Capítulo 64 | Parte 2.
Capítulo 64.
—¿Estás bien? — Me pregunta en un susurro con cierto nerviosismo, mirándome detenidamente. Sé que no quiere que me cohiba ahora que estábamos abriéndonos de forma espontánea.
— Sí, sí... — Me ruborizo y bajo la cabeza cuando veo que sus ojos están buscando más que palabras, una respuesta clara y concisa.
— Me complace ver lo mucho que te gusto. — Eleva mi cabeza al posar su dedo pulgar en mi barbilla. Me sonríe dulcemente, de manera atrevida. — Jamás me podrías ocultar lo vulnerable que te hago sentir. Estás tan enamorada de mí que no puedes evitarlo.
Aún con su insistente agarre bajo mi barbilla, soy capaz de esquivar su mirada al tragar saliva. Sin embargo, él acerca su boca a la mía.
— ¿Sabes lo que llevo esperando desde que ésta noche logré traerte al hospital? — Me susurra con deseo y frenesí, causando que su ronca, dulce, y aterciopelada voz, fuera más sensual para mis sentidos auditivos.
— ¿Qué? — Suspiro sobre su boca con la voz entrecortada, sin mirarlo a los ojos.
— Estoy esperando que me digas lo que quiero escuchar. — Zanja. — Sabes lo que quiero oír. — Me arrincona con posesividad contra la pared posterior del cuarto de descanso, justo dónde se encontraba la ventana que yacía cerrada.
— Mmm... Yo... — Mi pecho sube y baja con rudeza, porque estaba manipulándome a su gusto. Me tenía totalmente en su territorio, controlando la situación.
— ¿Quieres ser abierta conmigo o prefieres que yo te deje abierta? — Roza su nariz sobre mi mejilla de manera febril y descarada, presionando sus labios. — ¿Por cuál prefieres comenzar primero?
— Andy...
Ríe dulcemente sobre mi mejilla, con la única intención de que yo no recupere el aliento ni la poca cordura que aún permanecía en mí.
— Quizá prefieras realizar ambas cosas...
— Wayne, yo...
— Tú me amas, carajo. — Sujeta mi quijada con firmeza, fijando sus ojos verdes sobre los míos café, retándome y alzando la mirada sobre mi presencia. — Si tengo que hacerte venir una y otra vez, jodiéndote hasta el desmayo, lo haré. Con el único propósito de que me digas lo que es evidente, las palabras que son mías convertidas en hechos. — Aún sujetada por él mientras mantenía mi barbilla presionada, me impresionaba su extremo juego psicológico. — Tu sentir y tus sentimientos son jodidamente míos.
Me besa con pasión y frenesí, saboreando mis labios con encanto, degustando a su antojo mi boca con sabor a vino, adueñándose de mi aliento entrecortado y mis suspiros, anhelando su ser tan único y complejo.
— Y te lo voy a comprobar. — Espeta sobre mi boca al acariciar y presionar mis pechos con descaro, en movimientos lentos y circulares.
Gimo sobre nuestros ardientes vaivenes de besos, dejándome dominar por sus perversas y apasionadas acciones tan adictivas.
Adrián se agacha un poco, besando la entrada de mis pechos con alevosía mientras sus expertas manos de dedos largos bajan mi sujetador de encaje con lentitud, causando que mis pechos se realcen al igual que mis pezones endurecidos, los cuáles besa y chupa al gruñir de gusto, tirando de ellos con sus dientes.
Su acción sobre mis pechos comienza a enloquecerme de excitación, causando que gima con insistencia y me arquee sobre la pared. Su boca reina de forma voraz sobre mi sensible piel.
Los lacios mechones de su frente me causan cosquillas gratificante sobre mi cuello y mi pecho. Podía sentir cómo él percibía los insistentes latidos de mi corazón.
— ¿Me quieres? — Sus labios se detienen sobre uno de mis pezones, tirando del mismo con su boca, mirándome a los ojos desde su posición con un verde tan cándido lleno de lujuria.
Sin poder evitar tanta impresión y locura, cierro mis ojos al presionarlos con una dolorosa y dulce frustración de deseo, enredando los dedos de mi mano derecha en su lacio cabello. Quiero que continúe.
— Por favor, no pares... — Gimo quejumbrosa al presionar su cabeza con más frenesí sobre mis pechos.
Sin embargo, con mi mano desocupada, busco desesperadamente un soporte sobre la cerrada ventana, arqueándome sobre la pared con la intención de continuar recibiendo placer por parte de él.
— Te hice una pregunta. — Me advierte en un susurro. — ¿Quieres disgustarme? — Sus palabras continúan con la intención de manipularme a su antojo.
— Te quiero, te quiero... — Coloco ambas manos sobre su cabeza y sujeto su cabello con desesperación.
Recompone su alta postura al besar mi boca y morder mi labio inferior, cubriéndome y arrinconándome totalmente.
— Así de obediente me gusta que comiences, pero... — Me hace girar sobre mis pies repentinamente. Siento su insistente erección sobre mis nalgas. — ¿Sabes? Para mí nunca es suficiente. — Me presiona contra el bulto de su entrepierna mientras asoma sus presionados labios a mi mejilla. — Vamos a divertirnos un poco con tu lengua viperina... — Me susurra amenazante mientras siento que se quita la chaqueta de su traje azul marino.
Lo miro de reojo con el corazón a mil por hora, porque nunca sé la acción que tomará en cuánto a mi placer. Me relamo tímidamente, dejando que él tomara la iniciativa sobre mí.
— Hoy tengo mucho que darte... — Me sonríe maliciosamente mientras presiona mi espalda, haciendo que mi parte anterior se presione contra la pared.
Gimo por la impresión que me causa su firme acción. Un leve ruido me avisa que bajaba la cremallera de su pantalón.
Cuando me iba a girar para observar lo que presentía, vuelve a presionarme contra la pared y coloca su pierna derecha entremedio de las mías, separándolas al instante.
— Ansiosa como siempre, jovencita... — Rueda mi tanga de encaje al morder mi hombro con frenesí, dirigiéndose a mi cuello y repitiendo la misma acción, causando que mi enfurecida excitación se elevara aún más con los insistentes escalofríos que me causaba gracias a sus acciones.
Gruñe por lo bajo al presionar su miembro sobre mi húmedo sexo desde mi parte posterior.
— Quiero jugar contigo un poco... — Gime con encanto al introducirse por completo con facilidad, gracias a la humedad de mi sexo. — Quiero fastidiarte mentalmente... — Ambos nos tensamos al instante por el contacto anhelado.
— Oh, por Dios... — Me arqueo como puedo sobre la pared. — Sí, por favor, más... — Suelto atropelladas palabras.
Sin embargo, comienza a mover sus caderas lentamente, con un placer agónico y lacónico. El hecho de que él me tenga vulnerable desde el ascensor me había vuelto aún más receptiva y más desesperada por tenerlo.
Se queda inmóvil, deleitando la presión que ejerce su duro y grueso miembro sobre mis pliegues.
Con descaro, intento mover mis caderas hacia la dirección contraria, con la intención de atraerlo a los movimientos de placer que llevo esperando desde el jodido ascensor.
Mi Cura Prohibida sonríe sobre mi oreja, excitado, juguetón, y demandante.
— Esto es mío. — Empuja una vez con rudeza. — ¿Estamos?
— Sí... — Casi no puedo articular palabras.
— No me gustan las respuestas inseguras. — Tira de mi cabello y vuelve a empujar sus caderas con rudeza una vez más, dejándome con la sensación a medias. — Lo sabes.
— Sí, tuyo... — Gimo desesperada. — Mierda, sí... Es tuyo, Andy... Por favor...
— ¿Por favor, qué? — Comienza a realizar movimientos circulares, alentadores, y apremiantes.
— Por favor, te necesito... — Chillo quéjica, excitada, y angustiada, con ganas de que me hiciera llegar al orgasmo.
— Pídeme que te lo dé. — Ordena en un ronco susurro glutural. Le estoy afectando. — Pídeme que te lo dé, coño.
— Quiero que me lo des... Andy, por favor... — Me muevo con desesperación y es capaz de azotar mi marcada nalga con fuerza, causando que mi piel arda brutalmente mientras comienza a ejercer penetraciones fuertes, rápidas, y aniquiladoras.
Automáticamente, abro la boca y gimo incoherencias al sentir cómo su duro y firme miembro entraba y salía a su antojo.
— Mmm... Papi... — Rio encantada, embriagada de alcohol y de placer
— Cierra la boca. — Continúa penetrándome fuertemente, él gimiendo en murmullos.
Sujeta mis caderas con más ímpetu, presionando mi piel con frustración y perdición. Automáticamente, me doblo un poco, dándole mejor acceso de nuestro contacto tan íntimo y descarado.
— Dios... — Intenta contener sus gemidos, siendo controlador. — Quiero que te vengas, Aly... — Sus penetraciones no cesan. Sentía como parte de su abdomen chocaba con violencia sobre mis nalgas. — Quiero que te vengas toda, carajo. — Tira de mi cabello fuertemente, aunque diligente. — ¿Sí? — Me fulmina con una excitada mirada muy dominante.
— Sí, sí... — Ahogo mis gemidos ensordecedores. — Sí, Andy...
— Oh, bebé... — Gime abiertamente, perdido, adicto al placer de sus penetraciones, sintiendo la obvia humedad de nuestros sexos.
Suelta una de mis caderas, dirigiendo su mano desocupada hacia mi sexo, tocando mi clítoris. Sus dedos ascendían y descendían, sintiéndolo más hinchado, endurecido, y sensible.
Grito de placer al sentir cómo sus penetraciones iban acompañadas de caricias circulares en el mismo lugar.
— Baja la voz. — Me riñe en un susurro, sin dejar de causarme placer.
De repente, mi vientre se revuelca con un enfurecido embate de excitación. Lo que tanto había estado anhelando iba a llegar. La liberación...
— Adrián, mi amor...
— Lo sé... — Gruñe sensualmente sobre mi hombro, mordiéndolo, con la intención de aguantar sus gemidos que también estaban siendo quéjicos a nivel placentero.
Sabe que estoy a punto de perderme en su dulce juego tan agotador. Sin embargo, logra que vuelva a alcanzar el clímax de manera febril mientras sus estocadas continúan alentando el jodido orgasmo, causando que él saliera de mi interior y derramara el líquido caliente sobre la parte baja de mi espalda.
Respiro agitadamente, intentando recuperar el aliento que necesitaba. Mi cabeza daba vueltas, y el mareo decorado de un éxtasis apremiante no cesaba.
— Je t'aime. — Gruñe en un susurro frustrado sobre mi oreja mientras continúa derramándose sobre mi espalda baja y mis nalgas. — Je t'ai toujours aimé avec ma vie. — Pasea su miembro por la apertura de mis nalgas, rozándolo descaradamente, con la intención de que sintiera el líquido caliente descender.
No estaba segura si él estaba diciendo incoherencias o si estaba hablando nuevamente en otro idioma. Entre el éxtasis y el alcohol, no me dejaba pensar y analizar claramente.
Giro un poco mi rostro y su boca recibe la mía con dulzura, besándome con adoración. Sus labios estaban hinchados al igual que los míos. Disfrutaba la suavidad de su lengua jugando con la mía, absorbiendo su cálido aliento entrecortado.
Desde mi posición, acaricio su cabello en la parte posterior de su cabeza, continuando con nuestro beso, uno que decía mucho sin tener que mediar palabras.
Instintivamente, comienza a desabotonar su blanca camisa de vestir sin apartar su boca de la mía. Sin embargo, interrumpo el contacto de nuestros labios para girarme sobre mis pies y ayudarlo.
Necesito sentir su piel sobre la mía. Necesito que su aroma tan personal se funda en cada rincón de mi cuerpo.
Cuando logra quitarse la fina tela de su duro torso y de sus fibrosos brazos, estampa sus labios contra los míos, comiéndome a besos. Nos peleamos con nuestras ardientes lenguas mientras le ayudo a desabrocharse el pantalón de su traje junto a su bóxer y sus zapatos.
Una vez que está completamente y sensualmente desnudo para mi vista, esconde sus ojos en mi cuello mientras siento un escalofrío que nos invade a ambos. Sus manos se pasean por mis caderas, bajando mi tanga de encaje que desciende sobre mis piernas al instante.
Acaricio su ancha y marcada espalda con suavidad y dulzura mientras desabrocha mi sujetador por completo y cae al suelo junto con las demás piezas de ropa que yacían en el suelo.
Estábamos totalmente expuestos el uno para el otro, nerviosos, deseosos de querernos sin medidas. Al menos, yo lo haría.
Cuando me apoyo de su cuello, arrinconada sobre la pared, él es capaz de sujetar mis caderas y elevarme sin ningún tipo de dificultad, haciendo que colocara las piernas sobre su cintura.
Mientras camina conmigo en brazos hacia el sofá, me besa con vehemencia.
— Aly, quiero más de ti... — Suspira sobre mi boca al mover sus labios sobre los míos. — Lo quiero todo de ti... — Sus hermosos ojos entrecerrados me demuestran la perdición de necesidad tan asombrosa que lo abruma. — Quiero hacerte el amor como jamás se lo he hecho a nadie...
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