándome la espalda. — Ya basta... — Se acobija con más ímpetu y me relajo al instante.

— No me refunfuñes. — Repito las palabras de Garret, y me veo mentalmente como un imbécil.

Vuelvo suspirar exasperado e ignoro mi comportamiento, y el de mi jovencita también. Quiero dejar esas nalgas descansar de mis manos.

Camino hacia su dirección y beso su mejilla mientras ella volvía a recuperar el sueño.

Me dirijo hacia el cuarto de baño. Me lavo las manos y cepillo mis dientes. Luego, me echo un poco de agua en la cara al mirarme en el espejo. A pesar de la larga noche, mis ojos deslumbran energías.

"Todo es efecto de mi jovencita." Pienso al negar y sonreír mientras seco mi cara con rapidez.

Una vez que salgo del cuarto de baño, veo como mi niña duerme tranquilamente, así que decido seguir mi paso con el deber que tanto amo, sólo que me pesaba hacerlo en momentos como éste, cuando tenía en mi mundo y en mi territorio a la persona que más amaba con locura.

Al dirigirme hacia la oficina de guardia, busco en uno de los cajones de mi escritorio mi negro estetoscopio Littmann, colocándolo sobre mi cuello.

La enfermera Garret entra de inmediato a la oficina de guardia, mirándome con una familiar picardía.

— Ésta mañana se ve muy... bien. — Comenta, bromeando con sus particulares indiscreciones.

— Me siento muy bien. — Asiento como un niño bien portado, pero ella frunce el ceño al caminar hacia mí con un vaso de café como de costumbre.

Busco una libreta de cheques en el mismo lugar y saco uno, firmándolo al instante y entregándoselo sin rechistar.

— Y no me imagino el por qué. — Me entrega el café recién hecho. Justo como me gusta tomarlo, más leche que café con cuatro de azúcar.

"Una de las cosas que tengo en común con mi jovencita. Me pregunto si se habrá dado cuenta..."

— Gracias. — Le agradezco con cierta timidez por haber preparado el cuarto de descanso. — ¿Qué sería de mi cargada y agendada vida sin ti? — Le doy un sorbo rápido a mi vaso de café.

— Aún me sigo haciendo la misma pregunta, joven Wayne.

— Garret, ¿podrías dejar de llamarme así? — Inquiero al poner los ojos en blanco mientras ella saca de uno de los bolsillos de su uniforme un par de guantes elásticos.

— Eso quisiera, pero no pasa ni de los treinta y cinco años.

— ¿Y qué demonios tiene que ver el tema de la edad? Muy pronto cumpliré los treinta y dos años.

— Ley moral de jefe-empleado, joven Wayne. — Coloca mis guantes elásticos en el bolsillo que se encuentra entre mi pecho y mi brazo con suma familiaridad. Luego, niega con cierto orgullo. — Lo sé... Lo siento... Es que... eres como el hijo que una vez perdí. — Posa su mano sobre mi rostro de manera maternal, lo cuál me hace sentir una extraña sensación de vacío. — Hoy tendría tu misma edad.

— Garret... — La abrazo calidamente, con un respeto absoluto y lleno de admiración. — No sé cómo se siente una pérdida de tal magnitud, pero entiendo perfectamente el vacío que puede sentirse por la falta de una persona que no está presente.

Ella me devuelve el abrazo con cariño y me mira directamente.

— ¿Se lo has dicho a ella? — Pregunta, refiriéndose a mi cumpleaños número treinta y dos. La enfermera Garret ya me conoce bastante bien en cuánto a mis acciones.

— No.

— ¿Y eso? ¿Por qué no? Estoy segura que querrá saberlo. — Insiste.

— Por varias razones, Garret. — Esquivo su mirada y soy el primero en salir de la oficina de guardia. Ella me sigue de inmediato. — Es una despistada total, así que dudo mucho que le interese eso. Ni siquiera sabe que tendré un año más de vida precisamente en la misma fecha que su hermano. — Espeto con timidez. — Sin mencionar que ella está enfuscada con lo del cumpleaños de su hermano, el cuál es mañana. Tiene prioridades más importantes en qué pensar que una simple celebración para mí, cuando se trata de mi llegada al mundo.

Preferí no decirle nada a Alysha ni darle mucha importancia al asunto. De todas formas, dudo mucho que a ella le interese una patética celebración que se torna hipócrita con el supuesto buen deseo de gente que al otro día se olvidan de tu existencia. No me interesa celebrar mi llegada al mundo.

La enfermera Garret me quita mi vaso de café medio lleno y le da un sorbo con cierto recelo.

— Qué ridiculeces dices, Wayne. — Espeta, logrando que yo suspire exasperado. — Esa niña está que se muere por cada hueso y articulación que corroe por tu cuerpo. ¿En qué cabeza cabe que no le interese celebrar la llegada al mundo de una persona como tú que salva vidas constantemente? — Tira el vaso al primer bote de basura que nos encontramos de camino a la sala de operaciones. — Eres increíblemente brillante e inteligente. No lo dudo. Pero el amor te tiene apendejado e idiota.

— Yo no estoy... — Frunzo el ceño al darme cuenta que negarlo ya me estaba doliendo. — Carajo... — Vociferé.

— Tú... ¿Qué? — Mi mano derecha suelta unas carcajadas que me fastidian. — ¿Qué es exactamente eso que intentas de reiterar?

— Te despediré. — La amenazo entre dientes al darme cuenta que estábamos a punto de cruzar hacia el pasillo que nos llevaría a la sala de operaciones. — En serio que ésta vez lo haré.

— Hágalo. — Me apuñala. — Hágalo y verá como la ineficiente de Bosch podrá mantener su vida agendada y organizada.

— Gracias por recordarme porqué no puedo despedirte. — Cruzamos las anchas puertas de la sala de operaciones mientras siento como me robo las miradas de muchos. Me fastidia éste tipo de numeritos.

— De nada. — Me entrega una mascarilla desechable.

*****

Ayudar y dirigir a uno de los residentes en el caso clínico de vida o muerte había sido exitoso. Gracias a mis instrucciones y mi intervención logramos salvar la primera vida del día.

La realidad es que desde que tenía veintiocho años, había perdido la cuenta de cuántas veces he intervenido para salvar una vida. De todas formas, hacerlo, era una gran satisfacción que me llenaba. En una línea muy similar, podría decir que entre Alysha y la medicina, sentía que podía comerme el mundo.

Con cada vida que salvo y cada sanación que me responsabiliza, me hace sentir que le compensaba a la vida el error que yo había cometido, el cuál era haber nacido. Si soy un error, al menos quiero ser responsable de mis actos devolviéndole la felicidad a muchas familias.

Al dirigirme hacia la oficina de guardia, mis ansias aumentan por volver a ver a mi niña. Sólo han pasado un par de horas y ya me estoy volviendo malditamente loco por tocarla.

Cuando entro a la oficina, cierro la puerta con el pestillo, con la intención de que no volvieran a interrumpirme. Y ahora con más razón que muchos saben que ya estoy de regreso en el hospital.

Me quito la camisa del negro uniforme y me alboroto el pelo más de lo que está mientras estiro un poco mis tensos músculos.

Al escuchar uno de los teléfonos sonar me acerco. Garret los había dejado cargando sobre el escritorio. Me doy cuenta que son los insistentes mensajes de texto del número desconocido, así que decido abrir la bandeja de mensajes para borrarlos sin ningún tipo de interés.

Sin embargo, unas imágenes llaman mi total atención. Siento como mi cuerpo y mi mente emiten una extrema alerta. Repentinamente, mi buen humor se viene abajo, cayendo en picada.

— ¿Qué carajo es esto? — Presiono mis dientes y frunzo el ceño mientras siento como mi oscuro ángel se apodera negativamente de mí.

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