Capítulo 50 | Parte 2.
Capítulo 50.
Quería regresar a mi hogar, pero a la vez no. Sentía un manojo de contradicciones al lado de Adrián. Qué vuelva comportarse cortante y distante me frustraba sobremanera, porque yo intentaba hacer que esto avanzara en esa cuestión, pero estaba claro que, en ese aspecto, no daría el brazo a torcer.
Apesar de todo, podía entenderlo, pero es doloroso que prefiera no contar conmigo abiertamente en ese aspecto de su vida.
"Cómo si yo fuera a hacerle daño, claro..." Pienso mentalmente al poner los ojos en blanco y soltar el aire que contenía por la tensión del momento.
Adrián en ningún momento volvió a dirigirme la palabra después de haberle hecho un par de preguntas sobre su niñez y su pasado.
A veces me costaba ir a su abrumante ritmo. Me quiere en su vida, pero prefiere no contar conmigo para esas cuestiones. Ciertamente, no somos nada, pero lo he aceptado tal cuál es, y apesar de que aún estoy muy disgustada con el hecho de que omitió importantes detalles sobre su pasado, he permanecido aquí, a su lado, creando el beneficio de la absoluta duda sólo para él.
Sin embargo, aunque sabe que estoy entregando lo mejor de mí, opta por continuar encerrado en su dura coraza. Quizá, se sienta vulnerable a mi lado, hablando de ciertos temas que, probablemente, sean dolorosos para él.
"Pero, ¿qué tan dolorosos? ¿Qué tan grave habrá sido el comienzo de su vida para que los trastornos y desviaciones hayan resurgido en él?" Buscaba respuestas en mi subconsciente.
Esas condiciones no deben haberse manifestado espontáneamente, puesto que, de tanto que había leído sobre el tema, pueden haber varias razones por las cuáles esos padecimientos surjan.
"¿Situaciones vistas que hayan sido traumatizantes? ¿Algún mal acercamiento de forma lasciva hacia él cuando era un infante?" Muchas cosas se me ocurrían en mi cabeza, pero no estaba segura cuál de ellas podría ser la respuesta y el resultado de todo lo que es él.
Suspiro espontáneamente, y sin ningún temor de que Adrián percibiera que estoy frustrada de sus repentinos cambios de humor. Aunque miro por la ventanilla de mi lado, siento sus ojos puestos en mí.
Tendría que continuar practicando la paciencia casi infinita con éste hombre, puesto que no sabía qué más esperar de él, de cuáles serían sus próximas reacciones, movimientos, o simples gestos que dictaminen sus acciones.
Tiene un carácter y unas actitudes fascinantes, pero eso no restaba el hecho de que, verdaderamente, sea difícil de sobrellevar en cuánto a sus repentinos cambios de humor. Puede ser muy agotador si se lo propone.
— Disculpa, Aly. — Escucho una tímida voz por su parte. — No quiero joder las cosas más de lo que ya están entre nosotros, pero, en definitiva, odio mi pasado, odio cada segundo que estuve en ese hogar, y me cuesta revivir cada situación de mierda.
— Entiendo. — Acepto secamente, sin girarme tan siquiera.
Sin embargo, él vuelve a intentarlo. Se atreve a buscar mi mano con cierto cuidado y nerviosismo. Aunque la sujeta, soy capaz de mantener mi posición. Una corriente eléctrica muy familiar recorre mi piel cuando mi mano hace contacto con la suya.
— Lo sé, Aly. — Afirma, como si leyera cada uno de mis pensamientos sobre él. — Soy un hijo de puta, y no sé como remediar todo... esto. — Está nervioso. — Intento mantener el control de la situación contigo, pero, simplemente, se me escapa de las manos. Estoy buscando las maneras de cómo tenerte sólo para mí y mi estricta protección, pero ya que no piensas aflojar ni ceder a mi modo, intento dejarme llevar por lo esporádico de esto. — Presiona mi mano con calidez. — Aunque eso no dure mucho en mí... — Susurra con timidez. — Me gusta proteger, controlar, y mantener el orden. — Se culpa con asimilación. — Discúlpame cuando eso suceda. — Percibo que baja un poco la cabeza, como un niño perdido.
Me giro y lo miro con la misma asimilación con la cuál él se culpa. Aún así, no puedo dejar de amarlo ni de pensar que todavía en su interior vive el chico bueno, tímido, y callado que una vez conocí.
— Admito que todo esto me hace sentir nervioso. Yo... no estoy acostumbrado a que una mujer como tú revolucione mi vida y la desordene de una forma que, sinceramente, me gusta. — Traga saliva ligeramente. — Sé que soy un ser contradictorio, manipulador, y todo lo que siempre me dices con esa lengua viperina que tanto me divierte en ocasiones. También sé que no soy fácil, por lo cuál, te agradezco la paciencia que tienes sobre mí.
— Nunca me negué sobre ceder a tu modo de llevar el sexo de la forma que lo necesitas. — Inquiero. — Nunca me negué a hacer todo esto a tu manera, porque yo también sentí la curiosidad de probar lo que quieres. De hecho, comenzó a gustarme tu modo de hacerlo, porque estaba confiando plenamente en ti.
Él parpadea repetidas veces, como si no pudiera creer lo que yo estaba diciendo.
— No entiendo por qué te sorprendes así. Desde el incio, cuando me has dicho todo lo que eres, entendí perfectamente que te gusta tener el control. Tienes un carácter dominante por naturalidad, pero admito que comencé a llevar bien tus necesidades. Sólo que me omitiste verdades, y eso me ha hecho retroceder.
Apesar de que no le agrada lo que le estoy diciendo, sus gestos hacia mí parecen comprensivos. Sólo se limita a asentir.
— ¿De verdad crees que si no te quisiera tanto y no fueras especial en mi vida, haría todo esto? Te quiero, Ojitos Bonitos. Sería capaz de aceptar muchas cosas por ti, pero tienes que aprender a controlar tu inestable temperamento conmigo.
— Lo intento. — Acepta sinceramente. — Pero me da miedo que alguien quiera quitarme a la niña de mis ojos. No podría soportarlo, ¿entiendes? No sé cómo manejarlo. — Intenta mantenerse tranquilo.
— ¿Qué te hace pensar que me vas a perder? — Me acerco repentinamente y acaricio su rostro. — Por Dios, Andy. Deja de sacar conclusiones por mí.
Frunce el ceño como si mi caricia le ardiera. Exhala el aire que contenía, y entonces, supe con certeza el gran cambio que todo esto suponía para él.
Apesar de lo difícil que esto era para ambos, especialmente para él, mantenía su rostro contra mi palma mientras sus verdes ojos se aclaraban de forma armoniosa ante mi caricia.
Me sorprende el nivel de plenitud que tengo sobre él. Trago saliva y lo miro dudosa, ansiosa, deseosa de su boca, de sus ojos, de su exquisito aroma.
— Aún sigo aquí, contigo. Apesar de la situación pasada que ya sabemos. ¿Qué te hace pensar que cualquier nimiedad hará que me aleje de tu vida? — Achico los ojos con un extraño dolor que se agolpa en mi pecho. Verlo en su lucha interna me abrumaba y me enloquecía con desesperación.
Unas impotentes ganas de mimarlo y protegerlo se apoderan de mí al ver que baja un poco la mirada, como si no tuviera opción.
— Para mí, es peor que eso. — Confiesa. — El tema de Amanda me resulta totalmente insignificante cuando se trata de mi vida personal y de mí.
— Quieres decir que, ¿crees que hay algo peor en ti que eso?
Asiente sin mirarme a los ojos, aunque aferra con ímpetu su mejilla al tacto de mi palma. Niego con una sonrisa nerviosa e incrédula.
— ¿Qué crees tú que pueda ser peor que eso, Andy?
— Yo. — Espeta. — Mi persona. Simplemente, yo...
— ¿Tú? — Sujeto sus mejillas con dulzura e insistencia al ver lo jodido que se sentía consigo mismo. — ¿Por qué dices esas cosas? Para mí eres especial. Lo sabes.
— Has dicho que soy un cabrón, un manipulador... — Contraataca sin ánimos. — Dijiste que era igual que Jesse...
— ¿¡Qué!? ¡No! Yo... — Niego desesperada con la cabeza. — Estaba molesta. — Hago que me mire a los ojos. — Estaba cegada por el enojo. — Adhiero mi nariz con la suya. — Discúlpame por eso. No estaba pensando claramente. De verdad estaba muy... muy... enojada por haberme omitido una verdad que, quizá, nos hubiera ahorrado muchos dolores de cabeza.
— No soy... perfecto. — Traga saliva. — Pero lo intento. — Cierra los ojos, atormentado.
— No, Andy... No tienes que pretender ser perfecto. — Acerco mi cuerpo al suyo al colocar mis manos sobre su nuca. — Para mí estás bien así. No tienes que... esforzarte en ser el hombre manipulador, controlador, y calculador todo el tiempo. No me... — Trago saliva cuando acerca sus labios a los míos con dulzura, como un niño mimado y dulce. No puede evitarlo. — No me molesta ver tu lado vulnerable.
— No tengo un lado vulnerable. — Se resiste sobre mis labios. — Soy como tengo que ser.
— No conmigo... — Con mis labios muy cerca de los suyos, me atrevo a sentarme sobre sus piernas, tensándose de manera significativa. — ¿A qué le tienes miedo? ¿Por qué te resistes a ésta agradable vulnerabilidad que hay entre ambos?
— Aly... Por favor... — Sus extrañas dudas se acentuaban, pero no parecía querer resistirse.
— ¿Qué? — Lo miro con dulzura al rozar mi dedo índice sobre sus labios, causando que suspire profundamente, lo que llena mi corazón rebosante.
Su cuerpo se relaja repentinamente y se pierde en mis ojos, entrecerrándolos con armonía. Acaricio su rostro con amor y posa sus labios sobre los míos, conteniéndose de besarme. Sonrío sobre ellos al percibirlo.
— A qué es bueno, Andy... — Acaricio su cabello con dulzura. Su respiración se entrecorta por mis muestras de cariño hacia él. — Si tan sólo te dejaras llevar por la despreocupación por unos leves momentos, entenderías lo maravilloso que es esto.
Beso su labio inferior. Me causa cierta ternura que termine cerrando sus hermosos ojos al dejarse llevar por mis palabras. No puede evitar que lo mime, porque, en el fondo, sé que le encanta.
— Cada vez que estás así, sólo para mí, lo último que siento son preocupaciones. — Acaricia la piel de mi espalda al invadirla bajo la tela de mi uniforme, causando que me arquee sobre sus piernas. — Me estás provocando, pequeña... — Me advierte con una sonrisa dulce sobre mis labios, aún con sus ojos cerrados. — No soportaré una tercera venganza por tu parte.
Me besa con frenesí. Mi respiración se mezcla con la suya, siendo capaz de jugar con su lengua y su labio inferior.
— No busco una tercera venganza. — Le digo entre nuestros ardientes besos. Quiero demostrarle cuánto lo amo, aunque me cueste decirlo con palabras. — Quiero despedirme de ti. — Gimo, pero me sujeta con más firmeza sobre su cuerpo. — Quiero que estés dentro de mí.
Cuando abre sus ojos, me muestra la mezcla de locuras que estaba sintiendo, gracias a mis palabras. Sonríe como un niño engreído y se muerde el labio, abrumado.
— Mi niña está aprendiendo... — Gruñe discretamente. Roza su nariz por mi mandíbula, descendiendo hacia mi cuello. — Hoy estás insaciable.
— Es tu culpa. — Gimo dulcemente al volver a arquearme sobre su cuerpo.
Cierro mis ojos con armonía al sentirlo mío. Lo incito al presionar su cabeza sobre mi cuello, tirando de sus cuidados mechones.
— Acepto felizmente la culpa. — Eleva la tela de mi camisa azul, quitándomela al instante. — Quiero pagar el precio, pero no a medias. — Gruñe sobre mi cuello al morderlo con suavidad. Sé que se refiere a dejarlo con ganas de más.
Me quito el pantalón azul sobre su cuerpo como puedo, mostrándome expuesta en ropa interior. Al elevarme un poco sobre su cuerpo, rodeo su cuello muy decidida. Acurruco su rostro sobre mis pechos con excitación.
— Te deseo, Andy... — Me remuevo sobre su dureza y soy capaz de colocar sus manos sobre mis nalgas, incitándolo a que las presione, lo cuál hace con encanto a través de la tela de mi tanga.
— No más que yo... — Susurra, perdido en todo de mí. Sus ojos claros se muestran embelesados y permisivos. — Pero hoy te dejaré hacer lo que quieras conmigo a tu gusto. — Pasea sus dedos por mi espalda con delicadeza.
Sus palabras me impresionan, pero aún así, me muestro dulce y excitada sobre él. Mientras bajo su cremallera con decisión, deja un camino de besos desde mi hombro hacia mi cuello. Con sus manos, baja un poco mi sujetador, y su lengua se deleita al lamer mis pezones con experticia. Presiona mi espalda con insistencia para saborearme a su gusto.
Como puedo, y bajo mi entrepierna, libero su insistente erección. Mi cálido contacto sobre su dureza provoca que tire de mis pezones con sus dientes.
— Así que quieres esto... — Gruñe dulcemente al continuar torturando uno de mis pezones, chupando y mordisqueando una y otra vez, hasta causarme un dolor placentero y excitante.
— Sí... — Gimo, ansiosa de que se convierta en el cómplice de mis insaciables deseos del día de hoy.
Tiro de su cabello con vehemencia, para que continuara besando y mordiendo mi piel con ansias. Él, sin embargo, me da lo que quiero, y antes de introducir su miembro en mi interior, es capaz de buscar un condón en el bolsillo de su pantalón. Siempre preparado e intentando cuidarnos.
Rasga el envoltorio con cierta prisa. Mientras comienza a deslizarlo sobre su dureza, lo beso con frenesí, sumamente ansiosa por tenerlo en mi interior.
— No dudarás en aprovecharte de mí... Aún yo sabiendo que no has perdonado mis omisiones. — Beso su boca una y otra vez entre sus palabras.
Una vez que estábamos listos, sujeta su dureza con firmeza mientras muerde mi barbilla, incitándome a descender sobre su miembro.
— Vamos, bebé... — Gruñe posesivamente y rueda mi tanga. — Jodeme a tu gusto... — Gime al sentir cómo me deslizo sobre su miembro. — Eso es... — Muerde mi hombro con brusquedad y frenesí.
Una vez que nuestros sexos sienten un familiar y electrizante contacto con la calidez de mi interior, Adrián maldice en susurros entre los ardientes besos que nuestras bocas desataban con un baile candente de lenguas.
Cuando comienzo a subir y bajar sobre su miembro, ahoga sus gemidos al morderse el labio inferior con fuerza, enterrando sus dedos con brusquedad sobre la piel de mi cintura.
— Agh, mierda, Aly... — Se queja gustosamente. — Me vuelves loco, coño...
Él, sin poder contenerse, comienza a manejar mi cuerpo cuando sus manos ascienden hacia mis costados, tomando un ritmo constante a la par que el mío.
Aunque asciendo y desciendo sobre su cuerpo con suma insistencia, no se inmuta y me incita con sus manos a continuar dándonos placer mientras mis movimientos sobre su miembro son más exigentes, violentos, y gustosos.
Comencé a gemir descaradamente, pero el ojiverde ladea una sonrisa maliciosa y a la vez muy dulce, observándo mis expresiones con encanto.
— Harás que Frankie nos escuche. — Me advierte divertido al subir el volumen de la canción que en ese momento sonaba. Sus ojos brillan con fascinación mientras que su expresión es una mezcla de excitación y sorpresa, por lo que no puedo evitar continuar haciéndolo mío. — Si no es que ya se haya dado cuenta... — Espeta sin ningún tipo de preocupación al esconder sus ojos en mi cuello.
Sin embargo, sujeto sus mejillas y lo obligo a mirarme desde su posición, queriéndo deleitarme de sus excitadas y frustradas expresiones mientras intenta contener sus gemidos.
— Cómo me fascinan estos ojos... — Logro decirle al adherir mi frente con la suya.
— ¿Sí? — Gruñe, casi en un frustrado gemido. — Tú... me... fascinas... completa... — Sus embestidas son más bruscas y crudas, sintiéndo como ejercía presión sobre mis pliegues.
Gimo sobre su boca y él hace lo mismo al perderse en el latente placer de nuestros húmedos sexos.
— Silencio. — Su orden se convierte en una sonrisa abrumadora.
Adrián sentía que yo iba a llegar al orgasmo sobre él. Tira de mi cabello con vehemencia y muerde mi cuello con rudeza al palmear fuertemente mi nalga derecha.
— ¿No piensas perdonarme? — Se aprovecha de lo extaciada que el latente y arrebatador clímax comienza a provocarme.
Ahogo un chillido, pero no contiene la segunda palmeada en el mismo lugar, causando que mi piel arda al igual que el resto de mi cuerpo.
— ¿No lo harás? — Gruñe sobre mi cuello y siento la insistente presión de su miembro entre mis pliegues. Palmea mi nalga con fuerza por tercera vez consecutiva. — Aún no me perdonarás. — Asume mientras su cuarta palmeada causa que continúe perdiéndome en un doloroso y descarado placer. Sonríe aún más. — ¿Te gusta? — Pregunta con lujuria, refiriéndose a los azotes que ya quemaban en mi piel.
No respondo, pero eso no hace que se contenga.
— Quiero que te vengas, carajo... — Se queja con fascinación y palmea una, dos, tres, y cuatro veces más, causando que llegue al orgasmo catárticamente.
Me besa con furia para callar mis gemidos, mientras se derrama en mi interior y presiona con su perfecta mano la piel de mi culo que quemaba.
Con sumo placer y gusto, me aferro con ambas manos a su rostro. Nos miramos fijamente, pero sus ojos estaban profundos y su tono de color se había oscurecido.
— Tal vez así entiendas que eres jodidamente mi todo. — Espeta al rozar su pulgar sobre mi labio inferior. Luego, sujeta mi barbilla, acercando mi boca contra la suya. — Mis deseos y pensamientos siempre han sido tuyos.
Como puede, se eleva conmigo un poco, aún sin salir de mi interior. Me recuesta sobre el espacioso y extenso asiento trasero del Roll Royce al aflojar su negra corbata.
— ¿Qué haces? — Aún no me recuperaba del orgasmo. Mi respiración continuaba agitada.
— Despidiéndome... — Gruñe con excitación al salir de mi interior para quitarse el condón y descender un poco sobre mi cuerpo.
Con descaro, introduce en mi sexo su dedo índice y su dedo corazón, masturbándome con la humedad que ya reinaba en mí gracias al clímax anterior.
Explora con experticia mi apertura y sus lados laterales mientras besaba mi muslo vorazmente y se deleitaba de mis piernas, haciéndome perder totalmente la cabeza, entregándome al descarado placer que me estaba ofreciéndo Mi Cura Prohibida.
De repente, sus dedos fueron capaz de llegar a una profundidad exacta, una que él buscaba con agilidad, justo en ese punto que puede ser posterior al clítoris. Luego, abrió sus dedos en forma de tijera al expanderse hacia los lados, causándome una corriente eléctrica de sumo placer que amenazaba con contraer mi vientre brutalmente.
— Ah... Andy... Por favor, Andy... — Chillo descaradamente al sujetar su cabello con brusquedad mientras continúa besando y lamiendo mi muslo vorazmente.
— Silencio. — Me amenaza. Ésta vez, con seriedad.
Continúa cerrando y abriendo los dedos en el interior de mi sexo, justo en ese punto dónde él quería. Suelto varios gemidos gruturales y sin poder evitarlo.
— Silencio, carajo. — Susurra amenazante. — Ya debe ser suficiente imaginación para mi chófer. — Sonríe maliciosamente sobre la piel húmeda de mi muslo. — ¿Quieres que continúe enterándose de que eres jodidamente mía? — Sus dedos en mi interior hacen que todo mi cuerpo tiemble. — ¿Eso es lo que quieres? — Me amenaza mientras tortura mi sexo a su antojo y sin ningún tipo de piedad.
Cuando se dio cuenta de que estaba a punto de llegar al orgasmo por segunda vez, su fascinación era evidente. De repente, sus dedos comenzaron a entrar una y otra vez, con agilidad y vehemencia, a un ritmo rápido y abrasador.
— Sí... — Gimo fuertemente, perdida en el placer.
— Calla.
— Más... Por favor... — Le suplico al sentir que el ritmo de sus dedos aumentaba sin precedentes.
— Silencio. — Me regaña, excitado. — Es la última vez que te lo advierto. — Aún así, continúa llevándome al placer.
— Andy... — Gimoteo con locura al volver a llegar al orgasmo con una abrasadora frialdad.
Sin esperarlo, y como si él se lo hubiera imaginado, se quita la corbata negra que ya se había aflojado. Luego, asciende hasta mi rostro. Siento como vuelve a buscar la apertura de mi sexo con su miembro al presionarlo sobre mis pliegues.
Al penetrarme con brusquedad, suelto un gemido ansioso, pero él eleva mi cabeza, rodeando mi rostro con su corbata.
— Te lo advertí... — Mueve sus caderas con vehemencia sobre mi entrepierna. — Abre la boca. — Gruñe en un susurro al volver a sentirme adentro.
Parpadeo repetidas veces por las leves dudas que emanaron en mí.
— Obedece. — Sus estocadas eran crudas y latentes, lo cuál me hizo abrir la boca automáticamente.
Adrián aprovechó mi involuntaria acción y terminó de rodear mi rostro para amordazarme. Comenzó a tirar de mi cabello y los tirantes de su corbata para callar mis gemidos mientras sus penetraciones se tornaron dolorosas, dulces, y placenteras.
Gimoteo espontáneamente, pero la mordaza de su corbata amortigüaba mis gritos de placer. Aunque sentía mi cuerpo pesado y agotado, mi excitación continuaba a flor de piel, ya que él me mantenía activa en cada embate.
Entre la rara y experta masturbación de sus dedos en mi sexo, y éste nuevo embate, lograría que perdiera la absoluta consciencia.
*****
Cuando los minutos eran apremiantes y restantes, los embates por parte de Adrián eran más persistentes y desesperantes para nuestra sobrenivelada excitación.
Gruñe sobre mi mejilla mientras presiona con firmeza su corbata y mi cabello, convirtiendo su puño en una maraña. Estaba privada del habla y mis gemidos casi eran nulos
Un abrupto mareo se apodera de toda mi consciencia, haciendo que un involuntario escalofrío reine en cada terminación nerviosa de mi sistema. Él sentía cada involuntaria reacción que mi cuerpo reflejaba bajo el suyo.
Cuando estaba a punto de llegar, se muerde el labio inferior y presiona mucho más mi cabello y su corbata.
— Quiero que te vengas conmigo... — Me dice muy deprisa, abrumado, y excitado. — Vamos, bebé... — Gime en susurros al adherir su nariz sobre la mía.
Sus ojos se fijan en los míos con lujuria. Observo con la vista casi nula cómo entreabre su apetecible boca, mientras recibía los últimos embates con más firmeza y dureza por su parte, causando que yo estalle en un abrumador, placentero, y doloroso orgasmo bajo su cuerpo, perdiéndo la consciencia por unos largos y tormentosos segundos llenos de éxtasis.
Adrián deja de forzar mi cabello y la corbata que amordazaba mi boca para besarme con frustración y desesperación, saliendo de mi interior y derramándo el líquido caliente sobre mi muslo.
— Esto es... lo que... la nena mía ha provocado... — Gime sensualmente sobre mi labio inferior al sentir cómo terminaba de derramar el líquido caliente.
*****
Minutos después, buscábamos el aliento que nos estaba haciendo falta. Nuestras agotadas y agitadas respiraciones se mezclaban sin pudor al comernos a besos.
Sujeto su nuca y él roza mi nariz con cariño y seriedad, con una expresión profunda y calmada. Sus ojos recuperan su color claro natural.
— Dijiste que me dejarías hacer lo que quiera contigo. — Acaricio su pulcra mejilla y le sonrío vagamente por lo agotada que me sentía.
— Ha sido así. — Frunce el ceño y luego engrandece sus ojos, como si al final hubiera sido realmente a mi modo.
— ¿Aja?
— ¿Qué significa ese "aja" de tu boquita? Has hecho conmigo lo que querías. Te he hecho mía sabiendo que no me has perdonado. — Como un niño pequeño, restrega su rostro sobre mis expuestos pechos que mi sujetador elevaba. — Adoro esto. — Me hace cosquillas con su barbilla, su nariz, y los mechones de su frente.
— Andy... — Rio. — No te hagas el desentendido. Estoy hecha mierda gracias a ti.
— Jovencita... — Me advierte, pero pongo los ojos en blanco cuando vuelve a mirarme a los ojos con ilusión. Ensancha su sonrisa y asiente levemente. — De acuerdo. — Acepta. — No puedo evitarlo.
— Dime algo que no sepa de tu temperamento. — Elevo un poco mi cabeza y beso sus labios con dulzura.
Cuando se aparta para poder recomponernos, comienza a alisar su ropa. Al guardar su bendecido y potente "amigo," recoje el condón y lo anuda para guardarlo en el bolsillo de su pantalón con discreción. Luego, me ayuda a vestirme.
— Déjame a mí. — Inquiere al acomodar mi sujetador y colocarme la camisa azul de mi uniforme. — Te quiero, mi niña. — Se muerde el labio inferior con timidez mientras admiro cómo alisa la tela de mi ropa. — Lo digo por si crees que me he pasado un poco con... esto. — Sus ojos me miran con sinceridad.
— La verdad es que... — Reflexiono y pienso por un momento sobre los tres orgasmos que acabo de tener. — Te has pasado un poco con tu creatividad y tu mentecita tan especial.
Parpadea varias veces, preocupado. Traga saliva y frunce los labios.
— Pero puedo lidiar con eso. — Me encojo de hombros y el ojiverde exhala el aire que estaba conteniéndo. — Relájese, Doctor Wayne. Además, obtuvo su incentivo.
Me mira con diversión y enarca las cejas.
— ¿A qué te refieres?
— Lograste tu cometido. — Hago un gesto con mis caderas mientras comienzo a ponerme el pantalón, refiriéndome a mi ardido culo.
— Yo... Lo siento. — Se disculpa sin sentirlo.
— No lo sientes. — Imito sus palabras y él sonríe con sorna.
— De verdad que lo siento, Aly. Quería enrojecerlo totalmente. — Levanta la mirada de forma controladora. — Pero podré conformarme de momento.
Abro la boca al mirarlo con impresión, sin poder creer su encantador descaro.
— Tu mandona actitud no tiene límites. ¿No es así, Wayne?
— Estamos a la par. — Vuelve a acercarse a mí con determinación. — Date la vuelta. — Me ordena y le hago caso, sin entender qué era lo que quería ahora.
Sin esperarlo, comienza a soltar mi alborotada y destruida coleta, gracias a sus fuertes agarres. Con paciencia y delicadeza, comienza a peinar mi cabello con sus perfeccionistas manos de dedos largos, sujetándolo en una coleta que él mismo arreglaba con agilidad.
Mi corazón late rápidamente y las cosquillas en mi vientre eran inminentes. Aún me siguen sorprendiendo sus acciones.
— ¿Estás bien? — Me pregunta tranquilamente.
— Eh... Sí... — Trago saliva al ver que, realmente, terminaba de ajustar mi coleta con actitud perfeccionista.
— Ya casi. — Me avisa al hacerle los últimos toques a mi cabello. — Listo. — Besa mi nuca y sujeta mi cintura, con la intención de que yo me girara hacia él. — Estás perfecta, como siempre.
Niego con una sonrisa incrédula al mirarlo a sus claros ojos.
— ¿Qué? — Frunce el ceño de esa manera tan especial que sólo él sabe hacerlo.
— Nada se te escapa.
Su cuerpo se relaja y deja caer sus hombros. Estira su mano y me la ofrece.
— Ven. — Su mirada se endulza. — Quiero... — Analiza sus próximas palabras. — Ordenarte algunas cosas. — Carraspea. — Más bien, pedírtelas. — Corrige al observarme con cuidado.
Vuelvo a poner los ojos en blanco y él ríe abiertamente al ensanchar su sonrisa y mostrar su perfecta dentadura. Le da ternura y frenesí, lo que causa que me acapare mucho más cerca de su cuerpo y estampe repetidos besos sobre mi mejilla y mi mandíbula.
— Me volveré loco toda la jodida semana que nos resta. — Me abraza fuertemente al esconder sus ojos en mi cuello. — Prométeme que te mantendrás en contacto conmigo. — Recalca. — Prométeme que responderás mis mensajes y llamadas.
— Está bien. — Acaricio sus mechones y lo mimo. — De todas formas, iba a hacerlo. — Suspira relajado y beso su cabeza. — No es que no comprenda tus condiciones.
— Gracias... — Lo escucho decir con sinceridad mientras continuaba escondido en la piel de mi cuello.
*****
Al cabo de unos minutos, ya nos encontrábamos en mi ciudad. Adrián me había recalcado una y otra vez que mantuviera la aplicación de Skype en línea, ya que le resultaba mucho más sencillo enviarme mensajes o realizar video llamadas de una manera más segura.
— Y no olvides tener la aplicación en tu iPhone. — Me advierte.
— ¿Algo más? — Enarco las cejas y lo observo al simular una expresión de fastidio.
Presiona mi nariz con cariño y tira de su corbata que aún permanecía rodeando mi cuello.
— ¿Estamos? — Adhiere su nariz sobre la mía, retándome con sus ojazos.
— Sí.
Tira con más insistencia de su corbata y pega su boca contra la mía.
— ¿Sí, qué? — Sonríe sobre mis labios.
— Sí, estamos. — Al responderle, me besa tiernamente.
— Quiero que tengas mucho cuidado con Jesse. — Me avisa. — No quiero que estés cerca de él. No quiero que vuelvas a hacer lo que ya le hiciste. — Acaricia mi barbilla con su dedo pulgar. — Te aseguro que puede ser una persona muy violenta, y juro que si vuelve a tocar aunque sea un mínimo cabello tuyo, no responderé a mis drásticas acciones. — Me advierte contundentemente. — Si él es una persona violenta, te aseguro que mis problemas temperamentales pueden convertirse en lo peor de mí, que es la ira.
Asiento al mirarlo tranquilamente.
— Haré lo que me pides por el simple hecho de que no quiero ver a mi futuro jefe en problemas.
— Adoro cuándo te pones en mi plan. — Sonríe como un niño engreído.
— No cantes victoria, papi rico. — Poso mi dedo índice sobre sus labios. — Sabes que no te he perdonado, pero debido a la situación, tendré consideración.
Frunce sus labios con impotencia y suelto unas cuántas carcajadas al verlo así, vulnerable.
— No es gracioso.
— Lo es. — Espeto. — Y más cuándo tu expresión tan manipuladora se desencaja. — Me quito su corbata, alisándola lo mejor que pude.
Mi Cura Prohibida niega con una sonrisa desaprobatoria.
— Espera. — Detiene mis manos al ver mis intenciones. — Yo puedo hacerlo.
— Shh... — Ignoro su firme agarre y coloco la corbata sobre la tela de su cuello. — Tranquilo. — Lo calmo al instante con paciencia. — El hecho de que yo realice algo simple sobre ti, no significa que te hará perder tu necesitado control.
Al final, cede y traga saliva, mirando mis labios mientras que yo me encontraba muy entregada en ajustar su delgada y corta corbata.
Me fijo en su perfil tan remarcado que rozaba la perfección. Sin embargo, Adrián no se da cuenta de cómo estudio cada pequeño y simple aspecto físico de él, ya que continuaba embelesado en mi boca.
Su respiración se relaja al ver que no me burlaría de él por cuidarlo con algo tan simple para mis ojos. Tener que darme cuenta de cada temor infundado en él, me dolía en el alma.
Al terminar de ajustar y acomodar su corbata con seriedad, se queda inmóvil. Aún no se había dado cuenta de que ya había terminado. Rozo mis dedos por su barbilla y su mandíbula tan pulcra.
— Eres hermoso. — Retracto. — No me cansaría de repetirlo.
— No. — Insiste. — Tú me das los deseos y las ganas para querer ser una mejor persona. — Eleva mi rostro al posar sus dedos en mi barbilla. — Quién embellece mi persona eres tú, jovencita. — Nos damos un tierno beso con timidez, gracias a nuestras palabras.
*****
Al acceder a la calle dónde se ubica mi hogar, me tenso automáticamente. No quiero que Adrián tenga un mal rato por mi culpa si a Jesse le daba la gana de volver a aparecer para reclamar y discutir.
— Tranquila... — Me calma al posar su mano sobre la mía. Me sentía nerviosa mientras observaba por la ventanilla. — No ocurrirá nada malo. — Acaricia mi piel con la yema de sus dedos. — Todos están en sus respectivos trabajos. — Comentó, refiriéndose a Jesse y a sus padres.
Asiento al tragar saliva. Una nostalgia invade mis sentimientos. Sé que sólo será una semana, pero, aún así, me costaba demasiado tener que mantener distancia con él cuando ya se había convertido en el hombre de mi vida y en la persona que desearía tener a mi lado siempre.
Según Adrián, lo que sentimos el uno por el otro podría ir más allá de los límites. Yo estaba creyendo que era cierto y que esto es más fuerte que cualquier situación o circunstancia.
Ésta necesidad, ésta sed y hambre que tenemos el uno por el otro, nos mantenía insaciables, pero éramos dignos de vivir con ese padecimiento ilógico sobre el amor si nos teníamos de forma recíproca.
Cuando el vehículo se detuvo, Frankie sólo espero que Adrián diera la orden para abrirnos la puerta.
El ojiverde me sonrió con una pizca de diversión y me guiñó el ojo, sujetando mi mano para que saliera del lujoso Roll Royce junto a él.
— No... — Lo detengo y él se gira para mirarme. — No me arriesgaré a que descubran que tú eres el hombre con quién estoy.
— Correré el riesgo. — No muestra ni una pizca de preocupación.
— No es buena idea. — Recalco preocupada. — Y menos en estos momentos en los que tienes muchas cosas muy importantes.
— Eres la primera y más importante de todas. — Tira con suavidad de mi mano y sus ojos me convencen con cierta seguridad para salir junto a él.
Una vez en el exterior, recomponemos nuestra postura. Adrián coloca las manos en los bolsillos de su pantalón, y soy capaz de hacer lo mismo mientras observamos cómo su chófer sale del vehículo con una clara expresión de diversión.
— Yo... — Frankie carraspea. — Decidí esperar tu orden, Doc.
— Ah... — Adrián se ruboriza levemente. — Sí... Lo siento, Frank. — Se arquea un poco. — La jovencita y yo estábamos teniendo una... profunda y seria conversación. Me... distraje.
— ¿Cómo no, Doc? Lo entiendo perfectamente. No se preocupe. — Nos mira al enarcar las cejas, aunque parecía educado.
Adrián y yo bajamos la cabeza, como dos adolescentes descarrilados.
— Doctor... — Frankie llama su atención. — Es tu vehículo, tu dinero, y tu vida. — Asiente con diversión. — Puede hacer lo que desee, porque yo sólo recibo órdenes. ¿Por qué no acompaña a la jovencita para que se despidan con calma? Yo lo esperaré aquí para marcharnos.
— Gracias, Frank.
— Llamaré a tu padre. Le diré que vamos en camino. — Nos guiña el ojo a ambos.
Adrián asiente con suficiencia y rodea mi cintura para dirigirnos a la entrada de mi humilde hogar.
— No sólo a Garret tendré que aumentarle el sueldo, sino que a ti también. — Adrián bromea con su chófer, y por alguna razón, ambos se comprenden. Es de las pocas personas en quién Mi Cura Prohibida confía con sinceridad, lo que me hace sentir bastante cómoda.
Nos percatamos de que Jimmy ya había llegado y que mis padres también se encontraban en la casa por los vehículos estacionados.
Una vez que estábamos frente a la puerta, me giro y lo miro a los ojos.
— Cuida ese temperamento, ¿sí? — Le sonrío con dulzura.
— Lo intentaré.
— Quiero que lo hagas. — Espeto. — Estaré bien. Me cuidaré. Lo prometo...
Asiente y suspira con frustración.
— Al menos, sé que tienes mucha protección aquí. — Engrandece sus hermosos ojos al referirse a mi familia. — Son maravillosos, aunque son iguales de escandalosos y ruidosos que tú. — Acaricia mi barbilla y muestra una sonrisa sincera al ensanchar su apetecible boca y mostrar su perfecta dentadura.
— ¿Seguirá divirtiéndose a costa mía, Doctor Wayne? — Enarco las cejas y sonrío con cierta ilusión.
De repente, la puerta de la entrada de mi hogar se abre abruptamente. Mi madre sale de inmediato muy eufórica. Adrián levanta la mirada con una arrogante diversión.
— Al parecer, sí. — Es lo único que logra comentar.
— ¡Pero miren quién está aquí! ¡Oh, por Dios! ¡Doctor Wayne! Digo... ¡Andy, cariño! — Mi mamá lo saluda con un fuerte apretón de manos y luego se abalanza sobre él al sujetar sus mejillas y darle un beso en cada una. — ¡Andy, cariño! ¿¡Por qué no pasas!? ¡Ven! ¿¡Quieres café!?
— Hola, señora Nery. — Adrián se ruboriza y muestra una sincera timidez ante mi exagerada y adorada madre. — Yo... Vine a traer a su hija, pero debo irme de inmediato por cuestiones laborales.
— ¿¡Seguro!? — Ella sujeta sus manos como si él fuera toda una deidad. — ¡Cariño, sabes que eres bienvenido aquí cuando quieras! ¡Cómo antes y siempre!
— Gra... Gracias... — Traga saliva y veo cierta pizca de emoción en sus ojos claros.
Desde que mis padres se han enterado de que Mi Cura Prohibida es el chico que siempre venía a buscarme y visitarme, lo tratan igual que antes y hasta con más cariño y una familiaridad espontánea que a él parecía abrumarle un poco, ya que no estaba acostumbrado.
"Debo admitir que me agrada verlo ruborizado y vulnerable. Esto no pasa a menudo." Rio para mis adentro al pensarlo con diversión.
— ¡Juan Antonio! ¡Jimmy! — Grita mi madre con emoción.
— ¿¡Qué!? Shh... — Le digo entre dientes a ella. — ¡Mamá, no! ¡Realmente tiene que irse! ¡Tomará un vuelo!
— ¿¡Qué!? — La voz de mi madre es de pura decepción. — ¡Ay, nooo! — Sujeta sus hombros y lo mima como a un hijo. — ¿Regresarás pronto?
Él asiente con timidez.
— ¿Estarás aquí para la fiesta de cumpleaños de Jimmy? — Mi madre insiste mientras yo pongo los ojos en blanco.
"¡Dios, que termine ésta tortura!"
— Sí, claro. — Espeta sin temor lo que para mí es una confesión. — Jimmy ya me ha invitado. No se preocupe, señora Nery. Asistiré.
— ¿¡Qué!? — Chillo.
— ¡Ay, sí! ¡Es bueno saberlo, Andy! — Ella posa una mano sobre su mejilla y se despide con un efusivo abrazo, el cuál Adrián recibe con sorpresa y comodidad. — ¡Los dejaré sólos para que se despidan! Alimentante bien, ¿¡si!? ¡Y duerme las horas necesarias! ¡Los médicos como tú deben descansar más a menudo!
— Mamá... — Coloco mi mano en la frente, rogando para mis adentros.
— Lo haré. — Adrián afirma tranquilamente. — Gracias por... preocuparse.
— ¿¡Pero cómo no me voy a preocupar por mi Doctor!? — Mi mamá vuelve a sujetar sus manos con emoción. — ¡Mi calidad de vida ha mejorado para bien gracias a ti! Además, ¡eres el novio de mi niña!
Abro la boca y mis ojos se engrandecen.
"¡Mamá, maldita sea!" Grito en mis pensamientos al acercarme a ella y tirar de su brazo.
Adrián asiente y sus ojos claros destellaban con ansias.
— Mamá, ahora voy... — Le digo al intentar empujarla al interior de la casa.
— ¡Pero me estaba despidiendo! — Se queja exageradamente cuando logro que entre. — ¡Es todo un ángel!
"Sí, claro..."
— Está bien, está bien... Ve con papá y cuando termine de hablar con Andy, estaré con ustedes. ¿Sí? Les contaré los acontecimientos. — Intenté calmarla con eso, lo cuál no es totalmente cierto.
— ¡Ay, sí! ¡Ya imagino que nos confirmarás que Andy es nuestro yerno! ¿¡Verdad!? — Intenta vociferar, pero él escucha tranquilamente lo que mi mamá dice y no se inmuta para nada. — ¡Dios, cariño! — Grita emocionada mientras sigue su camino. — ¡Ya imagino cuando asistamos a las reuniones de nuestra familia! ¡Las caras que pondrán cuando se enteren que mi yerno es médico! — Aplaude para sí misma al alejarse y celebrar sola.
— Uf, carajo... — Me quejo al colocar mi mano sobre mi frente y mis flequillos. — ¿¡Por qué no la sacaste de su error!? — Lo miré con preocupación de que se espantara.
— Si para ella soy eso... — Se encoge de hombros. — Estará bien...
— ¿¡Ah, no me digas!? — Me cruzo de brazos. — Primero, le dices a tu ama de llaves que soy tu novia. Ahora, no sacas a mi madre de su error.
— Sólo me dejo llevar por el momento. — Bromea eficientemente al levantar la mirada. — Es lo que me has dicho.
— Sí, pero...
— ¿Te avergüenzas de mí? — Pregunta con cierta preocupación. Su expresión desencajada lo hacía ver más hermoso aún. Me jode cada vez que me pregunta eso.
— ¡Sabes que no!
— Entonces, ¿por qué te preocupa lo que pueda pensar mi ama de llaves o tu madre?
— Tienes razón.
— Esto de que piensen que somos novios no me desagrada. — Lo analiza al elevar su reflexiva mirada. — Es raro para mí, pero no me desencanta.
— Ya de naturaleza es rara cada situación a tu lado, pero añadirle que eres un médico brillante que se tira a la interna de su padre lo hace todo más raro aún.
— Eso que acabas de decir, ¿es un comentario bueno o malo?
— Raro.
— Bien. — Sonríe con suficiencia y comienza a buscar en el bolsillo de su pantalón. — Espero que no se haya caído mientras lo haci... — Carraspea. — Mientras intentábamos llegar a una reconciliación.
— ¿Qué cosa?
— Esto. — Saca una pequeña caja blanca con un diminuto lazo azul cielo de tela fina y delgada. El nombre de su etiqueta: "Piaget," reluce con exquisitez. Eleva su mano y la muestra con seriedad mientras sus ojos se fijan en los míos. — Espero que te guste, porque será raro el obsequio.
La sorpresa me invade por completo. Estiro un poco mi mano con nerviosismo. Al tocar la pequeña caja, él la sujeta con una mirada llena de satisfacción.
— Yo mismo escogí la caja y el envoltorio. — Me dice tranquilamente y con suficiencia.
— Claro que sí. — Sonrío con ternura y parpadeo repetidas veces, sabiendo que es sumamente detallista y perfeccionista.
Cuando decido abrirlo de inmediato, un fino y plateado collar brillaba delicadamente y reposaba sobre la diminuta caja. Pero lo más que me impresionaba colgaba del collar. Un dije con la forma del Caduceo de Hermes con dos serpientes enrolladas y las alas de ángel, brillaban en pequeñas piedras en diamantes.
— ¡Por Dios, Andy! — No puedo evitar exclamar con impresión. — ¡Esto es demasiado para mí!
— Tu lengua viperina lo es. — Bromea en un susurro al ver mi impresión, tomando el collar con la intención de colocarlo sobre mi cuello. — Date la vuelta. — Sus ojos verdes brillan emocionados.
Aunque intento analizar y mediar palabras sobre la situación, le obedezco ojiplática.
— Buena niña. — Susurra satisfecho al rodear mi cuello con el collar. — Hubiese querido regalártelo cuando estuvimos en mi apartamento, pero el encargo desde otro país siempre es un poco tedioso en cuánto a la demora.
Aunque lo escucho, me quedo embelesada en el dije. Lo toco una y otra vez sobre mi pecho.
— Es el símbolo de la medicina... — Susurro sin creerlo.
— Es el actual, sí. — Afirma. — Sé perfectamente que impresionante no es sencillo. Pero no se me ocurrió mejor idea que hacerlo con lo que más amas en la vida. Con lo que ambos amamos, quiero decir. — Siento cómo coloca el cierre. — Nuestras carreras han sido las responsables y testigos de que nos reencontráramos, y de que nuestras vidas volvieran a estar entrelazadas. — Besa mi nuca con suavidad y me hace girar sobre mis pies.
Lo miro impresionada al negar con la cabeza efusivamente. Aún tocaba el brillante dije con mis dedos, sin apartar mis ojos de los suyos.
— Adrián, yo... no tengo cómo agradecerte con palabras los detalles que me has obsequiado. Yo... Lo siento. — Trago saliva muy nerviosa. — Creo que también debería regalarte algún detalle que...
Se acerca repentinamente y estampa sus labios contra los míos, robándome un cálido y tierno beso.
— El mejor detalle ya me lo has obsequiado cuando apareciste por primera vez en mi vida. — Acaricia mi labio inferior al mirarme a los ojos con dulzura. — Fuiste mi fantasía y mi sueño intermediario que me inspiró para superarme en la vida. En los momentos más sufridos, fuiste la de los desinteresados detalles hacia mí. — Sujeta el dije sin dejar de mirarme. — Esto no es nada para lo que mi niña merece, ¿bien?
Con ternura y con las extremas ganas que surgen de mi interior para mimarlo, sujeto sus mejillas y plasmo dulces besos por diferentes partes de su rostro; su labio inferior, su mandíbula, su mejilla, y su barbilla.
— Ya que mencionas el pasado... — Al terminar de besarlo, me mira con atención mientras aún sujeto sus mejillas. — Quiero que sepas... que apesar de todo lo que ha sucedido y continúa sucediendo, ésta vez, yo te escojo a ti, Andy. — Intento acomodar algunos mechones que sobre su frente. — Y no sólo me refiero al estúpido tema de Jesse, sino que, ésta vez, te escojo a ti por encima de tu pasado que lo incluye a él, a Amanda, y a todo lo que conlleva estar contigo. — Niego levemente. — Desde un principio debió ser así, pero era una adolescente inmadura que no sabía lidiar ni identificar los verdaderos sentimientos sobre el amor hacia un hombre.
— ¿Eso quiere decir que...
— No, aún no habrá reconciliación, Doctor Wayne. — Sonrío y él hace lo mismo.
— Una mujer muy difícil. — Me rodea con sus fibrosos brazos al abrazarme con nostalgia y protección. — Ya veré que ideas se me ocurren para que cedas.
— Estoy segura de que regresarás con la creatividad activa y con todas las de dar.
Ríe sensual y cómodamente, causando que mi interior se llene de gusto al saber que, quizá, se vaya más tranquilo y pasivo.
Los vecinos se asoman desde sus casas para mirar el lujoso y escandaloso vehículo.
— Andando, machote. — Le doy una palmada en su prieto culo con mi pequeña mano, aprovechando que seguía abrazándome. — Estás llamando la atención del barrio completo.
Al apartarse de mí, sonríe engreído. Sabe que estaba ansiosa por hacerle algo como eso. Me causa gracia que él se contenga de azotarme a mí, puesto que puede ser muy descarado e intenso en cualquier lugar y momento.
— Qué manera de faltarle el respeto a su jefe. — Me riñe con diversión al comenzar a alejarse de mi hogar.
Lo miro desde el marco de la puerta con una estúpida sonrisa.
— Aún no es mi jefe, Doctor Wayne. — Lo corrijo con toda la intención y él bufa por lo bajo al no darme la cara. Sé que sonríe. — Pero está claro que el futuro director tiene un culo espectacular.
Él se gira un poco y enarca las cejas con cierta impresión por mi descaro. Frankie le abre la puerta del copiloto riendo por lo bajo y negando con la cabeza.
Al final, me dedicó una abrasadora mirada que prometía muchas cosas, algunas más misteriosas que otras. Pero de lo que sí estaba segura, es que, ésta vez, a quién escogeré, es a él.
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