Capítulo 63: Final | Parte 1.

Cinnamon Girl - Lana Del Rey ♪

Capítulo 63: Final.

Al parecer, Adrián continuaría sorprendiéndome con la vida que apenas conocía de él. Entrar precisamente por una puerta que también servía como una estantería de libros no era lo que yo imaginaba, pero no era menos precioso que el rústico despacho con biblioteca que destacaba por tener un estilo antigüo, pero exquisito. 

Como Adrián tenía mi mano sujetada, comenzó a guiarme y me adentré con él hacia una habitación escandalosamente lujosa. Era un lugar acogedor, pero con todo lo necesario.

Había una enorme y espaciosa cama vestida con sábanas en tonos marrones, cremas y azules. La base y el cabezal de esta eran acolchados. Frente a la misma, a una distancia considerable, se podía admirar y percibir las ventanas acristaladas que, prácticamente, cubrían toda la pared, lo que hacía el lugar más impresionante por las vistas.

Al acercarme hacia la pared de ventanas acristaladas, observé hacia abajo y pude notar que la calle Ashford Avenue se veía completamente desde mi posición. El cielo lleno de estrellas era un toque mágico para el lugar. Apostaba lo que fuera que admirar el amanecer desde donde estaba podía ser increíble. Al mirar a lo lejos, el horizonte del mar se hizo notar a pesar de la noche.

Adrián estudiaba mis expresiones, pero decidí moverme lentamente, tímida, y como si estuviera perdida. Me crucé de brazos al ver que el lugar no era extremadamente ancho, pero sí tenía longitud, así que decidí caminar y terminar de ver todo el sitio, tratando de entender el por qué él quería que lo viera.

Quedé totalmente escandalizada cuando me dirigí a lo que parecía ser un baño. Al entrar, mi impresión aumentó. Era pequeño, pero extremadamente lujoso. Miré más de lo normal la bañera, la cual era redonda, como si fuera un jacuzzi. Estaba segura de que todo el lugar estaba hecho en mármol, pero lo más que me llamó la atención fue en dónde estaba ubicada la bañera estilo jacuzzi, ya que prácticamente se localizaba frente a un enorme ventanal acristalado. Desde el mismo lugar podías admirar el exterior de la calle Ashford Avenue y algunas áreas de la capital que desde mi posición eran visibles.

—Puedes ver todo lo que quieras, pero desde afuera nadie puede verte —la voz de Adrián me sobresaltó y dejé mis brazos caer.

Estaba apoyado en el marco de la puerta. Su mirada me mostraba curiosidad, ya que esperaba de mi parte algún tipo de reacción.

—Este lugar es impresionante. Más bien, todo el edificio es impresionante. Jamás se me hubiera ocurrido que este lugar estuviera detrás de una estantería llena de libros.

—¿Eso es lo que crees? "¿Impresionante?" —me preguntó con seriedad y con unas dudas que acentuaban su rostro.

—Pues, sí —acepté con sinceridad—. Digo, es hermoso —me giré completamente y me acerqué un poco a él, aunque había un espacio prudente—. Lo que me impresiona es que tengas este lugar escondido, apartado de la gente.

Me escuchaba con atención, mientras percibía misterio en sus ojos claros.

—Lo siento... —me disculpé deliberadamente, porque no quería hacerlo sentir mal—. Es solo que creí haber escuchado hace un rato que tu chófer iría a tu casa y que esperaría allí, porque se localizaba cerca de aquí —toqué mi frente levemente al apartar algunos flequillos—. He sido un manojo de nervios esta noche y creo que...

— Escuchaste y creíste bien. — Me interrumpe. — No vivo en este lugar, pero me quedaba en él... con la persona que aceptaba mis necesidades.

Su confesión volvió a descolocarme. Aunque las preguntas continuaban en mi cabeza, era evidente que a veces me costaba articularlas por la conmoción.

— O sea, que... ¿has traído a más mujeres aquí?

— Sí. — Acepta, pero no parecía agradarle mi obvia expresión de tristeza.

Me giré al darle la espalda nuevamente, mirando el espectacular baño y la vista que ofrecía la acristalada ventana.

— Pero no te he traído aquí para lo que piensas. — Aclara contundentemente. — Creo que hemos hablado de un tema bastante serio para mi en aquel despacho, y entiendo que no era de menos mostrarte este lugar. — Sentí su presencia muy cerca, a centímetros de mi espalda. — El bar sólo era el lugar que frecuentaba para conversar, conocer, y estudiar a la mujer que estuviera dispuesta a aceptar mis propocisiones.

Al dar varios pasos hacia el frente, me giré y lo observé al escrutarlo con la mirada.

—¿Sabían de tus trastornos y parafilias? —le pregunté con extremo interés.

—No, jamás he tenido que dar explicaciones de las situaciones que mis necesidades me impulsan a hacer. Entre mis proposiciones, les hacía entender de una manera sincera y humilde, que si querían estar conmigo, me evitaría cuestiones y relaciones sentimentales.

—Bien... —mi pecho ardió al escuchar las últimas palabras de lo que me decía en el momento.

Sin darme cuenta, evadí su verdosa mirada y su presencia. Me dirigí de vuelta hacia la habitación, con los brazos cruzados. Escuché y sentí que me seguía, pero realmente no me atrevía a enfrentar el tema de las cuestiones sentimentales. No quería que mi pecho siguiera comprimiéndose con las palabras y confirmaciones que más me dolían, aunque él no lo notara, aunque no se diera cuenta.

—Sé que enterarte de todo esto no es fácil para ti, porque siempre me conociste de otra forma, en otra faceta —dijo a mis espaldas, pero su voz parecía estar cargada de preocupación—. Aún soy como me habías conocido, pero ahora mis mierdas se incluyen.

De repente, una pregunta surgió de mí:

— ¿Han sido... muchas? — Cerré los ojos con cierto dolor, siendo completamente masoquista.

— Han sido varias, pero no tantas como supongo que estás creyendo. Algunas propocisiones permanecían por bastante tiempo, duraban un largo período.

—¿Por qué se han terminado? —me giré al enfrentarlo, ya que quería ver cada gesto y expresión que pudiera ayudarme a comprenderlo.

Exhaló frustrado y fastidiado. Sabía que odiaba hablar del tema.

— Las propocisiones no me servían si mezclaban relaciones sentimentales. Y por más que había sido sincero, precavido, y firme con eso, se involucraban de esa forma que yo rechazo. — Sus ojos estaban muy claros, y sé que buscaban respuestas en los míos y en mis expresiones. Él quería saber lo que yo pensaba al respecto, pero yo estaba siendo cobarde con mis sentimientos. — Aly, sé que piensas lo peor de mi, pero como ya sabes, detesto la dependencia, y las situaciones sentimentales van de la mano con... depender de un sentimiento que no es para mi y que no merezco.

—¿Por eso vives solo? ¿Alejado de tu vida normal? —le pregunté dolida. Sentía mi corazón desbocado, pinchado y ardido.

Esquivó mi mirada y caminó hacia el gran ventanal, cerca de la enorme cama. Se detuvo y comenzó a mirar hacia el lejos horizonte que el mar remarcaba a pesar de la oscuridad.

— Si con "sólo" te refieres a que las mujeres no visitan mi hogar, estás en lo correcto. Es por eso que este lugar está aquí, porque no necesito que mis emociones dependan de ese sentimiento llamado amor. — Su tono era serio, pero muy comedido. — Claro, eso no significa que mi vida personal con mi familia y algunos amigos no sea normal, porque lo es. Mi familia me visita, y yo a ellos.

—Si tanto detestas la dependencia de aferrarte a algo, ¿por qué te empeñas tanto en que no me aleje de ti?
Se tensó y, maldita sea, lo noté de inmediato.
—Es decir... —arreglé mis palabras muy nerviosa—. No quiero alejarme de tu lado, pero es contradictorio que me tengas aquí, tratando de enfrentar todo lo que aún me falta por entender y aprender.

— Es diferente. — Espetó en un susurro que logré escuchar, pero aún su vista seguía sumergida hacia lo lejos del ventanal. — Aly, te conozco desde que yo era un adolescente y tú una chiquilla, no hay punto de comparación. Yo... prefiero no hablar de eso. Además, he actuado tan diferente contigo, y yo tampoco entiendo porqué carajo. — Se giró con calma al poner las manos en los bolsillos del pantalón de su traje. — Por extraño que parezca, estoy bien contigo. Sólo te pido que nuestro gran y sincero cariño continúe siempre, y que nos limitemos a estar conscientes de que, esos dos puntos, la dependencia y los sentimientos amorosos, tienen que seguir vigentes en mi.

Y entonces, ese fue un golpe duro para mis jodidos sentimientos que jamás serían correspondidos de la forma que yo hubiera querido mostrarle. Bajé la mirada, triste, cansada de admirar esos ojos que jamás podré tener cada mañana al despertarme. Es difícil darte cuenta que a veces las situaciones no salen como esperabas, y esto, es algo que no esperaba.

Sin que él pudiera verlo, presioné mis puños, buscando un escape de fuerza en mi cuerpo, queriendo presionar algo que aliviara el horrible malestar de caer en la cruda realidad.

Presioné mis labios levemente y volví a mirarlo, asintiendo.

—Está bien —fui breve—. Es hora de que regrese a mi hogar, ¿sí? —sonreí vagamente, pero él estudiaba mis gestos con curiosidad y cuidado—. Además, tienes un asunto que atender —me giré sobre mis pies y salí de la habitación para dirigirme hacia el rústico y clásico despacho.

Me acerqué al ascensor y esperé que Adrián cerrara todo y me siguiera.

Cuando volvíamos a entrar al ascensor, lo único que yo quería era estar en silencio con toda esta información. Eran tantas cosas en las que pensar, que me sentía abrumada.
Sentía que si al menos no lo intentaba con él, no sabría si esto valdría la pena. Pero, al parecer, indirectamente me estaba demostrando que no estaba preparado para otro tipo de sentimientos que yo creí esperar por un momento.

Él no decía nada y solo se limitaba a observarme detenidamente, mientras que yo continuaba manteniendo la mirada firme hacia el frente, esperando que el ascensor llegara a su destino. Sabía que estaba prefiriendo que fuera abierta con él y que preguntara todo lo que quisiera, pero me sentía tan confundida.

— Sabes que puedes continuar preguntándome lo que quieras. — Me dice cuidadosamente y siento como sus ojos siguen puestos en mi perfil.

— Creo que es suficiente... por hoy. — Logré susurrar, tratando de no perder los estribos.

—No me ha gustado cómo ha sonado eso de "creo que es suficiente" —su tono era dudoso—. Siento que mi sinceridad y mis afirmaciones te molestan.

—No me molestan, créeme —trataba de permanecer tranquila y convincente, pero su expresión me hacía entender que no se lo tragaba—. Es un poco inquietante, pero no me molesta. Sí me desconcierta, que es diferente.

—Quiero creerte, Aly —sentía que continuaba estudiando mi perfil detenidamente.

—Entonces, hazlo. No le des más vueltas a este asunto —le dije sin más, queriendo restarle importancia a lo que me decía.

Se acercó un poco y con su brazo derecho envolvió mi cintura y mi vientre, acercándome a su cuerpo, él detrás de mí y pegado a la pared del ascensor.

— ¿Crees qué me agrada decirte todo esto? De hecho, no me agrada absolutamente para nada. — Me susurra al oído seriamente. — No uses psicología inversa conmigo. — Presiona mi cuerpo deliciosamente y roza su nariz en la base de mi hombro. — No sabes el hambre que desatas en mí cada vez que prefieres ser indiferente conmigo.

—Estoy abrumada —le confesé fríamente al mirarlo con el rabillo del ojo desde mi posición.

— El sentimiento es mutuo, Aly.

"No sería tan mutuo como piensas si supieras que te amo."

—Y siento tu rechazo después de mis últimas afirmaciones —me dijo muy cerca de mi oreja, serio, firme. Sentía que buscaba respuestas que de momento yo no le daría—. Ni siquiera me has insistido para que te explique el punto más estricto para mí.

Me zafé de su agarre tranquilamente, mientras que el ascensor estaba a punto de llegar al primer piso.

—Como te he dicho, es suficiente por hoy —mi expresión le demostraba agotamiento emocional.

— Es importante que lo sep...

— En otro momento, por favor. — Suspiro rendida y acuno mi palma en su rostro. — Quiero que sepas, que esto no cambia nada la manera en la que te veo. Si fueras una mala persona no te dedicarías a la medicina, a lo que haces para salvar vidas. — Acaricié con cuidado y suavidad su pulcra mejilla. Frunció el ceño, tratando de entender y descifrar mis palabras. — Siempre serás mi... amigo, mi Andy. — Decirle esto dolía, pero él no tenía idea de mi sentir, porque se dedicaba a aliviar su tensión al confirmarle sin ser cierto, que nuestra amistad era igual que antes o mejor, pero la cruda verdad es que me estaba comiendo viva el amor que sentía por él.

— No hables como si te estuvieras despidiendo, Aly. — Sujeta la mano que yo había puesto en su mejilla para plasmar un dulce y suave beso sobre la palma. — No me mortifiques con eso. Tú y yo no podemos evitar nuestros acercamientos y nuestra intimidad. Además, trabajamos en el mismo lugar, y créeme cuando te digo qué mientras existan posibilidades y horas muertas para ambos, haré lo que esté en mis manos para verte. — Las puertas del ascensor al fin se abren, pero Adrián parecía olvidarse de todo cuando la conversación es en base a nosotros. — Estás advertida. — Me da un tierno beso en la mejilla y se adelanta él primero en salir.

—¿Qué más necesitas para seguir saliéndote con la tuya, Wayne? —le dije ruborizada al seguirlo a pasos decididos y agitados.

En cambio, él caminaba muy tranquilo.

—¡Espera, no me evadas en este momento! —los ecos de mi voz llamaron su atención, ya que estaba a unos metros de mí—. ¿Crees que eres inteligente haciendo de cuentas que no pasa nada?

Se giró y se limitó a esperar que yo pudiera alcanzarlo. Me dedicó una sonrisa dulce y tranquila. Automáticamente, disfruté de la claridad de sus ojos que resaltaban a través del oscuro, frío y pulcro pasillo.

Una vez que logré alcanzarlo, lo miré extrañada, puesto que sus ojos destellaban y reflejaban chispas de diversión y lujuria.

—¿Ahora qué te sucede? —mi tono de voz era más contundente.

—Déjame corregir algunas cosas que aseveras —su sonrisa continuaba, pero muy leve. Era muy inquietante y descarado a la vez.

—Me encanta que retes mi inteligencia, como si dudaras de ese hecho —comenzó a alisar inútilmente su traje, puesto que estaba en perfectas condiciones—. Admito que me excita que te guste joder con mi ego, pero si tú lo haces, yo también quiero joderte un rato —en ese preciso momento, se agachó y me subió sobre su hombro descaradamente.

— ¿¡Qué haces!? ¡Nooo! ¡No me sacarás de aquí así! — Sujeto la tela de la chaqueta de su traje, justo al final de los bordados. — ¡Te juro qué estas mierdas impulsivas tuyas acabarán! — Él comenzó a caminar al soltar una sensual carcajada. Podía sentir cómo mi cuerpo se movía sobre su hombro al compás de sus pasos.

— Te dije que tienes una lengua viperina desesperante. — Me dice cuando estamos llegando a la puerta trasera del edificio. — Y estas son las consecuencias, interna. — Me palmea las nalgas a través de la tela que se elevaba en mis muslos.

—¡Eres un descarado! —chillé al tirar de la tela de su traje—. ¿Qué pensará tu chófer al ver a su prestigioso jefe llevando a una mujer de esta manera? —me removí como pude, pero como presionaba bastante mis caderas, no podía liberarme.

— Precisamente, lo descubriremos en éste momento. — Espetó con normalidad, y sin más, empujó con una mano la puerta y salímos al exterior.

—¿Doctor Wayne? —escuché a su chófer, quien parecía descolocado por la acción de Adrián.

No podía verlo, porque mi abundante cabello caía en cascadas y estorbaba cualquier tipo de visión.

«Mierda. Maldita sea. ¿Cómo se atrevía? Conocía por intuición que Frankie no sabía cómo lidiar con la situación si Adrián no decía nada».

—Doctor, ¿a dónde? —Frankie carraspeó.

—Llevaremos a la señorita de vuelta a su casa —le informó con normalidad y se acercó al vehículo.

Frankie abrió la puerta posterior del Mercedes-Benz.

—Gracias, Frank —le agradeció como si fuera la acción más normal del mundo.

Sin esperarlo, él mismo me sube al vehículo, como si fuera una niña. Al rodarme con fastidio para darle espacio, desde el exterior me reta con sus ojazos verdes. Por unos segundos, me observa pensativo, y sin más, sonríe tranquilamente al ver mi agitada y desaliñada expresión por su acción repentina. Mis sentidos estaban en transición, trayendo a mi subconsciente la calma y apartando el rubor que esto me estaba causando. Él cierra la puerta con elegancia, y rodea el vehículo para entrar por la otra puerta. Al entrar, me sonríe con una pizca de diversión, y antes de que Frankie entrara al vehículo me susurra unas palabras. Su leve sonrisa cerca del lóbulo de mi oreja me hace cosquillas.

— Yo no dudo en actuar. Te prometo que puedo ser descarado con lo que me fascina. — Me da un beso en la mejilla y recobra su postura.

Su chófer abrió la puerta del conductor y volvió a su lugar de asiento, listo para llevarme a casa. Adrián sujetó mi mano con calidez y posó un beso sobre la misma con aparente tranquilidad.

Cada vez que se ponía en plan misterioso, mi expectación aumentaba, y sobre todo, me ponía muy nerviosa.

Por suerte, durante un rato se mantuvo ensimismado en sus pensamientos y parecía relajado, aunque mi intuición me dictaba que actuaba de esa manera para mantenerme tranquila.

Me concentré en la vista del exterior. Mis ojos se perdían junto con mis pensamientos que los acompañaban, reflexionando que la situación me podría llevar a la perdición. Estar junto a él, percibir su delicioso y caro aroma, sentir su presencia tan cerca de mí, me costaba demasiado, y aunque a veces me costaba aceptarlo, me jodía no tenerlo cerca, y más de la manera que yo quería.

«¿Qué iba a hacer con lo que sentía? ¿Rendirme y tirarlo a la basura o intentarlo de alguna forma? Quizá si accedía a algunos puntos, podría demostrarle más que un simple consenso de aceptación en cuanto a sus desviaciones sexuales, trastornos y fobias».

Sin embargo, sabía que tendría que informarme mucho más sobre los temas, y era más que evidente que debía hacerlo si quería saber cómo podría funcionar todo eso para él. Era increíble que los libros y estudios también tuviesen que cubrir esa parte de mi vida, una vida que creía amorosa.

Suspiré lentamente al seguir observando con pesadez lo poco que ya se podía ver de la costa en la capital.

Un teléfono sonó, y al percatarnos, Frankie respondió al ponerlo en el manos libres con eficiencia. Comenzó a hablar con una mujer acerca de una compra de víveres para una casa. Parecía sumamente cómodo y no le importaba que pudiéramos oír la conversación. Al parecer, Adrián y él se llevaban muy bien por las acciones que habían demostrado. Traté de evadir la conversación, porque no me gustaba hacer sentir incómodo a nadie.

Volví a mirar por la ventanilla, sintiéndome ajena de la situación. De pronto, sentí la textura de la mano de Adrián. Me arqueé un poco y coloqué mi mano sobre la suya con la intención de calmar sus locuras. Con tensión, recosté mi espalda y mi cabeza sobre el asiento. Percibí cómo él se removió solo un poco. Sus ojos estaban bajos y observaba mis piernas con el rabillo del ojo de esa única forma que lograba ponerme nerviosa.

Frankie continuaba absorto en su conversación con la vista hacia la carretera, así que Adrián aprovechó y se acercó a mi oreja con discreción y paciencia.

Sus dedos insistieron en rozar la piel de mis muslos, pero intenté detener sus roces al presionar con inquietud mi palma sobre su atrevida mano. Él apartó su mano y sujetó la mía, la cual se llevó a sus labios y posó un beso sobre mi piel. Dirigió sus ojos hacia el frente, observando con seriedad que todo continuara bajo control. Entonces, volvió a colocar nuestras manos sobre mis piernas, la suya sobre la mía. Se limitó a acariciar la piel de mi mano durante el trayecto. Debía admitir que de repente creí que haría alguna de sus típicas e indebidas acciones que en el fondo me gustaban, pero controló sus manías.

🔹

Calculaba que no nos quedaba mucho trayecto para que llegáramos al pueblo de Dorado y para volver a estar lejos de él y de su misteriosa vida. Algo adentro de mi pecho se revolvió un poco. Era como si ese hecho me afectara, era como si estar separada de él me doliera profundamente.

«Nere, ¿en qué jodido lío te habías metido con este espécimen?». Mi subconsciencia me reprochaba el que no estuviera manejando mis sentimientos de la manera más adecuada cuando se trataba de él.

Habían transcurrido más de quince minutos. Frankie terminó de comunicarse y desactivó el manos libres para llenar el espacio con una música que realmente me agradaba.

Con el tema Cinnamon Girl de Lana Del Rey, moví levemente, y de un lado a otro, mi cabeza y mis hombros. Adrián disfrutaba verme tan cómoda en el momento.

—Es muy buen tema —le sonreí un poco—. ¿Sabes quién es?

Él asintió sin dejar de observar el mínimo movimiento que la música me hacía responder.

—Sí, ya me he dado cuenta de que te agrada, jovencita —sonrió vagamente, pero con suficiencia, como si estuviera pensando algo de lo que yo no pudiera enterarme.

Achiqué los ojos al mirarlo con curiosidad, pero su expresión continuó impasible.

—¿Sucede algo? —susurré al negar levemente con la cabeza.

Adrián no aceptó que sucediera algo, pero tampoco lo negó. Lo único que me estaba calmando en el momento era que no parecía tener la intención de mentir. Por eso prefirió no emitir nada a mi pregunta. Al menos así lo sentía.

«Ya tendría otra oportunidad para preguntarle qué más surgía por su cabeza».

Y no era que fuera para menos, porque más añadiduras a las complicaciones que ya venían de por sí junto al espécimen, no era algo que me alegraba para nada.

🔹

Cuando al fin llegamos a la calle en la cual se encontraba mi hogar, sentí tensión en el agarre de Adrián al tener mi mano sujetada. El vehículo se detuvo frente a la casa de mis padres, pero antes de que yo tomara alguna decisión inconsciente de abrir la puerta sin más, él me detuvo al tirar con firmeza de mi mano.

—Cuando estés conmigo, siempre espera a que te abra la puerta —me riñó con dulzura.
Su chófer procedió a salir del vehículo.

— Lo siento. — Me encogí de hombros, mostrándole sinceridad al mirarlo a los ojos. — Es que... no estoy acost...

—Lo sé —me interrumpió y acunó la palma de su mano sobre mi mejilla.

Inconscientemente, me dejé llevar por ese leve gesto y dejé que acariciara mi piel.

—Es cuestión de caballerosidad y... —dejó de articular palabras, intentando remediar su respuesta.

— Y... — Insistí, siendo más permisiva con sus extrañas maneras y acciones.

— Y de... control. — Bajó la mirada por unos segundos. — Es importante para mi que entiendas que cuando se trata de ti, necesito tener la iniciativa en lo que entienda que me concierne. Sé que no estás acostumbrada, yo tampoco estoy acostumbrado a permitirme lo que tú y yo tenemos tan... libremente. Sé que eres muy independiente, y no me cabe la menor duda, pero déjame hacer esto. — Me da un beso en la mejilla desocupada, y se dispone a salir del vehículo por su lado.

Era ciertamente extraño y más que obvio que aún tenía mucho por cuestionar. Sin embargo, debía tener en cuenta que él tenía ciertas manías y trastornos.

De momento, no me afectaba en nada y esperaba que eso fuera gracias a su control y a la forma de lidiar con sus demonios. De verdad esperaba que siguiera así, sin que nos afectase a ambos.

Cuando me abrió la puerta y me ofreció su mano, salí al exterior y observé la calle a mi alrededor. Todo estaba muy pacífico donde mi hogar se ubicaba. Era evidente que no había ningún tipo de movimiento en el vecindario por lo tarde que era. Ya eran casi las 2:00 de la madrugada y aún no podía entender por qué tenía que irse con tanta insistencia.

Iba a su lado y caminábamos en silencio hacia la entrada de mi hogar. Al acercarnos a la puerta, me giré y enfrenté su tentadora presencia. Puso sus manos en los bolsillos de su pantalón, esperando lo que fuera que yo le dijera en el momento.

—¿De verdad es tan importante el que tengas que irte en este momento? —le pregunté en un tono bajo.

Él suspiró como si no le agradara la idea de marcharse sin más. Luego asintió, mirándome fijamente.

—Adrián, ¿qué sucede? —insistí al mirarlo con cierto temor.

«No quiero que te vayas».

— Muchas cosas, pero la que más me importa tendrá que esperar. — Al decir eso, yo achico los ojos y él saca una mano del bolsillo del pantalón de su traje para acariciarme la mejilla. — Ya que hablamos de aquello, me gustaría discutir contigo lo que yo quisiera de eso, de ti, de lo que yo quisiera hacerte. — Sus ojos claros se tornan de un color verde oscuro. — No ahora, pero cuando volvamos a tener la oportunidad de vernos a solas. — Bajé la mirada y él comenzó a tensarse. — Escucha... — Insistió en ser claro y sujetó mi quijada completamente con su mano y rozó su nariz con la mía. — Sé que te he decepcionado con ciertos temas y situaciones que cargo a mis espaldas, pero te necesito, y te deseo todo el tiempo. Tú me conoces desde siempre, y yo a ti. Podemos hacer algo al respecto, podemos intentarlo a mi manera, y tú sólo podrías confiar en mí y en lo que me plazca hacerte, porque sabes quién soy, y sabes más de mi que cualquier otra persona en el mundo.

Nos miramos por largos segundos. Sus ojos verdes le insistían a los míos que me dejara llevar, porque parecía sincero con lo que decía, pero necesitaba pensar y reflexionar. Necesitaba orientarme y buscar información al respecto de todo lo que había escuchado en la noche.

—Mmm, yo...

Él continuaba observándome fijamente, a unos pocos centímetros de mi rostro, mientras que yo intentaba articular palabras.

—Debo pensar en todo esto. Quiero estar segura de lo que estoy haciendo contigo —fui valiente y lo miré a los ojos—. Yo también te necesito y te deseo —le dije algo muy cierto, con la diferencia de que mis palabras estaban prácticamente decoradas y cubrían mis verdaderos sentimientos.

— Bien. — Recobró su postura y su expresión seria era contundente. — Creo que podemos hacer algo al respecto. Podremos buscar alguna forma de hacer esto, de seguir con esto... Pero a mi manera. — Vuelve a poner su mano en el bolsillo y espera una respuesta de mi parte, pero al ver que yo no decía nada, prosigue con cierta tensión. — Me gustaría que pudieras estar de acuerdo conmigo estrictamente en algunos puntos en específicos.

Inflo mis mejillas con rubor, pensativa. De un momento a otro, era tan directo con algo que se había estado guardando, y ahora yo no sabía como lidiar con esto.

Asentí dudosa y me acerqué para darle un casto y tierno beso en la mejilla. Al recibirlo, achicó los ojos al mirarme impasible.

— No sé porque ese beso me sabe a reflexionar y pensar las cosas por no sé cuanto tiempo. — Negó con la cabeza, intranquilo. Frunció los labios, tratando de ser comedido conmigo. — No me gusta la incertidumbre, no me llevo con ella. — Esquiva mis ojos y mira a otro lado que no soy yo.

— Adrián, escucha... — Intenté atrapar sus ojos, pero prefirió no mirarme. — Entiendo eso, pero yo no tengo... ya sabes... ese trastorno, y una chica normal como yo debe reflexionar sobre lo que habló con su... amigo. — Al decir la palabra "amigo" tragué saliva. — No me he alejado de ti, y tampoco lo haré. Sólo... Por favor, necesito unos días para asimilar todo esto.

Él aborreció que le pidiera unos días y lo intuí por la forma tan abrupta de fruncir el ceño y de suspirar con fastidio. Uno de sus teléfonos comenzó a sonar, lo cual no ayudó a que su humor se apaciguara. Al tomarlo y ver la pantalla, volvió a guardarlo en su bolsillo, como si no le importara.

— Ve... — Mi voz era muy permisiva apesar de mi disgusto profundo de que se tuviera que marchar. — No voy a quitarle más tiempo del que ya he tenido de usted, Doctor Wayne Milán. — Enfaticé su nombre y su título, recordándole nuestras posiciones sociales y laborales.

Estaba a punto de girarme para abrir la puerta, pero me sujetó la mano bruscamente y me acercó a su cuerpo, tomándome por la nuca y robándome un beso con furia y frustración. Su lengua acapara la mía y se desenvuelve con la calidez de su boca. Al pelear con el vaivén de nuestros labios, muerde mi labio inferior con suavidad. Él sujeta mis mejillas con ambas manos y posa su nariz con la mía al cerrar sus preciosos ojos.

— No tardes mucho, Aly. No me tortures tanto. Aún no sabes lo que eres tú para mí en todo esto. No lo sabes, de verdad que no tienes idea, y si tan sólo hubiéramos discutido el punto más estricto para mi podrías entenderlo.

—Es que yo no quiero saber cómo tú estabas...

— Tienes que confiar en mí. — Dijo con frustración, pero su voz era suave. — No puedes tenerle miedo a eso, al menos hasta que sepas las razones, Aly.

—Dijiste que la próxima vez que nos veamos a solas discutiremos ciertas cosas —carraspeé—, ciertos puntos —tragué saliva un poco abrumada—. Bien —me alejé un poco de él—, discutiremos todo lo que sea necesario y sin ningún tipo de interrupción.

Asintió más convincente, y con descaro, me observó de abajo hacia arriba.

—Nunca pensé verme en estas circunstancias.

— ¿Cuáles, Doctor? — Pregunto al buscar las llaves de la puerta de mi hogar en mi bolso, y automáticamente, alzo las cejas con suspicacia.

—En las circunstancias donde una jovencita me ponga las cosas difíciles —lo escuché al comenzar a poner la llave en el cerrojo de la puerta—. Nunca he tenido que pasar trabajo para esto —me dijo al oído con seriedad y sentí su cuerpo rozar mi espalda y mis nalgas—. Necesito que sigamos con esto —me dio un beso en el hombro—. Maldita sea, se siente bien tenerte. Me gustaría comprobar lo jodidamente gratificante que se siente tenerte en ciertos puntos de mis necesidades.

Al abrir la puerta, me giré sobre mis pies con la piel de gallina y lo miré a los ojos. Definitivamente, él pensaba llevarme a su perdición, porque ya se había convertido en mi pecado favorito.

—Pronto, pronto lo discutiremos —le di un casto beso en los labios y nos dedicamos la última mirada de la noche.

Mientras me apoyaba en el marco de la puerta, él posó su pulgar sobre mis labios y me miró profundamente. Luego, sin emitir ni una palabra más, se marchó.

Frankie le abrió la puerta del copiloto, ya que no lo acompañaba yo. Intercambiaron algunas palabras y al final su chófer asintió. Cuando al fin vi que el vehículo se alejó, cerré la puerta y me recosté en la misma. Suspiré profundamente, intentando calmar toda la impresión que había tenido en la noche. Tenía mucho en lo que pensar, porque había muchas cosas en juego.

Lo amo profundamente, y aunque habían situaciones tan jodidas en su vida, lo único en que yo podía pensar es que no quería dejar de saborear sus labios y disfrutar de esos hermosos ojos que pueden derretirme en un segundo. Saber que lo probé y que lo he hecho con él, sólo me jode más. Su cálido aliento, sus gestos, su sonrisa, su forma de ser como profesional... Estaba enamorada de otras facetas que él mismo no ve en su persona.

Pero la pregunta es... ¿Podría ser capaz de atreverme a ser consensuada a sus trastornos sexuales sólo para tratar de llegar a su corazón? ¿Sería capaz de aceptar severas perversiones por parte de él? ¡Maldita sea! ¡Esto no está bien, pero lo amo con todas mis fuerzas!

Necesito saber si puedo estar segura de esto, y de alguna manera tendría que plantearme el intentarlo.

—F I N—.

«MI CURA PROHIBIDA» CONTINÚA EN:
Mi Cura Prohibida: El Internado (Parte 2).

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top