Capítulo 48 | Parte 1.
♪ Nothing On You - B.O.B. feat. Bruno Mars ♪
Capítulo 48.
El martes estaba resultando bastante entretenido. El Doctor Santiago; el residente que me dirige, nos había asignado algunos casos en el piso de emergencias, y debo decir, que han salido bien y a última hora los he podido trabajar bajo control.
Me senté en una camilla vacía que se encontraba en uno de los pasillos del piso de emergencias. Me recosté, tratando de tomar un breve descanso. No había parado de trabajar y de estar presente en casos como: asmas crónicas, dolores con espasmos abdominales y heridas abiertas.
Sin importarme quien pasara o no, cubrí mi rostro con mi abrigo mientras me acomodaba mucho mejor sobre la camilla. En unos minutos más, me había dormido.
🔹
Escuchaba murmullos a mi alrededor. A pesar de que veía todo oscuro, las voces se me hacían reconocidas.
Escuchaba murmullos a mi alrededor. A pesar de que veía todo oscuro, las voces se me hacían conocidas.
—Doctor Del Valle, déjela. Posiblemente, tuvo una mañana cargada —reconocí la voz de Kenneth—. La vi trabajar toda la mañana sin parar.
—Lo sé, solo me sorprende que se haya quedado dormida en pleno pasillo —la voz de Damián parecía tener una pizca de gracia—. De todas maneras, infórmele lo que le dije a usted. Quizá le interese el caso y no se va hasta mirarlo por completo.
—¿De qué está hablando? —preguntó Kenneth con curiosidad.
—No se haga, señor Hall —Damián rio con sarcasmo.
Con pesadez y cansancio, aparté mi abrigo de mi rostro, tratando de que mi vista se volviera a acostumbrar a la claridad. Percibí cómo Damián se alejaba del pasillo y observé con dificultad que Kenneth se encontraba sentado en el borde de la camilla, junto a mis pies. Jugaba con los cordones de mis Converse.
—¿Qué haces aquí? —pregunté, reincorporándome—. ¿Y el doctor diablo? Escuché a Damián. No lo he visto y ya extraño sus sarcasmos y sus ridículas manías.
—Bueno —sonrió al continuar jugando con los cordones de mis Converse—, tenía que atender un caso reciente. Parece que es apendicitis.
Levanté mi espalda levemente, prestando atención a mi amigo.
—¿Sí?
— Sí. De hecho, de eso quería hablarte. — Me senté junto a él. — Pero estuviste en los sueños de morfeo durante... — Miró su reloj. — Calculo que durante media hora. — Sonrió con suficiencia.
—Sí, bueno, hace un rato que había terminado mi turno, pero permanecí aquí por si me necesitaban.
—Entiendo —sujetó mi mano con dulzura—. Una vez que te acostumbras a esta vida, a este trabajo, es difícil irse a descansar pensando que aún podrías servir para algo. Es el síndrome que sufrimos todos los internos aquí.
—Sí, supongo —sonreí con cansancio—. ¿Y de qué me querías hablar?
Kenneth pareció divertirse con mi pregunta y suspiró como si estuviera enamorado.
— El príncipe del bisturí pasó por aquí.
—¿Y?
— ¿¡Y!? — Exclamó en un susurro. — ¡Qué te ha visto dormir! Bueno, prácticamente vio un cuerpo casi inerte, porque tu rostro estaba cubierto.
—Espero que sea una broma de mal gusto, Kenneth —me sonrojé al instante.
— Al menos... a él le pareció divertido. Cuando te vi aquí dormida, me senté justo aquí a escribirle a mi madre, y el bombón de cirugía pasaba por aquí. Al principio pareció extrañado, no se creía que eras tú. Luego se acercó sin decir nada y sonrió. — Se encogió de hombros con despreocupación.
—¿Por qué no me despertaste? ¡Qué vergüenza!
— No dijo nada, tranquila. Además, dudo mucho que te regañe por eso. Se nota que se vive los vientos por ti.
—Kenneth, baja la voz —miré hacia ambos lados del pasillo—. Pensé que me dirías algo respecto al trabajo.
— Sí. Es que no me has dejado terminar, reina. — Lo miré con más curiosidad y no dije nada, para que continuara hablando. — Hace un rato le notificaron a DD sobre un caso, y tengo entendido que dicho paciente viene en camino. Me preguntó si querías participar, y en caso de que aceptaras, debes ir dónde él.
—¿Y eso qué tiene que ver con el doctor Wayne Milán? —pregunté al negar con la cabeza.
—Eso lo tendrás que averiguar cuando vayas —peinó con sus dedos algunos mechones de mi negro cabello—. Solo tienes que avisarle a tu dirigente que trabajarás en un caso independiente a tus prácticas.
— Lo haré. Quiero aprovechar cada oportunidad clínica que se me presente.
— Claro... — Kenneth sonrió con picardía.
Me sonrojé al instante y me bajé de la camilla.
—Iré a buscar al doctor Santiago para avisarle. ¿Me acompañas?
—Por supuesto, mi reina.
🔹
Cuando me dirigí hacia el piso de los internos, busqué al doctor Santiago para avisarle que estaría trabajando en un caso independiente con el doctor Del Valle. De hecho, como Kenneth había terminado su turno, decidió marcharse para descansar. Al menos eso era lo que me había dicho.
Cuando volví al piso de emergencias, comencé a buscar a Damián por los pasillos. Como no lograba localizarlo, fui hacia la recepción del piso de emergencias, dónde se encontraba la enfermera Holán. Cuando me vio, sonrió y sentí que se ruborizó. Tal vez ella ya sabía que estaba enterada del acercamiento de Jimmy hacia ella. La enfermera Holán estaba atendiendo a alguien al teléfono cuando me asomo al mostrador.
—Un minuto, por favor —le avisó a la persona que estaba al otro lado del teléfono—. Sí, dígame, señorita Doménech —sonrió—. ¿En qué la puedo ayudar?
«Vaya, estaba resultando bastante incómodo para ella».
Podía entenderla, no era sencillo saber que a veces tenías que trabajar para la hermana de alguien que te pretendía.
—Hola —le sonreí y rasqué mi cabeza con cierta incomodidad—. Estoy tratando de localizar al doctor Del Valle y no lo he visto por los pasillos. ¿Sabe dónde está o dónde pueda encontrarlo?
Seguramente Jimmy me mataría por ser drásticamente profesional, pero es qué no sabía como actuar o qué decir. Tampoco podía presentarme y decir "Hola, posible cuñada." Dios, no. Le daré tiempo.
—Sí, está atendiendo un caso de apendicitis. Al parecer, el paciente será operado lo antes posible y él estaba por comenzar a realizar los análisis pertinentes para que no haya ningún inconveniente durante la cirugía.
—Entiendo. ¿En qué habitación se encuentra?
—Cuando pases por este pasillo, vas hacia la derecha y entras por la segunda puerta.
— Perfecto. — Sonreí con suficiencia. — Gracias, Leslie.
Dije su nombre, para que sepa que me cae muy bien. Ella se sorprendió al instante y sonrió nerviosa. Al parecer, es bastante tímida. Parecía una chica seria y discreta. Quizá por eso Jimmy se fijó en ella. Aunque claro, mi hermano es de todo, menos serio. Él es divertido, bromista, y su inteligencia mayormente la utilizaba para su propia y absoluta conveniencia. Pero claro, eso no le quitaba el buen corazón que tenía a la hora de querer ayudar a quién lo necesitara.
Cuando seguí al pie de la letra la dirección que la enfermera Holán me había dicho, entré a la habitación y Damián me recibió con una sonrisa.
—Pensé que no vendrías o que estarías muy cansada —alzó una de sus cejas con arrogancia—. ¿Estuvo buena la siesta?
Puse los ojos en blanco y sonreí.
—¿Nunca las tuviste siendo interno? —le saqué la lengua y bajó la mirada con una leve sonrisa.
— Quiero presentarte a Nancy. — Extendió su mano hacia la pequeña paciente que estaba recostada sobre la camilla. — Ella me asistirá cuando yo no esté aquí. — Le informó a la pequeña.
La niña de unos ocho a nueve años comenzó a sonreír cuando Damián le hablaba con dulzura y paciencia.
—Hola, Nancy —me acerqué a ella y sujeté su mano con cariño—. Me llamo Alysha, pero puedes llamarme "Nere".
— Hola, Nere. — Me sonrió y parecía asustada con la situación. — Eres muy bonita.
Me reí con ella.
—No más que tú.
— Nere. — Damián me llamó por mi apodo y sentí una chispa de impresión. — Nuestra amiga está un poco asustada, pensando que algo malo podría pasarle. ¡Que locura! ¿No? — Me observó con señal de que le siguiera la corriente.
Era obvio que quería mantenerla calmada.
—¡Claro que no te pasará nada malo! —exclamé con diversión y me senté a su lado—. Verás, si estás aquí, es porque ese dolor que sientes aquí... —señalé con cuidado la parte dolorida de su abdomen—. Desaparecerá.
La niña me dedicó una mirada más esperanzada.
—¿De verdad? —preguntó con una sonrisa nerviosa.
— De verdad, preciosa. — Le sonreí y sujeté sus manos. — Cuéntame, ¿cuál es tu pasatiempo favorito? ¿Qué te gusta hacer?
En el momento, su rostro se encontraba totalmente iluminado.
—Me gusta bailar y cantar —bajó la mirada—, pero estoy triste. Se supone que tenía un ensayo de baile en la escuela. Entonces, estos dolores a veces son malos, muy malos.
—Lo sé, pero te prometo que acabarán. Aquí hay doctores muy buenos y pronto no tendrás nada.
Damián sujetaba una tableta digital y nos miraba con ternura. Me sorprendía ver esa faceta del doctor diablo.
—Nancy, necesito un momento para hablar con el doctor.
— Pe... pero no te irás, ¿verdad? — Sujetó mi mano con más fuerza y la miré pensativa.
La miré con ternura, porque no necesitaba decirlo así, ya que me tenía totalmente convencida.
—Claro que no me iré, preciosa. Me quedaré contigo hasta que todo acabe.
Nancy asintió con más ilusión. Damián y yo salimos de la habitación, ya que necesitaba tenerme al tanto.
— Escuchame, Nere. — Pidió mi amigo y parecía muy a gusto. — Ya ordené que le realizaran un análisis general, para estar seguro que mi paciente es apta para la pronta cirugía. — Miró la tableta que hace rato cargaba en un brazo. — ¿Ves esto? — Me preguntó al enseñarme la pantalla de su tableta. — ¿Me puede decir qué es? — Preguntó con curiosidad.
Estaba probándome.
—Es una ecografía abdominal —miré la pantalla con más detenimiento—. Por lo que se presenta, tiene inflamación en el lado derecho del abdomen.
— Así es. — Afirmó con una sonrisa. — También la pequeña presentó otros síntomas y señales como; fiebre baja, pérdida de apetito y pude observar que notaste que tiene una leve hinchazón en el abdomen.
—Cierto.
— Bien. Entonces, su trabajo consta en esperar los resultados de los análisis generales. Ya sabe; análisis de glucosa, hematológicos, urianálisis, etcétera. — Continuaba explicándome rápido y directo. — Una vez que los resultados lleguen a tus manos y todo esté bajo control, que espero que así sea; podrá confirmarle a la enfermera de turno que la pequeña estará lista para una apendicectomía.
—Bien.
—No te preocupes —me miró fijamente, con un brillo de orgullo en sus ojos—. En cuanto le confirmes a la enfermera de turno que la pequeña es apta para la cirugía, la vendrán a recoger y la llevarán al piso de cirugía.
— Entiendo. — Tragué hondo, porque ahora entendía las expresiones de Kenneth y la expresión que se reflejaba en la cara de Damián.
Mierda.
— Una vez que esté en cirugía, su deber es estar al tanto, hasta que haya acabado. El cirujano le dará el visto bueno, unos documentos que deberá recoger y me los entregará. — Sonrió con malicia y mi cabeza era un torbellino. — No creo que tenga ningún... problema antes o después de la cirugía.
«No podía faltar el jodido comentario del doctor diablo».
Cada vez que tenía que ir al piso de cirugía, mis nervios estaban a flor de piel.
«Uf, Nere. Respira, respira. Podías hacerlo».
Tenía que demostrar que era buena para mi deber, que podía con cualquier caso que se me presentara. Y, si el médico más sarcástico y arrogante del hospital me estaba dando la oportunidad de participar en un caso en su representación, era porque realmente podía hacerlo. Sabía que podía y que lo lograría.
—Claro, colega —asentí con una sonrisa nerviosa.
— Estás a cargo. — Posó su mano desocupada en mi hombro y por lo que pude notar, sonrió muy levemente.
«¿Es que el doctor diablo estaba de buenas?».
Al parecer estaba confiando en mi criterio. Había oído rumores en los pasillos sobre mi trabajo como practicante, y por lo que intuía, eran de buena influencia. Mi trabajo en el hospital comenzaba a rendir frutos. De hecho, saber eso me hizo sentir un gran alivio.
—Gracias, Damián —le sonreí con cariño y sinceridad—. De verdad que te lo agradezco. Sé que...
— Las cursilerías para otro momento, niña. — Suspiró con gracia al poner los ojos en blanco.
— DD, eres un osito de peluche vestido de diablo. — Le di un cálido abrazo y se quedó congelado de repente.
Cuando me aparté para mirarlo, me observó por unos segundos con extrema curiosidad.
— Me recuerdas a alguien. — Dijo al fin y comenzó a alejarse por el largo pasillo.
Achiqué los ojos, mientras que él desaparecía de mi vista.
«Qué extraño. ¿A quién se referiría?».
🔹
Me había tomado mi tiempo para leer los análisis clínicos que la enfermera de turno me había traído del laboratorio. Los examiné y los analicé con sumo cuidado, pero todo estaba bajo control. Cada análisis estaba en la escala correspondiente y eso era importante para la pronta cirugía, ya que todo marcharía sin ningún problema ni preocupación.
La apendicectomía era una de las cirugías más frecuentes que los cirujanos practicaban en las salas de operaciones, así que eso sumaba más puntos a que todo saldría bien.
Cuando la enfermera volvió, le confirmé que la pequeña Nancy se encontraba apta y en condiciones para ser operada. Luego salió inmediatamente para avisarle a varias enfermeras más que la transportarían al piso de cirugía.
— Nere. — La pequeña Nancy me llamó. — No quiero que me dejes sola, quiero que me acompañes a todos lados. Me da mucho miedo. Mucho, Nere.
Nuevamente, sus ojos comenzaron a tornarse preocupados, pero hacía un rato que había encontrado el truco para distraerla del ambiente que la estaba abrumando.
—Está bien —le sonreí—. Claro que iré contigo.
Nancy me sonrió con más emoción y me senté junto a ella. La distraje hablando de dibujos animados y después terminamos hablando de música.
Escuché que la puerta de la habitación se abrió y Gloria se acercó a nosotras con una extrema sonrisa. Le había enviado un mensaje diciéndole dónde me encontraba. Estaba claro que a ella le interesaba mi caso, ya que le encantaba trabajar con los niños.
—¡Hola, princesa! —Gloria la saludó con naturalidad y también se sentó en la camilla, al otro lado de Nancy—. Escuché que estaban hablando de música.
Nancy sonrió y asintió con diversión.
—Hola, ¿cómo te llamas? —le preguntó a mi compañera.
—Gloria, ¿y tú?
—Nancy —la pequeña se sentó con más insistencia—. Le decía a Nere que cuando este dolor se acabe —señaló su abdomen—, podré volver a bailar en el grupo de la escuela.
—Oh, ¿bailas? —preguntó Gloria con una exagerada emoción, lo cual estaba divirtiendo a la niña—. Pues, ¡adivina! ¡Nere y yo también bailamos!
Engrandecí los ojos por la impresión y negué con la cabeza al soltar una carcajada. Nancy era tan pícara y la verdad era que estaba divirtiéndome con ella. Y, claro, Gloria no podía faltar para animar a la pequeña paciente que me dejaron a cargo.
La pequeña Nancy comenzó a emocionarse de verdad cuando vio que Gloria había puesto música de su teléfono. Ella lo había conectado junto a un reloj de artefacto que tenía sistema de mp3, y aunque no podíamos subir demasiado el volumen de la música, la niña estaba más que encantada. Era más que obvio que mi compañera quería distraer a nuestra pequeña paciente del dolor que le estaba causando la inflamación del apéndice. Ambas esperábamos que se dieran prisa, porque nos habían dicho que los cirujanos estaban ocupados con una cirugía de vida o muerte.
🔹
Los minutos pasaban entre los ridículos chistes que le contábamos a Nancy, mientras las canciones se programaban aleatorias en el teléfono de mi amiga.
Luego de un rato, la pequeña me explicaba unos pasos de coreografía que había aprendido en la escuela. Yo me hacía la desentendida, como si no entendiera nada de lo que me explicaba, y eso la hacía reírse a carcajadas.
—Nere, son dos a la izquierda, luego un paso hacia adelante —me decía entre risas—. Eso está mejor.
Gloria se reía a carcajadas de mi ridícula actuación, pero no me importaba. En ese momento, abrieron la puerta de la habitación y al darme cuenta de quién era, mis acciones con el baile se acabaron. Mi compañera no se había percatado, porque la puerta estaba a sus espaldas y parecía estar muy ocupada riéndose de mí.
— En serio, Nere. — Dijo Gloria entre risas. — Juro que si te caes de nalgas me mearé. — Los ojos se le llenaron de agua, pero su risa no cesaba.
Nancy se reía de los comentarios de Gloria, pero también dejó de reírse cuando escuchó carraspear a la persona que había entrado en la habitación. Rasqué la punta de mi nariz con cierta incomodidad y carraspeé para llamar la atención de mi amiga, lo cual funcionó.
—Nere, ¿por qué esa cara? ¿No me digas que te picarás por eso? —negó con la cabeza al seguir sonriendo.
Le hice las expresiones más ridículas y desesperadas para que se girara, y así lo hizo. Cuando se giró levemente y vio a Damián cruzado de brazos con una expresión neutral, volvió a girarse hacia mí, como si él no estuviera.
— ¿Qué diablos hace aquí, Nere? — Preguntó estupefacta.
La realidad era que no pensé que aparecería luego de haberme dejado a cargo, pero, por lo visto, Damián había venido a echarme un ojo.
«¿El error mío? No haberle informado a Gloria que Damián estaba a cargo de Nancy y que me había dejado participar asistiéndolo. ¿Por qué lo hice? Porque sabía que mi compañera no aceptaría venir si se lo hubiera dicho, pero la necesitaba, ya que era buena con los niños y sabía desenvolverse con ellos».
—Creo que la pregunta está al revés —le dije al tragar hondo y sonreí con nerviosismo.
Gloria me observaba estupefacta y pasmada.
— ¿Qué hace el diablo aquí? — Corrigió al girarse y observarlo.
— ¿Interrumpo el numerito de circo? ¿Quién las contrato? — Preguntó con burla al fruncir el ceño.
—¿Y a usted quién lo llamó? —preguntó Gloria, ofendida.
—Este es mi caso —le dijo con normalidad—, pero ya veo que no tengo que preguntar quién la llamó a usted.
— Esto es... raro, Nere. — Comentó Nancy alucinada. Es más lista de lo que pensé. — Pero me divierte. — Comenzó a reírse.
Le sonreí y nos dimos la mano, como si nos entendiéramos. Gloria no salía de su asombro, pero Damián no estaba dispuesto a continuar discutiendo con ella. Él puso ambas manos en los bolsillos de su jean, haciendo que la tela de su bata blanca se rodara hacia atrás. Caminó por su lado y se sentó en un acojinado sillón que se ubicaba junto a la ventana y la mesita donde reposaba el reloj con el teléfono de mi compañera.
—¿Así que las chicas tenían una fiesta aquí? —le preguntó a Nancy y le sonrió.
Estaba encantada de que Damián fuera así con la pequeña, porque aunque fuera un gruñón lejos de esta habitación, parecía mostrarse sincero con sus pacientes, y Nancy no era la excepción.
—Les estaba enseñando coreografía —Nancy sonrió con suficiencia desde la camilla.
—¡No me digas! —Damián se cruzó de brazos y nos observó con malicia—. Ahora que lo pienso, creo que hace poco pude apreciar ambos talentos —agarró el teléfono de mi compañera y comenzó a mirar la pantalla. Luego se acomodó sobre el sillón acojinado y cambió la suave canción a una más movible.
— ¿Qué tal si nos muestran a Nancy y a mi? — Damián propuso con diversión.
—¡Sí, sí, sí! —chilló la pequeña con emoción.
Gloria estaba asesinando a Damián con la mirada, pero se ponía más divertido aún, puesto que yo no tenía ningún problema.
—Ya ven —sonrió con extrema arrogancia al colocar el teléfono de mi compañera en el mismo lugar que estaba—. Pueden empezar. Yo también me quiero divertir con mi linda paciente —volvió a cruzar los brazos y recostó la espalda sobre el sillón.
Nancy sonreía y de verdad parecía esperar nuestra próxima y ridícula actuación. No me importaba tener que hacerlo delante de ella, puesto que es una niña, pero darle el placer a Damián de ver a mi amiga así me suponía raro. ¿Por qué siempre estos dos me tenían entre la espada y la pared?
— Eso no me supone un problema. — Ella le sonrió sin ganas y comenzó a bailar para Nancy al ritmo de la canción "Nothing On You" de B.O.B y Bruno Mars.
Parecía estar cohibida y muy ruborizada.
—Ven, acércate —Nancy le pidió entre risas—. Te enseñaré unos pasos, como lo hice con Nere —me dedicó una rápida mirada y le guiñé el ojo.
Gloria se dejó llevar por Nancy, o al menos actuó, pero hubo momentos en que no le quitaba la mirada a Damián. Él se reía con descaro y suavidad mientras inclinaba la cabeza. Suponía que era porque no aguantaba las ganas de continuar riéndose.
Gloria sujetó la mano de la pequeña y giró sobre sus pies de manera forzada para dar una vuelta, pero eso no la detuvo para mover sus caderas.
—¡Sí! —hasta yo me puse eufórica al ver a mi compañera bailar para Nancy, sin importarle que el doctor diablo estuviera presente.
Aunque debía mencionar que él no le quitaba la mirada de encima a Gloria. No obstante, me acerqué a ambas mientras comencé a aplaudir al ritmo de la canción y movía mis caderas con diversión.
— Estan locas. — Damián estalló en carcajadas y nos observaba con emoción.
— ¡El pelo, Nere! ¡El pelo! — Exclamaba Nancy al hacerme señales para que moviera mi cabello al ritmo del coro de la canción.
Sin inmutarme, le hice caso y moví mi cabello de manera sensual.
—¡Sí! —Nancy y Gloria aplaudieron, como si celebraran un gran triunfo.
Damián negaba con la cabeza con su imborrable sonrisa.
Comencé a cantar con ánimos y una extrema sonrisa.
Espero que hoy no llueva...
Damián se levantó del asiento repentinamente y Gloria había dejado de bailar. Comenzaron a mirarme como si hubiera perdido el sentido, o al menos eso pensé. Ambos me miraban como si algo malo estuviera ocurriendo, pero no me importaban las burlas de estos dos cuando hasta yo me estaba divirtiendo con esta estupidez. A veces la adrenalina es buena, y como disfruto hasta de las nimiedades, continúo cantando como si nada.
— Beautiful girls all over the world, I could be chasing but my time would be wasted. They got nothin on you baby, nothin on you baby. They might say hi and I might say hey, but you shouldn't worry about what they say, cause...
Carraspean tras mis espaldas y al girarme, veo a tres hombres. Mi director parecía tener una pizca de impresión en su cara, pero no podía decir lo mismo del hombre que estaba a su lado; el cuál parecía estar cerca de la misma edad del padre de Adrián. Era muy elegante y vestía un traje oscuro cubierto por su pulcra bata blanca. Detrás de ellos dos estaba Adrián, apoyado del marco de la ancha puerta con los brazos cruzados. Su expresión era neutral, al igual que la expresión del señor que ahora caminaba con pasos lentos hacia mi. Tragué hondo, porque ahora podía percibir que Adrián comenzaba a parecer sorprendido por la acción del señor que a penas estaba viendo.
—Buenas tardes —me saludó y extendió su mano, la cual recibí con dudas.
—B-Buenas tardes —logré decir, sin entender nada.
—Doctor Bachéeles —el doctor Andrés Wayne se acercó hacia nosotros con cierto desespero—. Ella es una de mis estudiantes —percibí que sonrió nervioso.
Adrián observaba todo a nuestro alrededor, incluyéndome. Mis amigos parecían haber perdido el habla, porque ninguno decía nada.
—Lo siento —me disculpé casi sin voz—. Hola, doctor Bachéeles. Soy Alysha Doménech Losada —sonreí, tratando de calmarme—. Estábamos... Estaba distrayendo y divirtiendo a la pequeña Nancy mientras esperábamos que la recogieran para su cirugía.
Asintió lentamente, pero no podía descifrar lo que podría estar pensando.
— ¿Bailando? — Preguntó.
— Eh... pues sí. ¿No sabía qué eso es bueno para... liberar el estrés? También libera endorfinas y calma la energía sobrecargada. — Rasqué mi cabeza. — ¿No?
"Patética, Nere."
Adrián bajó la cabeza al reírse en silencio, mientras seguía con los brazos cruzados. Yo estaba jodidamente ruborizada y podía ver que sus ojos brillaban con diversión.
Quería desaparecer del planeta Tierra, y estaba pensando en la probabilidad de vivir en Marte. Quizá mi padre pueda hallar la respuesta...
El Doctor Bachéeles miró a su alrededor y carraspeó. Damián captó la orden y con más desesperación que nunca desconectó el teléfono y quitó la música. Los tres estábamos igual de ruborizados.
—Es un gusto, señorita Doménech —el doctor Bachéeles me observó con una pizca de emoción para luego girarse y volver hacia la puerta.
El director de internos y residentes lo siguió. Sin embargo, Adrián continuó con su cuerpo apoyado sobre el marco de la puerta mientras los dejaba pasar. Sus ojos verdes me miraron con diversión y negó con la cabeza al sonreír. Me quedé totalmente petrificada y mis mejillas estaban calientes, pero una vez que el ojiverde se marchó por completo, volví a mirar a mis dos amigos. No obstante, Damián caminó hacia la puerta y carraspeó.
—Sí, bueno... —negó con la cabeza, sin saber qué decir—. Continúe con su trabajo, Doménech —miró a Gloria, como si quisiera decirle algo, pero este salió disparado de la habitación y solo nos habíamos quedado las tres.
Mi compañera caminó con prisa hacia la puerta y la cerró a sus espaldas.
—¡No puedo creerlo! —exclamó mientras seguía recostada sobre la puerta.
—¿Qué cosa? —pregunté y luego miré a la pequeña Nancy con una sonrisa sincera.
— Creo que no le caiste tan mal al director de cirugía.
—Espera, ¿qué? —engrandecí los ojos y abrí la boca con impresión—. ¡No me jodas! —cubrí mi boca al instante—. Lo siento, Nancy.
Ella me sonrió, pero le devolví una sonrisa forzada.
—Pensé que ya lo sabías —me dijo Gloria con más tranquilidad.
—¡Es la primera vez que lo veo! —dejé caer mis brazos—. Además, en todo este tiempo nunca lo había visto por aquí —suspiré en modo de rendición.
—Eso es porque siempre está en uno de los últimos pisos de este hospital —me informó como si fuera obvio.
—Pero ¿por qué? Es el director del departamento de cirugía. No se supone...
— Nere. — Suspiró. — Es el jefe de este hospital, ¿recuerdas? — Me miró con obviedad. — Es el dueño.
Había escuchado algo sobre eso.
— Por un momento lo olvidé. — Toqué mi frente. — Bueno, ya pasó. Ahora a recoger la dignidad del suelo y guardarla nuevamente.
Ambas estallamos en carcajadas. Nos reíamos de la situación y chocamos nuestras manos. Luego, continuamos trabajando.
🔹
No habían pasado más de quince minutos cuando las enfermeras vinieron a recoger a Nancy para su cirugía. Supuse que los cirujanos habían terminado con la complicada cirugía de emergencia y algunos estaban disponibles. Al menos eso era lo que estaba suponiendo cuando tuve delante de mí al director del departamento de cirugía y a Adrián.
—Ya verás que estarás bien, lo prometo —le di un beso en la frente a Nancy.
Las enfermeras preparaban la camilla y estaban casi listas para llevársela.
—Nere, por favor, ven conmigo —me suplicó un poco nerviosa—. Prometiste que me acompañarías y que me esperarías.
La miré por unos segundos que me fueron eternos. Entonces, accedí.
—Está bien, preciosa —acaricié su cabello, antes de que se lo cubrieran con una malla quirúrgica—. Iré contigo.
Gloria me dio un abrazo y un beso en la mejilla para luego marcharse a su casa.
—Te veré luego, Nere. Mucho cuidado al llegar aquí mañana —me avisó y asentí tranquilamente.
Una vez que ya todo estaba listo, las enfermeras comenzaron a transportar a Nancy y yo iba junto a ellas. Cuando estábamos delante de uno de los ascensores, presioné el botón y las puertas se abrieron. Rápidamente, entramos con cuidado de que la camilla no chocara. Una vez adentro, una de las enfermeras presiona el botón con el número ocho, cirugía. Respiré hondo al ver los números cambiar, pero una vez que las puertas del ascensor se abrieron en el piso de cirugía, mis nervios estaban a flor de piel. No pensé que podía sentir tantas y tantas cosas por una persona.
—Ya estamos aquí —le sonreí con nerviosismo, pero ella no se daba cuenta, ya que estaba en su trance.
Las enfermeras continuaron desplazando la camilla por el pulcro pasillo principal del piso de cirugía, hasta que tomamos otra dirección donde había un pasillo parecido al anterior, pero con una puerta ancha de dos alas al fondo que decía: "Sala de operaciones".
Instantáneamente, reconocí el lugar, ya que una vez me presenté para la operación de mi madre. Aquella vez tocaba la puerta una y otra vez muy desesperada. Sin embargo, en el momento, solo estaba entrando por la misma como una empleada más.
Al pasar por la enorme puerta de dos alas de la sala de operaciones, me encontré con un ancho pasillo en el que había varios quirófanos. Por alguna razón, sentí mi corazón latir con emoción, puesto que era uno de mis sueños el poder pisar un quirófano, pero con los conocimientos requeridos. Sin embargo, aunque de momento no fuese así, me gustaba admirarlo de cerca.
Cuando nos detuvimos frente a la puerta de uno de los quirófanos, una de las enfermeras tocó la puerta. Rápidamente, otra salió del quirófano y nos miró con una expresión risueña.
—El doctor está listo —suspiró con un brillo en sus ojos.
—¿Podemos entrar? —preguntaron las otras enfermeras con emoción—. Por favor, solo dejaremos a la paciente. No diremos nada.
—Lo siento, chicas —se disculpó con malicia—. No quiere que lo molesten —hizo pucheros—. Solo quiere presente a varias personas y ya están escogidas.
—Qué lástima —dijo una de ellas—. Bueno, está bien.
Miré a Nancy con cariño, tratando de tranquilizarla una vez que la enfermera que estaba en la puerta comenzó a conducir la camilla hacia el interior.
— ¡Nere, no te vayas! ¡Por favor, por favor! — Suplicó la niña y me sujetó la mano con desesperación.
—Preciosa, estarás bien. El doctor ya dio las órdenes de quienes pueden pasar. Te esperaré tras esa puerta —señalé la puerta principal de la sala de operaciones.
—¡No, no, no! ¡No te vayas! —volvió a insistir.
La enfermera que estaba en la puerta suspiró rendida, y sin opción, me miró y asintió. En ese momento, tragué hondo.
—Está bien, pero solo te puedo acompañar y después me ordenarán salir. ¿Entiendes? —acaricié sus mejillas—. Mira, me quedaré allí, donde te dije. No me moveré.
Asintió, pero no estaba muy convencida.
—Además, estaré con tus padres, ya que deben estar preocupados por ti.
—Está bien —al fin aceptó y suspiré con alivio.
Al entrar junto a Nancy, vi al anestesiólogo preparando su equipo, a una enfermera que conectaba unas máquinas y al médico cirujano de ojos claros que esperaba pacientemente. Tenía una mascarilla puesta, pero al verme percibí impresión en sus ojos.
La enfermera comenzó a ponerle su uniforme quirúrgico, mientras él extendía sus manos y las dejaba quietas. En ningún momento dejó de mirarme y realmente, me sentía incómoda.
Mi corazón latía con rapidez y mi pecho subía y bajaba como si hubiera corrido un maratón.
«Maldita sea, estaba viendo al hombre de mis sueños y no sabía cómo reaccionar o cómo comportarme».
— ¿Qué hace ella aqui? — Preguntó en un serio susurro.
Mis mejillas estaban muy calientes y sentía que estaba sonrojada.
—Yo...
La pequeña Nancy seguía aferrada a mi mano y tiró de ella para acercarme más. Adrián se dio cuenta y cambió la mirada. Estaba más serio que nunca, pero no protestó por mi presencia.
Sin embargo, cuando anestesiaron a la paciente y comenzó a quedarse dormida, supe que estaba lista para irme.
Adrián me había ignorado en el proceso de la preparación de sus instrumentos quirúrgicos y me daba la espalda, mientras él y la enfermera contaban los instrumentos.
—Bueno, yo los dejo trabajar. Disculpe, doctor Wayne —me despedí y comencé a caminar.
— Interna, quédese. — Espetó, aún sin girarse.
Todos los presentes en el quirófano parecían sorprendidos, pero mantuvieron la calma.
—¿Qué? —susurré y tragué hondo—. ¿Está seguro?
—Ve a buscarle un uniforme quirúrgico, guantes, mascarilla y una malla para el cabello —me interrumpió al ordenarle a una de las enfermeras.
Sin embargo, ella asintió sin más y fue rápidamente a buscar lo que Adrián había pedido.
— Le gustaría mirar. ¿Cierto? — Me miró seriamente con sus ojos claros y sólo asentí. — Entonces, le doy la oportunidad.
—G-Gracias, doctor Wayne.
— Y yo hago las preguntas. — Espetó al esquivar mi mirada.
La enfermera había vuelto con lo pedido y yo estaba a punto de presenciar por primera vez como trabajaba el hombre de mis sueños, el príncipe del bisturí...
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