Capítulo 45 | Parte 1.
Capítulo 45.
Mi padre preparaba el café y yo estaba sentada sobre la encimera, columpiando mis piernas. Cuando insistió en que le contara qué sucedía conmigo, no pude evitar tener que decirle. Al fin y al cabo, era mi padre y mi amigo, y siempre habíamos tenido mucha confianza.
Le había contado algunas cosas importantes, sin abundar ni entrar en detalles. Y claro, omitiendo la parte del sexo.
—Entonces, ¿te has enamorado de otra persona mientras estabas con Jesse? —preguntó con más tranquilidad.
Respiré hondo antes de responder porque, la verdad, no era sencillo admitir ciertas cosas. Cuando comencé a enamorarme de Adrián Wayne Milán, las cosas surgieron de manera extraña y poco convencional. Es decir, ¿quién se enamora de la persona que trató de advertirte qué tu ex novio te era infiel? Y más aún, siendo su mejor amigo... o lo que sea.
—Algo así, papá —achiqué los ojos mientras intentaba buscar las palabras correctas para explicarme—. Al principio intenté ser justa y convincente, porque en ese momento aún creía en Jesse cuando esa persona se presentó y comenzó a procurar por mí. ¿Lo entiendes? Al principio me negué ante esa persona en varias ocasiones. De hecho, lo rechacé para luego sentirme arrepentida. Aunque estaba consciente de que lo hice por la misma razón, por ser justa y fiel con Jesse.
—No puedo negar que estoy algo sorprendido —asintió para sí mismo mientras echaba cucharadas de café en el colador—. Claro que no estoy enojado, pero me sorprende que no nos hayas dicho nada antes.
—Hablé bastante con mamá cuando estaba en Miami. Le conté algunas cosas. Bueno, le conté bastantes cosas —negué con la cabeza—. Papá, aunque me veas más calmada, no es sencillo hablarte de esto. Eres mi amigo, pero también eres mi padre —sonreí vagamente.
— Bueno, he intentado no presionarte. Además, sabía que tu madre y tú me tenían algún tema oculto, pero no le insistí y esperé a que tú vinieras a hablar conmigo. — Mi padre se giró, mirándome fijamente. — Sólo quiero que estes bien y quiero protegerte.
—Lo sé —bajé la cabeza y miré mis piernas mientras las seguía columpiando.
En ese momento, escuché que la puerta de la habitación de mis padres se abrió. Mi mamá se asomó en la cocina. Todavía no la había visto en persona. Ciertamente, el percance que había pasado con Jesse no me lo esperaba.
— Pero, ¿¡por qué carajo mi bebé no ha venido a saludarme, ni a darme un beso!? — Nos preguntó a ambos con carácter. — ¡Espero que no quieras a nuestra bebé para ti sólo, Juan Antonio!
Mi papá puso los ojos en blanco y negó con la cabeza mientras una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Claro que no, cariño. Cuando dejaste pasar a Jesse para que esperara a Nere, sucedió un percance. Debido a eso, al fin me entero de las cosas.
Mi madre me miró con dudas, comprobando si realmente le había contado a mi padre que estaba viviendo una locura con otra persona.
—¿Le has dicho?
Asentí con una tímida sonrisa.
Ella juntó sus manos y las puso junto a su rostro, como si estuviera agradeciéndole al cielo que le haya hablado a mi padre de mi situación. Sabía que, a pesar de todo, mi madre no le diría nada si yo no hubiera querido.
Ella me abrazó con mucha emoción y podía sentir ese calor tan maternal que me brindaba. Realmente, sentía que tenía los padres más maravillosos que cualquier persona podría desear.
🔹
Estuve largos minutos conversando con mis padres y poniéndolos al tanto del viaje que había tenido a Miami, sin mencionar nada del ángel tentador que me tenía seducida. También había aprovechado para contarles exactamente cómo había surgido toda mi situación con Jesse, y el cómo terminé enamorada de otra persona.
— Ese Jesse nunca me dio buena espina, hija. — Espetó mi padre con naturalidad. — Creo que eres mucha mujer para él. Además, tenía algo que no me agradaba. — Se encogió de hombros, mientras le daba un sorbo a su café. — Ya sabes, esas intuiciones que los padres tenemos.
Mi mamá también nos acompañaba con una taza de café. Y ahí estábamos los tres, charlando animadamente. La única persona que me estaba haciendo falta ver era mi hermano, pero como siempre, había salido con alguno de sus amigos.
—Papá...
—Lo sé, pero necesitaba confesarme —dijo con una arrogante sonrisa.
— ¿No te bastó con decirle qué ya tuve suficiente de sus pendejerias? — Pregunté con una sonrisa burlona.
—¿Le dijiste eso, Juan Antonio? —preguntó mi madre con sorpresa.
Mi padre carraspeó y miró a su alrededor, esquivando la mirada de mi madre.
— Sí, le dije algo así. Además, se lo merecía. Carajo, Nery. Le mintió a nuestra hija por mucho tiempo. Estoy totalmente de acuerdo de que mi hija a tomado la mejor decisión. — Volvió a encoger los hombros. — Si a él no le gusta la decisión, puede irse al carajo.
— ¡Antonio! — Mi madre le llamó la atención.
— Bien, me callo.
Comencé a reírme a carcajadas con ambos. Ya extrañaba mi hogar y a mi familia tan peculiar. Me hacía muy bien tenerlos en el momento, ya que vivía todo el proceso que no sabía dónde y cómo terminaría.
🔹
Al cabo de un rato, ya estaba bostezando y muerta del cansancio. Había sido demasiado para un solo día, pero al menos ya había terminado con Jesse, que era lo importante. Quizá para él no haya terminado, pero sí para mí. No pensaba retroceder ni volver con él, y menos cuando me había enamorado de su amigo. No podía hacerle eso a Adrián.
"Mi angel, ¿qué estarás haciendo ahora mismo?" Pensé al soltar un leve suspiro.
Estaba ansiosa por volver a verlo y esperaba lo mismo de él. No sabía qué iba a hacer con todo lo que sentía por él.
—No se preocupen por eso —les dije a ambos—. Lo que sucedió hace un rato fue porque Jesse se lo buscó —suspiré al bajar de la encimera—, pero ahora mismo pienso que ha sido lo mejor que ha podido sucederme.
Ambos me observaban perplejos por mis palabras, pero era la verdad. Si no hubiera descubierto que Jesse me estaba mintiendo, no tendría la oportunidad de estar con Adrián. Aunque, pensándolo mejor, como quiera no tenía ninguna posibilidad. Adrián era tantas cosas prohibidas para mí, y de nada más pensarlo, me frustraba profundamente.
—Ha sido lo mejor, hija —comentó mi mamá—. Además, si estás enamorada, puede haber una futura oportunidad con el médico. Quién sabe...
Mi padre espurre el café y tose con sorpresa.
—¿Dijiste "médico"? —le preguntó directamente a mi madre.
Puse los ojos en blanco, asimilando que tendría otro teatro emocional por parte de mis padres. Mi madre me miró mientras se daba cuenta de que había metido la pata hasta el fondo.
— Es médico, papá. — Confesé.
Mi padre posó su mano desocupada sobre su pecho y suspiró complacido y con alivio.
— Bueno... Al menos, es cómo tú. — Dijo mi padre, asimilando la nueva información.
—Papá, todavía me faltan bastantes cosas para al menos estar licenciada en medicina general. Además, no somos iguales. Él es un superior y yo una interna.
— ¿Y qué diablos significa eso? — Preguntó con cierta duda.
«Típico, quién no trabajaba o estuviera de turno prácticamente todo el día, no entendería».
—Significa que él es un médico cirujano con varias subespecialidades a grandes escalas, y yo solo soy una simple interna. La diferencia es que a él lo miran como a una deidad, mientras que a mí como a una niña con dos trenzas y un biberón. Ahora mismo nuestras posiciones en el hospital son totalmente distintas.
— ¡Cirujano! — Exclamó mi padre.
— Papá, ¿de todo lo qué te expliqué fue lo único qué escuchaste?
— ¡Es médico! — Volvió a exclamar con cierta sorpresa.
—¿Y por qué te sorprende? —le di un sorbo a mi café—. Digo, eres un científico retirado.
—Sí, bueno, cuando dejas de investigar, no hay paga. Así de simple —asintió divertido mientras pensaba algo que yo no lograba captar—. No pensé que estuvieras interesada en los de tu futura profesión.
«Y yo mucho menos», pensé.
No había tenido la más mínima idea de que me iba a enamorar de alguien que se dedica a lo que yo amaría hacer. Lo peor de todo, es que lo conozco desde que eramos niños y jamás pensé que al volverlo a ver sería lo que es.
«Muy mal por tu parte, Nere», pensé para mis adentros mientras negaba con la cabeza.
—Papá, como te expliqué, todo es muy complicado de momento. Con eso quiero decir que yo tampoco pensé verme involucrada con alguien que se dedique a lo que probablemente haré.
Mi madre escuchaba atentamente y comenzó a hacerse la desentendida, porque se había dado cuenta de que todavía no le había dicho a mi padre ciertas cosas. Él asintió y asumía los detalles que le decía.
Les sonreí vagamente y decidí que ya era momento de volver a mi habitación, porque realmente estaba muy agotada. En la noche anterior sucedieron tantas cosas y un par de horas no recompensaba el cansancio ni la asimilación. Sin contar todo lo que ocurrió en el día actual.
«¿Hasta cuándo seguiría pasando por todo esto? No estaba segura, pero si de algo estaba completamente segura, era que protegería lo que sea que Adrián y yo teníamos. Eso comenzaba a ser muy importante para mí».
—Hija, sé que estás muy cansada —afirmó mi padre mientras se acercó a mi madre y la abrazó, acurrucándola sobre su pecho.
Ambos me miraban con amor y alivio. Sabía que estaban ansiosos por mi regreso y podía notar lo emocionados que estaban de tenerme en casa.
—Son maravillosos —les sonreí mientras colocaba la taza vacía sobre la mesa—. ¿Tienen idea de cuánto?
Mi padre comenzó a hacer cálculos mentales, mientras que mi madre inclinó la cabeza para observarlo. Luego ella puso los ojos en blanco con fastidio.
—Creo que mi idea sería... —continuaba pensando, mientras que mi madre sujetó fuertemente su brazo.
— Hora de que te vayas a dar un baño, Juan Antonio. — Dijo mi madre, mientras empezó a tirar de él.
Ella sabía que ya estaba cansada y que necesitaba un tiempo a solas para asimilar todo lo que me había sucedido.
— Un... un... ¡Ochenta y cinco punto cuatro por ciento! ¡Sí, eso! — Comentó desesperado, mientras mi madre se lo llevaba a la habitación de ambos.
—Andando ya —le ordenó mientras se giró levemente y me guiñó un ojo.
Sonreí y negué con la cabeza, mientras crucé mis brazos. Mi padre siempre ha sido un obsesionado de los cálculos y las investigaciones. Si algo teníamos en común él y yo, era que ambos éramos obsesionados con lo que hacíamos.
🔹
Eran casi las 11:00 de la noche y las horas habían pasado volando. Aún no conciliaba el sueño. Me removía sobre la cama de un lado a otro, intentando no pensar en nada más, solo en que debía descansar para el día siguiente. Sin embargo, sentía que así no conseguiría dormir.
Vuelvo a removerme y quedo totalmente derecha, mirando las lucecitas tenues que colgaban en el techo. Suspiré con extrema frustración, porque sabía que así no podría sacarme de la cabeza a mi cura prohibida. Sus ojos verdes, su sonrisa dulce y arrogante, su blanquecina piel, su delicioso aroma, su voz; todo él me tenía enloquecida.
«Me seguía preguntando: ¿En qué estarían involucrados Adrián y su padre para que la forma de actuar de ambos cambiara constantemente?».
Cerré los ojos y los presioné, intentando no darle vueltas al asunto, pero no podía. Era evidente que la curiosidad me estaba poniendo los pelos de punta, porque sentía que su forma de actuar a veces no era normal en cuanto él recibía llamadas del tal señor Thompson o quién quiera que lo llamara y lo desconcertara.
Me sentía un poco fastidiada, ya que hacía unas horas atrás estaba tan agotada, que lo único que mi sistema quería era dormir. No obstante, como no lograba descansar como era debido, decidí levantarme de la cama e ir por un vaso con agua. En mi hogar reinaba el silencio y eso me hacía sentir bastante relajada.
De repente, unas luces entre azules y blancas se filtraron a través de la ventana de la pequeña sala de estar. Traspasaron levemente las cortinas que cubrían el interior de la casa. Al sentir un poco de curiosidad, decidí asomarme en el marco de la ventana para mirar de qué se trataba. Con extrema cautela, desplacé un poco la tela y asomé uno de mis ojos.
Para mi sorpresa, había más de cinco vehículos detenidos en una fila frente a la humilde calle donde residíamos. Todos eran lujosos y negros. No podía percibir quiénes estaban en el interior, ya que las ventanillas estaban polarizadas. Achiqué los ojos y desplacé un poco más la cortina. Entonces, comencé a observar con detenimiento.
«Qué extraño, nunca había visto tantos vehículos así en el medio de esta calle».
Mientras le daba un sorbo a mi vaso con agua, continué mirando con detenimiento y vi que varias personas que vestían de trajes negros salieron de los vehículos y comenzaron a mirar hacia las casas, como si trataran de localizar alguna residencia en específico. Me pareció muy extraño y volví a cubrir con totalidad la ventana de la sala. Solo miraba por un pequeño hueco que formé entre la cortina y el marco.
En mi interior, me sentía cómo una parlanchina, pero algo de todo lo que estaba viendo no me resultaba normal. Últimamente, nada me resultaba normal. Carajo, ¿me estaré convirtiendo en una paranoica qué ve cosas dónde no las hay?
De repente, veo que uno de esos hombres trajeados se detiene entre mi hogar y el hogar de los padres de mi ex. El hombre estaba serio y parecía insistente al pasear su mirada por las demás casas vecinas. ¿Qué carajo buscará? ¿Qué quiere?
Podía sentir cómo comenzaba a ponerme nerviosa, porque el hombre se quedó observando mi hogar más tiempo de lo normal y dio varios pasos hacia adelante.
Tragué hondo. Estaba dispuesta a retroceder y alejarme de la ventana, pero un ruido a lo lejos me sobresaltó y casi me tropecé por el pequeño susto.
Podía escuchar desde mi posición que mi teléfono sonaba. Aunque este se escuchaba con insistencia en mi habitación, mi impresión aún seguía latente. Por un momento, pensé si debía quedarme junto a la ventana averiguando cosas que probablemente no me concernían o si debía responder la llamada.
Sin embargo, cuando caminé hacia mi habitación con extrañeza, me di cuenta de que el teléfono había dejado de sonar por unos instantes para volver a insistir una vez más. La pantalla brillaba sobre la mesa de noche que se ubicaba junto a mi cama. Por alguna razón, ver el nombre de "Andy" me alivió.
—Hola, Andy —respondí con timidez.
— Aly, ¿estás bien? — Pregunta rápidamente.
Achiqué los ojos y me senté lentamente sobre el borde de la cama.
—Sí, sí. ¿Por qué? ¿Qué pasa? —pregunté con un extraño presentimiento.
— Aly, tienes que ser sincera conmigo. — Inquirió y se escuchaba preocupado.
«Maldita sea, ¿cómo podía exigirme eso en estos momentos? No era yo la que estaba ocultando cosas».
Lo que acababa de ver frente a la calle donde residía me tenía preocupada, pero no sabía qué decir o qué hacer.
«¿Qué carajo estaba pasando a mi alrededor?».
—Hay ciertas personas frente a la calle donde vivo —espeté sin más, asumiendo que entendería.
— Bien, no salgas por nada del mundo. ¿Lo entiendes? — Dijo de manera autoritaria.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando? ¿Sabes quiénes son? ¿Qué sucede, Adrián? —mi voz cada vez era más baja.
—No te preocupes, Aly. Solo quiero prevenir. No te harán nada malo —me informó con brevedad.
—Eso me alivia muchísimo —le dije con sarcasmo al poner los ojos en blanco.
Escuché cómo suspiró exasperado.
Camino por el pasillo con el teléfono pegado a la oreja, dispuesta a mirar a través de la ventana y asegurarme de que se fueran pronto.
—No me hagas las cosas más complicadas de lo que ya son —me susurró a través del teléfono, mientras que yo no pude evitar reír con sarcasmo en un tono bastante bajo.
Mierda. Me sentía cómo una prófuga perseguida por el FBI y la CIA. Estaba claro que Adrián no estaba dispuesto a cooperar con lo que me gustaría saber, pero tenía que insistirle.
«Carajo, estaban frente a mi hogar y merecía explicaciones cuando ciertas cosas parecían suceder frente a mis narices».
— ¡Oh, vaya! ¡Yo te hago las cosas complicadas! — Le reclamé en un susurro. — ¿De verdad me estás diciendo esto, Andy? ¿Quién diablos es el qué oculta secretos? — Le reprochó, mientras me asomo nuevamente en la ventana de la sala de estar.
— Jovencita.
— ¿Eso es lo único qué sabes decirme? ¿Jovencita?
—Aly.
—Qué avance... —alcé una de mis cejas mientras miraba sigilosamente a través de la ventana.
— Cabezona. — Gruñó en un susurro.
—¿Qué me has dicho? —pregunté con sorpresa y algo de indignación, aunque en el fondo me causaba gracia.
— Mientras sigas jodiendo así, no podré decirte nada.
Suspiré con cierto fastidio y nerviosismo, mientras veía a través de la ventana cómo varios hombres trajeados hicieron un pequeño grupo para hablar. Algunos asentían y otros solo escuchaban sin más.
— Esas personas no te harán nada y aunque te vieran; tampoco lo harían, pero necesito insistir con esto y decirte que por nada del mundo te acerques a ellos. Tienes que confiar en mi.
—¿Y hasta ahora no lo he hecho?
—Claro que sí, y así debes continuar.
Percibí que los hombres trajeados comenzaron a subir a sus respectivos y lujosos vehículos, a punto de marcharse del lugar.
—No te preocupes. Estoy viendo que se están yendo —le informé con algo de molestia.
— ¿¡Estás asomada!? — Preguntó con suma preocupación y disgusto. — Carajo, Aly. Cuando te dije que no te acerques a ellos, me refiero a la estupidez que estás haciendo. Alejate de la jodida puerta o ventana... lo que sea.
Solté el pedazo de tela de la cortina y me alejé de la ventana con fastidio.
—¿Sabes? Ya esto está fuera de mi cordura. ¿De verdad estas cosas están sucediendo? —pregunté con extrema exasperación, sin perder el sarcasmo de mi tono—. Esto tiene que ser el estrés que cargo de interna. Sí, eso es... —dije para mí misma, aunque sabía que él estaba oyendo cada estupidez que decía.
—Ojalá pudiera decirte que es eso.
Regresé a mi habitación y me tumbé sobre la cama. Estaba decidida a sacarle alguna información.
— ¿Quiénes eran esas personas? — Pregunté sin rodeos.
Al otro lado del teléfono había un silencio sepulcral y pensé que duraría toda la noche. El que yo estuviera bastante nerviosa, hacía el silencio más torturante.
— Agentes especiales de la ONU y de la OMS.
Miraba las lucecitas que colgaban en el techo, asimilando las respuestas que Adrián me decía.
—¿Se puede saber por qué carajo hace un par de minutos tenía a la ONU y a la OMS frente a mi casa?
—Intentan averiguar algo importante —confesó.
Desde donde me encontraba, pude notar que tragó hondo por la forma de hablarme.
—¿Y tiene que ser frente a mi casa?
Decidió evadir esa pregunta.
— Lo que debes saber de esas personas que acabas de ver, es que no les importaría llevarse con ellos a quién sea con el hecho y la posibilidad de que puedan descubrir o averiguar cualquier cosa y situación que les incumba. Y ahora mismo, hay ciertas cosas que a ellos les incumbe. No quiero que salgas jodida de todo esto. Te protejo, ya te lo dije.
—No soy una niña. Sabes perfectamente que puedo asumir las consecuencias. ¡Por Dios, he trabajado cerca de ti y posiblemente trabajaré junto a ti! ¿Y todavía crees que soy una niña a la que debes proteger?
— No es por eso, aunque lo quieras ver de esa manera. Te protegeré cómo pueda, porque... — Se detuvo al hablar, parecía meditar sus próximas palabras. — Porque me importas mucho. Eres muy importante para mi, Aly. Aunque sólo veas lo que quieres ver.
Suspiré y cerré los ojos, tratando de relajarme y de que mi cuerpo dejara de tensarse tanto con los actuales acontecimientos.
— Sabes que no podré ver las cosas normales y de una manera neutral cuando tuve a agentes de la ONU y de la OMS frente a mi casa. ¿Cómo demonios es qué tus misterios llegaron hasta la entrada de mi hogar? ¿Cómo es eso posible, Andy?
—Alysha, en estos momentos me encuentro atado de manos con esta situación. Te pedí paciencia y espero que dure algún tiempo.
—¿Qué?
- Sí.
— Estás siendo injusto. Al menos tengo que saber con qué propósito se presentaron en la calle dónde resido. Creo que es lo justo, ¿no? De todas formas, es el hogar de mi familia. Necesito saber con qué jodido propósito han venido hasta estas calles, porque ya no te involucra a ti solamente, sino a mi familia y a mi. — Le reproché con carácter.
Adrián no quería decir nada. De verdad parecía contenerse y, aunque le costara darme algunos importantes datos, quería decirlos.
— Estaban buscando a alguien que ahora mismo es vital e importante. — Confesó.
— ¿Tiene qué ver contigo? — Al preguntarle esto, tragué hondo.
No quería que le pasara nada. Era cierto que estaba siendo injusto, pero tampoco quería que le ocurriera algo horrible.
— Aly, escucha. Estoy confiando en ti y trato de demostrarlo. ¿No te das cuenta? Si continúo en discreción, es porque es muy importante. Además, no es buena idea hablar de estos temas por teléfono.
Suspiré profundamente, lo cual él notó. Estaba totalmente segura de que él sabía que estaba disgustada, pero la verdad era que seguiría insistiendo. No en el momento, pero sí en uno preciso, hasta averiguar qué carajo le estaba sucediendo a Adrián.
—¿Tú estás bien? —le pregunté una vez que me sentí más calmada.
— Ahora que escucho tu voz, estoy más que bien.
Mi corazón latía con fuerza y mi vientre se contraía. Ambos nos quedamos en silencio un par de segundos que nos fueron angustiosos.
— Yo... — Ambos volvimos a hablar a la vez.
—¿Qué, pequeña? —accedió para que yo continuara hablando.
—Ayer me sentí mejor que nunca —confesé.
Sentí que el corazón me estallaría, y también me sentía muy ruborizada. Adrián se quedó callado por unos segundos, y luego, escuché un leve y suave suspiro.
—Ya sabes cómo me hiciste sentir anoche —susurró a través del teléfono.
Estaba tan emocionada que me cubrí completamente con la sábana y me removí dentro de la misma con una sonrisa.
— Así que, te ríes... — Volvió a decir al reafirmar sin más.
«¿Cómo podía darse cuenta?».
Me muerdo el labio levemente y le tiro un pequeño beso a través del auricular del teléfono. Al hacerlo, se reía dulcemente.
— Volveré a saborear esa boquita. Ya verás. — Dijo con seguridad, mientras sentí que sonreía.
—Qué tengas buenas noches, doctor Wayne —le dije de manera coqueta.
— Qué tengas buenas noches, interna...
Al colgar la llamada, sentí una leve punzada. De verdad me estaba acostumbrando a su compañía y a las extrañas charlas que teníamos. Aunque al principio quería contarle de una vez y por todas mi ruptura con Jesse, decidí decirle cuando lo vea en persona. Por nada del mundo me perdería la expresión de su angelical y precioso rostro en cuánto lo supiera.
«Pero me preguntaba, ¿qué pasaría entre nosotros ya que había terminado con Jesse?».
Estaba segura de que las cosas no serían fáciles, pero tampoco me atrevía a hacer nada, puesto que apenas salía de una relación.
Maldita sea, ¿a quién quiero engañar? Ya me había acostado con Adrián. Entonces, ¿qué se supone que suceda? ¿Qué se supone qué pase cuando te enamoras de alguien prohibido?
Hubo etapas de cómo él comenzó a ser mi cura y mi éxtasis: nos gustamos, nos acostamos y yo me enamoré perdidamente, aunque él no lo supiera. Todo estaba sucediendo al revés, pero no me importaba si con eso podíamos estar juntos.
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