Capítulo 57 | Parte 1.

Capítulo 57.

—Yo no...

—¿Me dirás que no? —me interrumpió al rozar su nariz contra la mía mientras sus labios estaban muy cerca de los míos.

—Mmm, yo... Tengo que pensarlo —estaba a punto de cerrar los ojos, lista para volver a disfrutar de sus suaves y sensuales labios.

— ¿De verdad? — Besó suavemente mis labios y su rostro se dirigió a mi cuello, para plasmar un camino de besos. — ¿Tendré que suplicar? — Me mordí el labio al sentir que su barbilla me estaba haciendo cosquillas en mi hombro.

Adrián tenía varias cosas a su favor al yo estar a punto de aceptar lo que había pospuesto por Bárbara; lo amaba con todo mi corazón y quería atreverme a emprender un camino desconocido, para saciar mi curiosidad con su discreta vida. Tenía deseos de estar con él en todo momento y quería saber qué es lo que ocurre entre él y su supuesto mejor amigo. Con valentía o sin ella, acepté.

—Está bien, iré a cenar contigo.

Sonrió sobre la piel de mi hombro y luego volvió a fulminarme con sus ojazos.

— Te iré a recoger a las ocho. — Asumió sin más y volvió a presionar el botón que tenía el ascensor detenido.

El elevador comenzó a ascender y aún faltaban algunos pisos para llegar a nuestros respectivos lugares.

—Solo dime dónde tengo que ir y allí estaré.

—No lo considero algo muy caballeroso. Yo te recogeré.

— ¿Recuerdas dónde vivo? — Mi pregunta fue en modo de advertencia.

—¿Y tú recuerdas que en última instancia no me interesa que los señores Montenegro me vean? —enarcó una de sus cejas y me observó con suficiencia, pero como mi expresión se tornó un poco preocupada, suavizó sus gestos—. No te preocupes por eso. Los señores Montenegro están de viaje y puedes estar segura de que Jesse no aparecerá por esos lares.

Me crucé de brazos y lo miré atentamente. Sabía que mi expresión le parecía gruñona, pero, vamos, no quería dejarlo hacer todo. No estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones. De hecho, no podía creer que hubiera sido tan estúpida como para no darme cuenta de que lo más probable Jesse no se esmeraba ni un poco por hacer lo que Adrián sí, aunque fuera para una tonta cena. Sin embargo, ya estaba comenzando a creer que con el doctor Adrián Wayne Milán no sería tan solo una simple cena. Podía esperarse cualquier cosa de él. Nunca se sabía qué esperarse del espécimen que seguía sorprendiéndome con sus acciones y sus repentinos cambios de humor.

—Si te hace sentir más tranquila y segura, puedo decirle a Frankie que maneje y nos lleve. Así no tendrás que estar pensando en bobadas como esa.

Las puertas del ascensor se abrieron en el piso de emergencias y abrí la boca levemente por lo que acababa de decir. Tal vez para el son bobadas, pero no para mí. No parecía importarle lo que ellos pensaran de él, pero carajo, no puede pensar así sin más. A pesar de todo, es la familia que lo cuido, mientras vivió la mierda que haya vivido. Aunque no puedo excusar las acciones pasadas de Jesse en cuanto a Adrián, lo cual era irónico, porque ahora mismo tampoco podía excusar ni justificar sus mentiras recientes.

—¿Te quedarás ahí pensando en cómo me dirás que sí? —me dijo seriamente al asomar su mano en las puertas del ascensor para que estas no se cerraran.

«Mierda, seguirle el juego era bastante agotador».

Salí del ascensor absurdamente perdida por su invitación y su propuesta de recogerme en mi hogar. Me giré sobre mis pies y lo miré con una sonrisa fastidiosa en mi rostro.

—Otra vez vuelves a salirte con la tuya, doctor Wayne —lo miré con suficiencia—. Pero eso no será por mucho tiempo.

Sonríe con malicia y sus ojos verdes son pura lujuria al mirarme.

—Quizá tengas razón, pero mientras tanto, disfruto salirme con la mía —apartó la mano de las puertas del ascensor, el cual sonó avisando que se cerraría—. Te recogeré a las 8:00 —en ese momento, lo perdí de vista.

Me quedo como una idiota parada y me muerdo el labio inferior con una sonrisa. A pesar de sus cambios de humor y la forma tan intrigante ser, me divertía mucho con él. Es decir, por ahí no te encuentras a un hombre inteligente e intenso con quien hablar e intimar.

Hace un tiempo no hubiera pensado de esa manera, porque siempre deseé que el hombre de mi vida me llevara de la mano como un noviazgo normal, que me esperara hasta mi lecho matrimonial y que me hiciera vivir ese tipo de cosas que ya no se ven excepto en los libros y en las novelas. Suspiré resignada. Quizá esta no fue la manera más ideal y correcta de enamorarme. Al igual que cuando perdí mi virginidad, porque no fue como yo esperaba. Pero de algo sí estaba totalmente segura, y es que ha sido mejor de lo que esperaba aunque no sucedió como lo planee. Me he dado cuenta que por más que forcemos o planeemos las cosas de manera exacta, nunca se obtiene el resultado esperado, y aunque en mi caso fue un resultado bastante inesperado, ha sido maravilloso para mí. Tampoco era que había estado con cualquiera, sino con un viejo amigo de muchos años atrás. Adrián me hacía sentir vulnerable y seducida por sus encantos, lo cual me llevaba a entender que es un hombre bastante experimentado. Aún así, confío en él y sé que en algún momento de nuestras complicadas vidas, las cosas mejoraran para bien.

🔹

Cuando llegué a mi hogar, mi madre estaba cocinando y mi padre veía las noticias de todo lo que había transcurrido en el día, en especial sobre la manifestación. Cuando los saludé, mi mamá lo pilló comiéndose los Doritos de Jimmy.

— ¡Es qué ni tú, ni tu hijo aprenden! — Mi madre lo riñó al quitarle la bolsa de doritos sin escrúpulos. — ¡Ustedes dos saben que estoy cocinando y se tragan la bolsa de doritos!

— Nery, cariño. — Mi padre hizo pucheros y asimiló lo que mi madre le decía. — ¡Tengo hambre, mujer!

— ¡Y yo también! ¡Todos tenemos hambre, pero debes acostumbrarte a qué ahora cocinaré un poco más tarde!

Me quedé observando un espectáculo que para mí ya era de lo más normal. Mi madre me entregó la bolsa de Doritos para que la guardara en la alacena de la cocina. Me parecía extraño que ella no me haya comentado ni preguntado nada del suceso que pasó en la tarde, en donde Adrián estuvo presente frente a mi padre. No me atrevía a hablarle del tema, porque realmente no sabía si mi papá le había comentado algo, pero al parecer no le había dicho nada. A pesar de que eran una pareja feliz y estable, cuando se trataba de mí, me daban mi espacio y mi tiempo para que yo hablara cuando yo quisiera con cualquiera de los dos. Por eso sabía que siempre podía confiar en ambos.

Lo más seguro mi padre no le había dicho nada, porque prefería que fuera yo quien le dijera a su queridísima esposa que su hija se había enamorado de su médico cirujano y que cuando les conté sobre él, siempre me referí a Adrián.

Ya en mi habitación, coloqué mi mochila con mis cosas sobre el escritorio. Me recosté sobre la cama de golpe, mirando las lucecitas del techo. En ese momento, solo quería quedarme así. Estaba bastante agotada, y si quería recobrar fuerzas después de todo lo que había sucedido últimamente, lo mejor era permitirme una siesta.

Y, antes de que me diera cuenta, el cansancio me venció.

🔹

Abrí los ojos con pesadez al escuchar que tocaron la puerta de mi habitación varias veces. Estiré mi cuerpo, tratando de recomponerme con un poco de dificultad y asimilando el hecho de que había despertado.

—Aly, soy yo —mi padre me avisó.

—Puedes entrar, papá.

Al confirmárselo, abrió la puerta con delicadeza y entró a mi habitación sigilosamente. Quería ser discreto y comprensible, puesto que al observar sus gestos, supe que su visita a mi cuarto era para hablar conmigo, así que me preparé mentalmente para lo que Juan Antonio Doménech tuviera que decirme.

Me senté con cautela sobre el borde de la cama, aún asimilando que de verdad había tenido una larga siesta. Ni siquiera sabía qué hora era exactamente, pero a juzgar por el poco reflejo de mi ventana, intuía que eran más de las 6:00 de la tarde.

—Hija, yo... —parecía meditar sus palabras y estaba segura de que era para no hacerme sentir incómoda, lo cual agradecía—. No le he dicho nada a tu madre, si era lo que estabas pensando —se sentó a mi lado.

—No te preocupes, papá. En algún momento tendrá que enterarse, ¿no? —lo miré con sinceridad—. Lo cierto es que no es sencillo todo este proceso, y menos cuando ya sabes que es el amigo de Jesse.

Tenía que admitirlo, decirle eso último a mi padre no fue nada sencillo. Bajé la mirada, observando mis pies descalzos y esperando que hablara, pero no lo hacía.

—Yo no quise que esto fuera así, ni que sucediera de esta manera, papá —volví a retomar la conversación y él escuchaba atentamente—. Sabes que cuando éramos más jóvenes, no nos separábamos y desde mi infancia siempre fue un buen amigo para mí —suspiré con asimilación—. Ya sabes todo lo demás. Todo lo que te conté sobre él, sobre cómo sucedió y todo lo que me pasó, es verdad.

Al menos mi padre parecía comprensible, y más aún porque cuando regresé de mi viaje a Miami, le había contado la mayoría de las cosas y cómo había surgido todo, así que no me supuso un problema el que se enterara de que estaba enamorada de Adrián, del pobre chico que fue cuidado por los vecinos por largos años.

— Hija, yo respeto tu vida privada y tus decisiones. — Sujetó mi mano con cariño. — A mi lo único que me preocupa es que pueda suceder alguna mierda por el Jesse ese. No juzgaré al Doctor Wayne, porque no lo he llegado a conocer bien. Aún cuando había sido pequeño, tampoco tuve la oportunidad de conocerlo bien. Y aún así, no lo tacharé de inmediato ni lo juzgaré. Sólo te pido que tengas mucho cuidado cuando se trata de cuestiones de amigos. No quiero que te echen la culpa, ni que el pendejo ese de Jesse se atreva a hacerte algo por un arranque de enojo o lo que sea.

— Papá, estoy consciente de todo eso, créeme. Pero al parecer, Adrián está en un punto que... — Pensé como definirlo. — Adrián está en un punto que, francamente, le da igual y le vale madre lo que opinen de él, pero yo he tratado de impedir cualquier altercado y he intentado cuidar de su imagen para conservar discreción.

Y era cierto, el hecho de que a veces él y yo nos olvidábamos de los lugares donde nos encontrábamos por el deseo que nos teníamos, no significaba que no me preocupara por él y por mí.

—Aly, yo me fío de ti. Sé lo correcta que a veces puedes ser y no está mal. Además, eres mayor de edad y, francamente, has pasado tu adolescencia y el comienzo de tu adultez estudiando y quemándote las pestañas para lograr lo que hasta ahora has hecho —besó las palmas de mis manos con amor—. También mereces vivir y disfrutar. No te estoy cuestionando nada, porque también mereces conocer de la vida.

—¿De verdad, papá? ¿De verdad me has podido comprender con esto? —lo miré con ilusión.

— Cariño, a veces en la vida tenemos que correr riesgos necesarios para probar si algo vale la pena. Me estoy fijando que estás tomándote algunos riesgos, y es comprensible. Yo lo hice, tu madre también lo hizo. ¿Cómo no te voy a comprender?

Lo abracé con amor y le di muchos besos en la mejilla.

—Papá, ya que hablamos de todo esto, debo avisarte que en un par de horas saldré a cenar.

Ya que habíamos hablado, podía decirle sobre ese detalle con más tranquilidad.

—¿Sí? —frunció el ceño al levantarse de mi cama y observarme con curiosidad—. ¿A dónde irás?

—Más bien, a dónde me llevarán... —recapitulé.

—Debo asumir que se trata del doctor Wayne.

Asentí con timidez y me levanté de la cama para estar a la par con él.

—Sí, sí. Me invitó a cenar y me dijo que me recogería a las 8:00 de la noche. ¿Qué opinas?

— Sólo pienso y espero que no sea como el pendejo de Jesse.

— Papá, en ese tipo de cuestiones, él no es así. Mmm, creo que hasta tiene un problema y una obsesión con los detalles y la puntualidad.

— Eso me gusta. No quiero que vuelvas a pasar por lo mismo que Jesse te hizo tantas veces, cuando te ha dejado vestida y plantada por sus... ¡Sabrá Dios, qué calamidades!

«¿Desde cuándo Jesse se había convertido en alguien calumniador para mí? No lo sabía, pero lo que sí sabía era que él mismo se lo había buscado».

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