Capítulo 60 | Parte 2.

Capítulo 60. 

Mi corazón rebosa con emoción y alegría. Mi inquietud se eleva a grandes escalas. Éste hombre me ponía nerviosa en cualquier aspecto y ámbito. Mi cuerpo no podía evitar reaccionar ante sus claros y brillosos ojos tan llamativos. 

Al ver que no responde, vuelvo a intentarlo. Necesito respuestas.

— ¿¡Ya eres el director del departamento de cirugía general!? — Estoy más impresionada de lo normal.

— ¿Qué tal si toma asiento, jovencita? — Enarca las cejas, aún con su sensual sonrisa tan arrebatadora. Amo cada vez que sonríe de ésta manera.

No es hasta éste momento que me percato de que me encuentro al lado de uno de los asientos.

— Ahora entiendo porqué tanta rareza en las notificaciones de mi teléfono. Sabía que un dispositivo de alta calidad no podría fallar tan fácilmente. — Intento parecer calmada. Su verde mirada continúa cargada en mí, lo que causa que trague saliva al tomar asiento aún con mi mochila sobre mi hombro. — Aunque sí manipulado...

— Me impresiona que aún dudes de lo que puedo ser capaz.

— Para nada. No lo dudo en lo absoluto. La manipulación te describe a la perfección, señor director. — Bufo.

La enfermera Garret ríe bajito en el otro extremo de la oficina mientras prepara dos tazas de café.

— Aún no soy el director. — Sonríe, pero no me convence su expresión.

— Aún no lo es para el mundo laboral de éste hospital, pero sí para los más allegados. — La enfermera Garret lo interrumpe sin ningún tipo de miedo. — Por favor, Doctor Wayne, su humildad me hará quedar mal delante de una interna a la cuál le dije que el director la estaba esperando. — Viene hacia nosotros con dos tazas de porcelana.

El humo brotaba de las mismas con armonía y el olor a café recién hecho invade el gran espacio de la oficina. Me impresiona ver que mi taza de café estaba preparada justo como me gusta, más blanco que negro y con cuatro sobres de azúcar al lado.

— No aguantas nada, Garret. — Masculla Adrián al poner los ojos en blanco.

— Pero miren quién habla de no aguantar nada, guapo. — Lo riñe al colocar la taza de café sobre el escritorio con eficiencia, muy cerca de él. — "Garret, ayúdame con éste maldito desorden." — Comienza a imitarlo. Irónicamente, conocía muy bien las actitudes de su jefe. — "Garret, ¿qué es toda ésta mierda?" "Garret, cúbreme. No puedo salvar el día cada segundo de mi vida. Déjaselo al residente." — La divertida señora hace gestos extrovertidos y nos pone ojitos.

Enarco las cejas y vuelvo a fijar mi vista en Adrián.

— ¿Qué haría usted sin mí, bomboncito? — Garret vuelve a la carga. — Sin contar que le he traído a su amor hasta aquí, sabiendo que es el nuevo director de cirugía, aunque aún las masas no lo sepan.

Adrián se ruboriza al escuchar: "su amor." Es capaz de esquivar mi mirada. Carraspea al darle el primer sorbo a su taza de café.

En momentos como éste, deseo ser la porcelana que sus labios tocan. Miro cada acción suya con detenimiento, bastante embelesada. Por suerte, no se da cuenta, ya que continúa ocupado al intentar hacerme creer que no le afecto.

— Entonces, sí eres el director del departamento de cirugía general. — Zanjo entre dientes.

— Lo soy. — Susurra al volver a darle un sorbo a su taza de café con elegancia.

— Doctor Wayne Milán, usted me dijo que restaban algunos meses para eso. — Mascullo.

— Me refería a que en algunos meses las masas de éste hospital lo sabrían. Y también el dominio público de las revistas médicas.

— No puedo creerlo. — Le digo al negar con impresión. — Me he estado tirando al director de cirugía general y ni siquiera yo misma lo sabía.

Adrián coloca su taza de café sobre el escritorio y me sonríe con tranquilidad al volver a recostarse de su acojinado asiento como dueño y señor.

— Eres un joven muy travieso, Wayne. — Garret le llama la atención, como si fuera un niño. — Se porta severamente mal y después se atreve a venir dónde mí a decirme las quejas de que ésta jovencita lo saca de quicio y no hace lo que usted quiere. — Asiente convincente al mirarlo como a su hijo. — Jamás me retractaré al decir que esos bonitos ojos y esa carita que tiene trae problemas. Uf, no quiero ni imaginarlo.

— Gracias por lo que me toca, Garret. — Le dice entre dientes. — Es admirable cómo usted defiende con capa y espada al jefe que mejor le ha pagado en su carrera. — Su inteligente sarcasmo sigue intacto.

— ¿Cuándo pensaba decírmelo? — Inquiero, tratando de ser profesional delante de la enfermera Garret.

— Supongo que ahora.

— Eres un descarado sin remordimientos. — Le digo al mirarlo fijamente a sus ojos. Sentía como me reflejaba en ellos. Las mariposas en la boca de mi estómago están muy alteradas.

— Jah, ¿y ahora es que usted lo descubre? — Me comenta Garret al negar con la cabeza. Vuelve a acercarse al ojiverde y le da un beso en la mejilla con familiaridad. — Todo está listo, ¿bien? — Se miran de manera cómplice mientras intento descifrar sus expresiones. — Tenga mucho cuidado, joven Wayne. Si antes tenía que ser discreto con su imagen como futuro director, ahora tiene que ser más cuidadoso siéndolo. — La enfermera Garret se retira al guiñarme el ojo.

Cuando escucho que la puerta se cierra a lo lejos, me arqueo en el asiento, nerviosa de estar a solas con él. No importa cuántas veces lo enfrente, siempre me causa el mismo efecto.

— ¿Cuándo te convertiste en el director del departamento de cirugía? ¿Por qué no me habías dicho esto? — Ahora que la enfermera Garret no está, lo trato con más familiaridad.

— Diría que... justamente hoy. — Ríe abiertamente al mostrar su perfecta dentadura. — Estamos de suerte, ¿verdad? — Bromea tranquilamente al pasar sus largos dedos por su barbilla y sus sensuales labios.

— No es gracioso, Andy. — Automáticamente, me relamo los labios al percibir su delicioso aroma.

Él se da cuenta y enarca las cejas de manera engreída.

— Explícame esto. — Insisto e intento ignorar sus expresiones. — ¿Y por qué carajo ya estás aquí?

Frunce los labios al instante y me fulmina con su tentadora mirada.

— Esa lengua... — Susurra, pero su semblante se torna más serio.

— Exijo respuestas. — Aunque intento ignorar sus manías, su pausada y dulce voz llega hasta mi entrepierna. Me arqueo automáticamente y él lo disfruta, mirando mi vulnerabilidad sin parpadear ni una sola vez.

— ¿Exiges? — Contraataca. — ¿Una simple interna le exige al nuevo director de cirugía lo que debe responder? — Su exquisita boca se entreabre levemente. Sabe que eso me afecta en lo absoluto. Se alimenta de mi sorpresa de tenerlo frente a mí. Se alimenta de toda mi vulnerabilidad y de mis ansias llenas de patéticas expresiones.

— La simple interna que vuelve loco al cirujano más mandón y manipulador de éste hospital. — Alzo la mirada. Sé que intenta provocarme para que lo rete.

Desde su posición, y sin ningún tipo de vergüenza, me da un lento repaso de arriba hacia abajo. No le preocupaba que lo observara haciéndolo. Automáticamente, se remueve sobre su asiento y traga saliva, volviendo a fijar sus ojos claros en los míos.

— Esto será divertido. — Susurra. Se relame el labio inferior discretamente. — Lo disfrutaré justamente hoy. — Espeta, refiriéndose a nuestra tensión sexual y a nuestra futura intimidad. — No mañana, ni pasado mañana. Hoy. — Me fulmina con su abrasadora mirada. — Quieres ser mía, pero necesitas respuestas.

— No he dicho algo como eso.

— No, pero la humedad entre tus piernas te lo está diciendo a ti. — Se acerca mucho más a su escritorio, juntando sus manos sobre el cristal, mirándome de forma descarada. — Irónico, ¿no?

— Te odio, Wayne. Lo sabes. — Muerdo mi labio inferior y soy capaz de sostenerle la mirada.

— Vaya forma de odiarme. — Se levanta tranquilamente de su asiento y se dirige hacia mí, lo que causa que mi corazón lata mucho más deprisa, haciendo que mi respiración sea entrecortada.

— Mmm... — Me pongo mucho más nerviosa al ver su espontánea acción. — Tengo miedo. — Susurro, aunque no estaba segura si el Doctor Jaime Bachéeles estaba cerca.

— Lo sé. — Extiende su mano, mirándome fijamente e invitándome a tomarla.

Al hacerlo con nerviosismo, Adrián siente como mi pequeña mano tiembla bajo el tacto de la suya. Alza la mirada de forma posesiva y controladora, acercándome a unos pocos centímetros de su cuerpo, siendo custodiada por su altura. Inclino un poco mi cabeza para mirarlo desde mi baja estatura. Su exquisito y carísimo aroma se impregna en todo mi espacio personal.

Adrián posa su dedo pulgar en mi barbilla, mirándome fijamente de forma dulce y engreída. Trago saliva cuando eleva su dedo pulgar y lo roza en mi labio inferior, repitiendo la acción suave y lentamente.

No soy capaz de moverme ante su tacto. Me quedo embelesada en sus ojos, sin tan siquiera hablar. Estaba perdida en su experiencia y en su manera de actuar. Puedo escuchar los latidos de mi corazón en mis oídos con insistencia.

Coloca su mano desocupada en mi espalda y me acerca totalmente a su cuerpo, siendo protector y dominante. Mi mochila cae al suelo, pero ni siquiera le preste la menor importancia. Mi largo cabello cubre por completo su insistente mano sobre mi espalda.

— Me echaste de menos... — Susurra al continuar con su caricia sobre mi labio inferior. — Tanto como yo... — Acerca su boca a unos milímetros de la mía.

Cierro los ojos con gusto, perdida y sedienta de su exquisita boca. Siento sus labios sobre los míos, cálidos y deliciosos. Su beso se plasma sobre mis cerrados labios. Luego, lo premio al abrirlos con suavidad para darle accesibilidad.

Adrián se llena de necesidad, deleitándose de mi boca y de mi lengua. Comienzo por jugar tímidamente con su boca, y cuando gimo en un susurro entrecortado, besa la comisura de mis labios con suma reverencia.

Sus labios se dirigen hacia mi hombro, dejando un lento y cosquilloso camino de besos hasta mi cuello y bajo mi oreja.

— Vine antes de lo estimado porque me estaba volviendo loco sin éste aroma, sin el sabor de tu piel... — Roza su nariz con ansias sobre mi cuello, sin sonreír. Lo estaba diciendo completamente en serio. — Te necesito con locura, pequeña. — Una de sus manos se posa en mi cintura mientras que coloca la otra sobre mi vientre, sintiendo como sus largos dedos me hacen cosquillas sobre la tela de mi uniforme. — Estoy completamente enamorado de ti. — Roza su nariz por mi hombro, sin dejar de besar mi piel a su paso. — Tanto que hoy soy yo quién quiero hacerte el amor, mi jovencita de lengua viperina... — Gime discretamente, sintiendo como deja sus labios entreabiertos al rozar mi piel. — Esa es la razón por la que ya estoy aquí.

Acaricio algunos de sus mechones en la parte posterior de su cabeza cuando su boca se dirigió hacia mi mejilla. Su mano ascendió hasta mi pecho, sintiendo mi corazón latir con rapidez y rudeza bajo el tacto de su palma.

— Sentir éste hermoso corazón latir tan deprisa por mí, es todo lo que necesito. — Los mechones que se asoman por su frente me causan cosquillas en mi pecho y en mi cuello.

— Yo también te necesito, Andy... — Me apoyo de su cuello mientras el sujeta mis mejillas y vuelve a besar mi boca con pasión, causando que nuestras respiraciones llenas de necesidad se mezclen. — Andy... — Necesito que entienda que no estamos en un lugar seguro. — Andy... — Intento traerlo a la consciencia, pero esta muy concentrado en continuar regalándome dulces besos. — Podrían vernos. — Respiro agitadamente sobre su boca. — Eres... el... director... — Su boca insiste al saborear la mía. — No lo... olvides...

— Ningúno de los que piensas están cerca. — Me dice entre besos. — Tengo todo bajo control.

Rio sobre sus labios. Luego, esconde sus ojos en mi cuello.

— Quiero estar con mi niña. — Siento que hace un leve puchero, como un niño engreído y malcriado. — ¿La nena de Andy lo complacerá? — Siento como se remueve sobre mi cuerpo junto al suyo. Su necesidad de tenerme era evidente.

— ¿Aquí? Es imposible. — Rio dulcemente y él levanta la mirada, imponiéndose desde su altura.

— Tiene que ser aquí, en éste hospital. — Me pide considerablemente.

— ¿Por qué? — Acaricio su perfecto rostro con mis manos.

— Tengo algo preparado para ti. — Confiesa. — Una sorpresa, quiero decir. — Se ruboriza un poco e intenta esquivar mi mirada, pero no lo dejo.

Sé que en el fondo tiene miedo de sentirse rechazado nuevamente, pero está vez no dejaré que eso suceda. Beso sus labios con cariño, para que entendiera que me gusta la idea.

— Pensé que la sorpresa eras tú. — Acaricio algunos de sus mechones. — Al menos, es lo más que me importa. — Lo miro con dulzura y él no puede evitar reflejar una cándida emoción en sus ojos.

Estampa sus labios contra los míos, muy ansioso de mis palabras.

— Mi niño... — Rio sobre su boca, porque comienza a hacerme cosquillas con sus labios al besarme las mejillas, la frente, la barbilla, y la nariz. Prácticamente, me comió el rostro a besos. — ¿Para eso me localizaste con tanto misterio? — Lo capto de inmediato.

Sonríe con encanto.

— Sí. — Susurra con timidez.

Lo abrazo fuertemente, aferrándome a su fibroso y ancho cuerpo, aspirando su delicioso aroma. Siento como sus brazos me reciben con armonía. Me reconfortan con calidez.

Debo admitir que estar entre sus brazos me hacía sentir protegida y plena. Es decir, ¿qué persona no se sentiría completa de ésta manera cuando se ama sin límites?

— Ven. — Besa mi coronilla. — Salgamos de ésta oficina, antes de que alguien del personal nos interrumpa o vuelvan a buscarme. — Sujeta mi mano, con la intención de dirigirme hacia el exterior de ésta escandalosa y lujosa oficina.

— ¿A dónde vamos? — Le pregunto.

Sólo se limita a sonreir, mostrando su calculadora mirada llena de ansias y expectación

— ¿No me dirás?

— Lo verás, jovencita. — Frunce el ceño, siendo manipulador. — Eres muy irritante. — Abre la puerta, pero cuando me deja pasar como todo un caballero, desvanece ese termino al palmear mi culo.

— ¡Andy! — Chillo quéjica cuando sale detrás de mí.

— Tenía ganas de hacer esto desde que estuve más de doce horas en un avión. — Espeta sin remordimiento.

— Qué me haya enterado de que seas el director de cirugía no significa que te dejaré azotarme el culo cuando te dé la gana. — Lo fulmino con la mirada, pero pone los ojos en blanco.

— ¿Caminas hasta el ascensor o te llevo?

— Mmm... Camino.

Levanta la mirada con suficiencia.

— Eso pensé.

Caminamos en silencio hasta el ascensor. Cuando me ubico delante del mismo, Adrián se mantiene detrás de mí. Sospecho que lo hace adrede. Presiona el botón del piso de cirugía mientras siento su boca en el lóbulo de mi oreja. Sonríe con malicia.

— En algún momento te retractarás de esas palabras. Te aseguro que cuando éste culo sea mío... — Muerde mi hombro con descaro al pegarme a su erección. Siento sus labios sonrientes. — Lo único que recibirás como premio son tantos azotes cuando éste dentro de él. — Me pellizca una nalga. — Ya te oigo gritar mi nombre con dolor y placer. Pero hoy será distinto, así que no tienes que preocuparte por eso de momento. — Besa mi mejilla.

Al instante, suena el ascensor y las puertas se abren frente a nuestras narices. Adrián sonríe sobre mi oreja ante mi rubor. Sentía mis mejillas calientes. Al parecer, éste hombre jamás sentiría ni una pizca de vergüenza al momento de decirme lo que piensa.

— Andando... — Vuelve a palmear mi culo, lo que causa que me adelante aún más

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top