Capítulo 51 | Parte 2.

Capítulo 51.

Al día siguiente, no sentía la misma emoción que casi siempre experimento cuando voy hacia el hospital. Saber que Adrián no estaría me resultaba un poco nostálgico.

Había aprendido a enfrentar su presencia a pesar de lo que él significa para mí, tanto en el hospital como fuera del mismo. Ya me estaba acostumbrando a la idea de que el hombre de mi vida también sería mi jefe.

Pero sí, literalmente, es el hombre de mi vida en demasiados aspectos. No sólo en la cuestión amorosa.

"Muy irónico..."

— Vamos, hermanita. Cambia esa cara. — Me dice Jimmy mientras conduce hacia el hospital.

— Yo... — Niego y me hago la desentendida. — ¿Qué cara?

— Justamente, esa que tienes. — Como todo un bromista despreocupado, señala con su dedo índice mi rostro, demasiado cerca. — Es deprimente que tu amor esté a miles y miles de kilómetros, pero vamos... No será para siempre. Sólo será una semana.

— Bueno, prácticamente, menos que eso sí contamos que ya el viernes se supone que esté aquí. ¡Y no es mi amor! — Intento restarle importancia inútilmente.

— No, claro que no es tu amor. — Pone los ojos en blanco con una sonrisa arrebatadora. Se coloca sus lentes de sol mientras acelera con más ánimos.

— Parece más el tuyo que el mío. — Lo miro de soslayo al bromear con él.

— Puede que tal vez me caiga muy bien. — Recalca con diversión. — Bastante bien.

— ¿"Puede"? Prácticamente, estás de su lado, Jim.

— No es que esté completamente de su lado, Nere. — Se encoge de hombros. — Es que quiero ayudarlo. Él... parece bastante abrumado por querer verte bien. Hasta parece que intenta impresionarte. ¿Qué no lo ves?

— Pues... — Analizo con dudas. Me causa cierta inquietud que hasta Jimmy perciba la reticencia de Adrián. — Creo. No lo sé... ¿Cómo puedes saberlo?

— Por algo muy... muy importante, hermanita. — Cruza una divertida mirada conmigo. — Soy hombre.

— Vaya, Jim... Qué descubrimiento.

— Me refiero a que puedo notar lo mucho que le importas. — Jimmy sabía de los acontecimientos que habían surgido. Al menos, algunos... — Se metió en el armario de una veinteañera, porque a ti te dio la simple y real gana. Se quedó en nuestro hogar a pesar del riesgo que eso suponía para él y también para ti. ¿Y qué hay de las veces que ha aparecido en el barrio para buscarte? Sabiendo que a ambos los pueden descubrir. — Vuelve a mirarme con un brillo en sus ojos llenos de orgullo. — Además, por lo que me contaste anoche sobre Amanda... ¿De verdad la puso en su lugar y luego te besó así sin más?

— Mmm... Sí. — Susurré con timidez. De alguna manera, aún me sorprendían sus acciones hacia mí.

— Lo digo y lo diré.... Es el puto amo. — Niega para sí mismo y sonríe.

— Jim, por favor... — Lo riño con cariño al pensar en lo manipulador que Adrián puede ser. Aún recuerdo la manera en la que controló a Amanda sin un ápice de gracia. — Además... — Niego rápidamente. — ¿Cómo fuiste capaz de invitarlo a tu fiesta sin tan siquiera avisarme?

— ¿Porque es mi fiesta de cumpleaños y porque es mi amigo también?

— ¿Desde cuándo? — Pregunto incrédula.

— Desde que supe que es Andy. — Comenta con sinceridad al encoger sus hombros mientras continúa conduciendo. — Nunca dejó de caerme bien. No sé, Nere... Tal vez no sea un santo, pero mis instintos me dicen que él no es como el hermano de John. — Confiesa, refiriéndose a Jesse.

— Sabes que es un riesgo que Jesse lo descubra. Podría perder su estúpida amistad, si es que tanto le importa...

— No creo que le importe mucho lo que suceda con la rata de alcantarilla. Pero, ¿y a ti que más te da? Si el Doc pierde su amistad por ti, le estarías haciendo un gran favor. — Ríe cómodamente.

— Jim...

— Sólo pídele que se controle y se abstenga. Listo.

"Cómo si eso fuera así de simple."

— Creo que ya has invitado a medio hospital. — Le digo entre dientes.

— Invité a tus amigos. Será divertido.

— ¿Qué podríamos hacer unos simples estudiantes de medicina, y unos engreídos médicos en una fiesta de universitarios?

— Bueno... — Vuelve a encogerse de hombros. — Eso tendrás que contármelo tú luego.

Asimilé mi destino, porque aunque la idea no me desagradaba, tampoco me sentía totalmente cómoda.

«¿Y si Jesse descubría la verdad sobre Adrián y yo?».

A Adrián no parecía preocuparle en lo absoluto cuando le confirmó a mi madre que asistiría a la fiesta de Jimmy.

Al menos, intentaría dejarme llevar por lo cómodo que él se sienta si quiere estar. A última instancia, si a él no parecía preocuparle el tema de Jesse, tampoco tendría por qué preocuparme a mí.

En unos minutos más, Jimmy me había dejado en el mismo lugar que el día anterior cuando llegamos al hospital, avisándome que me recogería más tarde cuando yo lo llamara.

Justo cuando estaba saliendo de su vehículo, silba para llamar mi atención. Asomo mi cabeza por la ventanilla.

— ¿Ha funcionado para bien el que yo le haya dicho que sí a Adrián sobre recogerte ayer? — Una pizca de preocupación se refleja en su rostro.

Apesar de todo, sé que quiere verme feliz. Mi hermano es capaz de luchar y ayudarme hasta el final en todo lo que me proponga.

Le sonrío con cierta gracia e ironía. Tampoco las cosas habían sido del todo malas. Si excluyo la situación de Amanda, el día de ayer fue... prácticamente, excitante, divertido, y de alguna manera, reconfortante para mí y Adrián.

" Muy reconfortante..."

— Tal vez... — Es lo único que digo al respecto mientras Jimmy sonríe con actitud sabia.

— Qué tengas un buen día, Nere.

— Tú igual. Espero que apruebes esos exámenes finales de éste semestre. — Jimmy había estado estudiando y preparándose para ellos.

*****

Había despejado mi mente al realizar mis horas de ronda. Lo cierto es que estudiar y trabajar mantenía mi mente ocupada, a pesar de que en muchas ocasiones miraba la pantalla de mi teléfono con discreción, para comprobar si Adrián me había escrito o llamado en Skype como había dicho que lo haría.

Aún no había recibido señales de él, pero mantuve la calma. Sabía que en cualquier momento lo haría. Después de todo, viajar hacia el otro lado del mundo resultaba agotador.

Estaba en el vestidor de internos y me cambiaba de ropa, lista para volver a casa.

— Mi reina, es obvio que iré a esa fiesta. — Me dice Kenneth con despreocupación mientras se cambiaba el uniforme azul por su ropa normal. Nuestra confianza era única y bonita. — Digo, no me fascina la idea de asistir a una fiesta de universitarios pubertos, pero me conformo con que Gloria y tú estén.

— Gloria me dijo que iría. — Le confirmo y él asiente más aliviado.

Kenneth se mantenía en forma y se cuidaba muy bien. A pesar de sus extrovertidas y estrambóticas manías, me sentía cómoda a su lado. Ahora mucho más, después de haberme defendido como lo había hecho.

— Adrián piensa ir... — Le confieso entre dientes, disfrazando ese hecho, pero la cara de mi amigo cambia por completo al entusiasmo.

— Adoro las fiestas de los pubertos universitarios. — Espeta con un suspiro exagerado.

Pongo los ojos en blanco y me quito el uniforme azul, quedándome en ropa interior de encaje mientras buscaba una blusa en mi mochila. Desde que mi vida sexual está activa con mi futuro jefe, siempre estoy preparada.

— Dios, cariño... — Kenneth silba en reverencia. — Si fuera heterosexual, juro que se me pararía. Puedo entender que El Príncipe del Bisturí pierda su conocido control.

— No sé si sea buena idea que vaya. Ya sabes...

— ¡Pero claro que es buena idea, reina! — Niega, como si yo estuviera loca. — ¡Todo lo que tenga que ver con ese exquisito postre limón es buena idea!

— Sé que no estaremos en el trabajo y que fuera del mismo todo es distinto, pero no estoy acostumbrada a que...

— ¡Ay, por favor! ¡No exageres! — Intenta maquillar la situación. Se encoge de hombros una vez que se pone una camisa color azul cielo de mangas largas, muy ajustada a su cuidado cuerpo. — No tiene nada de malo que el futuro director de cirugía, mentor, jefe en tu residencia, a quién conocen como El Príncipe del Bisturí, asista a una fiesta de universitarios con el propósito de ver a su acostada sexual. — Asiente al mirarme muy decidido. — ¿Qué tiene de malo gozarse ese culazo de macho alfa? — Mueve las cejas una y otra vez al sonreír.

— De hecho, es un fantástico culo. — Afirmo al intentar ponerme mis jeans. — Auch... — Me quejo al tocar automáticamente mi ardida nalga.

— ¿"Auch"? ¿¡Qué demonios es... eso!? — Engrandece sus ojos y se cubre la boca con asombro al acercarse y ver mi nalga. — Dime que no estoy viendo lo que creo que veo...

— ¡Kenneth! — Intento girarme al reñirlo con gracia y timidez. Había olvidado ese "pequeño" detalle.

— ¿A mí por qué me regañas? No soy yo quién tiene la jodida y sensual mano del Príncipe del Bisturí casi tatuada en el culo. Al parecer, es a otra a quién regañan...

— Sólo estábamos... jugando. — Trago saliva al elevar mis jeans sobre mis piernas para abotonarlo. — Nos dejamos llevar por el momento.

— ¡Eres una maldita! ¿¡Te gusta restregarme en la cara lo bien que te lo estás comiendo!?

— ¡Nooo! — Rio. — Ni siquiera me había fijado en... — Mis ojos se engrandecen, pero Kenneth me observa como si hubiera perdido la cabeza. — Espera... ¿Tengo una... marca? — Caigo en la cuenta.

Mi amigo estalla en carcajadas.

— Tienes, prácticamente, tatuada la mano del sexy bombón de éste hospital. Sólo te falta su firma. — Enarca las cejas con una expresión muy graciosa y teatral. — Repetidas veces, por lo que alcancé a ver...

— ¡Maldita sea! — Murmuro al buscar mi blusa morada con un estampado de Hello Kitty. — Creo que tal vez sí se ha pasado un poco. — Vocifero para mí misma entre dientes.

La puerta del vestidor se abre y Gloria entra bruscamente con los brazos cruzados. Tras ella, entra Damián con las manos en los bolsillos de su bata médica.

— Nere, ¿¡es cierto que éste energúmeno ha sido invitado a la fiesta de tu hermano!? ¿¡Por qué!?

Damián pone los ojos en blanco.

— Jimmy lo invitó. — Me encojo de hombros, aún con la blusa en mis manos. — De todas formas, yo lo iba a invitar. ¿Qué tiene?

— Gracias. — Espeta Damián con abrumación al alzar la vista.

— ¡No puedo lidiar con éste hombre! — Exclama ella con cierta sorpresa.

— ¡Qué bueno que lo mencionas, porque yo tampoco puedo lidiar con una mujer tan ignorante como tú!

— Cállese, Diablo. — Gloria levanta el dedo índice y él engrandece sus ojos al verlo entre sus narices.

— Ni siquiera puedo vestirme tranquila. — Le digo a Kenneth entre dientes al intentar ponerme con cierto disimulo la blusa.

— ¡Nere! — Gloria y Damián me llaman a la vez, de manera contundente.

— ¿¡Qué!? Carajo. ¿¡Qué!?

— Ay, ya se enfureció... — Kenneth murmura al colocar una mano sobre su pecho.

— Los dos están invitados. Aprendan a lidiar con sus actitudes. Es lo mismo, sólo que sin el sexo.

Ambos me miran con indignación y luego se miran a la par.

— No iré a la casa de mi amiga para que éste tipo venga a darme órdenes y se comporte como el maldito playboy que es.

— "Tipo..." — Damián ríe disgustado por esa simple palabra.

— Sí, tipo. — Espeta Gloria.

— No importa lo que digas o reclames, porque iré. — Damian inquiere muy decidido. — Quiero pasar un buen rato, fuera del trabajo matutino hospitalario. El hermano de la señorita Doménech me cae muy bien, y sin contar que estoy emocionado de compartir con ella. — Me señala, lo cuál me causa cierta ternura.

Aunque todos mostramos impresión por sus palabras, asiento levemente e intento sonreírle a ambos.

— Si no me quieres cerca, bien. Lo entiendo. Pero nadie me impedirá compartir con ellos. — Damián prosigue. — Haga como que no existo, y yo haré lo mismo. Así de sencillo. No eres nadie para decidir a qué evento debo ir o no si se trata de Nere. — Sin esperar la ofendida reacción de Damián, sale por la puerta del vestidor con fastidio.

Kenneth y yo nos quedamos ojipláticos. Comencé a cerrar la boca una y otra vez. Gloria no se quedaba atrás, ya que estaba igual de estupefacta que nosotros.

— Discúlpen, chicos. — Ella nos sonríe sin ganas y sale tras él.

— Parece que al fin podré vestirme con tranquilidad. — Murmuro con sarcasmo al ponerme la blusa, sacando y acomodando mi nuevo obsequio que colgaba sobre mi cuello. Ningúno de los dos se había dado cuenta que estaba a medio vestir.

"Probablemente, a Adrián le hubiera dado un ataque de estrés..." Pienso con cierta gracia. Aún comenzaba la semana y ya lo echaba de menos.

— ¿¡Qué es eso!? ¿¡Qué carajo es eso!? — Kenneth chilla con impresión, sobresaltándome un poco. Señala mi brillante y delicado collar.

— ¿¡Esto!? — Mi expresión se convierte en timidez. — Es... mío.

— Eso es estúpidamente obvio, reina. Pero no tienes poder para comprarte un tipo de joya como esa. Dime la verdad o moriré jodidamente angustiado. ¿Es Pandora? ¿Cartier? ¿Chopard?

— Mmm... No. — Acaricio con mis dedos el dije que brillaba con delicadeza sobre mi pecho. — Según la etiqueta de la caja... Piaget.

— ¡Oh, por el amor de Dios! — Grita impresionado y se abanica graciosamente. — ¡Necesito puto oxígeno! ¡Y no me refiero a la oxigenación de la rubia de farmacia de éste hospital, ni a los implantes llenos de aire de la zorra ex-amiga tuya! ¡Necesito aire de verdad!

Me acerco a él con preocupación y achico los ojos al abanicarlo con mis manos.

— Kenneth, ¿qué te pasa? ¿Por qué reaccionas así? Digo, eres exagerado, pero no entiendo por qué tanto alboroto por un simple collar.

— ¡Qué no es un simple collar, mujer! — Sujeta mis hombros y me agita levemente. — ¡Es de todo menos simple! ¿¡Comprendes!?

— Mmm... No.

— ¿¡Fue él!? ¡No lo niegues ante mí! ¡Te lo ha dado el maldito y sensual macho alfa del culote sexy!

— Pues...

— ¡Oh, por Dios! ¡Sí!

— No es que sepa de joyas y marcas, pero nunca había visto esa etiqueta. — Lo miro con sinceridad y achico los ojos. — Pero ya veo que es obvio que tú sí...

— ¡Claro que lo sé! — Sujeta mi mano y nos sentamos en una banca junto a los armarios. — A ver, reina... ¿¡Cómo coño te explico que en tu cuello cuelgan miles y miles de dólares en una simple joya!?

Niego incrédula y sonrío. No entiendo por qué se toma esto tan a pecho.

— ¡Qué exagerado eres! ¡No es para tanto! — Pellizco su nariz y suelto una carcajada. Ya se me habían transmitido las manías de Adrián. — No es la primera vez que me regala algo. Mira... — Estiro un poco mi mano y le muestro la delicada pulsera con la Hello Kitty y las pequeñas piedrecitas en diamantes que rodeaban mi muñeca.

Oh... my... sugar! — Grita emocionado. — ¡Tú con joyas lujosas y ni te enteras! ¿¡En dónde tienes la cabeza!? — Niega con suma indignación al moverse con estilo.

— Aún en ningún lado que yo quisiera, pero él sí... — Rio traviesa.

— Agh, te odio. — Frunce los labios y suspira profundamente. — Escucha, lo que tienes en tu cuello es un accesorio de una marca muy lujosa. Podría decirte que es una de las mejores diez marcas de joyas a nivel mundial. De las favoritas entre las celebridades y famosos, para que te hagas una idea del coste. No quiero imaginar que tengas más de veinte mil dólares en un simple y delicado collar.

— Eso no es posible. — Espeto. Me niego a creer que Adrián fue capaz de gastar tanto dinero en mí por un simple obsequio.

— Lo creas o no, está siendo posible, porque, precisamente... — Mueve sus cejas con suspicacia. — Estás en mis narices con una puta joya que quizá podría pagar parte de nuestra carrera médica. ¿¡Estás loca!? Más te vale que vuelvas a la Tierra y entiendas el jodido asunto. Puede que tal vez tu pulsera tenga un precio exorbitante de igual forma. ¡Qué despistada eres! — Mira con atención las pequeñas piedrecitas en diamantes de mi pulsera. — Algo tienes que le gusta demasiado al Príncipe del Bisturí. Es cómo si tuviera un gran afán por ti.

Me ruborizo al instante y esquivo su mirada, ambos levantándonos de la banca en el acto.

— No entiendo por qué te sorprende demasiado. Es absurdamente rico. — Me encojo de hombros con despreocupación. — ¿Nos vamos? — Intento evadir el tema.

— Querida, a mí no me sorprende que a uno de los médicos mejores pagado en el país se pueda gastar una fortuna en joyas. A mí lo que me sorprende es que aún creas que entre él y tú sólo hay una... — Me hace ojitos y parpadea repetidas veces. — Tierna amistad con sexo incluido...

Aunque en el fondo yo sabía que eso era cierto, decidí guardarlo para mí misma y sonreí mentalmente. Mi corazón rebosaba de esperanza al pensar que tal vez él me quería de la misma forma que yo lo hacía.

"Pero, ¿me amará de la misma forma que yo lo hago?" Las dudas me invaden.

Recuerdo perfectamente que él había aceptado sus sentimientos hacia mí en aquel ascensor, pero no había sido específico ni abierto. Yo quería saciar ciertas dudas en cuánto a eso, pero también tenía miedo de preguntarle o pedírselo directamente. Su forma tan peculiar de ser, hacía ésta situación un poco más tediosa, pero sé que llegará ese momento...

Sonrío al morderme el labio. Suponía que mi expresión deslumbraba más ilusión que las veces anteriores. Al parecer, Adrián quería escogerme por encima de todo, al igual que yo lo estaba haciendo.

*****

Una vez que mi amigo y yo estábamos listos para marcharnos del hospital, nos dirigimos hacia el exterior.

Habíamos estado hablando de algunos acontencimientos de nuestras vidas, en especial sobre el tema de Gloria, quién no paraba de quejarse sobre lo contradictorio que era Damián en cuánto a sus acciones tiernas o cuando prefiere ser pedante. La verdad, ya estaba creyendo que era cosa de hombres y que nosotras las mujeres no somos las únicas complicadas en ésta cuestión de las relaciones sentimentales espontáneas.

Cuando llegamos al multipisos, justo en dónde mi hermano me había recogido, Kenneth y yo mantuvimos una divertida conversación sobre lo que había ocurrido ayer en éste mismo lugar por cuenta de Amanda. Se había emocionado cuando le dije que Adrián me besó frente a ella y que quiso llevarme en su hombro como todo un descarado.

— No puedo imaginar a un médico cirujano de renombre como él llevándote en su hombro. Qué... sexy... — Suspira exageradamente, casi dando saltitos. — Definitivamente, la debe tener grande, aunque te lo calles para ti sola. ¿¡Cómo fue capaz de hacer eso justo aquí!? ¿¡Estás segura que no es gay!? — Hace pucheros con disimuladas lamentaciones.

— Segurísima.

— Lo sé. Mierda... Sólo trato de hacerme la idea, pero no. Su instinto animal de macho alfa corre por sus venas. — Asimila con una pizca de decepción, lo cuál me divierte.

— La verdad esa situación no es tan sexy como parece. — Rio suavemente al recordar por un momento el choque de palabras que tuvimos en ese momento, mientras estuve sobre su hombro. — Pero esa situación me dio la oportunidad de comentarle por primera vez que tiene un fantástico culo.

— Eres mi héroe. — Ríe al enarcar las cejas con cierta perversidad. — Primero, te lo comes a tu antojo en su cuarto de descanso. — Levanta la mano en advertencia al ver que yo iba a negar sobre eso. — Ah, ah, ah... No me lo niegues. — Espeta con diversión
— Segundo, surge toda la situación de mierda gracias a la zorra mayor y sus tetas oxigenadas, pero eso no te detuvo para que luego le dijeras al Príncipe del Bisturí que, realmente, tiene un buen culo. Tercero, llegas aquí con su mano casi incrustada en tu culo. — Niega con cierta pizca de asombro. — ¿Qué ha pasado con la chica inocente y dulce que conocí una vez? — Ríe.

— Mmm... Tal vez debas culparlo a él. — Rio. — Pero sigo siendo la misma persona que conociste una vez. — Bajo un poco la mirada, ruborizada. — Sólo que enamorada... — Acepto abiertamente, aunque aún me cueste reconocerlo delante de otras personas.

Mi amigo asiente al mirarme con ternura.

— Ay, cariño... Eres un amor. — Acaricia mi hombro con calidez. — Cualquier hombre estaría muy orgulloso de tener a una mujer como tú. Hasta yo si fuera heterosexual y pensara en ese aspecto... — Niega con cierto desagrado ante su análisis. — Pero eres un excelente ser humano. Estoy agradecido de tener una amiga como tú, y como Gloria también.

Lo abrazo con cariño y familiaridad mientras reímos como unos tontos por el repentino sentimentalismo. Al apartarme un poco de él, alguien detrás de mí posa su mano sobre mi hombro con cierta timidez y calidez.

— Discúlpe, señorita... — Reconozco su voz al instante. Kenneth achica los ojos al observar tras mis espaldas.

Al girarme, unos ojos claros y llamativos se quedan con mi total atención al ver cómo su tímida expresión mostraba nerviosismo. La madre biológica de Adrián se había presentado delante de mí nuevamente.

— Ho... Hola... — Articulo con dificultad. Trago saliva, casi sin poder mediar palabras.

— ¿Cree que tenga unos minutos para que podamos... hablar? — Sus claros ojos parecían llenos de angustia y desesperación.

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