Capítulo 44 | Parte 2.
Capítulo 44.
Las horas habían pasado acorde a mis turnos de práctica en cada área; medicina interna, ginecología, ética médico-paciente...
"Irónico, ¿no?"
También estuve presente en algunas lecciones teóricas que el cirujano de residencia nos había explicado a lo largo de las horas que debían ser de cirugía. Él mismo, nos explicó que las prácticas como tal serían la próxima semana, como Adrián me había dicho. Estaba más que segura que Mi Cura Prohibida no se le escapa nada en cuánto a los temas laborales.
Aún así, y de alguna manera, me hacía sentir más tranquila el hecho de que realmente quiera estar muy pendiente de mis prácticas. De tan sólo pensar que él estaría observando muy de cerca lo que haría en su área, me ponía nerviosa y a la vez muy ansiosa.
Luego de realizar lo que mi dirigente nos había pedido con eficiencia, había ido a la biblioteca médica del hospital para buscar un libro de cirugía práctica que me había interesado desde hace un tiempo. Lo había tenido en la mira, para cuando llegara el momento de las rondas en cirugía general. Debo admitir que el hecho de saber que estaré pronto en el área médica que verdaderamente me gusta, me hace alucinar.
Sonrío como una tonta, pasando a la próxima página del libro que había buscado. Me encontraba sentada en posición de india sobre una camilla desocupada en mitad del pasillo del piso de internos. Estudiar lo más que amaba con locura, era lo único que me hacía olvidar cada jodido problema. Aunque, sentía cosquillas en mi vientre al pensar que no sólo yo había llegado hasta aquí.
A mi mente vienen los ojos verdes que tanto me tientan. Pienso en los besos que nos dimos en la mañana, y en su expresión tan ruborizada e incrédula. En estos momentos siento un tipo de amor-odio hacia el amor de mi vida. Y era de esperarse, después de toda la mierda que ha surgido que me tiene muy jodida mentalmente.
Me equivoqué al pensar que sus parafilias serían su verdadero problema en cuánto al ámbito sexual de nosotros, porque, francamente, no teníamos ningún tipo de problema con ello. Sino que el problema surge de lo que esas condiciones lo han llevado a hacer en su pasado, porque estaba más que claro, que conmigo en el presente, no era un problema.
Y eso era lo que aún me mantenía neutral en nuestra inusual relación. Estoy enojada por lo que ha hecho en el pasado con su temperamento tan controlador y manipulador, como para tener a mujeres a sus pies. Es, realmente, lo que me tiene tan absorta en mi dolor cuando se trata de que tuvo algo con Amanda.
Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi uniforme. Lo saco para ver quién me procuraba en horas de turno.
[Debo admitir que te has salido con la tuya con todas las de ganar. Es inquietante como estoy sufriendo una condena que ha sido dulce y dolorosa a la vez.
PD: No deja de impresionarme tu capacidad tan alucinante para tenerle paciencia a un ser como yo.
Dr.AWM]
Suspiro con pesadez y enrollo en mi dedo índice un grueso mechón de mi cabello.
"¿Debería responderle?"
Le había dicho que lo haría por la situación de su viaje, pero... ¿Ya se habrá marchado?
[¿Ya te has ido? Supongo que si vuelves a escribirme, es porque ya estás en proceso de abordar un avión.]
Antes de que continúe a la próxima página de mi libro, ya me había respondido.
[Depende.
Dr. AWM]
Le respondo de inmediato al achicar mis ojos. Es tan frío y cortante cuando tiene necesidad...
[¿De qué?]
Mi corazón se acelera con su respuesta.
[De las ganas que tengas de verme en éste momento.
Dr. AWM]
Me quedo como una imbécil leyendo el mensaje una y otra vez, pensando si debería responderle con sinceridad. La realidad del asunto, es que me moría de ganas por despedirme de él, pero tenía el presentimiento de lo que podría pasar.
Con frustración y enojo, le respondo.
[No te has ido aún...]
Me responde con sinceridad.
[No. Si te digo la verdad, aunque es muy raro para mí, estoy en mi escritorio, leyendo unos casos clínicos mientras espero que mi padre deje todo listo aquí en el hospital, para marcharnos lo más pronto posible.
PD: Quiero irme cuánto antes, para ya regresar y verte.
Dr. AWM]
— Ugh, maldita seas, Ojitos Bonitos... — Susurro quéjica y llena de frustración por sus palabras tan persuasivas.
Frunzo el ceño mientras de momento pierdo mi vista hacia el largo pasillo dónde me encontraba. No quiero tener piedad con él en esto, pero lo deseo. Lo amo con todas las ganas más profundas de mi ser.
La rabia aún me consume por dentro de tan sólo imaginar cómo la que creí mi amiga de toda una vida, lo había tocado. Quiero que él lo pague muy caro, maldita sea.
Presiono mis dientes con fuerza. Mis pensamientos se contradicen unos con otros, pero uno era muy claro. Él se llevará su merecido hoy mismo y yo me aprovecharía de sus locuras como tantas veces hizo y deshizo con mi placer.
*****
Después de diez minutos en silencio, pensándolo una y otra vez, me decido. Ni siquiera le respondí el mensaje.
Dejé mi libro junto a mi mochila y mis cosas dentro de uno de los armarios del vestidor de internos. Estaba más que decidida a hacer esto, aunque me costara mi buena certificación mental de ser la chica buena.
Una vez que tomo el ascensor hacia el piso de cirugía y camino muy decidida hacia la oficina de guardia de Adrián, abro la puerta sin rechistar.
Al instante, me doy cuenta de que había dejado los documentos que leía reposando sobre el escritorio. Escucho un leve ruido en el cuarto de descanso, y cuando me dirijo hacia el mismo, lo veo de espaldas a mí, rebuscando en su equipado armario médico. Está tan concentrado y tan asimilado de que no me volvería a ver hasta regresar de su viaje, que confunde mi presencia.
— Garret, ¿dónde carajo están esos documentos? Sabes que la semana próxima tenemos una cirugía muy complicada a nivel fisiológico, y no me agrada estar buscando mucho más del tiempo que estimo. Detesto el desorden entre mis cosas. Lo sabes. — Gruñe con fastidio mientras tira de mala gana algunos documentos y materiales médicos.
— ¿Está de mal humor, Doctor Wayne? — Le pregunto fríamente, aunque mi corazón era un torbellino.
Él detiene sus movimientos, pero no se gira. Estoy segura de que no se cree que haya venido y esté aquí.
— Algo así. — Responde más calmado y sigue rebuscando. — Creí que seguirías molesta conmigo.
— Continúo en ese trance.
Detiene lo que está haciendo y se gira para mirarme con seriedad. Se cruza de brazos y enarca las cejas de esa forma tan suya y única. Su lacio cabello estaba seco y algunos mechones se ondeaban hacia diferentes direcciones de manera natural. Aún tenía puesta su bata médica, lo que me hacía deducir que realmente estaba leyendo casos clínicos.
Se ha quedado trabajando con los análisis fisiológicos de los pacientes para matar el tiempo del cuál carece. Inconscientemente, me resulta gracioso, porque se ha tomado en serio el hecho de que le dije que necesito espacio, a pesar de los apasionados besos que nos dimos en la mañana.
— Sé que estás enojada conmigo, pero no te obligo a que vengas aquí. Entiendo que no quieres hablar más de aquella situación y... — Se queda en silencio y achica levemente sus claros ojos. — ¿Por qué me miras así? ¿Qué sucede, Aly? — Se pone en alerta. Ningún gesto de mis expresiones se le escapa o pasa desapercibido para sus ojos.
— Necesito... usar el baño un momento.
— Claro. — Pone los ojos en blanco. — Ni siquiera tienes que pedirme permiso para tal cosa. Sabes que puedes hacer lo que quieras en mi territorio.
Lo ignoro y entro al baño. Sentí como dejó su mirada en mi silueta. Sé que odia que lo deje con la palabra en la boca. Mordiéndome el labio, con rabia y excitación, me quito mi uniforme de interna y me quedo en ropa interior. Tenía un sujetador blanco y una ajustada tanga del mismo color que iba a juego. Me dejé calzadas las clásicas Converse negras, puesto que yo estaba consciente de que esto no tardaría.
Escucho que habla por teléfono con alguno de sus colegas sobre un caso clínico. Sé que es así, por el lenguaje médico que está utilizando. Intenta despejar la mente de mi presencia. Está buscando todas las maneras de autocontrolarse, pero, ésta vez, no sería el caso. No sería justa con él.
Salgo repentinamente. Adrián observaba hacia el exterior por la ventana del cuarto de descanso, mientras continúa en su tranquila charla médica telefónica. Cierro la puerta sin hacer el más mínimo ruido, y cuando estoy cerca de él, carraspeo.
Él, al girarse, intenta disimular la expresión de sus ojos engrandecidos. Mira todo mi cuerpo sin ningún tipo de pudor y su apetecible boca se abre levemente. No lo dejo asimilar la situación y lo encaro, colocando mis manos sobre su nuca y mordiendo su mandíbula con suavidad.
— Yo... Es... Estoy seguro que podremos continuar con... el caso. — Traga saliva, impresionado. — Yo... lo llamo en unos breves minutos, Doctor Maldonado. — Cuelga nervioso e intenta guardar su teléfono hospitalario con dificultad.
Sin darle un segundo para que me hable, tiro de su bata blanca desde su cuello mientras le como la boca a besos, acercándolo al sofá que me trae buenos recuerdos. Su respiración es sumamente entrecortada.
— ¿Hoy piensas joder mi vida hasta la saciedad? — Intenta hablar entre cada ardiente y húmedo beso.
Sujeta mi cintura, con la intención de tumbarme sobre el sofá, pero no lo permito. Gruñe con frustración sobre mi boca cuando siente que no quiero dejarle el control.
— Maldita sea, sabes deliciosa... — Muerde mi hombro con voracidad y sus mechones rozan mi piel. — Mierda... ¿Qué pretendes, jovencita?
Fuerzo un poco su delgado y fibroso cuerpo, haciendo que se siente casi por obligación sobre el sofá. Me siento a horcajadas sobre sus piernas al besarlo con furia. Está nervioso por mi espontáneo acto. Lo siento en su cuerpo, y en cómo me responde con sus besos en mi piel y en mi boca.
— ¿No me dirás nada? — Susurra casi sin voz al estar perdido en mis ojos.
Siento su furiosa dureza en mi entrepierna. Agarro su cabello con fuerza y adhiero mi nariz con la suya.
— Te odio, Adrián Wayne. — Muerdo y beso sus labios a mi antojo.
Me quito el sujetador y la tanga sobre su cuerpo. Se muerde el labio al ver mis pechos.
— Eres una malcriada... — Muerde mis pezones y los chupa con desesperación. Sus manos tiemblan sobre mis caderas.
— Eres un ser manipulador... — Bajo su cremallera entre nuestras entrepiernas y soy capaz de liberar su erección sin remordimiento.
Presiona con dureza mis caderas, enterrando sus dedos en mi piel.
— Aly. — Me advierte y frunce el ceño con un fastidio en sus ojos que me alegra ver. — Eres una desc...
Me deslizo con ímpetu sobre su miembro y gimo a mi gusto.
— Mier...da... — Ahoga un gemido y esconde sus ojos en mi cuello. — Basta, carajo... Con esto sólo lograrás que me frustre durante el viaj...
Asciendo y desciendo por todo su miembro mientras ignoro lo que me dice, dejándome llevar por el deseo, la lujuria, y la excitación del momento.
Necesito tenerlo, hacerlo mío yo misma. Necesito comprobar que para mí sigue siendo mío. Quiero torturarlo de placer y abrumarlo.
Su firme miembro me contrae, causando que mis pliegues sientan esa dulce y dolorosa presión por mi contacto tan estrecho. Adrián gime con gusto, perdido bajo mi cuerpo. Acaricia mis muslos y mis piernas como si se le fuera la vida en ello.
— Dios, Aly... Si no te detienes, juro que no lo soportaré por mucho tiempo...
La humedad de mi sexo se mezcla con la suya, haciendo que nuestro contacto sea más placentero y electrizante. Muerdo mi labio inferior sobre su boca mientras tiro fuerte de su cabello.
Mis movimientos sobre su cuerpo son más insistentes, subiendo y bajando una y otra vez, sin miramientos y sin miedo a causarle lo que tanto anhelaba.
— Aly, me voy a venir, maldita sea... — Gruñe desesperado y ansioso. — Basta, basta... — Sujeta fuertemente mis caderas, pero, a diferencia de detenerme, impulsa mi cuerpo hacia arriba y hacia abajo.
Gimo, entregada a la obsesión que tenía por él. Intenta acurrucar su rostro sobre mis pechos y siento su nula respiración sobre mi piel.
Llego al orgasmo al temblar sobre su cuerpo. Luego, beso su boca y remuevo su cabello, alborotándolo a mi antojo. Adrián sale de mi interior con extrema dificultad y sé lo que piensa hacer. Soy capaz de ayudarlo desde mi posición para masturbarlo sobre mi vientre, derramándose al instante. Sus claros ojos me observan perdidos, extaciados de mis repentinos actos.
— ¿Ya se ha calmado su mal humor, Doctor Wayne? — Susurro sobre sus labios, disfrutando que está embelesado en mis ojos.
Muerdo su barbilla, su mandíbula, su cuello, y por último, su labio inferior que tanto le gusta morderse. Percibo como suelta un profundo suspiro lleno de éxtasis placentero.
Sin embargo, uno de sus teléfono comenzó a sonar como de costumbre. Él no pretendía hacerle caso por el momento. No obstante, ese no era mi plan.
Tengo que irme antes de que sea la hora de firmar mis horas de turno. Por suerte, había escogido un momento oportuno para hacer esto, puesto que el ambiente en el hospital estaba bastante calmado para ser un lunes.
Me levanto con rapidez de su cuerpo y busco mi ropa interior para ponermela con rapidez.
— Aly... — Adrián me llama mientras camino hacia el baño para ponerme el uniforme azul con prisa. Percibo que intenta recomponerse. — Lo siento. Siempre acostumbro a ayudarte a vest... — Se queda sin palabras al ver que ya me iba.
— Tengo que irme. Muy pronto acaban mis horas de turno. — Peino mi cabello como puedo con mis dedos.
No puedo evitar observar lo descolocado que está. Alisa su bata blanca sin despegar sus ojos de mí.
— ¿Crees qué puedes venir a joderme a tu gusto después de haberme hecho venir como un jodido puberto? — Sonríe con arrogancia y me asesina con la mirada. Sé que le está fastidiando en su ego.
— Qué tenga buen viaje, Doctor Wayne. — Enarco las cejas para salir directamente por dónde vine.
Cuando estoy a punto de cruzar la puerta del cuarto de descanso hacia la oficina de guardia, sujeta mi mano y me hace girar sobre mis pies, pegándome contra la pared.
— En serio, Aly... Te juro que me las pagarás. — Roza su nariz de forma lasciva desde mi mandíbula hasta mi mejilla. Sujeta mi quijada con superioridad y pega su frente sobre la mía de forma amenazante. — Me encargaré de hacerte venir una y otra vez, hasta que pierdas el jodido conocimiento y verdaderamente sufras con gusto un episodio vasovagal.
Escuchamos que la puerta de la oficina de guardia se abre. Alguien entra y una voz conocida llama a Adrián.
— Doctor Wayne, su padre me mandó a buscarlo. Dice que no responde a sus llamadas y lo necesita con urgencia. — Kenneth le informa con sumo entusiasmo.
Me relajo al escuchar su voz. Cuando Adrián y yo salimos del cuarto de descanso, él lo hace con las manos en los bolsillos de su bata blanca y yo con las manos en los bolsillos de mi uniforme azul.
— En un momento lo alcanzo. — Le dice Adrián con frescura y normalidad. — Gracias, señor Hall.
Kenneth reacciona eufórico al vernos.
— ¡Ay... por... Dios! — Pone una mano sobre su pecho. — Digo, ¡ay sí! — Carraspea y se da una palmadita en la boca. — Quiero decir, sí, Doctor...
Adrián ignora su manera tan teatral de ser y se queda observándome con descaro, sin importarle lo que Kenneth piense.
— Yo sólo vine a... — Miro a Kenneth y luego a Adrián. — Gracias por el favor, Doctor Wayne.
— Gracias a usted por ser tan... amable y... servicial. — Niega al fruncir el ceño y mostrarse con superioridad. — Tendré muy en cuenta todos los datos clínicos que me ha hecho... Digo, que me ha dicho.
Kenneth, sin disimular, abre la boca de forma exagerada. Salgo abrumada y feliz de cometer mi fechoría al salirme con la mía.
— ¡Dios, mi reina! ¡Te amo demasiado! ¿¡Sabes!? — Me dice Kenneth con emoción al seguirme. — ¡No te he visto en tres días, y cuando vengo a hacerlo, casi estás entre las piernas del Príncipe del Bisturí!
— Estábamos discutiendo un asunto... Estamos peleados.
— ¿¡Sí!? ¡Pues yo quisiera pelear así todos los días! — Me dice con sorna y ríe con picardía. — Espera, ¿¡qué!? ¿¡Qué ha pasado!? Dime que la cosa no la han cagado...
Suspiré con asimilación, y le conté sin muchos detalles la situación de Adrián conmigo en cuánto a Jesse y Amanda.
Me acompañó en todo el trayecto restante de mi turno, hasta que firmamos y nos dirigimos hacia el multipisos. Cuando llegamos justo al lugar dónde mi hermano me había dejado, me doy cuenta de que un vehículo se detiene delante de mí y de Kenneth para cortarnos el paso. Evidentemente, reconocí el vehículo de Amanda.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top